Mural. El fresco Civilización Tarasca, de Diego Rivera, se ubica en el Palacio Nacional. Foto: Bob Schalkwijk
La literatura de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Alejo
Carpentier y Elena Garro retomó el estilo barroco como un guiño irónico a
la Conquista y lo convirtió en un elemento de identidad y nacionalismo
cultural, explica Lois Parkinson Zamora en su estudio La mirada
exuberante. Barroco novomundista y literatura latinoamericana, que
aborda la evolución del barroco a lo largo de cinco siglos en América
Latina.
Lo mismo se puede apreciar en la exuberancia de la escritura de José Lezama Lima, Severo Sarduy, en las crónicas de Carlos Monsiváis y en las metáforas de Jorge Luis Borges. Pero su máxima expresión visible se encuentra en los murales de Diego Rivera, “un tlacuilo influenciado por el barroco” que combinó la saturación de elementos que existieronen los códices prehispánicos y los detalles del barroco novohispano, dotado con un gusto por llenar el vacío y mostrar los opuestos en un mismo espacio.
El barroco, explica a Crónica la investigadora por la Universidad de Houston, llegó a México y América Latina como un gran instrumento de publicidad, una forma de Conquista y un medio para convencer y conmover de los conquistadores. Sin embargo en el siglo XX este barroco fue reutilizado como un discurso de resistencia por parte de escritores, pintores y creadores de otras disciplinas para afianzar la identidad y el nacionalismo.
“No podemos decir que la Conquista fue algo bonito, pero los católicos tenían que influir en los indígenas porque querían que aceptaran una única iglesia, así que los convencieron e incluyeron, por lo que en el siglo XVII y mediados del XVIII hubo esa combinación de culturas que propiciaron el barroco novomundista”.
NEOBARROCO. La edición fue traducida del inglés por Aura Levyy ha sido publicada en coedición con las editoriales Iberoamericana Vervuet, Bonilla Artigas y la Dirección General de Literatura de la UNAM –dirigida por Rosa Beltrán–, y es un recorrido intenso por la literatura y el arte barroco de América Latina, hasta alcanzar sus consecuencias en el siglo XX.
Hacia el siglo XX, detalla la investigadora, el barroco es retomado y es transformadoen una especie de neobarroquismo, es decir, un barroco consciente en torno a la palabra y la imagen, en el que escritores y pintores lo han utilizado para sus fines particulares.
En el neobarroco, además, apunta se combinan las fuerzas opuestas para generar tensión, pues, tal como lo señaló Octavio Paz en su momento, se utiliza la coincidencia opositora o los factores contrapuestos que pueden ser verdad al mismo tiempo para generar la tensión en el texto.
“Y a su vez el neobarroco utiliza conscientemente una tradición bella y muy rica para los propósitos contemporáneos”. Y aunque García Márquez seguramente no pensó que con El amor en los tiempos del cólera escribiría una novela neobarroca, su cultura está ahí para mezclar dos opuestos: lo real y lo mágico, añade.
Lo mismo sucede enTerra Nostra de Carlos Fuentes, Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, El mundo alucinante de Reinaldo Arenas, Los pasos perdidos de Alejo Carpentier, Balún Canán de Rosario Castellanos o El jardín de los senderos que se bifurcan de Borges. Son creaciones que pueden leerse desde una visión barroca.
Sin embargo, precisa, el estilo neobarroco ha estado latente en la cultura mexicana a lo largo del tiempo, pues se ha convertido en una afición tradicional, tal como se puede observar en las manifestaciones del arte popular, desde los bordados y amates con escenarios pintados, la talavera de Puebla, sus miniaturas, la cocina y las fiestas de los pueblos, el mariachi, la alfarería y los árboles de la vida donde existe un afán por incluirlo todo.
Sin duda, el barroco se ha convertido en un factor cultural de creación e imaginación en toda América Latina y esto ha permitido explorar, interpretar y explicar su historia.
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