Por Isabel Gómez
Publicado originalmente en Portal cultural “Pluma y Pincel”
Publicado originalmente en Portal cultural “Pluma y Pincel”
Ventanas quebradas, nuevo libro de Rodrigo Verdugo, en él nos invita a
transitar por zonas de vorágine, mediante imágenes que van adentrándose en el
ser poético, como una búsqueda de estas múltiples ventanas que se abren y se
cierran, a través de diálogos que van explicando la existencia, desde los
infinitos encuentros y desencuentros con el ser. “Yo nunca he estado allí, o
tal vez he estado muy cerca/ pero sé que sus ventanas son ahogos de serpientes/
fatal es mirar por ellas al atardecer”.
Sin duda a través de la poesía se
puede explicar el mundo, la palabra es la voz de los pueblos que se exterioriza
a través de la historia de las comunidades y los sujetos sociales. El ser
humano es intersubjetivo, sin embargo el arte también debe buscar su expresión
máxima en lo objetivo e histórico. Y es allí donde el sentido de la observación
pasa a ser un elemento preponderante para explicarnos la existencia e
interpretarla a través del discurso poético que nos ofrecen ciertos autores.
Ventanas quebradas, título sugerente para adentrarnos dentro de estos
principios, ya que la ventana es vista como un elemento de análisis de la
existencia, la exterioridad de la imagen inserta en la página escrita se sitúa
bajo la mirada interrogante, no solo de quien escribe, sino también de quien
lee y pasa a formar parte de este viaje hacia el interior y exterior de
nosotros mismos. De ahí que también sea sugerente esta invitación que hace
Verdugo a indagar sobre nuestra propia existencia a través de la construcción
de nuevos libros, en la medida que vamos encontrándonos con que cada ejemplar
tiene una nueva portada y por ende nuevos escenarios para esta construcción del
ser social y poético.
“Han vuelto y sin ningún principio que disfrace a
la sangre/ Sin el mineral exorcizado/
La lluvia los filma cuando entran a la casa sostenida por/ entrañas/
La lluvia los va filmando cuando entran el zodiaco negro y/ las nutrias/.
Tendrán su entierro en mi palabra…”
La lluvia los filma cuando entran a la casa sostenida por/ entrañas/
La lluvia los va filmando cuando entran el zodiaco negro y/ las nutrias/.
Tendrán su entierro en mi palabra…”
Bajo este tejido lingüístico se
va construyendo un imaginario poético que da cuenta de esta realidad en donde
subsisten mundos de encuentros y desencuentros, miradas donde convergen nuevos
mundos y visiones artísticas que nos traen a la memoria autores como Vallejo,
Díaz Varín, Arteche y otros para hacernos que la poesía se encargue de crear
nuevos diálogos y formas expresivas de manera simultánea: Cito: “Alguna vez
te dije:/Los días no son días/Son escamas de algo desconocido. En vano
el ángel negro remece la madrugada/ Y caen hormigas sobre las venas…”
Es así como estas Ventanas
quebradas nos sugieren rearticular la realidad, a través de construcciones
simbólicas que nos permiten rearmar nuestro entorno social y cultural, mediante
este juego simbólico representado por una ventana quebrada que quizá, no nos
deje ver la luz, el espacio exterior, el sujeto que convive con nosotros pero
que no vemos, porque en la sociedad actual el ser humano es un ser
invisibilizado, carente de sentidos, fragmentado por esta realidad de mercado
que lo absorbe e inhibe su emotividad, a través de situaciones de vida que lo
superan, sin dejar espacio al diálogo, a la observación y la creación de áreas
interiores para contemplarse asimismo y al otro.
La diversidad de recursos
literarios presentes en este libro enriquece el discurso poético y nos adentra
por zonas donde la indagación y el asombro parecieran estar a flor de piel,
Verdugo nos dice: “como antes cuando las cosas no limitaban con los
hombres/sino que el tiempo limitaba con la piedra, limitaba con la luz/ y
piedra y sangre por igual buscaban legitimar el rayo/ mientras la belleza
ahuecaba los mares/ y al final dios estaba esperándonos con un ramo de/
accidentes en las manos”. Aquí el cosmos pareciera ser el espacio que
limita con nosotros desde las estructuras que van edificando estas ventanas
quebradas, mediante imaginarios y paisajes que surgen desde la cotidianeidad
del ser.
“Ojala el mediador del espacio
caiga también/Sobre la casa sostenida por entrañas/Y a pesar de tanto rayo y
cáscara/ Que nos cifran y cifran y cifran/ Reconozcamos en un mismo punto
ávido/A quienes se van/ Y a quienes vuelven/Solo con la adherencia esperada/ Y
el cielo necesario”. En
estas páginas la noción de lo humano oscila entre lo real y lo sub-real, entre
el pasado y el presente, entre la oscuridad y la luz, allí donde convive lo
simbólico con el pensamiento humano, construyendo un discurso literario que se
posesiona de la historia que subyace en nosotros mismos y que crea sus propios
códigos de entendimiento. Aquí lo físico y lo metafísico son elementos que se conjugan
entre sí, reestructurando estas ventanas quebradas a través de la
observación aguda donde luchamos por rearmar nuestras propias realidades, “ahora
que ningún abismo le falta a la luz”
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