La
alumna Mariana González, de la generación 2013 del MPE, realizó un perfil de la
escritora chilena Diamela Eltit, como parte del Taller de Perfiles, impartido
por el profesor Alfredo Sepúlveda. A continuación, el trabajo, uno de los mejor
evaluados del taller:
Considerada
durante mucho tiempo como una escritora rara, Diamela Eltit lleva adelante un
proyecto literario que superó la época de la dictadura, el machismo, la crítica
adversa y la incomprensión de sus pares. A 30 años de la publicación de
Lumpérica, -su primera obra con la que rompió los cánones de la narrativa
clásica, y con un libro nuevo bajo el brazo-, Eltit se afianza como una
escritora de prestigio internacional que se convirtió, sin querer, en un
referente de la literatura chilena contemporánea.
Este
perfil recoge una serie de escenas clave en la vida de la escritora chilena
Diamela Eltit.
Indicaciones
para la primera escena: Una mujer (34 años, 3 hijos) en una habitación escribe
la hoja final de una novela. No es cualquier novela. Se trata de una que, aún
no lo sabe, marcará al mundo literario chileno y se convertirá en un hito.
Afuera los milicos, los muertos, los desaparecidos.
Es
1983. Y una Diamela Eltit (Santiago,
1949) fogueada en la calle, con el contacto con los lumpen, los de abajo,
profesora de educación media y parte de los artistas contemporáneos de avanzada
da vida a Lumpérica.
*******
Imágenes
en blanco y negro: Diamela lava la acera de la calle Maipú frente a los
prostíbulos. Diamela besa en la boca a un indigente. Diamela habla en francés
en un escenario teatral. La Diamela Eltit escritora fue antes una artista
visual, del entonces desconocido performance en el que el arte tomaba a las
calles.
Era
1973 y la represión y el silenciamiento del régimen militar de Augusto Pinochet
recién florecía. Un grupo de artistas se reunía en el Departamento de Estudios
Humanísticos de la Universidad de Chile
en torno a profesores como Enrique Lihn, Nicanor Parra y Ronald Kay. Los
talleres con este último sembraron en Eltit el interés por lo visual, por
trabajar en los bordes, por la utilización del lenguaje al extremo.
Diamela
tenía 24 años, se había graduado en Pedagogía
y enseñaba castellano a tiempo completo en el Liceo Carmela Carvajal.
Recién comenzaba la licenciatura en Literatura en la U. de Chile.
“Fue
una ampliación de los espacios, de mi propio espacio artístico, mental, imaginario
y proyectó mi trabajo de manera mucho más eficaz que como no lo habría hecho
desde mi escritorio”, se refirió Eltit a
esa etapa experimental de su vida, en
una entrevista a la revista La Época, en 1988.
“El
trabajo con el cuerpo es lo que va a posibilitar este cruce entre la fotografía, la imagen y la escritura que en el caso de las primeras
obras también ella entendía como cuerpo”,
dice Rubí Carreño crítica literaria y una de las estudiosas de la obra
eltiana.
Fue
con la creación del grupo Colectivo de Acciones de Arte (CADA), en que Diamela materializó esta combinación de
lenguaje, cuerpo y arte que, junto con
artistas como Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Magaly Meneses y su entonces
pareja Raúl Zurita., llevó a las calles. Sus “acciones” incluían llevar el arte
a indigentes y prostitutas, la escritura
de poesía en el cielo o la liberación de
miles de hojas literarias desde un avión.
“Ésos
trabajos durante el CADA en plena dictadura eran no un trabajo clandestino,
sino de resistencia, ésa es la palabra. Todos veníamos de una generación con un
pensamiento más allá del capitalismo. Los milicos no lograban entender lo que
se estaba haciendo,(…) era hasta grotesco,
no tenían ni idea”, afirma Paz Errázuriz, fotógrafa y una de las artistas que
colaboró con el CADA.
Para
esa fecha, 1979, Eltit llevaba poco
menos de tres años de trabajo en la escritura de Lumpérica. Las intervenciones
del CADA le darían los elementos para consolidar el carácter irruptor que
define al libro y a su obra en general.
Portada
de Lumpérica
La
portada de “Lumpérica”, considerada una obra icono de la narrativa chilena por
romper con conceptos tradicionales e incorporar elementos visuales, escénicos y
teatrales.
Aunque
la crítica de la época, marcada por la mordaza de la censura de la dictadura,
la recibió medianamente bien, con el tiempo Lumpérica fue considerada una obra
ícono de la literatura chilena al romper con los conceptos tradicionales de la
narrativa e incorporar elementos visuales, escénicos, teatrales, mezclados con
metáforas y otros lenguajes literarios.
“El
aporte de Lumpérica se relaciona con el lenguaje en extremo literario de su
escritura, tan lejana a realismo simplón y también con el carácter crítico de
sus contenidos, las zonas prohibidas y calladas que exploraba”, dice Pedro
Gandolfo, crítico literario.
Eltit
diría años después al periodista Juan Andrés Piña que la construcción del libro
fue difícil y muchas veces estuvo al borde del naufragio por la manera en que
quería construirla y por el poco tiempo que tenía para trabajarla. Sus espacios
se dividían entre su trabajo como profesora, su participación en el CADA, sus
tres hijos y su relación de pareja con Zurita.
Ella
rechaza siempre hablar de su ámbito más personal. Poco se sabe de la relación
entre la narradora y el poeta, más allá de que fueron pareja por una década,
que tuvieron un hijo juntos y que ambos se dedicaron sus primeros libros. “A
Diamela Eltit: la Santísima Trinidad y la Pornografía”. Las palabras de Zurita en Purgatorio denotan
la intensidad de su relación.
“Ellos
tuvieron una asociación muy fructífera en el CADA, pero cada quien tiene su
carrera y trataron siempre de separarla, son distintos géneros literarios. (…)
Zurita es una persona bastante respetada y en eso coincide con Diamela, por
algo estuvieron tanto tiempo juntos”,
dice Carreño, amiga de Eltit desde hace dos décadas.
******
Dos
escenas
1- Una niña hurga en una caja llena de libros.
Las paperas que agobian su cuerpo la han confinado a varios días de encierro y
quiere matar el aburrimiento. La niña toma un libro. Por quién doblan las
campanas, de Ernest Hemingway. Con su lectura comienza además la fascinación
por el mundo de las letras que ya no la dejaría nunca.
2.-
Una joven charla con su madre. Intenta convencer a la casi adolescente de lo
bien que le hará entrar a la universidad, de “tener un cartón” que le asegure
la buena vida y comodidades que hasta ahora no ha tenido. La mujer quisiera
estudiar literatura, pero sabe que hacerlo no es laboralmente conveniente. Días
después será alumna de la Licenciatura de Ciencias Políticas y Administrativas.
Más tarde reconsiderará y estudiaría Pedagogía.
*******
Una
fotografía: Un hombre y una mujer se abrazan, miran a la cámara. Sus cuerpos
decadentes y viejos, su cabello despeinado. Un patio, una habitación, una
clínica psiquiátrica. Un texto, casi un poema, los acompaña. El amor y la
locura.
Diamela
Eltit es reconocida por su influencia en las nuevas generaciones de narradores
chilenos.
Durante
su estancia en México como agregada cultural del gobierno de Patricio Aylwin,
en plena transición democrática, Diamela Eltit recibe a Paz Errázuriz en su
casa de Coyoacán. Ella le muestra copias del trabajo que desarrollaba sobre
parejas que vivían en un hospital psiquiátrico de Santiago. Eltit se engancha
de inmediato con las imágenes y comienzan a trabajar juntas. El resultado es El
infarto del alma, publicado en 1994 y que toca uno de los temas recurrentes de
la obra eltiana: la marginalidad.
“Yo
trabajaba esta serie que empezó como una forma de buscar a compañeros
desaparecidos por el régimen y me encontré con estas parejas que convivían en
un espacio tan marginal como es un psiquiátrico. A Diamela le entusiasmó tanto
este tema del “amor loco” que me pidió que hiciéramos algo con eso”, explica
Errázuriz.
Lo
marginal, los que están fuera del sistema son los ejes de los que emerge y a
los que vuelve la literatura de Eltit. Desde finales de los 70, casi
paralelamente al trabajo del CADA y junto con la artista visual Lotty Rosenfeld
salía a las hospederías, los prostíbulos, a las poblaciones más alejadas de la
ciudad a filmar y hablar con la gente
que vivía en la calle, a observar su entorno. De esas incursiones urbanas salió
una conversación que después se convertiría en uno de sus libros, Padre mío.
(1989).
Un
fragmento de la presentación de Padre mío resume la visión que le dio su andar
callejero y los personajes con los que se encontró en esa época: “Es Chile, pensé.
Chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre; jirones de diarios,
fragmentos de exterminio, sílabas de la muerte, pausas de mentira, frases
comerciales, nombres de difuntos. Es una honda crisis del lenguaje, una
infección en la memoria, una desarticulación de todas las ideologías”.
Una
tarde de 2008 Diamela Eltit tomaba un té en “El 18”, un antiguo restaurante del
centro de Santiago. De la nada, un indigente se le acerca y la saluda. Le dice
que escribe y le muestra un papel arrugado. Eltit serena y dispuesta toma el
trozo de papel e inicia una conversación con él.
“Era
como si cualquiera de sus personajes tomara vida pero para ella era una
situación completamente normal. No recuerdo muy bien sus palabras pero ella me
decía como que estaba habituada, que era una especie de atracción, de
afinidad”, describe Carreño, testigo de la escena.
Afirma
que Eltit construyó una nueva forma de hacer literatura social con figuras como el hombre que bautizó como “Padre mío” o
los reponedores de los supermercados de la novela Mano de Obra (2002). “Ese es
el rol de su literatura: mostrar eso que el sistema asume como bueno no desde
una perspectiva compasiva sino humanista y con un sentido artístico. Visibiliza
lo que ella describe como los `excedentes sociales´, los que no tienen cabida
en el sistema”, dice Carreño.
Los
“excedentes sociales” en diversos contextos y épocas, atraviesan toda su
narrativa: Por la patria (1986), El cuarto mundo (1988), Vaca Sagrada (1991),
Los vigilantes (1994), Los trabajadores de la muerte (1998), Mano de obra
(2002), Jamás el fuego nunca (2007), Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas
especiales (2013).
Su
interés por conocer y descubrir a los otros se evidencia en las investigaciones
y análisis a la obra de Gabriela Mistral, Marta Brunet y María Luisa Bombal,
con lo que obtuvo la Beca del Social
Science Research Council de EEUU y que, se dice, reafirma su postura del
empoderamiento feminista.
***
Eltit
fue protagonista de una de las anécdotas más polémicas de la literatura chilena
contemporánea. En un artículo publicado en la revista española Ajo Blanco, el escritor Roberto Bolaño
describió con sarcasmo la cena que tuvo en la casa de Eltit y su pareja Jorge
Arrate, durante su regreso a Chile, en 1998. En ella se burla de su relación y
aprovecha para criticar los talleres literarios que ella desarrollaba por esa
época -en donde conoció a Arrate- que a su juicio habían traído una legión de
“diamelitas” con escrituras idénticas a la suya.
Su
obra, su personalidad parca y reservada, su postura feminista y su propuesta
literaria han sido blanco de la crítica en los medios de comunicación e incluso
de sus pares. Desde los especialistas que afirman que su forma de narrar no se
entiende, hasta quienes la tachan de feminista, de “vaca sagrada”, de best
seller académico.
“Conviene
dejar sentada una verdad evidente: Eltit carece de originalidad y exhibe poca
formación intelectual” escribió el crítico Carlos Marks en una columna en el
2002.
Otro episodio lo marcó una columna de Álvaro Bisama en 2005 en el que critica parte
de la obra de Eltit como textos “con sobrevida algo artificial” que sirven más
para la academia y en donde hacía referencia al concepto de las “diamelitas”.
Sobre
las críticas adversas ella se mantiene en su postura: “No me frustra de ninguna manera, porque la mí es una opción
que tiene riesgo. (…) Hay muchos autores conocidos pero que no han sido leídos
por sectores mayoritarios. Y eso está muy ligado a las políticas culturales”
dijo a La época, en 1988.
En
su currículum figuran solo dos premios: el Iberoamericano de Letras José Donoso
por la Universidad de Talca, Chile en 2010 y el José Nuez Martin en 1995. Aunque su obra ha sido estudiada en países
como España, Reino Unidos, México y EEUU
-donde imparte una cátedra en universidades de California y Nueva York-,
recibió la prestigiosa beca Guggenheim y ha recibido homenajes en España y Cuba
en donde se le dedicó la Semana del autor en la Casa de las Américas, Eltit es
poco valorada en Chile. Su aporte ha permeado solo en algunos círculos
académicos y más bien con cercanos.
“Diamela
es muy querida pero también muy odiada. No ha sido fácil para ella salir
adelante desde enfrentarse a la dictadura hasta los tabúes de ser una escritora
mujer, que escribe feo. Ha sido muy valiente. Te puede gustar o no gustar pero
en Chile es una escritora importante y parte de las criticas vienen de ése
valor”, afirma Carreño.
De
sus talleres literarios en la década de los 90 no solo se desprende su relación
con el político de izquierda y ex candidato presidencial Jorge Arrate con quien
vive actualmente, sino también escritoras de la post- dictadura como Lina
Meruane y Andrea Jeftanovic quienes han desarrollado un literatura con “ciertos
guiños” a su forma de escribir, afirma Pedro Gandolfo, lo que considera “una de sus contribuciones en la formación de
escritores contemporáneos”.
El
infarto del alma y Puño y letra (2005) han sido llevadas al teatro en los últimos
dos años. Este mismo año Eltit publicó Fuerzas especiales en donde retoma al
grupo social de más actualidad en Chile: los estudiantes, al que Eltit se
siente cercana y en donde se repite su atracción a lo marginal, hacia quienes
están a contrapelo del poder, como dijera en una entrevista en 1988.
Última
escena: una mujer, una escritora sentada en una vieja silla lee un libro,
frente a ella jóvenes sentados escuchan atentos, al fondo un patio, un muro,
una reja tapizada de butacas, una barricada, una escuela en toma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario