por Claudia Vila
Iniciar la lectura de Ventanas Quebradas indica un camino a
seguir , aunque es obvio todos los textos trazan ese derrotero, sin embargo
aquí estamos frente a un verdadero libro unidad se podría decir que corresponde
a un solo poema que se explicita en cada uno de los pasos que va dando porque
refiere siempre a la idea del poeta ceremonial o del vate contemplativo que
indica el camino o mejor dicho el laberinto a seguir y lleva a la tribu hacia
un puerto, no sabemos si es seguro o no, pero no importa nos gusta ser llevados
por la mano de Verdugo hacia algún lugar sin saber definitivamente cuál es: Inmediatas a la sangre están las presencias
argolladas /Que nos hacen saber de cual lado de la luz estamos /Encaminémoslas
aunque la sangre nos use como animales/ Hacia aquellos vidrios trisados en la
oscuridad (Como a ellos a Omar
Cáceres) o Córtame del cielo, me has
dicho pero en esa mañana de más lluvia y de neblina/Después conquista mi
temblor de sangre. En esta poética
lo importante es el camino, el trazo que delinea las imágenes en las cuales
experimentamos distintas sensaciones sin
temer los resultados o el peligro que esta aventura pueda traernos.
Es interesante resaltar en ese punto la
relación intuitiva entre forma y fondo de cada uno de estos textos que
finalmente se vinculan en uno solo. Asimismo, se vislumbra el tema erótico
vinculado al eje ceremonial que nutre la temática y la profundiza para vincular
al lector con su tónica terrestre agrietada voluble en la cual se asoman los
temblores de la carne que insinúan o agudizan ese estremecimiento que involucra
al hablante y amplifica el misterio de la cópula deseo o
del deseo cópula que finalmente se vuelve súplica desgarro y tormento y que se
concibe desde distintos ojos con los que mira: Alguien hablaba de nacer o morir/Mientras dejábamos un solo murmullo en la formación de las agujas/Le
dábamos su totalidad al ángel que se quemó los ojos con opio y con semen
/Éramos los únicos que sabíamos que el centro de la tierra/ Solo aparece al
contacto de una boca o Hubo una vez que dos lo hicieron y
vieron que sus propias muertes eran el orgasmo de los árboles. Además sobresalen en la obra
numerosos aires Borgeanos: mira como en
ninguna casa nos reciben, / como nos cierran sus puertas/le temen a tu
cabellera, / porque tiene el designio de esos padres laberinticos /que no
tuvieron piedad de la luz e hicieron un lecho sobre aberraciones de sal y Huidobrianos: salvo que le hagas la señal a la copa y
el cielo enrojezca/mientras aquí nos aferramos al polvo jactancioso, / nos
quedamos fuera de todo linaje, / mientras la piel atrapa al día y una amenaza
de cascara se cierne sobre el mundo. Estas
imágenes trazan la obra de extremo a
extremo, pero siempre son destacables dentro del gran universo poético chileno
que se desbanda en distintas direcciones y solo vemos estelas de sus padres que
revolotean y nos dejan un llamado a seguirlos para continuar en un punto que es
finalmente indescifrable como la poesía exacta de Verdugo con todas sus aristas
y perfecciones, sombras de matices jadeantes invasoras y desnudas acabadas e
intrínsecas dónde gota a gota sus palabras se deslizan como lágrimas por esta
hermosa irrealidad.
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