La primera
gran biografía del poeta recorre la vida, la obra y los amores del creador
ROSA MORA
Barcelona
Ejecutivo
de día y explorador de los bajos fondos de noche, Jaime Gil de Biedma
(Barcelona, 1929-1990) vivió, como él decía, "una esquizofrenia
controlada", que a menudo se descontroló en una carrera hacia el abismo.
Fue, es, uno de los mejores poetas de la generación de los cincuenta. De
producción escasa, pero de una intensidad y cuidado formal extraordinarios,
abrió el camino de la actual poesía de la experiencia. Han tenido que pasar
casi 15 años de su muerte para que aparezca la primera gran biografía: Jaime
Gil de Biedma. Retrato de un poeta (Circe), de Miguel Dalmau. El biógrafo
desvela el secreto que marcó su vida y pone de manifiesto que su poesía fue,
sobre todo, autobiográfica.
Tenía
una poderosa inteligencia, era seductor, elegante con un toque anglosajón, buen
conversador, de enorme cultura, prodigiosa memoria, era brillante, tenía
sensibilidad y ternura, dominaba idiomas, era cosmopolita y, además, sentía
curiosidad por todo. Desarrolló una dialéctica mortífera que llegó a ser
leyenda y que, en ocasiones, le convirtió en un enemigo temible. Fustigó hasta
la crueldad a cuantos a él se acercaron, sobre todo a los jóvenes poetas que le
pedían consejo. Nadie, excepto quizá Ana María Moix y Juan y Joaquina Marsé,
escaparon al dardo de su palabra, ni siquiera su muy querido Carlos Barral.
Gabriel Ferrater fue su sparring perfecto.
Era
de sexualidad potente y vigorosa, que, en combinación con el alcohol, le llevó
a abismos sin límite y a una carrera hacia la destrucción. Fue, es, sobre todo,
uno de los grandes poetas de la generación de los cincuenta, que abrió rutas
literarias con apenas 80 o 90 poemas de enorme intensidad y rara perfección
formal. Pero tenía un secreto que marcó su vida.
"Tenía
un conflicto brutal consigo mismo. Se odiaba tanto que el odio le
desbordaba"
"Jaime
dio a las tertulias de la universidad un irritante tono aristocrático
"Recoge
cinco siglos de tradición de la mejor poesía española e incorpora la
inglesa"
"Tenía
una sexualidad desesperada, transgresora, urgente. En esto se parecía a
Pasolini"
Ahora,
cuando se cumplen 75 años de su nacimiento -el próximo 13 de noviembre- y casi
15 de su muerte -el 8 de enero de 2005-, aparece Jaime Gil de Biedma. Retrato
de un poeta, la primera gran biografía del poeta. La publicará Circe y saldrá
el 20 de este mes. Su autor es Miguel Dalmau, el mismo que fue finalista del
Premio Anagrama de ensayo con Los Goytisolo. Dalmau ha reunido más de cien
testimonios, de familiares, amantes y amigos, y más de cincuenta fotografías,
en su mayoría inéditas.
Ha
sido una investigación ardua y no exenta de dificultades, pero el resultado es
un libro que nadie de quienes aman la poesía de Gil de Biedma querrá perderse.
Dalmau desvela el misterio que rodeó su vida y pone de manifiesto que su
inventado personaje poético es falso. Su poesía es pura autobiografía.
Dalmau
reconstruye la figura de Jaime Gil de Biedma desde tres puntos de vista: su
trabajo en la Compañía de Tabacos de Filipinas, la poesía y el amor.
Pregunta.
¿Cómo era en realidad?
Respuesta.
Tenía un conflicto brutal consigo mismo. Se odiaba tanto que el odio le
desbordaba. El alcohol podía convertirle en un enemigo temible. Jugaba a ser
diferentes personajes, el de señorito que se autofustigaba, el de ejecutivo, el
de amante...
P.
¿Por qué se odiaba tanto?
R.
Tenía su versión oficial: "Me odio a mí mismo porque tengo que envejecer,
porque tengo que morir". Yo creo que ese odio parte de un trauma de su
infancia que no es otro que el de su despertar al sexo. Sufrió abusos sexuales
en la infancia y en la adolescencia por una persona de confianza de su círculo
íntimo. Y si en aquel contexto histórico y social el sexo ya era un tabú, el
contra natura, como se decía, era doblemente castigado. Su odio nace del
sentimiento de culpa.
P.
No es ésa la imagen que da en los poemas en que recuerda su infancia.
R.
Blindó sus poemas para que nadie remotamente dudara de que su infancia había
sido inmensamente feliz. Todo eso del personaje poético que se inventó es
mentira. "No soy yo", decía, "el que habla en los poemas, es un
personaje poético". Lo hacía para tranquilizar a la familia, sobre todo a
su madre. Como dice Francisco Rico, su poesía es "directa y
descarnadamente autobiográfica".
Jaime
Gil de Biedma nació el 13 de noviembre de 1929 en Barcelona. Su padre era hijo
de un senador conservador, y su madre, de familia liberal -su padre había sido
ministro de diversos Gobiernos antes de la guerra-. Al poeta le pusieron de
nombre Jaime en recuerdo de un hermano que así se llamaba y que murió antes de
que naciera él. Eso no gustó demasiado a Tatón o Jaimito, como le llamaban en
casa. Para sus compañeros de colegio era Croqueta, porque era gordito.
Su
madre, Luisa Alba, puso todas sus esperanzas en él, era el elegido que había de
recoger la antorcha del abuelo ministro. Su padre, Luis Gil de Biedma, se
conformaba con menos: quería que entrara en la Compañía de Tabacos de
Filipinas, en la que él ocupaba un alto cargo. Estudió Derecho.
¿Cómo
era Jaime Gil en aquel otoño de 1946, cuando llegó a la facultad? Un estudiante
de muy buen aspecto, bien trajeado, con un pañuelo en el bolsillo de la
americana y un prendedor de oro en la corbata. "Pocos iban así a la
facultad: sólo los hijos de la high society de Barcelona", cuenta en el
libro Alberto Oliart. Dio a las tertulias de la universidad "un irritante
tono aristocrático", según Barral.
No
acabó la carrera en Barcelona, sino en Salamanca; según decía él, porque era
una universidad más importante; según su biográfo, porque huía de un amor que
no prosperó. En Barcelona le "descubrió" Fabián Estapé, entonces un
joven profesor auxiliar y un auténtico cazador de talentos. Le introdujo en la
economía política y también en la literatura y la filosofía.
Gil
de Biedma dilató cuanto pudo su incorporación a Tabacos de Filipinas. Acabados
los estudios quiso ser diplomático, pero no funcionó. "Perpetró una
boutade digna de Dalí cuando le pidieron que glosara por escrito los encantos
de aquella ciudad que como aspirante a diplomático encarnaba sus ideales",
escribe Dalmau. Mientras los otros opositores cantaban las excelencias de los
bulevares de París o de los parques de Londres, "él redactó una impecable
composición dedicada al pueblo de Arévalo".
Finalmente,
tras una larga estancia en el Reino Unido y París, entró, con enchufe, en
Tabacos de Filipinas, pero pronto fue muy valorado por sus jefes.
Tuvo
una iniciación tardía a la poesía y siempre fue muy honesto al evocar las
circunstancias de su nacimiento poético: "Tenía unas copas encima y me di
cuenta de que podía ser poeta porque tenía en la cabeza un poema".
"Rompió
a la poesía", como dice Estapé, en 1949. Ese año en que escribió su primer
poema fue muy especial para él. Quiso compartir un secreto que le atormentaba,
su homosexualidad. Se lo contó a Barral y a Estapé. El primero le respetó aún
más por la valentía de admitirlo. El segundo le aconsejó que escribiera poesía,
sobre todo sonetos.
También
se lo confesó a Oliart: "Jaime me contó que era homosexual; exactamente me
dijo que podía hacer el amor con las mujeres, pero que sólo se enamoraba de los
hombres; que su iniciación en las prácticas homosexuales había empezado a los
tres años, edad en que una persona mayor lo utilizaba para sus prácticas
sexuales".
¿Quién
fue esa persona? Dalmau opina que es mejor no escarbar en esa terrible
historia.
El
biógrafo aporta abundantes testimonios de que el poeta era bisexual. Por su
vida pasaron interesantes mujeres: Mené Rocha, culta, inquientante,
independiente, de la que fue inseparable durante uno de sus viajes a Filipinas.
Isabel Gil Moreno de Mora, a quien dedicó el poema A una dama muy joven,
separada, y con la que incluso pensó en casarse. Natacha Seseña, con quien tuvo
una sintonía inmediata.
"Tenía
una sexualidad desesperada, transgresora, urgente", explica Dalmau.
"En esto era muy parecido a Pasolini".
El
exceso de alcohol y una vida sin límites llevaron al poeta a situaciones muy
complicadas. Le hicieron chantaje e incluso se lo hicieron a su padre. Sufrió depresiones
y crisis, intentó suicidarse en dos ocasiones. Contrajo tres veces la sífilis,
se contagió de sida, vivió escenas de enorme violencia con chaperos... Y tuvo
grandes amores, como Jorge Vicuña (nombre supuesto) o Pep Madern, al que nombró
heredero universal.
"Nunca
cerraba capítulos de su vida. Creó una especie de familia paralela integrada
por sus ex amantes a los que llamaba siempre que necesitaba", dice Dalmau.
"En el libro los amantes fallecidos aparecen con su nombre real, y los que
aún siguen vivos, con nombre supuesto".
Asumir
y practicar su homosexualidad no le fue fácil. Manuel Sacristán, por ejemplo,
le negó el ingreso en el Partido Comunista, algo que el poeta deseaba
muchísimo. "Sólo la torpeza de algunos responsables de política cultural
del PC que rechazaron la solicitud de Jaime para ingresar en sus filas le salvó
de cometer lo que hubiese sido una torpeza aún mayor", dice Ángel González
en el libro. Pero el poeta acusó este nuevo revés.
La
complicada vida amorosa de Gil de Biedma es sólo una parte del libro. Dalmau
documenta exhaustivamente todos sus poemas: cómo, cuándo y en qué circuntancias
fueron escritos. La obra del poeta se resume prácticamente en tres libros: Las
personas del verbo (Seix Barral, poesía), Al pie de la letra (Crítica, ensayos)
y Retrato del artista en 1956 (Lumen), ampliación y versión definitiva de
Diario del artista seriamente enfermo (1974), que por voluntad expresa de Gil
de Biedma fue publicado un año después de su muerte.
Pregunta.
Gil de Biedma, en castellano y Gabriel Ferrater en catalán, señalaron el camino
de la poesía de la experiencia.
Respuesta.
Gil de Biedma trascendía la anécdota. A diferencia de la actual poesía de la
experiencia y sin quitarle valor, sus poemas no fueron circunstanciales, fueron
experiencias reposadas como el buen vino con el tiempo. Hay algo muy claro: no
le gustaba la poesía homosexual de reivindicación y anecdótica...
P.
¿Qué le interesaba?
R.
El mundo de relaciones que se establecen entre dos personas que se aman, el
ciclo completo de una relación amorosa.
P.
¿Cómo definiría su poesía?
R.
Recoge cinco siglos de la mejor tradición poética española; incorpora la
tradición inglesa de los años treinta, como Auden o Eliot; también el acervo
popular, elementos de rock y de pop, la canción francesa, la zarzuela... Y a
eso se añade un extraordinario conocimiento del idioma.
P.
¿Y la poesía social?
R.
Escribió algunos, como Asturias, 1962, que sobreviven bien. Hubo un cambio
radical en los sesenta, con la llegada del turismo. El paso de la España rural
a la urbana es el certificado de defunción de su poesía social.
P.
"Mi infancia eran recuerdos de una casa..." o "Yo nací
(perdonadme) / en la edad de la pérgola y el tenis", del poema Infancia y
confesiones, recuerdan a Machado y a Alberti.
R.
Era un grandísimo lector. Él hubiera odiado la palabra intertextualidad,
hubiera preferido "préstamos literarios". Lo asimiló todo, como ya he
dicho. Se puede decir que lo que hizo Cortázar con la prosa en español, lo hizo
él con la poesía.
P.
¿Por qué dejó de escribir tan pronto?
R.
Se han dado muchas explicaciones. Según Juan Goytisolo, no pudo sobrevivir a la
abolición de la censura, la suya era una literatura de máscaras. Otros afirman
que su ciclo poético se había agotado. Él mismo se destruye en Contra Jaime Gil
de Biedma y se ve muerto en Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. Yo
creo que no dejó nada por decir.
P.
¿Cuál era su poema preferido?
R.
No volveré a ser joven.
"Que
la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde / -como todos los
jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante-.
Dejar
huella quería / y marcharme entre aplausos / -envejecer, morir, eran tan sólo /
las dimensiones del teatro-.
Pero
ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, / es
el único argumento de la obra".
La
poesía de Gil de Biedma quedará, por encima de todo, para siempre.
Fuente: ELPAIS.COM
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