He conocido pocas, pocos, como Taty Torres Díaz. Me refiero
a su obstinada búsqueda, a su – a veces, supongo- dolorosa búsqueda de la
palabra que diga, que sepa decir. Su libro De Rokha en mis círculos acuarios es
una ocasión que la autora se regala a sí misma para ejercer esa
obstinación. Creo que el volumen todo
–la idea de diálogo con el autor de Canto del macho anciano- no es sino un pretexto para convocar en la
palabra esa posibilidad, esa entrega, esa exigencia.
Entre las muchas cosas que podemos decir de la poesía es que
es una manera de limpiar la palabra de tanta adherencia mezquina, hipócrita,
falsa, superficial, ligera, engañosa. Y podemos seguir y seguir. La poesía,
digámoslo sin pudor ni vergüenza, es el esfuerzo por devolverle su pristinidad y su verdad. Y este libro, más
allá o más acá del diálogo que establece la autora con el autor de Los gemidos,
es un diálogo que basa su raíz en ese afán.
Taty Torres interroga, suplica y se rinde a la otra palabra,
a la palabra derokhiana, y a mí se me ocurre una diáfana y a veces desgarradora
auto-indagatoria. La palabra, la poesía: algo que no alcancé a oír// temo a tu
olvido/ al no sé/ al tal vez// respiré tus brotes// extiende tu mano/ para
alimentar mi fogata/ no para que lea tu muerte// tu cuerpo lleno de reflejos.
La palabra.
La poesía.
La palabra que
atravesó mil círculos y se hizo De Rokha.
Y que ahora, con
persistencia, honestidad, pasión, humildad y convicción se hace Taty Torres
Díaz, haya lobos, piedras o nada en el camino.
Omar Lara
Portocaliu, 30 de septiembre de 2015.
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