Una
estética de la insurrección
Quien
aquí escribe esta poesía tenía trece años para el golpe de estado de 1973. La
historia chilena, desde ese entonces hasta hoy, al decir de este autor, se ha
construido con un gran cementerio de disidentes. En Valparaíso existe un Cementerio
de disidentes, fundado en 1825. Y surge de la intolerancia de la iglesia
católica, por no acoger más muertos que a los de su misma fe o a los convertidos
a ella. Luego, en el año 1883 se terminó la discriminación religiosa en los
cementerios fiscales y municipales con las leyes laicas. Al corregirse esta
alevosa exclusión, dicho Cementerio de disidentes no ha crecido mayormente, y
hasta hoy se halla de manera funcional en el centro de la ciudad, en el cerro
Panteón. Esta reflexión es lo que motiva y da título a este libro. Porque
también existe, en un incisivo espejeo, el cementerio “virtual” de disidentes, aquel
de los detenidos desaparecidos que sí fueron asesinados, o el real de los que
se han hallado o de los que no desaparecieron, esto durante el golpe de estado
de la dictadura pinochetista y su permanencia en el poder. Pero los efectos de
este amargo reflejo son más vastos, porque también existe ese otro cementerio
“virtual” de disidentes, aquel donde yacen los restos, casi imposible de particularizar,
de toda aquella generación que fue mutilada culturalmente, privada de lo que
pudo crecer en sus intelectos, condenada a lo que pudo ser y nunca fue, en el
devenir de aquel cuerpo social asesinado en su más pleno crecimiento por la
pérdida de la democracia y posteriormente por el simulacro de democracia, y que
heredamos hasta hoy de aquella dictadura, y que lamentablemente se expresa
objetivamente en la descomunal desigualdad de nuestra sociedad actual.
Historia
que parte simbólicamente en dicha fecha (septiembre de 1973) para este poeta,
pues, por la brutalidad genocida de sus consecuencias que demasiadas personas
comenzaban a vivir desde aquel mismo instante, adelantaba abruptamente su
llegada a la adultez y lo ponía como obligado testigo presencial. Y muy luego
también como receptor directo de sus inconmensurables nefastas consecuencias
sociales, como así las sufrirían la mayoría de los hijos de este pueblo,
conforme fueron pasando aquellos aciagos días, meses, años, décadas después, al
tenor de la propia memoria que así se construía, hasta llegar a hoy.
Estos
textos surgen, entonces, del sustrato de la historia personal de este autor
ligada a la historia política y social de aquel Chile que moría asesinado, y de
aquel otro que nacía en su asesinándolo. Sean estos textos, por tanto
sociológicamente implicantes, una crítica al excesivo individualismo que corroe
las bases de nuestra más sana sociabilidad como país. Este Chile, desde 1973 a
1989 bajo dictadura militar, y con una carta fundamental heredada de esta con
profundos rasgos antidemocráticos hasta la fecha. Una crítica que alude
directamente a las desastrosas consecuencias de la profunda desigualdad social
del modelo neoliberal in extremis imperante en nuestro país.
Pero,
tratándose esto de poesía, esta hace la crítica del contexto sociopolítico ya
señalado desde la desestructuración
de nuestro mismo
lenguaje poético más retardatario, aquel que nunca ha dejado de estar en boga en la mayoría de las voces
más facilistas y populistas de nuestra actual poesía, de aquel del lirismo más
propio del siglo XIX que de nuestra contemporaneidad. En un país retardatario
como el nuestro este poeta se permite, entonces, la experimentación formal en
la escritura del poema. Pues, al artista con
conciencia crítica no le cabe más labor que la insurrección contra la
estética dominante más retardataria de este mal país. Así, lo anterior, junto con
poner en tensión crítica la sintaxis más lógica y convencional de la escritura
poética hasta un grado mayor de complejidad en sus componentes relacionales de
significación. Pues estos textos temáticamente quieren dar cuenta de la
problemática entre la individualidad y la pluralidad del ser, justamente allí,
en lo social, en medio de sus injusticias y carencias. Por esto la constante
del “nosotros”, que lucha incesantemente por imponerse al “yo” de la primera
persona ―que
tampoco aquí, por necesario contra punto, no quiere ni
puede dejar de ser―,
cuando este tiende a agotarse en la expresión de
aquel lirismo más conservador que se halla mermando
significativamente la capacidad expresiva del poema. Pero, sirva este tema, que
podría ser el central, como paradigma de lo criticable o sujeto de reflexión de
lo posible por revelar, para todos los otros temas que subyacen más o menos
explícitamente en estos textos:
el mismo golpe de estado del ´73 y lo relacionado culturalmente con este: la
pintura, la escritura, el cine, la televisión y sus contenidos, el amor de
pareja, la religión, el ateísmo, etc., etc., y que de cierta forma configuran
el sustrato de una memoria quebrándose y tratándose de recomponer en un
perpetuo continuo, desde 1973 a la fecha.
Luego, la prosa en estos textos, en su
ordinario tono conversacional, conviene en adentrarse en el verso y allí
fracturarlo en su convencionalismo más retardatario; pero fracturándose ella
también en su propia convención narrativa, al devenir en ser el simulacro de sí
misma, es decir, una historia que solo se insinúa, que nunca se completa
formalmente como tal; y que de resolverse, finalmente lo hace en la forma
estética de un decir poético.
Finalmente esta escritura construye su opacidad, su extrañeza, sus múltiples sentidos de
significación, no solo con la metáfora, el oxímoron y demás recursos afines de
la poesía misma, sino de manera central con su ruptura de la linealidad unívoca
más convencional —linealidad que a veces solo se insinúa más clara en alguno
que otro poema—, es decir, con la insurrección a través de lo experimental de
su propia estructura sintáctica y formal, para lograr constituirse así como
palabra poética.
Karina García
Albadiz
Departamento
de Dirección
Centro de
Investigaciones Poéticas Grupo Casa Azul
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