La vida de Baruch de Spinoza nos
es descrita fundamentalmente en un corpus ya canónico de biografías[1]: Lucas,
Kortholt, Bayle, Colerus y Monnikhoff; documentos que en unos son producto de
una profunda admiración, y en otros, una forma de propaganda negativa para
prevenir contra los efectos del autor y su doctrina monstruosa. Parte
fundamental de ese corpus, lo constituye también, el valioso conjunto de la
correspondencia del autor[2] y se complementa con trabajos más recientes que
cuentan con una sólida base documental como los de Dujovne, Feuer y Th. De
Vries.
Baruj de Spinoza[3] nace en la
comunidad judía de Ámsterdam en la primera mitad del siglo XVII. Desde muy
temprana edad experimenta la pérdida con la muerte de su madre Hana Devora
quien muere cuando él tenía seis años y posteriormente la de sus hermanos
Yitzhak y Miriam. Su familia era acaudalada y se dedicaba al comercio, su padre
Michael de Spinoza era una importante figura en la comunidad, tanto, que llegó
a ser varias veces parnas, anciano o mayor, tenía un negocio en el cual Spinoza
trabajó desde la edad de trece años y hasta dos años después de la muerte de su
padre, acaecida en 1656, asociándose entonces con su hermano Gabriel y fundando
la compañía comercial de importación y exportación de frutos Bento et Gabriel
de Spinoza.
En el seno de la comunidad judía
estudia hebreo, las escrituras, el Talmud y materias comerciales, y por su
cuenta ciencias, dando muestras de ingenio e inteligencia. Ya en su juventud
muestra especial interés por el estudio del latín por
lo que recibe instrucción inicial
por parte de un estudiante alemán para después pasar a las manos del médico y
profesor de latín Franz van den Enden quien posteriormente fue sospechoso de un
ateísmo divulgado entre sus jóvenes alumnos, y que se dice, terminó sus días
colgado en Francia por alentar la subversión de una provincia a favor de la
liberación de los Países Bajos.[4] Spinoza se relacionó tanto con la familia de
este médico que llegó a considerar la posibilidad de casarse con su hija única.
También traba relación de aprendizaje con el rabi Menasshe ben Israel al lado
de quien conoce a varios libre pensadores amigos suyos, como el famoso teólogo
calvinista y hereje Isaac Peyrere a quien trata justo seis meses antes de hacer
pública su separación de la sinagoga y de la ritualidad cotidiana, suponiendo
algunos estudiosos que por ese periodo también mantuvo relación con Juan de
Prado, notable personaje anatemizado antes que Spinoza[5].
En las biografías se nos dice que
desde muy joven tenía concepciones sumamente particulares respecto de los
textos bíblicos, la teología y la religión sobre las cuales era muy discreto.
… estaba, sin embargo, en
apariencia, lleno de dudas y pensamientos heréticos. Conocía la Biblia de
memoria y encontraba contradicciones. Consideraba, por ejemplo, que la noción
de milagro se contradecía tanto con la razón como con las leyes de la
naturaleza. Y en los profetas veía pruebas de un gran poder imaginativo pero no
de pensamiento racional ordenado. Las ordenanzas de la Torá (ley escrita) y la
halaká (ley oral) le parecían arbitrarias y meramente históricas, sin ninguna
relación con las leyes de Dios. Si en efecto Dios tenía leyes, no podían ser
sino inherentes al universo mismo, y adoptar la forma de leyes inmutables y
universales de la naturaleza. La muerte era el fin absoluto de toda criatura
viviente… Dios, objeto del amor del hombre, era antes bien el universo mismo,
en la medida en que podía ser aprehendido como totalidad…[1]
Con la suma de los rumores de las
ideas que sostenía y cultivaba en la clandestinidad[2] y el abandono absoluto
de la ritualidad y la relación con la institución clerical, tras la muerte de
su padre; el 27 de julio de 1656 en una ceremonia a la cual no asiste se le
dicta el siguiente herem a Spinoza:
Por decreto de los Ángeles y la
palabra de los Santos proscribimos, separamos, maldecimos y anatemizamos a
Baruch de Spinoza […] con todas las maldiciones escritas en la Torá: Maldito
sea de día y maldito sea de noche, maldito en su reposo y maldito en su
vigilia, maldito en su acercarse y maldito en su entrar; y no quiera el Señor
perdonarlo, y ardan en él la ira y el celo del Señor […] y los que fuisteis
fieles a nuestro Señor hoy estáis vivos. Prevenimos que nadie puede tener con
él contacto oral o escrito, ni hacerle favor, ni estar con él bajo el mismo
techo, ni leer papel que haya hecho o escrito.[3]
Y si de por sí la expulsión de
una comunidad resulta una medida muy dura y significativa, en el caso de la
comunidad judía de Ámsterdam lo fue aún más ya que se trataba de una comunidad
que se fundaba exclusivamente en el reconocimiento y la realidad de sus
relaciones fácticas que era lo único que vinculaba y protegía al individuo
judío, al carecer propiamente hablando de un ordenamiento jurídico y de las
instituciones político-administrativas que hicieran efectivo legalmente ese
ordenamiento. Y entonces, despojar
fácticamente al individuo de sus relaciones con la comunidad, consistía en
despojarle de todo vínculo con la única comunidad a la que podía pertenecer por
las circunstancias antisemitas de la época. Considerado esto desde la
perspectiva de que se trataba de una comunidad marcada por la persecución y la
exclusión, cuando en sus manos se encuentra la posibilidad de sancionar recurre
a la exclusión y la nulificación como la medida más radical, resultando de ello
una especie de círculo
perverso, en el cual, ciertas
fuerzas heterodoxas en la comunidad van apareciendo paulatinamente
enfrentándose a las más ortodoxas y “conservadoras”, como una anomalía que
encubierta y subterráneamente va abriéndose paso hasta que termina por
enfrentarse a aquellas fuerzas que han adquirido la modalidad tan bien exterior
de la exclusión, lo cual se asemeja mucho a la concepción genealógica de la
aparición de la filosofía que Nietszche propone en la Genealogía de la
moral[4]. En el caso de Spinoza esto adquiere un nivel prodigioso ya que él
termina por devenir una especie de anomalía constante[5] en todos los medios
por los cuales pasa y donde lo único que parece solicitar era tolerancia, “sólo
un poco de tolerancia”, la suficiente para la realización de sus fines,
insólitos en ese momento para todos, tanto para las religiones como incluso
para la filosofía racionalista contemporánea, ya que su concepción panteísta de
Dios fundada en una inmanencia radical, principio y pilar de su pensamiento, le
distancia abismalmente tanto de las tradiciones religiosas como de los
pensamientos racionales deístas o protoseculares también a su modo
trascendentes.
Pensar de este modo distanciaba a
Spinoza tanto del judaísmo como del cristianismo e, incluso, de la tradición
filosófica aceptada: era un hereje desde el punto de vista, no sólo de las
religiones establecidas, sino también de los libre pensadores y de las diversas
clases de deísmo filosófico que éstos proponían por entonces.[6]
Y al decir de Deleuze:
Ahí adquiere todo su sentido la
soledad del filósofo. Pues no puede integrarse a ningún medio, no es bueno para
nadie… Pues por todas partes donde está, no pide, no reclama, con más o menos
posibilidades de éxito, más que ser tolerado, él y sus fines insólitos, y según
esa tolerancia juzga el grado de democracia, el grado de verdad, que una
sociedad puede soportar, o bien, por el contrario, el peligro que amenaza a todos
los hombres.[7]
También es significativa la
respuesta que da Spinoza al herem al no asistir a la ceremonia ni retractarse
de las acusaciones, a pesar de que como señalan algunos de sus biógrafos haya
existido el ofrecimiento de un arreglo incluso económico a favor de él
propuesto por los rabi; sino muy al contrario, como también consta en varios
documentos y biografías, redactó una Apología para justificar su salida de la
Sinagoga escrita en español,[8] según muchos exegetas antecedente directo del Tratado
teológico político, que se encuentra perdida. Con lo cual, reivindica su
posición como la condición necesaria de su vida de libre pensador, que no podía
encontrase sujeta a los dogmas y restricciones de una comunidad religiosa
fundada en el engaño y el control del hombre a través de la manipulación y
apropiación del culto, uno de los temas centrales del Tratado teológico
político.
Y a pesar de que trata de
continuar con su vida en Ámsterdam a la manera en que
ya venía haciéndolo, distanciado
de la instancia eclesiástica y al margen de la ritualidad cotidiana, no es
posible hacerlo en una comunidad fundada precisamente en aquello que con ideas
criticaba y con su vida misma ponía en entre dicho, la dominación a través de
la gestión y administración del culto.
La vida se le volvió difícil en
Amsterdam. Quizás después de un intento de asesinato por un fanático, se
traslada a Lyden para continuar los estudios de filosofía y se instala en las
afueras de Rijswijk. Se cuenta que Spinoza guardaba su abrigo agujereado por un
navajazo, para recordar mejor que no siempre el pensamiento es amado por los
hombres; pude ocurrir que un filósofo acabe en un proceso, pero es más extraño
que empiece con una excomunión y un intento de asesinato.[9]
Así las cosas, después de ser
expulsado de la comunidad a los 24 años de edad sale en completa soledad y
pobreza de Ámsterdam, pues al romper con el medio religioso también rompe con
el medio económico (en un acto integralmente consecuente puesto que la vida de
la comunidad judía en su itinerancia había privilegiado estos dos elementos)
abandonando los negocios paternos y renunciando a la herencia familiar, al sólo
pedir su cama en un gesto que podría ser considerado deliciosamente cínico o
fabulador, y que perfectamente podría formar parte del catálogo de anécdotas
contadas por Diógenes Laercio en su Vida de filósofos ilustres, o del estilo
literario de Kortholt[10] al intentar delinear como a un personaje los
caracteres del protagonista de la biografía que escribe. Entonces, el camino de
la soledad y la itinerancia comienza de una manera plena para no terminar en
toda la vida del filósofo, al convertirse Spinoza en un permanente inquilino de
paso rodeado apenas de algunas personas que forman parte del contexto del lugar
en turno y si bien contaba con leales amigos, con los cuales guardaba muy
cordiales relaciones que pueden seguirse en su correspondencia, tenía apenas
contacto físico con ellos en las extraordinarias ocasiones en que aquellos lo
iban a visitar, encontrándose el resto del tiempo solo y dedicado a la
producción de su obra, la investigación científica, sobre todo de óptica, y al
trabajo artesanal de pulir lentes, con el cual, obtenía los recursos para su
subsistencia.
Algunos de los biógrafos cuentan
que por entretenimiento tenía fumar, dibujar y echar a pelear moscas y arañas
que capturaba en frascos, peleas que podía contemplar durante horas con un
regocijo que llegaba a las carcajadas. Al respecto de cómo estas anécdotas y hábitos
delinean el rostro histórico de Spinoza es importante destacar el sentido de la
anécdota en la vida del filósofo, como nos advierte Deleuze directamente en
relación a Spinoza, y en particular, respecto a uno de los dibujos realizado
por él mismo y que refiere su biógrafo Colerus:
Negri est sans doute le premier à
donner son plein sens philosophique à l’anecdote selon laquelle Spinoza s’était
lui-même dessiné en Masaniello, le révolutionnaire napolitain (cf. ce que
Nietzsche dit sur l’importance des « anecdotes » propres à la « pensée, dans la
vie d’un penseur».[11]
Y es que nos refiere Colerus un
cuaderno de dibujos realizados por Spinoza, en el
cual, el último de sus caseros el
señor Henryk van der Spyk decía reconocer “en todos los detalles” el rostro de
Spinoza en un dibujo de Massaniello,[12] Tommaso Aniello d´Amalfi, quien fue un
pescador que se convirtió en uno de los líderes de las insurrecciones
napolitanas de 1647-1648, acontecidas en el virreinato español de Nápoles.
El motín fue el más agudo de su
época, tanto en su carácter antifeudal, antiestatal y autónomo, y fueron
"los diez días que conmovieron al mundo" barroco. Masaniello deviene
el primer día un orador furioso, un gran tribuno, que conjuga la protesta con
formas horizontales de organización, con una representatividad social
insuperable, un antipolítico consumado, que desarma el mecanismo del gobierno
vicerreal: mediación aristocrática, lúmpenes y provocadores paramilitares,
estructuras populistas, ritos de honor y religión. Su brevísima
"Reppubblica" popular, que reclamaba derechos iguales, reforma fiscal
y representación de la plebe en las cámaras de gobierno, enfrentada al modelo
barroco, es una contradicción en carne viva, que culminará con su
asesinato.[13]
El dibujo en cuestión con el
rostro de Spinoza emulaba la manera común de representar a este revolucionario
en los grabados y cuadros de la época, pues siendo pescador se le representaba
en camisa y con una red de pescar sobre el hombro derecho. Con lo cual, nos
encontramos con la primera cercanía del “Filósofo” con la revolución, en el
momento de su génesis misma, antes que Hegel, antes que Marx, antes que todos,
y si Spinoza tiene este privilegio es por la grandeza de su pensamiento que lo
hace engendrar una nueva concepción del poder, radicalmente inmanente, y por
ello, potencialmente creativa a partir de darle un giro completamente radical a
la metafísica con la inmanentización de la realidad y la divinidad como base de
dicha concepción, tesis propuesta por Toni Negri en La anomalía salvaje[14] y
apoyada plenamente por Deleuze en el prólogo que realiza a tal obra.
Como advierte Nietzsche, existe
un sentido filosófico en las anécdotas de las vidas de los filósofos que son
efecto de la dimensión vital o práctica de la filosofía, pues la vida misma, la
existencia, en ciertas filosofías -al menos las que a él le importan- se
convierte en un efecto de la propia filosofía al devenir una vida filosófica
que, en cuanto tal, se convierte en testimonio y efecto de la filosofía que como
auténtico acontecimiento filosófico es filosofía práctica. Y en ese sentido,
dichas anécdotas constituyen una especie de literatura histórica que con sus
personajes y sus acciones es así mismo un texto integrado con signos y símbolos
que se convierten en parte de la obra filosófica, acompañante esencial de la
obra teórica; así, resulta sustancial la vida y el fin de Sócrates en la manera
en que lo entendemos, ni que discutir al respecto de los presocráticos y
especialmente de los cínicos que tenían un discurso fundamentalmente integrado
de una performática filosófica, o de las célebres muertes de Epicuro y Séneca.
Nietzsche dispone de un método de
su invención: no hay que contentarse ni con la biografía ni con la
bibliografía, hay que alcanzar un punto secreto en el que es la misma cosa una
anécdota de la vida y un aforismo del pensamiento. Es como el sentido que, en
una cara, se atribuye a estados de vida y, en la otra, insiste en las
proposiciones del pensamiento. Hay ahí dimensiones, horas, lugares, zonas
glaciares o tórridas, nunca moderadas, toda la geografía exótica que
caracteriza un modo de pensar, y también un estilo de vida. Quizá Diógenes
Laercio, en sus mejores páginas tuvo un presentimiento de este método:
encontrar Aforismos vitales que fueran también Anécdotas del pensamiento: la
gesta de los filósofos. Empédocles y el Etna, esa es una anécdota filosófica.
Vale tanto como la muerte de Sócrates, aunque opera precisamente en otra
dirección.[15]
De tal manera, la otra anécdota
descrita según la cual una de las diversiones de Spinoza consistía en
contemplar con deleite peleas entre arañas o entre éstas y moscas, que cazaba
para luego depositarlas en frascos o ponía en sus mismas telarañas para ver las
batallas que libraban hasta la muerte, tiene un sentido que nos descubre
Deleuze en relación directa con la posición absolutamente afirmativa del
pensamiento de Spinoza donde la totalidad es una sola e infinita afirmación,
Dios, y las existencias particulares, expresiones divinas de la totalidad, pura
afirmación cuyo negación o aniquilación temporal solamente puede venir de
fuera, posicionándose con ello en una postura afirmativa que impugnaba los
poderes de la negatividad: tristeza, servidumbre, muerte y esclavitud, en
virtud de la reivindicación del poder de la vida y el mundo, en una acto de
suma inocencia y confianza en la afirmación.
Su biógrafo Colerus cuenta que le
gustaban los combates entre arañas. “Buscaba arañas a las que hacía luchar, o
moscas que echaba en la telaraña, y a continuación contemplaba esa batalla con
tanto placer que a veces reía a carcajadas”. Ocurre que los animales al menos
nos enseñan el carácter irreductiblemente exterior de la muerte. No la llevan
en ellos, aunque se den muerte necesariamente unos a otros: la muerte como un
mal encuentro inevitable en el orden de las existencias naturales. Sin embargo,
todavía no ha inventado esa muerte interior, ese sadomasoquismo universal del
esclavo-tirano… En un mundo roído por lo negativo, tiene suficiente confianza
en la vida, en el poder de la vida…[16]
Así las cosas, tenemos dos
anécdotas propias de una filosofía práctica en la vida, una que es signo de la
inmanentización del poder y otra de la absoluta afirmación de la realidad total
y de toda existencia particular, que convierten a Spinoza en un visionario y un
vidente, un pulidor de lentes que con su obra tiene la finalidad de hacer ver
al hombre enfermo y paralizado, despojado de su poder, al corregir su visión
con las lentes para el alma que son las proposiciones del método geométrico; y
reivindicar con ello lo propio de que sólo se es despojado a base del engaño,
la violencia y las mentiras de sacerdotes y tiranos: el poder.
El método geométrico deja de ser
un método de exposición intelectual; ya no se trata de una ponencia profesoral,
sino de un método de invención. Se convierte en un método de rectificaciónvital
y óptica. Si el hombre está en cierta manera torcido, se rectificará este
efecto de torsión relacionándolo a sus causas more geometrico… Hay que
comprender el método geométrico en un todo, la profesión de pulir lentes y la
vida de Spinoza. Pues Spinoza forma parte de los vivientes-videntes. Dice,
precisamente, que las demostraciones son ojos del alma. Se trata del tercer
ojo, el que permite ver la vida más allá de todos los falsos pretextos, las
pasiones y los muertos.[17]
De una manera semejante nos es
descrita la austeridad voluntariamente asumida en la que vivía Spinoza en
descripciones de una vida cotidiana carente de lujos y cubierta elementalmente
en sus necesidades básicas con habitaciones modestas y comidas sobrias. Y la
negativa a la posibilidad de vivir de otro modo ya que además de renunciar a la
fortuna familiar después rechaza el ofrecimiento de su amigo Simón de Vries
para ser su heredero sugiriéndole que mejor legue sus bienes a su propio
hermano, y a este, una vez heredado con la cláusula de hacer llegar una suma
periódica de dinero a Spinoza, que la suma sea menor a la señalada[18]; así
como el rechazo a la propuesta del Conde de Ultrech de que le dedicara una de
sus obras a cambio de dinero[19] y el rechazo al ofrecimiento de la cátedra de
filosofía en la Universidad de Heidelberg con una supuesta “cum libertate
philosophandi amplissima” (con la mayor libertad de razonar) hecha por el
elector palatino Carlos Luis a través de una carta del doctor Johann
Fabritius,[20] invitación que Spinoza rechaza, en la carta con la que responde
a Fabritius, con la respuesta de que no había pensado en la enseñanza pública y
que le quitaría tiempo para la realización de sus investigaciones, pero sobre
todo y en realidad, porque la propuesta contenía la cláusula de que la libertad
otorgada no se podría malgastar en perjuicio de la religión pública
establecida.
Tras la salida de Ámsterdam esta
vida de austeridad y recogimiento continuó desarrollándose, aunque en
diferentes lugares, en Holanda. Establece, pues su vivienda lejos de sus
conocidos, primero en Rijnsburg, después en Voorbug y finalmente en La Haya,
donde fallece de cierta enfermedad llamada tuberculosis.[21] Durante ese
itinerario Spinoza guarda, aunque a distancia y casi solamente por
correspondencia, relaciones estrechas con sus amigos, la mayoría de ellos
entusiastas seguidores y estudiosos de sus ideas para quienes en ocasiones
llegó a elaborar textos de carácter didáctico y a quienes se debe el trabajo y
los recursos tanto para la preservación de la obra como para su publicación. El
Tratado Breve es un texto en latín expuesto a sus amigos en Rijswijk, quienes
toman notas y uno de ellos, Jelles, lo traduce al holandés. En 1661 escribe el
Tratado de la reforma del entendimiento, que a decir de Deleuze “se abre con
una especie de itinerario espiritual, a la manera menonita, centrado en la
denuncia de la riqueza”;94 y es oportuno también señalar que emulando en tono y
forma retóricas a la introducción de las Meditaciones metafísicas de Descartes.
Aproximadamente en 1663 redacta los Principios de la filosofía de Descartes,
acompañado de los Pensamientos metafísicos que consistía en un análisis crítico
de las concepciones de la escolástica, escritos con la finalidad didáctica de
colaborar a la instrucción de un joven aprendiz que durante algún tiempo vivió
con Spinoza, el texto es publicado por su amigo Riewertz con los recursos
proporcionados por Jelles y Balling, otro amigo, lo traducirá al holandés,
mientras que el médico y poeta Louis Meyer precursor de un nuevo teatro en
Amsterdam elabora el prólogo a la obra. Con estos trabajos termina la parte de
la obra de Spinoza identificada por Deleuze como “profesoral” por estar
prioritariamente dirigida a la instrucción didáctica. La Ética comienza a
escribirla en 1661, año en que abandona la redacción del Tratado de la reforma
del entendimiento dejándolo inconcluso para embarcarse en la empresa de la
producción intelectual del propio pensamiento de una manera plena, ya que las
obras anteriores son sobre todo de carácter expositivo, o en todo caso,
germinales de muchas de sus principales tesis, conceptos y metodología mientras
que el Tratado Teológico Político, y sobre todo, la Ética demostrada según el
orden geométrico de las cosas constituyen su obra capital, donde está expuesta
de una manera total y sistemática su filosofía inmanente y afirmativa.
En 1663 se muda primero a
Voorburg y después a La Haya, aproximándose con ello al centro político de
Holanda en el que se desarrolla la disputa política entre el
conservadurismo calvinista de la
casa de Orange y el partido liberal republicano liderado por los hermanos de
Witt, que tras la falta de rey Guillermo II, al morir repentinamente de viruela
apenas a unos días de haber nacido su heredero, toman el gobierno de una
república más establecida por la fortuna que por la decisión y conquista
popular, lo que en cierto modo explica el apoyo de las masas populares al
partido de la casa de Orange.
Entre los dos grandes partidos,
calvinista y republicano, la situación pude resumirse así: el primero permanece
apegado a los temas de la independencia, a una política de guerra, a las
ambiciones de la casa de Orange, a la formación de un estado centralizado. El partido
republicano, de una política de paz, a una organización provincial y al
desarrollo de una economía liberal […] a la conducta pasional y belicosa de la
monarquía Jean de Witt opone la conducta racional de la república apoyada en un
método natural y geométrico.[22]
Spinoza entabla relaciones muy
estrechas con los hermanos de Witt, sobre todo
con Johan de Witt, líder del partido liberal, quien le frecuenta
en su vivienda de
La Haya y se convierte en su
protector. En esta tónica, en la que el pueblo holandés se encuentra en una
república contingentemente y con su descontento, Spinoza suspende la redacción
de la Ética para dedicarse a la elaboración del Tratado teológico político que
tiene como uno de sus temas principales desentrañar el problema de la servidumbre
al tirano:
¿Por qué el pueblo es tan
profundamente irracional? ¿Por qué se gloria de su propia
esclavitud? ¿Por qué los hombres
luchan “por” su esclavitud como si fuese su libertad? ¿Por qué una religión que
invoca el amor y la alegría inspira la guerra, la intolerancia, la
malevolencia, el odio, la tristeza y el remordimiento?[23]
Y en 1670 el libro es editado
anónimamente simulando ser una edición alemana, provocando tal repuesta en su
contra que es precisamente en ese momento cuando la leyenda negra de Spinoza se
consolida pues al tratar estos temas que se encuentran en el corazón de la
mayoría de propuestas políticas y pensamientos de la época como un dogma o un
principio incuestionable, entonces, todos los círculos bienpensantes se vuelven
en contra de la obra y del autor una vez que es
descubierto.
La repuesta negativa desatada en
contra de el Tratado teológico político revela el carácter anómalo del
filósofo, ya mencionado antes, puesto que si bien Spinoza frecuenta algunos
círculos de grupos minoritarios desde su juventud o retoma algunos de sus
elementos en su libros y planteamientos: menonitas, cristianos, liberales o
cartesianos; siempre lo hace de una manera parcial, y sobre todo, como parte de
una estrategia (recordemos el criptojudaísmo) que le permite por una parte,
aprovechar las condiciones de cierta tolerancia que acompañaba a estos grupos,
para inicialmente poder entablar mínimamente un intercambio de ideas, y
posteriormente, para posibilitar la producción y la difusión de la obra. Así,
en el caso del cartesianismo se hace patente la distancia abismal que separa a
éste con Descartes en el momento en que los cartesianos casi compiten por ver
quien se deslinda más eficazmente de las ideas spinozistas, y sobre todo, de
las conclusiones de estas posiciones: el cuestionamiento de la religión, de las
categorías escolásticas tradicionales o de la concepción panteísta de
substancia que es irreconciliable con los planteamientos de Descartes. En este
sentido, pasa algo semejante con las relaciones que entabla con Leibniz quien
niega tener alguna relación con él, cuando a partir de la correspondencia de
Spinoza es posible saber de una relación epistolar, y por testimonios, que el
mismo Leibniz fue en alguna ocasión a visitar a Spinoza en1667.
En tales términos, la relación
que Spinoza guarda con los hermanos de Witt es muy especial pues si como
decíamos, el resto de relaciones que mantiene con ciertos grupos que gozan de
alguna tolerancia las tiene de una manera estratégica sin compartir convicciones
ni ideas, con los hermanos de Witt existe una particular comunión y
colaboración que resulta tan evidente como significativa pues no solamente
existe la coincidencia entre el contenido del Tratado teológico político y el
Tratado político con los problemas que agobiaban al partido de los de Witt en
su pugna con la casa de Orange,[24] también están las visitas regulares de
Johan de Witt al filósofo en La Haya. Además, existe una última
anécdota-aforismo que como una rúbrica firma esta relación con el sello de la
comunidad en la búsqueda política de un mundo muy otro al de la tiranía y la
servidumbre.
Tras el asesinato de los hermanos
de Witt realizado con extrema brutalidad, pues no sólo fueron desollados,
empalados y exhibidos sus cadáveres y corazones públicamente, sino que incluso,
se dice que fueron repartidos trozos de su carne para ser comidos por la
multitud; Spinoza considera y siente de tal modo este
hecho que considera la idea de
colocar un libelo en el lugar del asesinato que
califique literalmente ese acto
de Ultimi barbarorum arriesgando con ello su propia
vida al hacer pública sus
relaciones con el enemigo del régimen en turno, mostrando así, una cercanía y
fraternidad del filósofo político con el político profesional, en cierto modo
revolucionario, frente al conservadurismo, pero sobre todo, frente a la tiranía
de la casa de Orange que llega al extremo de la barbarie. La anécdota termina
con la decisión del casero de cerrar con llave al filósofo para salvar su vida,
mientras aquel se encontraba en el único episodio que se sabe donde se hayan
desbordado sus pasiones.
Con este tono cerramos la
aproximación histórica a un Baruch de Spinoza próximo
y fraternal con la política, la
más radical de su tiempo y la más radicalmente futura,
puesto que la aproximación que
hemos hecho ver aquí trata sobre todo de mostrar esta vinculación del
pensamiento inmanente de Spinoza con la política más inmanente, que es la
afirmativa y vital que ha animado desde ese entonces el espíritu de revuelta y
la revolución, y si bien, a Spinoza generalmente se le trata de ver como un
antecedente, aunque imprescindible siempre como un momento, de la política
moderna liberal-burguesa, ya sea como antecedente de Hegel o continuador y
confirmador de las ideas racionalistas liberales o contractualistas, cuando,
como nos hacen ver Deleuze y Negri, constituye un pensamiento revolucionario
que piensa por primera vez la posibilidad y necesidad de una realidad política
inmanente, para lo cual, realiza una transformación radical de la metafísica
que conlleva una nueva concepción del poder. Pues a decir de Negri: La
filosofía de Spinoza es una filosofía de su tiempo: ¡Su tiempo es el
futuro![25] Y especulando un poco, solamente un poco, quizá sea lo que nos diga
ese espacio en blanco dejado en el último libro de Spinoza, el Tratado político
–que Deleuze califica de simbólico-, más específicamente en su última parte
dedicada a la descripción de las formas de gobierno existentes, al quedar
incompleto con la muerte de su autor acaecida en febrero de 1677, precisamente
en la parte de la democracia, quizás, porque la democracia aún no se había
vivido en los tiempos de Spinoza como tampoco en los nuestros, quizás también,
porque Spinoza pensaba en la posibilidad de una democracia absoluta y de una
política absolutamente inmanente que como el estado de gracia del hombre,
beatitud, consistiría en la mayor plenitud, poder y felicidad socialmente
posibles para todos los hombres.
Y si es posible que el hombre
consiga un estado tal de gracia en su existencia y vida, un estado virtuoso en
sí mismo que no espera ni recompensa ni castigo, una sociedad en tales términos
será a sí mismo una en la cual no se espere nada más allá del bienestar común
definido en los términos de la existencia misma.
La verdadera ciudad propone a los
ciudadanos más el amor a la libertad que esperazas de
recompensa o incluso la seguridad
de los bienes; pues “a los esclavos y no a los hombres
libres es a quienes se recompensa
por su buen comportamiento”.103
Terminemos este retrato
filosófico de Baruch de Spinoza realizado con los trazos y los fantasmas de la
memoria hecha palabra, que acompañan a la filosofía como la otra cara de una
moneda áurea que en un lado tiene grabada la imagen del sol, las ideas-conceptos,
y en la otra refleja los rayos del astro mismo, la fuerza de los conceptos
convertidos en vivencias y acciones, por ser en cierta manera la imagen y la
presencia del sol, el astro mismo que se hace presente en el pensamiento y en
la vida de los hombres. Y hagámoslo con un último destello, una de las visiones
más significativas de la imagen de Spinoza, aparecida en América Latina.
Baruch de Spinoza
Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los
cristales
y la tarde que muere es miedo y
frío.
(Las tardes a las tardes son
iguales.)
Las manos y el espacio de
jacinto.
que palidece en el confín del
Ghetto
casi no existen para el hombre
quieto
que está soñando un claro
laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro
espejo,
ni el temeroso amor de las
doncellas.
Libre de la metáfora y el mito
labra un arduo cristal: el
infinito
mapa de Aquel que es todas Sus
estrellas.
Jorge Luis Borges
[1] Ibíd. p. 23
[2] “Los Caballeros de la
comunidad de la Mahamad [el Consejo Rector] le hacen saber que, conociendo
desdehace cierto tiempo las malignas opiniones y obras de Baruch de Espinoza,
se ha esforzado por varios medios y promesas de apartarlo de sus malas
costumbres; y no siendo capaces de remediarlo, sino al contrario,recibiendo
cada día más noticias sobre las horribles herejías que practica y enseñó, y las
abominables acciones que cometió, y teniendo de esto muchos testimonios
fiables, todos dados en prueba del dicho Espinoza, que los concibió; y habiendo
examinado todo esto en presencia de los Caballeros Hahamin [rabinos],
resolvieron con el consentimiento de ellos que el dicho Espinoza sea sometido
al herem [proscripción] y proscrito de la nación de Israel, como en vedad lo
proclama el siguiente herem:…” Fragmento de la sentencia del herem contenida en
el libro de registros de la comunidad de Amsterdam. Ibíd. p. 21.
[3] Ibíd. pp. 20 y 21.
[4] Según Deleuze Nietzsche
propone el modelo del travestismo para comprender el proceso genealógico con el
que algo nuevo aparece en la sociedad o la cultura, al aparecer y por ser
inicialmente débil, lo novedoso tiene que simular ser otra cosa para ganar el
tiempo suficiente en que su fuerza sea mayor y el de las fuerzas hostiles
disminuyan, el ejemplo que da es el del surgimiento del filósofo que al
principio asume la apariencia del antiguo sabio asceta como una estrategia de
sobrevivencia,
[5] Término acuñado por Toni
Negri en sus estudios sobre Spinoza realizados durante su estancia en prisión y
de los cuales el primer fruto es Spinoza la anomalía salvaje y el segundo la
recopilación de ensayos Spinoza subversivo.
[6] Yovel. Op. cit. p. 23.
[7] Gilles Deleuze. Spinoza,
Kant, Nietzsche. pp. 10 y 11.
[8] Domínguez. Op. cit. Colerus
[18]. p. 109.
[9] Gilles Deleuze. Spinoza,
Kant, Nietzsche. p.12.
[10] “Al morir su padre, dejó la patria y toda la
herencia con la única excepción de una cama a sus parientes…” Domínguez. Op.
cit. Kortholt [3] p. 92.
[11] “Negri es sin duda el
primero en dar su pleno sentido filosófico a la anécdota, según la cual,
Spinoza se dibujó a sí mismo como Masaniello, el revolucionario napolitano.”
Fragmento del prólogo escrito porDeleuze al libro Spinoza la anomalía salvaje
escrito por Negri. Página de la revista Multitudes consultada el día 20/01/09:
http://multitudes.samizdat.net.
[12] “Tengo en mis manos todo un
librito con esos dibujos, en los que ha dibujado a distintos personajes
relevantes que le eran conocidos y que ocasionalmente le habían visitado. Entre
éstos encuentro en la página cuatro un pescador dibujado en mangas de camisa y
con una red de barco sobre su hombro derecho, justamente de la forma en que los
grabados históricos han dibujado al célebre jefe de los rebeldes napolitanos:
Massaniello. A este respecto me decía el señor Henryck van der Spyck, que fue
el último hospedero de Spinoza, que éste se parecía a él punto por punto y que
seguramente lo había esbozado sobre su propio rostro…” Domínguez. Op. cit.
Colerus [20] p. 110.
[13]http://www.poderautonomo.com.ar/buenas%20companias/viejo/spinoza%20el%20pescador%20rebelde.htm
página consultada el día 20/01/09.
[14] Toni Negri. La anomalía
salvaje. Anthropos, UAM-I. México. 1993.
[15] Gilles Deleuze. Lógica del
Sentido. pp. 139 y 140.
[16] Gilles Deleuze. Spinoza,
Kant, Nietzsche. p. 20.
[17] Nos señala además Deleuze
que en la propia obra de Spinoza está presente esta metáfora de los ojos para
el alma en el TTP, cap. 13; Ética, V, 23, escolio. Gilles Deleuze. Spinoza,
Kant, Nietzsche. p. 22.
[18] Domínguez. Op. cit. p. 114.
(Colerus [24])
[19] Ibíd. Colerus [30]. p. 116.
[20] Ibíd. Colerus [31]. pp. 117
y 118.
[21] Ibíd. Jelles [4]. p. 46
[22] Deleuze. Spinoza, Kant y
Nietzsche. p. 16.
[23] Gilles Deleuze. Spinoza,
Kant, Nietzsche. p. 17.
[24] ¿Qué posibilidades tiene una
aristocracia comercial? ¿Por qué ha fracasado la república liberal? ¿De dónde
proviene el fracaso de la democracia? ¿Resulta posible convertir a la multitud
en una colectividad de hombres libres en lugar de un conjunto de esclavos?
Todas estas preguntas animan el Tratado político, que queda inconcluso,
simbólicamente, al principio del capítulo sobre la democracia. Ibíd. p. 19.
[25] Toni Negri. La anomalía
salvaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario