“Para Paty… por las preguntas y las
noches de desvelo…”
ONTOLOGÍA DEL SER.
Por Xiomara
Me preguntaba, mientras me decías que te leyera
de él sin explicarte cada palabra que yo creía no entendías. Cómo lograr que te
quedes, aun que sea un poco, con otra concepción del pensamiento de este gran
filósofo.
Pues bien, es
casi imposible no tener que mencionar la mayoría, si no es que todas, sus ideas para llegar a explicarte las que
más interesantes me parecieron y sobre las que platicamos. Sin embargo, trataré
de hacerlo. Recurriendo, primero, a explicarte la diferencia de su pensamiento
(lo que Deleuze llamaría una verdadera ontología) con las demás propuestas filosóficas que hay
y ha habido (o filosofías de lo Uno). Para
después poder decirte por qué para Spinoza no hay ni Bien ni Mal, sino que todo
es necesario y así concluir en cómo su pensamiento se entrelaza con muchos de
los problemas de ética práctica actuales.
He de decirte
también que todo mi texto estará guiado por la interpretación spinociana de
Deleuze que, evidentemente, es el más acertado, claro e interesante que mi
pensamiento ha podido toparse.
Entonces, te
contaré primero lo que Deleuze define como ontologías de lo Uno,
diferenciándolas de lo que llama ontologías puras. Las ontologías de lo Uno son
ontologías que tratan, principalmente, de jerarquías, jerarquías de lo
existente. “hay jerarquías por todas partes, jerarquías celestes, jerarquías
institucionales, jerarquías políticas” [1]
Son ontologías que se fundan en algo “más allá” en algo que sustenta todo, o
por lo menos estas son las consecuencias de pensar jerárquicamente, que
inevitablemente se forma una idea de
causalidad. Es decir, al pensar que hay algo superior al ser, al pensar que hay
algo “más allá” del ser, se genera una idea de causalidad, si hay algo “más
allá” ese “algo”, ese Uno que es trascendente, debe ser la causa original, la
causa primera o emanativa que me ha creado, debe haber algo más que el “simple
ser”. Sin embargo, a lo largo de la filosofía la inquietud por hacer de lo Uno
una causa inmanente, o sea, una causa tal que no sólo en ella misma estuviera y
permaneciera el producir, si no que lo producido, el producto, permaneciera
también en ella; siempre había estado presente. Una inquietud en donde no fuera
necesaria una distinción causa-efecto como: Dios creó el mundo, el mejor de los
mundos posibles y me creo a mí inferior a él. Si no una inmanencia en donde la
distinción creador-creación fuera casi imperceptible, donde la diferencia
Dios-criatura fuese una línea tan delgada que se perdiera.
Bien, justo aquí
es donde se plantan de frente las ontologías puras. La ontología pura, principalmente, repele las jerarquías, es más, estas
ontologías son anti-jerárquicas. No hay un Uno superior al ser, y por lo tanto,
todo lo que se dice se puede decir en un solo sentido. Es un mundo inmanente, un mundo donde
todo lo que se dice es y es en él mismo, sin apelar a nada
superior. Es un mundo de inmanencia ontológica. Justo esta ontología es la
ontología de Spinoza, en la cual solo hay un mundo y una sustancia “Por sustancia entiendo aquello que es en
sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto
de otra cosa para formarse”[2] Que es ontológica
y epistemológicamente independiente, libre “libre [es] aquella cosa que existe
por la sola necesidad de su naturaleza y se determina por sí sola a obrar”[3]
Es decir, no es una sustancia que dependa de nadie pero, al
mismo tiempo, tampoco es más importante que nadie; repito, la diferenciación entre
criatura-Sustancia se vuelve verdaderamente difícil. Solo hay una sustancia y
ella es infinita, libre etc. o sea, posee todos los atributos que conocemos y
los que ni si quiera somos capaces de conocer. Ni si quiera hay criaturas, no existen las criaturas como tal, no hay una
diferenciación, no hay una jerarquía de Sustancia-criatura, si no que las
criaturas en realidad son modos o maneras de ser de esa sustancia. Todos los
atributos son modos de ser de la sustancia, y por lo tanto, todos tienen el
mismo valor. Todo queda dentro de una sustancia absolutamente infinita que
comprende todas las cosas y por tanto el ser es absolutamente univoco. Todos
los seres son en el ser, son iguales
en él. Si la extensión (el cuerpo) y el pensamiento (el alma) son atributos de
Dios, entonces, no hay uno más importante que otro, ambos tienen el mismo
valor. El mundo, está aquí y ahora, sin nada superior pues todo es y es
aquí, en el mundo. Es un mundo inmanente.
¿Puedes ver entonces que las ontologías puras están en
función del ser? De lo que está aquí, de lo que es y existe y no de algo
superior? No hay un Uno superior al ser, el ser se dice de todo lo que se puede
decir, o sea, el ser se dice de todo lo que es,
todo tiene ser, todo es ser en un
mismo sentido. Las diferencias dejan de ser jerárquicas porque todos los seres son en el Ser. Puedes ver entonces por
qué el castigo vendría de más, éste sólo es justificable cuando hay algo “más
arriba” que nos dice qué es lo Verdadero, qué es lo Correcto y cuáles son los
lineamientos a seguir; ya que aquello superior, sabe lo que es Correcto. Por
ejemplo, tendríamos el derecho de juzgar porque hay algo juzgable y algo que
juzga: el Uno superior al ser. En este mundo trascendente es necesario dar
órdenes y obedecerlas porque de hecho existen El Bien, Lo Correcto y La Verdad.
En este mundo se vuelve una necesidad realizar nuestra esencia, es decir,
nuestra racionalidad y ése es nuestro fin, el fin último del hombre será actuar
racionalmente; el fin de, por lo menos, una vida Correcta será- por medio de
leyes superiores- el cómo guiarse racionalmente. La racionalidad por tanto será el fin que el hombre busque,
encontrar su esencia será el fin último, será su deber. Pero observamos que la
racionalidad sólo está en potencia, ya que claramente hay actos irracionales, entonces,
el deber del hombre, su fin, será pasar de la potencia al acto, será realizar
su esencia. Y si alguien no es capaz de realizarla podrá ser juzgado y
castigado.
Por el contrario,
cuando todo es uno, cuando todo es ser, solo se necesita una exigencia: el cómo
ser libre, en una libertad plena, o sea, en cómo efectuar mejor la potencia, en
definir las condiciones para aumentar la potencia de mi ser. Ya no necesito,
como en una filosofía de lo Uno, de lo superior, ya no necesito ésta relación de
obediencia-castigo; solo necesito entender cómo
puedo relacionarme mejor con el Ser; ese ser que yo mismo soy, puesto
que estoy contenido, ya no soy un ente dentro de un mundo, si no que el ser soy
yo y yo soy el ser, yo soy lo existente y lo que es. Yo soy esencia pero en un sentido de existencia, mi esencia es
ser y existir. De modo que lo que es igual a todos es el ser, pero eso no
significa que todos los seres tendrán la misma potencia, hay diferencias, no todas
las potencias son iguales. Una piedra no tiene la misma potencia de obrar que
una mariposa, ni una mariposa tiene la misma potencia de obrar que un león, ni
un león tiene la misma potencia que una rosa, ni una rosa la misa potencia que…
Asimismo, cualquier acto será sólo en función de nuestra potencia y cualquier
consecuencia también, ahora vista con otro enfoque: el ser. “De cierta manera usted dice: cualquier cosa
que usted haga, usted solo tendrá lo que se merece. Alguien dice o hace algo,
usted ya no relaciona eso con los valores. Usted se pregunta, ¿cómo es posible
eso? ¿Cómo es posible de manera interna? En otros términos, usted relaciona la
cosa o lo dicho al modo de existencia que implica, que envuelve en sí mismo.
¿Cómo hay que ser para decir eso? ¿Qué manera de ser implica? Usted busca los
modos de existencia envueltos, y no a los valores trascendentes. Es la
operación de la inmanencia (...)”[4]
Se trata ahora de plantearnos una pregunta diferente ¿de qué eres capaz? ¿Qué
tipo de potencia tienes para poder hacer tal o cuál? El hombre se definirá para
Spinoza por lo que puede, por su potencia y no por lo que es (un animal racional) donde se toma en cuenta lo que ya, de
hecho, se “es”: Una mesa qué “es”? una superficie plana de cuatro
patas, un gato qué “es”? Un mamífero
etc. Spinoza se interesa, en cambio, por lo que la cosa puede, por lo que el animal puede y por lo que el hombre puede. Por
lo que los diferentes modos del ser pueden.
Este no puede moverse, éste puede correr, aquél puede sentir, este otro puede
pensar. Esos son los modos de existencia, los modos del ser sin ninguna
supremacía ontológica. “hay que ver a la gente como pequeños paquetes de poder”
dice Deleuze, hay que explorar las cosas para poder encontrarles el sentido,
que de hecho ya tienen y así encontraremos qué son capaces de hacer y soportar.
Entre más intensa es una cosa, entre más potencia tiene una cosa, está más en
relación con el ser. “Las
cosas ya no están definidas por una esencia cualitativa (el hombre animal
racional), sino definidas por una potencia cuantificable.”[5] Es
decir, por lo que el hombre puede. En definitiva esta es la razón por la cual
Spinoza no entiende cuando decimos que el hombre bueno vale más que el que no
lo es ¿en qué sentido vale más si todo viene del ser? la única razón sería en
su potencia pero no Vale más, no es más Bueno, que aquél que está loco o que
aquel que mata.
Para la naturaleza nada es contradictorio, para el ser, solo hay relaciones
que se conforman y componen mediante sus potencias, pero nada es errado, pues ¿cómo
sería posible esto si todo es parte del ser?[6]Nosotros
pensamos y creemos que las cosas son diferentes porque nuestro entendimiento ve
que un cierto tipo de relaciones aumentan nuestra potencia de obrar, y otro tipo
la disminuyen, por eso damos el nombre de Bueno y Malo, pero desde la
naturaleza no existe nada errado pues ella es
y abarca todas las relaciones. “nada sucede en la naturaleza que pueda
atribuirse a un vicio suyo; es, en efecto, la naturaleza siempre la misma, y en
todas partes una y la misma su virtud y potencia de obrar; esto es, las leyes y
reglas de la naturaleza, según las cuales suceden las cosas y mudan de unas
formas en otras, son siempre y en todas partes las mismas; y, por tanto, uno y
el mismo debe ser también el método para entender la naturaleza de las cosas,
cualesquiera que sean, a saber, por medio de las leyes y reglas universales de
la naturaleza. Así pues, los afectos del odio, la ira, la envidia, etc.,
considerados en sí mismo, se siguen de la misma necesidad y virtud de la
naturaleza que las demás cosas”[7] Lo
que el hombre, en su conocimiento limitado y mal logrado de las causas entiende
por Bien es aquello que aumenta su potencia, aquello que no lo afecta de
ninguna manera negativa, y lo que llamará Mal será aquello por lo cual su ser
es afectado de tal manera que su potencia disminuye, su potencia de obrar, de
ser, de lograr “llamamos bueno o malo lo que es útil o perjudicial para la
conservación de nuestro ser, esto es, lo que aumenta o disminuye, favorece o
reprime nuestra potencia de obrar”[8] Entonces
llamaremos Bien y Mal simplemente a aquello que nos conviene. Por ejemplo, si
estoy en el mar chapoteando, y de pronto llega una ola que me arrastra llamare
Malo al mar, y tendré miedo de meterme en él y mi felicidad dependerá de lo lejos
que pueda estar del océano. Pero, para un pescador, el mar es Bueno, es fuente
de vida, de comida y de dinero, por lo que entre más veces pueda entrar al océano
y sacarle el mayor provecho más feliz será. Todo se compone de relaciones y de
la forma en la que éstas aumentan o disminuyen mi potencia. Es decir, en el
momento que yo comprenda el movimiento de las olas, y pueda agacharme cuando
una llegue y pueda salir a la superficie cuando se calme, habré comprendido que
era su naturaleza ser así, y que no es ni Buena ni Mala.
Esto nos podría llevar a suponer que éste tipo de ontologías
nos conducen a un nihilismo radical, en donde todo vale; y si, en un sentido,
todo vale, si lo tomamos desde el ser,
ya que nada es algo que no sea ser, todo
ente efectúa su ser en tanto que él
es ser. Todo está conectado y
relacionado y todo es en el ser, ves? Ya no vivo en un mundo donde todo es
variable, donde hay cosas incomprensibles, irracionales, Malas y que me hacen
entristecer porque no entiendo por qué suceden; si no que todo transcurre en un
apacible movimiento. El mundo inmanente es un mundo de relaciones. Si alguien
me hace daño, ese alguien disminuye mi potencia de obrar, supongamos que ese
alguien me golpea constantemente, entonces ese alguien está constantemente
disminuyendo mi potencia, y ese alguien, para mí, es Malo, entonces voy, que se
yo, a derechos humanos y lo encarcelan, y ya no me puede golpear; entonces, se restablece
mi potencia de obrar y derechos humanos o la policía serán, para mi Buenos,
pero para el otro que me golpeaba, que ha perdido su potencia de obrar serán
Malos. No es que ellos sean Buenos ni Malos en sí, si no que aumentan o
disminuyen ciertas potencias. Desde mi entendimiento hay cosas Buenas y Malas
porque no entiendo que todo está en un entramado. Pero por el contrario, desde
Dios, o desde la naturaleza todo es composición, todo “es” y por ello Dios no
concibe ni Bien ni Mal. Hay un orden que yace en la naturaleza, que proviene de
la única sustancia que hay y que se da de todos los modos posibles, todas las
relaciones son y serán efectuadas.
El conocimiento verdadero y la verdadera felicidad del hombre vendrán
cuando estas relaciones queden entendidas. El hombre libre no es aquel que cree
tener libre albedrio, que cree poder decidir lo que él quiera cuando a el mejor
le convenga, que sigue creyendo que hay algo más fuera de él y entonces sigue
guiándose por sus pasiones, entristeciendo y siendo feliz cuando le conviene o
cuando esas pasiones lo afectan; el hombre libre y feliz no es aquél que llama a
las cosas Buenas y Malas y no entiende la necesidad de la naturaleza, este
hombre en realidad es esclavo “Llamo servidumbre a la
falta humana de poder para moderar y hacer frente a las emociones. Porque el
hombre que se somete a sus emociones no tiene poder sobre sí mismo, sino que
está en manos de la fortuna, en tal medida que muchas veces está obligado,
aunque pueda ver lo que es mejor para él, a seguir lo que es peor”. “Nada
deseamos porque juzgamos que es bueno, sino que, por el contrario, llamamos
bueno lo que deseamos; y, por consiguiente, llamamos malo, lo que aborrecemos;
por lo tanto, cada cual juzga o estima según su afecto, lo que es bueno, lo que
es malo, lo que es mejor, lo que es peor”[9] El
hombre verdaderamente libre es aquel que vive según la naturaleza, aquél que entiende la necesidad de ella y no
es sometido a las pasiones de la tristeza ni del odio por causa de ideas
inadecuadas, es aquel que sabe ajustarse sabiamente a las leyes necesarias a
las cuales ya está sometido; esa es la vida virtuosa: “No
es propio de la naturaleza de la razón considerar las cosas como contingentes
si no como necesarias”[10]
Si tomáramos las leyes como lo que realmente significan, es decir, como un
conjunto de relaciones, de composiciones, entonces el castigo, la obediencia,
el mandato, el bien y el mal, nos serian inservibles. Poniéndote un ejemplo
podría decirte: tú nunca dirías que a un árbol le falta visión, pues, cuando
falta algo es porque ese algo se puede poseer, pero no creemos que un árbol
pueda poseer visión, por eso no lo decimos; evidentemente no lo pensamos porque
esa es toda la potencia que tiene, así es su naturaleza, el árbol es tan
perfecto en función de la potencia que tiene. Pues igual de estúpido seria
decir que a un ciego le falta visión, pues,
esa es toda su potencia, tanto un árbol como un ciego tienen una
potencia diferente, pero no ven, y esa es su naturaleza y su necesidad.
Si se nos dice una
ley, de la cual no entendemos nada, entonces la tomaremos como una orden. “No
matarás” pero, si la comprendemos verdaderamente, veremos que esa ley es una
relación que aumenta nuestra potencia.
Mas claramente:
Supongamos que yo empiezo tocar el
violín, pero no entiendo nada, no entiendo las notas de las partituras, no
entiendo cómo la nota “Do” en una partitura es poner dos dedos en la cuerda “La”
del violín; y aun que paso muchas horas estudiando y estudiando me cuesta mucho
trabajo tocar una simple melodía y entonces pienso: el maestro es Malo para
enseñar, y cambio de maestro y sigo igual, y entonces pienso: la partitura es
Muy Difícil, y trato de tocar otra pieza y todo continua siendo catastrófico,
entonces finalmente digo: yo soy Mala, no sirvo para el violín, soy arrítmica. Pero si viera que todo tiene un tiempo, una
armonía; que las notas altas están en la parte superior de una partitura y las
bajas en la parte inferior; si comprendiera los tiempos, a saber, que una
blanca tiene el valor de dos negras y una negra el de dos corcheas etc. si
comprendiera que todo es una relación, entonces, tal vez ya no sería Mala, y
entonces el violín empezaría a aumentar mi potencia, si es que tengo esa
capacidad y soy capaz de entender las
relaciones.
Pues justo así
es el mundo para Spinoza, una gran obra musical, una gran partitura donde la
pieza ya está escrita y tiene los tiempos y las notas que tiene por qué así es
su naturaleza, si yo me creo libre, creeré que yo puedo tocarla como quiera y
cuando quiera, pero en realidad ella ya se toca, la libertad vendrá cuando yo pueda tocarla perfectamente, aumentando,
con cada nota, mi potencia. Ah!! Pero lo
más importante!! La pieza es una sinfonía, y ella sólo funcionará cuando yo
entienda que lo más importante para que una sinfonía se toque adecuadamente es
que todos la ejecuten y la ejecuten a la perfección; no solo un violín o un
cello, si no que todos, violas, violines, clarinetes ejecuten la pieza, varios instrumentos conjuntamente. Entonces,
la persona que toca el clarinete y aquél que toca el contrabajo serán, al final
de cuentas, útiles para mí mismo: el hombre es lo más útil para el hombre mismo
“nada se da de más útil al hombre para conservar su propio ser y para disfrutar
de una vida racional que un hombre guiado por la razón”[11]. Luego,
el bien y el mal estarían de más, yo no le cortaría la mano o mataría a aquél
que toca el clarinete porque sé que al final la sinfonía no se escucharía a la
perfección, estaría incompleta y mi potencia no sería la misma. No perjudicaría al otro porque al final me
perjudicaría a mi misma en la gran sinfonía de la vida. Por lo tanto, el ser
humano tiene que comprender que lo primordial para él es conservar su ser, y
para que esta conservación suceda es indispensable otro hombre. El hombre es lo
más importante y útil para el hombre mismo.
¿Me entiendes hora?
¿Me explico por qué el mal y el bien, el castigo y todo aquello vienen de más? Porque todo está vinculado, no
por creador-criatura o causa-efecto, si no porque todo está dentro de una
naturaleza necesaria y ordenada.
Finalmente, si has comprendido un poco más la visión
spinociana del mundo, te puedo contar, brevemente, sobre un tipo de ética que
se desarrolla muy a la par con su pensamiento. Esta ética adquiere el nombre de ética práctica o ética aplicada, y se
basa normalmente en un utilitarismo, sin embargo sostengo que en su propuesta se ve claramente
una lectura spinociana.
Recapitulando lo
que te contaban las primeras páginas de este ensayo, recordarás que todo es un
modo o un atributo de Dios, y no hay nada más importante y evidentemente nada mejor
que otro, pues todo proviene de la naturaleza. La consecuencia es evidente, para la ontología de Spinoza no hay un Uno
superior, nada es ontológicamente superior al ser y al mismo tiempo todo lo que
se dice es ser, por lo tanto no hay
jerarquías, todos los seres tienen valor: el animal, la piedra, el insensato,
el loco, el sensato etc. todos valen desde el punto de vista del ser, todos son en el ser y el ser es igual a todos,
porque todos existen.
Pues bien, para algunos filósofos contemporáneos como Peter
Singer y Derek Parfit por alguna razón, normalmente teológica, creemos que
somos especiales, que creemos tener un no-se-que-que que-se-yo que nos hace
importantes, tal vez un alma, o una esencia, o un “algo”; creemos que la vida
humana es sagrada, creemos que la vida humana es más importante que cualquier
otra vida y esto nos lleva a configurar una mentalidad antropocéntrica o
especieista. Afirman que tenemos una concepción de persona y de vida, que viene
de una raíz filosófica que actualmente no es útil, y más
si hablamos de problemas. Necesitamos, por lo tanto, adoptar una postura
filosófica diferente, para estos dos filósofos el que tengamos una definición
tan cerrada de “persona” es lo que nos acarrea problemas. Nos acarrea problemas
porque el criterio de persona es lo que está detrás de todas nuestras decisiones,
acciones y creencias, veamos: tenemos una intuición moral de que la persona
posee ciertas propiedades, al aceptar esta ciertas propiedades acepto que yo
también las tengo; luego, si yo acepto que a alguien, a quien le adjudico el
estatuto de persona, se le hagan ciertas cosas, por ejemplo se experimente con
él, se le atormente, etc. debería aceptar que también se me hicieran a mi; por
lo tanto, ya no soy sólo espectador, seré también participe: esto es lo que se
llama propiamente el juicio moral del razonamiento práctico.
Puedes ver que ese concepto sólo
implica personas y nada más, y cómo nos apegamos a la filosofía de lo Uno, ya
que somos lo más cercano a la divinidad, es más, estamos hechos a imagen y
semejanza de ella. Es claro que trabajamos sobre un concepto un tanto
equivocado de persona. Si tomamos en cuenta la visión spinociana
de la ética, diríamos que la ética y sus conceptos necesitan reacomodarse, reinventarse.
En la época de los grandes tratados humanos (S.XVII) se inventaron ideas del
ser humano, incuestionadas, y que hoy en día nos son inútiles, pero, aun así,
las seguimos aplicando. La filosofía
ha inventado un “algo”, llamado persona,
ha inventado que la vida humana es algo sagrado y sui géneris como si tuviese algo especial que la hiciese distinta
ontológicamente de otro ser. Kant, por ejemplo, menciona que los seres
racionales son fines en sí mismos y nunca medios, y por lo tanto poseen
dignidad infinita, este tipo de pensamientos, según Singer, este tipo de
construcciones filosóficas rayan en la locura. Tenemos un concepto de persona antiquísima, que siempre ha intentado
separarse de lo demás, por ejemplo: No puedo ser un animal ¡soy algo más, debo
tener algo más que me separe de ellos!! ¡Ah! ya se, mi logos. El concepto de persona se alimenta únicamente de “algo” superior,
que tratamos de buscar y definir sin poderlo justificar por entero; y lo mismo
sucede con las ontologías de lo Uno o metafísicas. Creen que el ser humano
posee ontológicamente un estatuto diferente. La filosofía se ha guiado por lo
que el ser “es” de las ontologías de lo Uno: el ser humano “es” un ser racional,
“es” alguien con lenguaje, “es” alguien que tiene creencias y creencias de esas
creencias… es… es…Esto nos sirve para excluir a casi todo ser viviente y dejarnos
en la cúspide.
Parfit y Singer parten de críticas
radicales a la ética tradicional, como la incapacidad para afrontar una serie
de problemas contemporáneos. Afirman que Locke, Leibniz, Kant, etc. han
inventado conceptos como autoconciencia, individualidad, autonomía, fin en sí
mismo; que nos separan de todos los demás seres vivientes, sin embargo,
filosóficamente el separar y dar ontológica superioridad a la vida humana no
está justificado. Asumimos que la vida
de cualquier humano es más valiosa que la de cualquier cosa o animal, y justo
esto es lo que debemos someter a crítica, eso que nosotros llamamos intuiciones
morales no son intuiciones morales, son en realidad, puras constructores: yo
digo “Es malo desconectar de un respirador a una persona que tiene muerte
cerebral porque… no sé, pero es malo, debe morir sola, hasta que Diosito quiera”
pero ni si quiera puedo justificar el por qué estoy diciendo esto. La
deontología kantiana es deficiente a la hora de aplicarse a problemas éticos
como el aborto, la eutanasia, la eugenesia, la pobreza, derechos animales, etc.
Siguiendo claramente a Spinoza, la
propuesta es que no tomaremos sólo como personas a los entes que son racionales, no respetaremos sólo a
aquellos entes que tienen un lenguaje y una racionalidad superior, como Kant
supone: sólo los seres racionales son fin en sí mismos (o sea, implica que
poseen dignidad), todo lo demás es un medio (y entendemos por lo tanto que
podemos hacer con ellos lo que queramos). Si desplazamos la consideración ética,
ya no en la capacidad de ser racional, sino en la capacidad potencial de un ser,
es decir, en lo que un ser puede, a
saber, puede sentir. Tal vez, algún día, como sucedió con las personas de color,
el tener cuatro patas o la de vellosidad de la piel no serán más un problema.
La cuestión no será más (como en las ontologías de lo Uno) qué se “es”, se es racional,
sino por el contrario, qué se puede, se
puede sufrir, se puede sentir. Así el
ámbito de consideración moral se abriría de una manera que muchos de los actos
que llamamos inmorales dejarían de serlo.
Concluyendo, si tomamos en cuenta la
visión spinociana y si tomamos en cuenta estas éticas, tendremos que ampliar el
campo de noción de aplicación de persona a seres que tienen la potencia de
sentir. Debemos dejar de pensar que sólo se es persona si se posee razón,
lenguaje, conciencia, etcétera, ya que esto nos lleva a las filosofías de lo Uno,
sin embargo, una ontología como la de
Spinoza nos permite ampliar nuestra visión ética y moral. Debo aclararte que
esto no significa que absolutamente todas las cosas tienen la misma dignidad,
pues que hay seres que pueden sufrir, pero, al igual que para Spinoza, no todos
tienen la misma potencia, es decir, no todos sufren igual o no todos poseen la
capacidad de hacer de ese sufrimiento algo de lo que puedan elegir[12]
A estos seres les tendremos que prestar más atención porque no hay nada,
absolutamente nada que justifique su inferioridad ante nosotros. Y si evitamos
el sufrimiento de estos seres tendremos una verdadera acción ética.
Como consecuencia de todo lo anterior tendremos la
aplicación de la ética a campos no humanos, la desacralización de la vida
humana y tendremos también, como carga, formular nuevos criterios, pues los que utilizamos en
la ética tradicional tiene grandes deficiencias.
Bibliografía:
Deleuze, G., Spinoza: filosofía práctica, Tusquets, Barcelona,
1984.
Singer, P., Desacralizar la vida humana, Cátedra,
Madrid, 2003.
Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico,
FCE, México, 1996.
Torralba
Roselló, F., ¿Qué es la dignidad humana?,
Herder, España, 2005.
[1] Deleuze,
G., Spinoza: filosofía práctica, p 26.
[2] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, p 11.
[3] Ibid.
[4] Deleuze,
G., Spinoza: filosofía práctica, p 32.
[5] Ibid.
p 21.
[6] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, I, prop. XVI “de la
necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas e infinitos
modos: esto quiere decir que todo se vincula con Dios a existir y a obrar de un
cierto modo”.
[7] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, III, introducción, p
103.
[8] Ibid.
IV, prop. VIII.
[9]Ibid., III, prop. XXXIX, escolio.
[10]Ibid., II,
prop. XLIV.
[11] Ibid., IV, cap. IX.
[12] Por ejemplo una
piedra, evidentemente no sufre, pues no tiene terminaciones nerviosas y no
puede evitar el dolor de ninguna forma; caso muy diferente al de un ratón
o un perro que muestran, claramente,
miedo, dolor, desesperación, aun que no siempre puedan evitarlo.
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