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martes, 4 de junio de 2013

Emma Villazón Richter



Nacida en 1983, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Escritora e investigadora en lingüística. Ha publicado Fábulas de una caída, en 2007, poemario ganador del Premio Nacional de Poesía Petrobras, en la editorial de la Cámara Departamental del libro de Santa Cruz. En 2008, fue seleccionada en la antología Escritoras bolivianas de hoy, a cargo de Mara Lucy García. En el área de lingüística, ha publicado Una aproximación a la gramática de la lengua mojeño-trinitaria. Este año 2009, su obra figura en Nuevo panorama de la poesía boliviana. Cambio climático, publicación dirigida por el Centro Simón I. Patiño y los poetas Jessica Freudhental, Juan Carlos Ramiro Quiroga y Benjamín Chávez. Ha publicado cuentos y poemas en revistas locales e internacionales.
     
             
             
     

Prótesis

 

Me alimento por mi cuenta,

abro enlatados con una mano: ¡voilà!

y limpio el piso dando saltitos en un pie.

Cualquiera diría que soy un héroe de la pantalla chica,

hijo de una voluntad hercúlea en tiempos de acero.

Pero soy un artista, dibujo con destreza ángeles arcabuceros,

les doy volumen y espíritu sin más ayudante

que una muñeca, bailarina equilibrada.

Nadie se atrevería a descoser la suficiencia

que completa mi mirada de luna voluble,

y observaría el brazo que me cuelga como florero del terror

o nota desencajada.

Fue fácil aprender a saludar de nuevo

— pasarme a la izquierda — la gente desviaba

mi lado negro, mi lado enano, mi lado

monkosh , mi caminar no natural. Los ojos

se saltaban la pérdida, el impedimento,

y yo me fui con ellos: conseguí un cómodo velo

para ocultar mi dificultad, un manto brillante

importado, suizo, y me uniformé al amor.

Con él puedo hablar, es en realidad

mi lengua adoptiva: un instrumento salvador.

Los dedos tiesos no tienen rechazo en las chicas,

con ellos cuento billetes y toco hendiduras

profundas, fronteras apasionantes

de pétalos nocturnos.

Aunque mi voz, mi voz ,

no deja de ser un simulacro.

 

 

 

Ese vicio con plumas

 

Se parten las paredes.

Podrían derrumbarse y levantarse otras,

pero lo que se hará será maquillar las rajaduras,

curarlas con la capa de un largo vigor.

Alrededor de las hendiduras, la pintura calcárea

se descama y revolotean manchas oscuras dispersas.

Probablemente estuvieron ahí formándose desde siempre.

¿Por qué se las verá tan nítidamente hoy?

¿Cuántas estaciones habrán lamido el cielo

de abajo hacia arriba para que se transparente esta visión?

Cuántas. Pasan como la acelerada secuencia de una película.

Lo raro es ese vicio calmo con plumas

de seguir aguardando un largo vigor afuera.

¿O será esto un misterio de barca que no deja su agua?

 

 

 

Compulsión

 

Se hacen cajas de todo tipo,

imágenes de trances, vértigo

desde edificios, el borde de los catres

donde se tuercen extranjeridad

y familia en nudo avieso.

Se hacen cajas de todo tipo,

por los encapuchados con bolsas negras

que violaron a las hijas de un padre;

para la que esperaba que alguien

bebiera de una cerveza negra en su balcón

y se lanzó al abismo, dejando un teléfono cercano.

De todo tipo se hacen cajas rabia

llamas hambre alas que se abren a-las:

poemas en los que un poco no entra.

 

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