Pablo
Neruda era un “saca cuentas” y mala persona.
Una
entrevista al poeta chileno (y venezolano por 7 años y medio) GONZALO ROJAS
POETA,
93 AÑOS
Gonzalo
Rojas Pizarro (Lebu, 20 de diciembre de 19161 – Santiago, 25 de abril de 2011)
fue un docente y poeta chileno perteneciente a la llamada Generación de 1938.
A
unas muchachas que hacen eso en lo oscuro
Bésense
en la boca, lésbicas
baudelerianas,
árdanse, aliméntense
o
no por el tacto rubio de los pelos, largo
a
largo el hueso gozoso, vívanse
la
una a la otra en la sábana
perversa,
y
áureas
y serpientes ríanse
del
vicio en el
encantamiento
flexible, total
está
lloviendo peste por todas partes de una costa
a
otra de la Especie, torrencial
el
semen ciego en su granizo mortuorio
del
Este lúgubre
al
Oeste, a juzgar
por
el sonido y la furia del
espectáculo.
Así,
equívocas
doncellas, húndanse, acéitense
locas
de alto a bajo, jueguen
a
eso, ábranse al abismo, ciérrense
como
dos grandes orquídeas, diástole y sístole
de
un mismo espejo.
De ustedes
se
dirá que amaron la trizadura.
Nadie
va a hablar de belleza.
Esta
entrevista fue realizada por Marcelo Mendoza y pertenece al libro “Todos
confesos”. Este libro iba a ser presentado por poeta Gonzalo Rojas en enero de
2011 pero su delicado estado de salud hizo que se excusara de realizar esa
tarea y el 18 de mayo muere en la ciudad de Chillan.
“En
Chile no me conocían ni los perros”
Según
Rojas, es a los 60 años cuando el hombre empieza a “enderezarse”. En ese plazo
—le gusta esa palabra— comenzó a conocer la plenitud de su vida. Dice que se le
armó otro esqueleto, un pensamiento más fresco, más vivaz y dinámico. “Es como
si todo se hubiera concentrado —resume—. Antes disparaba para todos lados, pero
a los 60 comencé a enderezarme.
Mi
plenitud fue a los 60 años”. Por entonces Gonzalo Rojas vivía en Caracas. Era
ciudadano venezolano, porque como el Golpe lo encontró en La Habana le habían
anulado su pasaporte chileno. A sus hijos también.
Como
ex jefe de la misión diplomática en Cuba, fue proscrito. Y como no era de
ningún partido, ni los comunistas ni los socialistas del exilio lo apoyaban.
Llegó exiliado a Alemania del Este, al puerto de Rodstok. Le pagaban bien, pero
no le daban la posibilidad de hacer clases.
—Era
un mendigo de elegante mierda –exclama.
Consiguió
que el poeta español Rafael Alberti lo invitara a un homenaje a Neruda en
Italia. Viajó, pero se arrancó de esa ciudad hacia París. Allá, desesperado, le
preguntó a un médico amigo, Hernán San Martín, que había sido embajador en
Zambia:
—¿Cómo
resuelvo mi vida, hombre? Los alemanes me protegen porque fui jefe de misión en
Cuba, porque soy izquierdón, pero no tengo la defensa de los hermanos
comunistas ni socialistas chilenos que viven en Berlín. Estoy fregado.
—Ándate
de ahí —le dijo—, tengo la solución.
El
diálogo ocurrió con Rojas sentado en un baúl, con todo su equipaje, en una
habitación de un piso parisino. El poeta se paró yvio cientos de pasaportes de
color rojo. El médico sacó dos de ellos y los falsificó con validez de dos
meses, como si hubiera estado en Zambia. Volvió a Rodstok y la vida siguió
igual. Recurrió entonces a dos amigos: el venezolano Guillermo Sucre y el
mexicano Octavio Paz. Les pidió que lo invitaran a Venezuela con el
ofrecimiento de un puesto de trabajo, porque era la única forma que los
alemanes lo dejaran salir. Y ese trabajo fue una media jornada en el Instituto
Rómulo Gallegos de ese país. Gracias a ello pudopor fin huir de Alemania
Oriental Al llegar a Venezuela, todo fue cordial. Le ofrecieron clases en la
Universidad Simón Bolívar, la misma que muchos años después le otorgaría un
doctorado Honoris Causa. Un día, el rector se le acercó. Le dijo que esperaba
que estuviera tranquilo, con trabajo y lejos del frío alemán. Pero Gonzalo le
contó su problema:
—No
duermo bien porque a las 4 ó 5 de la mañana la policía me toca a la puerta de
mi departamento y me recuerda que soy un indocumentado. Que no tengo país.
Entonces
el rector le sugirió:
—Mire,
yo no le puedo resolver eso, pero vaya al Barrio del Silencio, que es donde
está la Cancillería de este país, y ahí hable con tal persona. Yo creo que le
van a entender su situación.
Habló
con ese señor y tuvo la fortuna de que el burócrata, después de oírle decir que
de un momento a otro la policía política lo iba a echar con su familia, sacara
desde debajo de su mesa un pasaporte verde venezolano y le dijera:
—Sabemos
que usted es un escritor, una persona a quien se le respeta. Me dicen que en la
universidad está trabajando bien. Tome su pasaporte venezolano con el
compromiso de que lo devuelva cuando pueda volver a Chile.
Le
entregaron, además, pasaportes para su mujer e hijos, y por ello Gonzalo Rojas
fue siete años y medio venezolano. Tiempo de felicidad.
Venezuela
lo trató bien. Allí cumplió los 60 y fue, como dice, su plenitud. Le publicaron
los libros que su patria natal casi nunca hizo.
—En
Chile no me conocían ni los perros. Nadie.
—Usted
dijo una vez que es un “protodisidente”. ¿Me puede explicar eso?
—Claro.
Disidente quiere decir no estar de acuerdo. Yo quise a Octavio Paz aunque
muchas cosas nos separaban, pero lo que yo adoraba en Octavio era esa
disidencia: no estar de acuerdo. Vicente Huidobro fue un disidente. La lata de
Neruda en parte grande está en
que
no era disidente: era obsecuente el huevón. Obsecuente quiere decir un hombre
que no es de una fe limpia y sana. Lo opuesto a una disidencia es una fe, una voluntad.
Neruda fue un obsecuente. Él era un arribista: lo fue desde niño y lo fue de
hombre. Mostró ese arribismo con el Pablo Ramírez, por ejemplo, en el pequeño
gobierno del año 27, esa amistad que lo mandó de cónsul a Oriente. Pablito
Ramírez era el hombre fuerte del dictador Carlos Ibáñez. Esas cosas son muy
sospechosas. No porque fuera maricón, Neruda no lo era, el otro parece que lo
era, pero Neruda era un tipo que sacaba cuentas. Neruda era un “saca cuentas” y
mala persona, rencoroso. ¿Por qué fue tan desdeñoso con la gente de su
mismísima promoción? ¿Por qué no apoyó a Romeo Murga? Muchachones que tenían
tanto talento como el suyo. Al único que salvó fue a Alberto Rojas Jiménez,
pero cuando ya estaba muerto(3). Eso me pasa con Neruda a mí. Hay un cuento
cortito que te lo doy, porque es real. Estábamos un día en una comida acá en
Chillán, en el Hotel Riquelme, Neruda y muchos escritores de distinto pelaje.
Estábamos todos en torno a él, en distintas mesas. Un amigo de Pablo y amigo
mío se le acerca y le pregunta: “Oye Pablo, ahora que estamos aquí, ¿qué te
parece ese joven que está por allá, dicen que él es poeta?”. Se refería a mí.
Entonces, Neruda le contesta: “Gonzalo no es malo, pero escribe poquito”. Ese
fue su juicio. El intrigante de mierda y simpático que era mi amigo fue volando
hacia la otra punta de la mesa y me dijo: “Mira lo que está diciendo Pablo, que
tú no eres malo, pero que escribes poquito”. Y a mí me nació del alma esta
frase: “Dile a Pablo que él es un genio, pero que escribe demasiadito”.
—¿Pablo
de Rokha era un disidente?
—Él
nació disidente. Era delirante, disidente, inconcluso, equivocado. Yo también
soy equivocado, lo que se dice equivocado. De Rokha no quería reconocer la
equivocidad. Me gusta en De Rokha lo de fundador que hay en él. Él es el
primero que vio las “materias”; el agua, al aire, el fuego... antes que la
Mistral escribiera sobre ellas. Es inconcluso y con una debilidad mayor: no
tuvo conciencia del límite. ¿Qué quiero decir con ello? Que se desbarrancó. No
supo medir: no ganó un lenguaje; ganó un impulso. Pero De Rokha es muy grande.
Tanto lo quiero, lo quise siempre, que cuando iba a parir María, mi primera
mujer, la bonitísima escocesa, y estábamos en El Orito, en la cumbre andina, le
dije: “Mira, mujer, le vamos a poner como segundo nombre Tomás, porque acaba de
morir Tomasito, hijo de Pablo de Rokha”. Yo lo conocí mucho. Comimos y tomamos
como zafados allá en Concepción.
—¿Pablo
de Rokha participó en los congresos de escritores que usted organizó?
—No,
por errata mía. Errata mortal. Como todo estaba sembrado de nerudismo, si yo
invitaba a De Rokha, Neruda no venía y si no venía Neruda no venía nadie. Qué
terrible...
—O
sea, fue vetado Pablo de Rokha.
—Vetado,
pero no entero, porque yo lo llevaba a otras cosas, pero no a esas. La
reconozco como una errata mía grande, una majadería.
Pablo
de Rokha
—¿Y
Nicanor Parra? ¿Usted peleó con Parra?
—Fuimos
buenos compañeros en el Internado Nacional Barros Arana. Mi trabajo consistía
en encender y apagar las luces en eseinternado, cuando los chicos se iban a
acostar. Yo dormía ahí porque allí ganábamos la comida y el pan. Nicanor era
profesor de matemáticas. Se había graduado hacía poco, pero concurría al
internado porque había sido estudiante de ahí. Un día discutimos, Domingo Silva
en una conversación de sobremesa, y hasta ahí llegó la conversación.4 Después
nos vimos con cariño, saludos. Yo con mucho respeto a la Viola (Violeta Parra,
su hermana), a la Viola la quise con el corazón. Pasa el tiempo y el año 47 él
se está viniendo de Estados Unidos o de Inglaterra y nos encontramos en la
Alameda con un gran abrazo. Entonces vivía con la Anita Troncoso. Nicanor venía
con injerto de Inglaterra en el hocico, en la jeta y enla cabeza, era un cabro
renovado, ya no era tan joven tampoco, y yo lo visité en su casa de calle Mac
Iver. Después se mudó a la calle Larraín, a unos metros de donde vivía Neruda.
La amistad se profundizó.
Él
iba a Valparaíso a mi casa. A él le nacía la idea de que estaba bueno ya de
huidobrismo y de nerudismo. Nos sentíamos en la idea de que había que hacer una
cosa distinta. Me mostróunos papeles que se llamaban “Ejercicios retóricos”, y
yo se los encontré bonitos. Los había hecho en Inglaterra o Estados Unidos, y a
él le encantó lo mío. Así seguimos la amistad con el Parra y cada vez que yo
empecé con los encuentros de escritores en Concepción Nicanor era el primero en
venir invitado: yo invitaba con honor a mi hermano querido y él lo sabía. Era
una amistad no sobajeada, no como las amistades chilenas: el sobajeo chileno
es asqueroso, qué asco, el asco chileno.
—¿Y
qué pasó?
—Un
día, mucho después, compro un diario, el año 60 y tantos, y había un artículo
duro de Nicanor contra mí: decía que yo me había rokheizado, por De Rokha. En
vista de eso, yo vine a micasa, desanduve los pasos desde el centro de la
pequeña ciudad de Concepción hasta donde teníamos un bonito piso con mi mujery
les dije a ella e hijos: “Ustedes almuercen, yo le voy a contestar a este
huevón, pero no le voy a contestar en su humorismo barato; le voy a contestar
en un humorismo de la tradición española”. Me acordé de un texto de Quevedo que
se llama “Gracias y desgracias del ojo del culo”, que es muy lindo, lleno de
humor. Entonces, a mi texto le llamé “Gracias y desgracias de un antipoeta”, y
lo rajé con unos versos muy bien construidos, terribles, se podría decir que le
dejé a la mamá y al papá colgando. Lo llevé a Santiago y se lo mostré a Hernán
Lavín Cerda y éste se lo entregó a Manuel Cabieses, que dirigía la revista
Punto Final. Se publicó y lo tomó larevista uruguaya Marcha y se fue por
América. Quedó abierta una brecha feroz entre el uno y el otro. El poema era
bueno, el mismo Parra lo reconoció.
—¿Nunca
lo publicó en un libro?
—Tarde
en mi vida. Sólo hace cuatro años apareció en un libro mío en Madrid
(Metamorfosis de lo mismo, Visor, 2000). De ahí salió lo que diríamos
distancia, más que enemistad. Pero cuando vino el gobierno de (Ricardo) Lagos
nos juntamos un día con Parra y estuvimos en la misma brecha de siempre. Él no
tiene confianza en mí, pero yo no tengo querella. Lo que sí tengo es diferencia
con él en esa cosa que él llama los artefactos, que no me interesan nada. Pero
sí me interesa el bello libro de 1954 Poemas y antipoemas, porque lo encuentro
bueno. “El soliloquio del individuo” es un poema bueno que publicó después.
Carbón
Veo
un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi
Lebú en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo
huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando
el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como
una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es
él. Está lloviendo.
Es
él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a
caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas
sobre un caballo atravesando un río.
No
hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como
mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre,
ya va a llegar: abramos el portón,
dame
esa luz, yo quiero recibirlo
antes
que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para
que se reponga, y me estreche en un beso,
y
me clave las púas de su barba.
Ahí
viene el hombre, ahí viene
embarrado,
enrabiado contra la desventura, furioso
contra
la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo
de su poncho de Castilla.
Ah,
minero inmortal, ésta es tu casa
de
roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te
he venido a esperar, yo soy el séptimo
de
tus hijos. No importa
que
hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que
hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque
tú y ella estáis multiplicados. No
importa
que la noche nos haya sido negra
por
igual a los dos.
-Pasa,
no estés ahí
mirándome,
sin verme, debajo de la lluvia.
3 Romeo Murga (1904-1925) y Alberto Rojas
Jiménez (1900-1934) eran poetas amigos del joven Neruda. Murga murió a los 21,
de tuberculosis. Rojas Jiménez murió nueve años después de neumonía. Tras su
muerte, Neruda escribió el poema “Alberto Rojas Jiménez viene volando
4 Víctor Domingo Silva (1882-1960) fue
escritor y diputado. Escribió alabanzas a la chilenidad, como el poema “Al pie
de la bandera”. Le otorgaron el Premio Nacional de Literatura en 1954.
Publicado
por Dimitri LiPo en 0:00
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