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domingo, 12 de agosto de 2007

La estética moderna


El modernismo se resume en la consigna de hacer de la propia vida una obra de arte. Es ante todo un conjunto de ideales y principios estéticos para ser aplicados en todas las áreas de la vida, incluyendo la apariencia personal, la arquitectura, la decoración, el arte y el diseño. Sus características principales son la sencillez, la limpieza de las líneas y formas geométricas y el uso cuidadoso del color.
Baudelaire es el descubridor de la modernidad. Usa esa palabra en 1859, para expresar lo que caracteriza al artista moderno. En un verdadero ensayo precursor sobre el problema del arte en la modernidad, Baudelaire diría en 1863 que "la modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, que es la mitad del arte, cuya otra mitad es lo inmutable". El componente eterno está presidido por los principios estéticos de Aristóteles: armonía, orden, simetría, ritmo. Las formas, por su fugacidad, son expresión del fondo espiritual del que derivan.
Para Baudelaire, el hombre moderno es el que se inventa a sí mismo, tanto en el plano físico como en el plano espiritual. Esa aspiración fundamentó en gran medida la aparición del dandismo, cuyo principal exponente fue precisamente Baudelaire. Los dandys eran jóvenes elegantes que pretendían ser modernos y despreciaban las costumbres burguesas, mostrándose como escépticos morales, ociosos, aficionados al lujo y excesivamente adornados.
El dandy se aferra a la moda y las drogas como estados en esencia transitorios y forzosamente reversibles que obligan a comenzar siempre de nuevo, como el juego.
En palabras de Baudelaire, el dandysmo es "una especie de culto de sí mismo, que puede sobrevivir a la búsqueda de la felicidad que se descubre en los demás, por ejemplo en la mujer, y que hasta puede sobrevivir a todo lo que se suele denominar como ilusiones". El dandy es, en definitiva, "el placer de sorprender y la satisfacción orgullosa de no ser sorprendido jamás", el objeto más distinguido de la ciudad. Para distinguirse hay que marginarse y distanciarse de la muchedumbre, esencialmente vulgar.
El modernismo llegó a convertirse en un movimiento artístico gracias a los cambios tecnológicos del siglo XX. En la Europa de comienzos del siglo XX, hubo un conjunto de tendencias artísticas innovadoras, con París como gran centro cultural de la época. Estas tendencias recibieron el nombre de vanguardias. Artística o políticamente, son llamados de vanguardia los grupos o corrientes que presentan propuestas innovadoras que "captan" las tendencias del futuro y que tienen como misión realizar el futuro ahora, por lo cual son polémicos e incomprendidos. El arte moderno estaba contra el pasado cultural y a favor de la libertad de acción.
¡Con una cuña roja, mata a los blancos!, composición de El Lissitski (1920) Las energías y los atractivos de una nueva era de la máquina eran un poderoso estímulo para la imaginación, como se reflejó en el cubismo parisino, el futurismo italiano o el constructivismo ruso. Un nuevo espíritu actuó ampliamente sobre las artes plásticas, valorizando las formas funcionales, geométricas, abstraccionistas.
A estos valores se sumó también el factor industrial, con sus nuevos materiales, lo que marcó un camino totalmente nuevo para la arquitectura y las demás artes, que superaron sustancialmente diversas maneras antiguas de construir y expresar. Además, las condiciones sociales se alteraron profundamente, como consecuencia de la explosión industrial, de la ciencia, de la técnica, del aumento enorme de la población.
En todos los sentidos, la velocidad de transformación de la civilización aumentó. Los cambios que antes llevaban siglos, pasaron a hacerse de generación en generación, e incluso en una misma generación.
Además de la influencia de los materiales, el estilo moderno también se definió en función de las nuevas maneras de entender el arte y las funciones de la arquitectura y el diseño. Se advierte la influencia del cubismo, cuya tendencia geometricista o atención a los volúmenes alcanzó inmediatamente a algunos maestros de la arquitectura, como Osenfant y Jeannaret, más conocido por su seudónimo Le Corbusier.
En particular el cubismo sintético, en virtud de la división racional que imprime a las superficies, articulando geométricamente los elementos, influyó en las nuevas formas arquitectónicas. Esta lógica constructiva del cubismo sintético está presente en el purismo geométrico de Le Corbusier y otros arquitectos expresivos de los nuevos tiempos.
Picasso ejerció enorme influencia en la evolución artística del siglo XX. Desarrolló una tendencia ya esbozada en Cézanne y creó el cubismo, forma artística altamente constructiva de reelaboración del mundo real. Picasso afirmó que la invención de la fotografía había liberado a los pintores de cualquier obligación de hacer de su arte una reproducción parecida al modelo real, conforme a la tradición que existía desde el Renacimiento. Al mismo tiempo, rechazó el arte abstracto, al cual consideraba productor de vacíos. Manteniéndose firmemente figurativo, se permitió una libertad ilimitada en la reconfiguración de los elementos objetivos recibidos del mundo circundante.
El Guernica de Pablo Picasso Picasso fue un artista que se politizó y que se mantuvo, en todas las circunstancias, políticamente definido. Residiendo en París, tomó posición a favor de los republicanos en la guerra civil española contra el franquismo y, debido a la continuidad de la dictadura, nunca más retornó a su tierra natal. Pero fue precisamente la guerra civil en España la que inspiró su obra más célebre. En el cuadro Guernica, consiguió traducir, bajo formas sofisticadísimas y al mismo tiempo vibrantes, el horror del bombardeo de la aldea vasca por la aviación nazi.
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Picasso permaneció en París y su taller llegó a ser visitado por intelectuales nazis en uniforme del ejército alemán. El pintor tenía, sin embargo, la confianza de intelectuales militantes de la resistencia francesa, en particular los comunistas Paul Eluard, Louis Aragon y Pierre Daix. Aunque en la época haya causado enorme sorpresa, es comprensible y explicable que el 4 de octubre de 1944, poco después de la liberación de París, Picasso se inscribiera como militante del Partido Comunista Francés, hecho que ocupó, al día siguiente, la primera página del diario comunista L'Humanité. Más notable aún fue que el gran artista se mantuviera comunista hasta el fin de su vida, en 1973.
La producción de Picasso, en los años comunistas, tiene el mismo vigor creativo de la producción de años anteriores. Desde el punto de vista de la técnica pictórica, presenta una riqueza insuperable. Al mismo tiempo, incluye cuadros y dibujos explícitamente políticos. No sólo las palomas de la paz, que se popularizaron universalmente, sino los magníficos páneles Guerra y Paz, que adornan la capilla de Vallauris. O el cuadro Masacre en Corea, que recrea, en términos originalísimos del siglo XX, el célebre cuadro de Goya Ejecuciones del 3 de mayo de 1808, en el cual el fusilamiento de patriotas españoles por los invasores del ejército de Napoleón constituye ciertamente una de las escenas más chocantes fijadas en una tela.
En la naciente Unión Soviética, el problema del "arte y la vida" se transformó en el problema del "arte en la vida", percibiéndose como la necesidad de introducir belleza en todos los elementos del entorno humano.
Ejemplo de la arquitectura moderna soviética de la década del 20. Los artistas de la vanguardia rusa revolucionaria estaban convencidos de que el artista "debía entregarse al trabajo de crear la vida misma; específicamente, a la producción de nuevos objetos de la cultura material". La primera página del primer número de su órgano "Arte de la Comuna" proclamaba: "Las fábricas, las plantas industriales, los talleres, están esperando a que los artistas acudan para darles diseños de objetos nuevos y sin precedentes". La consigna propuesta por los artistas era: "Arte en la producción".
A lo largo de los años 20, en la joven Unión Soviética, toda una generación globalmente designada como "de izquierda" rechazó el pasado para buscar los modelos de un radiante futuro comunista. Grupos de artistas-pintores (Malevich, Kansinsky), poetas (Maiakovski, Esenin), escultores-arquitectos (Vladimir Tatlin)... buscaban, de una forma concreta, transformar la vida y las ciudades a través de experiencias nuevas, de las cuales cada persona hiciera parte necesariamente, pasando de la pintura al diseño gráfico o la fotografía, de la poesía al periodismo o la publicidad, de la escultura a la arquitectura...
Apóstoles de la vida comunitaria y colectiva, exploraron las posibilidades de alteración de las relaciones entre individuos, entre padres e hijos, entre hombres y mujeres. En medio de éstas, los arquitectos ensayaban las soluciones arquitectónicas y urbanísticas de la sociedad que esperaban ayudar a construir. Teóricos como Moisés Guinzburg buscaban encontrar los "instrumentos arquitectónicos de la nueva cultura socialista". Sus reflexiones sobre el espacio de trabajo servirían, además, de base para la posterior edificación de "palacios obreros", las que desarrolló a propósito de los espacios de ocio para la edificiación de clubes del trabajador, y sus análisis del espacio familiar para el levantamiento de alojamientos comunes.
Las principales experiencias se llevaron a cabo alrededor del VJUTEMAS (Talleres Superiores del Arte y la Técnica), fundado en Rusia en 1920. Incluía estudios de artes plásticas, urbanismo, arquitectura y diseño industrial, dentro de la pedagogía propia del movimiento moderno, que eliminaba la enseñanza académica existente hasta entonces.
Se buscaba alentar al artista universal, al diseñador capaz de trabajar con igual eficacia en todo el espectro de las necesidades de la sociedad.
Portada de la revista constructivista soviética de las artes Novy Lef (Nuevo Frente Izquierdista de las Artes). Diseñador: Aleksandr Rodchenko, 1928 En 1923, se constituyó la Asnova (Asociación de Nuevos Arquitectos), destinada a lanzar las bases de un nuevo vocabulario formal (Yuri Larin, Konstantin Melnikov, Iván Golosov). Podemos considerar como un símbolo de estas investigaciones el proyecto de Tatlin para la sede de la Internacional Comunista. Esta torre inclinada, irrealizable con su trazo en espiral de 400 metros de altura, debería expresar las formas inéditas de un tiempo nuevo. En 1925 fue fundada en Moscú la OSA (Unión de Arquitectos Contemporáneos), la cual, además de los arquitectos que habían trabajado en Alemania en el proyecto Bauhaus, comprendía también teóricos, diseñadores industriales, fotógrafos (Aleksandr Rodchenko, entre otros), profesores. Sus miembros se definían como "constructivistas", empeñados en reconciliar al individuo con la máquina, el trabajo industrial y la creatividad personal, y lanzar las bases del hombre nuevo. Ciudades, urbanizaciones y otras formas de arte que produjeran deberían constituir los "condensadores sociales" capaces de transformar una humanidad al fin libre del yugo de la explotación.
Ideales simultáneos de abstracción, funcionalismo y utilitarismo determinaban una actitud estética que iría a influir una buena parte de la producción artística soviética y de la sensibilidad visual de esa época.
Con algunas excepciones -sobre todo concretadas en el dominio de la pintura, la fotografía y las artes gráficas- los grandes proyectos de los constructivistas jamás fueron llevados a la práctica, debido en gran parte a las dificultades materiales del país.
Ejemplo de construcción del Bauhaus. El Vjutemas tuvo su contraparte modernista en Occidente en el movimiento Bauhaus de Walter Gropius. Gropius fundó el complejo Bauhaus en Weimar, Alemania, en 1919. Bauhaus era una comuna, un movimiento espiritual, un acercamiento radical al arte en todas sus formas, un centro filosófico comparable al jardín de Epicuro. Rechazando todos los vínculos históricos, especialmente los cristianos, Gropius y sus compañeros apiraban a ser verdaderos socialistas, buscando la más alta virtud, la hermandad humana. "Un verdadero arquitecto moderno", escribió Gropius, es "quien se niega a vivir repitiendo las formas y ornamentos de nuestros ancestros".
La Bauhaus (1919-33) representó un espacio importante para las ideas constructivistas en el mundo occidental. Una escuela de artes pionera, la Bauhaus basaba sus prácticas de enseñanza en un resurgimiento del sistema de las guildas medievales, en el cual los estudiantes se enrolaban en el taller de un maestro. Un aspecto único fue el establecimiento de un año básico interdisciplinario, que debían hacer los estudiantes antes de especializarse en una disciplina particular. La Bauhaus también combinó arte, arquitectura y diseño como parte de un programa unificado, un intento de producir una obra de arte totalizante. La influencia de la Bauhaus fue amplia en los campos del diseño industrial, la ilustración gráfica, la tipografía y la arquitectura. De hecho, dos de sus directores fueron importantes arquitectos modernos, Walter Gropius y Mies van der Rohe.
Cuando Weimar se convirtió en la primera ciudad alemana gobernada por el partido nazi, el presupuesto de la escuela fue cortado a la mitad, y en 1925 Gropius fue obligado a trasladar la Bauhaus, que era vista como un foco comunista y subversivo. Para entonces, Gropius se había desilusionado del socialismo y creía que un capitalismo industial fordista beneficiaría a los trabajadores y que para sobrevivir, la Bauhaus debería adoptar una visión más industrial del diseño.
Los bloques de vivienda de la Karl-Marx-Allee (antigua Stalinallee) de Berlín oriental, ejemplo de arquitectura moderna en la Alemania socialista. En 1928, Gropius cedió la dirección de la Bauhaus al arquitecto comunista suizo Hannes Meyer, quien dirigió el instituto hasta 1930. Meyer creía que la forma debía ser gobernada por la función y el costo, para que los productos fueran prácticos y al alcance de los consumidores de la clase obrera. Introdujo conferencias sobre economía, psicología, sociología, biología y marxismo en el currículo. Bajo la dirección de Meyer, la Bauhaus tuvo una posición más científica respecto al diseño y la primera influencia constructivista desapareció casi por completo. En esa época, la Bauhaus también se politizó más y la escuela fue usada como foco de actividad política de un grupo de estudiantes marxistas. En 1930, había una célula comunista de 36 estudiantes. A instancias de Gropius y Kandinsky, la autoridad de la ciudad de Dessau expulsó a Meyer cuando se descubrió que había apoyado económicamente a los mineros en huelga. Cinco de sus alumnos corrieron la misma suerte.
Presionado para despolitizar la Bauhaus, Mies van der Rohe tomó la dirección. Con Mies, la teoría arquitectónica triunfó por un momento sobre la política, al introducir el nuevo programa apolítico de "Bau und Ausbau" (construcción y desarrollo). Pero en octubre de 1931, los nazis llegaron al poder en Dessau, y el 22 de agosto de 1932 cerraron la escuela.
La Bauhaus fue posteriormente reestablecida por Mies como una escuela privada en Berlín, pero cuando los nazis tomaron el poder en la ciudad, la Gestapo allanó la sede de la escuela en busca de literatura comunista y selló el edificio, cerrándolo de hecho. El 19 de julio de 1933, los maestros se reunieron y votaron la disolución de la Bauhaus, marcando formalmente el cierre de esta importante institución.
Es de destacar que muchos de los objetos diseñados por la Bauhaus aún parecen modernos, un testamento de su influencia en el gusto durante en siglo XX. La Bauhaus también animó a sus estudiantes a considerar su trabajo en el contexto de procesos modernos de producción en masa, y de esta manera hizo un puente entre la cultura de masas y la de élite. En ese sentido, representó un conducto importante para la recuperación de los principios de la estética modernista en un contexto popular.
Centro Urbano Antonio Nariño, en Bogotá, inspirado en los principios modernos de Le Corbusier. El estilo Bauhaus, como su contraparte comunista, asumió que la arquitectura moderna era para la clase obrera, y rechazó todo lo burgués.
Las enseñanzas del Vjutemas, junto a su equivalente, la Bauhaus alemana, se convirtieron en la base de la educación de diseño a escala mundial. Han sido innumerables sus aplicaciones que han mejorado la vida de la sociedad, aún en el plano más cotidiano.
Por ejemplo, la vienesa Margarete Schütte- Lihotzky, la más destacada arquitecta social europea, se especializó en el diseño de viviendas obreras, donde buscaba reducir el trabajo de la mujer. De hecho, creó el prototipo de la moderna cocina integral vigente actualmente en la mayoría de los hogares. Cuando los alemanes invadieron Austria en 1938, Schütte-Lihotsky se unió al Partido Comunista y a la Resistencia austriaca. Fue arrestada por la Gestapo y sentenciada a muerte en 1940. La sentencia de muerte fue levantada posteriormente, pero estuvo detenida durante más de cuatro años en campos de concentración. Su militancia comunista también le trajo problemas durante la guerra fría.
El Centrosoyus, proyecto de Le Corbusier construido en la Unión Soviética El teórico número 1 de la arquitectura moderna fue el suizo Le Corbusier. Su mirada sobre la ciudad de su época es muy crítica: la encuentra enferma, caótica, próxima a desencadenar una revolución. Es así que busca definir una estructura urbana racional, que el nuevo mundo industrial pueda integrar armónicamente. Para Le Corbusier, la política de los partidos no tiene razón de ser en un mundo regido por los administradores, Tal posición es reflejada en sus contactos con la Rusia comunista, la Italia fascista o la Francia de Vichy. Debido a su diseño del Centrosoyus fue denunciado como comunista. En 1931, cuando su proyecto para un Palacio de los Soviets fue rechazado en favor de una "torta de bodas" neoclásica de proporciones fantásticas, denunció a los soviéticos como incivilizados. En 1942, cuando iba a presentar su último plan para Algiers en el consejo municipal de esa ciudad, las autoridades de Vichy decidieron que era un comunista y rechazaron su propuesta, en el mismo momento en que los llamados arquitectos liberales de Estados Unidos y la Gran Bretaña decidían que Le Corbusier era, de hecho, un colaborador de los fascistas. Le Corbusier estaba totalmente desinteresado en toda forma de política que no fuera un medio de lograr sus importantes objetivos de planeación y redesarrollo urbano. Su propia filosofía "política" tenía que ver con la continuidad de la civilización sobre la Tierra y la necesidad de asegurar dicha continuidad.
El arquitecto comunista brasileño Oscar Niemeyer. El movimiento moderno en América Latina tiene una de sus máximas figuras en el arquitecto comunista brasileño Oscar Niemeyer. Discípulo de Le Corbusier y figura emblemática de la renovación de la arquitectura del siglo XX, quien, desde los años treinta hasta nuestros días, es decir en casi setenta años de carrera, ha enriquecido el patrimonio mundial de Brasil y de Francia, pasando por Italia, Argelia o Nueva York, entre otros lugares. Figura respetada en todo el mundo.
Niemeyer aprendió de prisa la lección básica: con la llegada del concreto armado y de las estructuras de metal, la pared ya no necesitaba cumplir con el deber milenario de sustentar el peso de la construcción y, con eso, ganaba salvoconducto para ser, ante todo, bella.
"No es el ángulo recto el que me atrae o que me inspira, ni la línea derecha dura, inflexible, inventada por el hombre. Sólo me atrae la curva libre y sensual, la curva que se encuentra en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer amada. Las curvas, en fin del universo, el universo curvo de Einstein".
La catedral de Brasilia, diseñada por Oscar Niemeyer. Con esta verdadera declaración de principios, Oscar Niemeyer revolucionó la arquitectura de su país y, en alguna medida, la arquitectura del mundo. Con esa idea diseñó ciudades, catedrales, mezquitas, casas y museos. Con esa idea creó Brasilia, la gran utopía realizada por el pueblo carioca después del impulso que le diera el presidente Juscelino Kubitsheck, quien confió desde un primer momento en Niemeyer entregándole importantes proyectos en la alcaldía de Bello Horizonte.
A los 92 años, el también arquitecto de la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, considera que su mayor logro fue haber ingresado al Partido Comunista Brasileño. Y fue con esa convicción con la que, en 1945, donó su taller en la calle Conde Lages, en el centro de Rio, para la primera sede del comité metropolitano del Partido. Años más tarde, también daría de regalo un apartamento a su amigo y líder comunista Luiz Carlos Prestes. "Las ideas marxistas contiúan perfectas, los hombres deberían ser más fraternos", analiza.
Sin embargo no todos los sueños de este brasileño universal se hicieron siempre realidad, no siempre sus catedrales sirvieron de refugio a los ángeles ni sus palacios de gobierno dieron albergue a los trabajadores y campesinos, como él aspiraba. Niemeyer vio con dolor cómo su país caía, más pronto de lo esperado, bajo las botas de dictaduras sangrientas y despiadadas; y cómo sus palacios de justicia se llenaban de jueces banales o de burócratas insensibles, cómo sus amigos iban a parar en cárceles inmundas o en fosas sin nombre.
Por ello tuvo que optar por el duro camino del exilio y llegó a Francia donde le dieron la acogida que merecía y le permitieron trabajar como arquitecto invitado. Allí diseñó la sede del Partido Comunista en París, la Bolsa del Trabajo en Bobigny, la Casa de la Cultura en el puerto de Le Havre.
El museo de Oscar Niemeyer, en Rio de Janeiro En Argelia, donde también vivió una temporada durante su exilio, diseñó una mezquita al filo del mar que nunca pudo construirse (porque los gobernantes de ese país la consideraron "demasiado revolucionaria") y la universidad de Constantino. En Italia, los amplios locales de la editorial Mondadori de Milán. En Nueva York, casas y edificios donde la curva, siempre la curva, juega un rol fundamental. De regreso al Brasil, cuando los aires de la democracia volvieron a implantarse, al tiempo que reasumía la cátedra en la universidad de Río de Janeiro en 1987, realizó en Sao Paulo el "Memorial de la América Latina" (en cuya entrada aparece una América Latina en forma de mano sangrante) y, en 1991, el Museo de Arte Moderno de Niterói. Ese museo que parece una gigantesca nave espacial que se hubiera posado sobre el maravilloso paisaje de la ciudad de Río de Janeiro o una flor descomunal que habría brotado de las entrañas de la tierra, como en verdad la concibió el arquitecto.
El diseño es la aplicación de los planteamientos del movimiento moderno: crear desde dentro de la tecnología; fabricar según sus potencias y requerimientos, no en contra de ellos; idear formas originales de la industria que integren belleza, técnica, funcionalidad y economía.
El diseño no es arte: es proyecto de bienes de uso. Mientras el artista es un productor de metáforas, el diseñador es un creador de medios de trabajo y objetos de uso humano para todas las áreas de la vida, incluyendo (pero no limitados a) la propia apariencia personal, la arquitectura y el propio entorno (muebles, etc.). El arte se especializó para calmar el hambre espiritual, y la industria para aliviar el hambre material. El diseño es una especie de sándwich doble. Su descubrimiento es el gran mérito histórico del llamado movimiento moderno.


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