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jueves, 28 de abril de 2011

Poemas de Fina Garcia Marruz

Cruz de palomas

Para Isabel, que me enseñó la basílica de San Clemente
      (Mosaico del ábside, s. XII)
 
Creíamos que la cruz
era sólo de amargura
y ahora vemos las palomas
poblando sus travesaños.
(Verdad que es en San Clemente
y en el siglo de María.)
La cruz echa las raíces
de donde, en círculos magos,
nace la vida; los ciervos
beben el agua brotada
del Dolor; bajo su fronda
los hombres y las mujeres
se afanan en sus oficios,
y por las tablas nocturnas,
blanquísima, las palomas
caminan. Es su jardín.


Si mis poemas 

Si mis poemas todos se perdiesen              
la pequeña verdad que en ellos brilla
permanecería igual en alguna piedra gris              
junto al agua, o en una verde yerba.
             

Si los poemas todos se perdiesen              
el fuego seguiría nombrándolos sin fin
limpios de toda escoria, y la eterna poesía              
volvería bramando, otra vez, con las albas.

Y sin embargo se que son tinieblas
      

Y sin embargo sé que son tinieblas              
las luces del hogar a que me aferro,
me agarro a una mampara, a un hondo hierro              
y sin embargo sé que son tinieblas.
             

Porque he visto una playa que no olvido,              
la mano de mi madre, el interior de un coche,
comprendo los sentidos de la noche,              
porque he visto una playa que no olvido.
             

Cuando de pronto el mundo da ese acento              
distinto, cobra una intimidad exterior que sorprendo,
se oculta sin callar, sin hablar se revela,              
             

comprendo que es el corazón extinto              
de esos días manchados de temblor venidero
la razón de mi paso por la tierra.              

               

Una cara un rumor un fiel instante

Una cara, un rumor, un fiel instante...
Una cara, un rumor, un fiel instante
ensordecen de pronto lo que miro
y por primera vez entonces vivo
el tiempo que ha quedado ya distante.
             
Es como un lento y perezoso amante
que siempre llega tarde el tiempo mío,
y por lluvia o dorado y suave hastío
suma nocturnos lilas deslumbrantes.
             
Y me devuelve una mansión callada,
parejas de suavísimos danzantes,
los dedos artesanos del abismo.
             
Y me contemplo ciega y extasiada
a la mágica luz interrogante
de un sonido que es otro y que es el mismo.


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