Luis Ossa Gajardo
Vivimos en la era el vacío y la indiferencia,
continuamente marcada por el sello de la individualidad.
El hombre sin satisfacer sus aspiraciones más
elevadas, se hace cada vez menos sabio, menos auténtico, más frío e
intolerante. Con esta profunda marca en sus entrañas, sólo pretende sobresalir
en un afán permanente, sin ninguna formulación axiológicamente honesta.
Las tristes ansias de sus búsquedas
auto-referentes se alzan ante sus ávidos ojos, como un nefasto ídolo, siempre
inconsistente.
Extraños dominios deshumanizan al
hombre, una hostil aversión a los valores del espíritu constituye la
oscura niebla de su racionalidad. Sin una vida interior se hace esencialmente
inconstante e incapaz en desarrollar algunas de sus elementales virtudes.
La carne fugaz en las
oscuras redes hedonistas, el timón de las vigilias sin una estrella en designio
para su rumbo moral, desorienta y fatiga.
En este ámbito insustancial
debe vivir el poeta de hoy. De ahí la necesidad del lírico en empeñarse por una
exploración íntima y constante de su propio espíritu cuidando la precisión del
lenguaje con un claro acento y en su máxima energía.
Estimado escritor y poeta: que la
solidaridad sea el auténtico libro abierto de tu vida, en cuyas páginas
transparentes brote la cordialidad, el agua cristalina, la pluma y el verso
verdadero
Belloto
Sur, marzo de 2004
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