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sábado, 28 de julio de 2007

PABLO DE ROKHA

Pablo de Rokha (n. 17 de octubre de 1894, Licantén, Chile – m. 10 de septiembre de 1968), poeta chileno, cuyo nombre real era Carlos Díaz Loyola. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país en 1965 y es considerado uno de los 4 grandes de la poesía chilena (junto con Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral)



Biografía Pablo de Rokha nació en la ciudad chilena de Licantén, el 17 de octubre de 1894, con el nombre de Carlos Díaz Loyola, hijo de José Ignacio Díaz Alvarado y Laura Loyola de Toledo siendo el mayor de 19 hermanos.

Proveniente de una familia de raíz aristocrática dueña de fundos en Talca y Licantén, pero encontrándose en una situación económica desmejorada, su padre debe realizar diversos trabajos, como administrador de fundos y jefe de resguardo aduanero en la cordillera. En estas condiciones, Pablo de Rokha transcurre su infancia en el fundo Pocoa de Corinto, administrado por su padre, y acompañando a este en sus andanzas cordilleranas.

En 1901 ingresó a la Escuela Pública Nº 3 de Talca. Posteriormente ingresó en 1902 al Seminario Conciliar San Pelayo de Talca, de donde fue expulsado en 1911 por herejía y ateísmo, aunque fue en verdad por leer a autores "prohibidos". Sus inicios poéticos se expresaron en este periodo, bajo el seudónimo de Job Díaz, para luego obtener el seudónimo de El amigo Piedra.

Se trasladó a la capital Santiago de Chile en 1911, para cursar el sexto año de humanidades. Dio su bachillerato en 1912, y se matriculó en la Universidad de Chile con el fin de estudiar Derecho o Ingeniería. Finalmente esto no ocurre, ya que Pablo de Rokha abandonó los estudios.

Son tiempos oscuros para el poeta, que vive en una nebulosa de disgregación y desencanto familiar. Durante el transcurso, escribe para distintos periódicos, como La Razón y La Mañana. Publicó sus primeros poemas en Santiago en la revista Juventud de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH).

Volvió a Talca en 1914 con un sentimiento de fracaso. Es cuando recibió un libro de poemas firmado por Juana Inés de la Cruz, titulado Lo que me dijo el silencio. Pese a criticar con gran dureza el poemario, no puede evitar enamorarse de la poetisa, por lo que volvió a Santiago en busca de su amor. El 25 de octubre de 1916 finalmente se casó con Luisa Anabalón Sanderson, verdadero nombre de la poetisa. Luisa, posteriormente, tomaría el seudónimo literario de Winétt de Rokha.

Entre 1922 y 1924 residió en San Felipe y Concepción, lugar último donde fundó la revista Dínamo.

Colaboró con el Frente Popular que elige presidente de Chile a Pedro Aguirre Cerda en 1938. Mientras tanto su vida familiar crece al nacer sus hijos Carlos (poeta conocido como Carlos de Rokha), Lukó (pintora conocida como Lukó de Rokha), Tomás, Juana Inés, José (pintor conocido como José de Rokha), Pablo, Laura y Flor. Varios de ellos murieron prematuramente: Carmen y Tomás, muy pequeños, mientras que Carlos y Pablo, murieron ya mayores y de manera trágica.

En 1944, el Presidente Juan Antonio Ríos, lo nombró Embajador cultural de Chile en América y el poeta inició un extenso viaje por 19 países del continente. Luego de constantes viajes, se enteró en una escala en Argentina que Gabriel González Videla ha sido elegido Presidente de Chile, quien dicta la Ley de Defensa de la Democracia y comienza un período de represión contra el Partido Comunista.

En 1949, el poeta volvió a Chile. Su esposa Winétt de Rokha llegó al país enferma de cáncer, para luego fallecer en 1951. En 1953 aparece Fuego negro, elegía de amor dedicada a Winétt.

En 1955, publicó Neruda y yo, ácida crítica al poeta, que es llamado plagiador, mistificador de los trabajadores y al cual clasificó de falso artista y militante.

En 1960, con Genio del pueblo se vuelve a sucitar la polémica con Pablo Neruda, satirizado bajo el seudónimo de Casiano Basualto. Pablo de Rokha continuó su vida embargado en el dolor y el recuerdo imborrable de su compañera Winétt. El dolor se agrandó con la muerte de su hijo Carlos en 1962, lúcido poeta de la época, aunque poco reconocido en la actualidad, los escritores, y en especial poetas, lo admiran en gran manera.

En 1965 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, del cual declara:

«Me llegó tarde, casi por cumplido y porque creían que no iba a molestar más».

El 19 de octubre de 1966, fue nombrado Hijo Ilustre de Licantén. En 1967, publicó el que fue su último libro editado en vida, Mundo a mundo: Francia.

El 10 de septiembre de 1968 y a los 73 años de edad, Pablo de Rokha se suicidó de un balazo en la boca, siguiendo el destino de su hijo Pablo, muerto meses antes, y el de su amigo Joaquín Edwards Bello, muerto ese mismo año.

Toda la amargura del poeta se puede expresar en la siguiente declaración con motivo de su Premio Nacional de Literatura:

«Mis impresiones en este momento son contradictorias. Cuando vivía Winett, mi mujer, y también mi hijo Carlos, antes de que la familia se destrozara, este galardón me habría embargado de un regocijo tan inmenso, infinitamente superior a la emoción que siento en este momento. Hoy para un hombre viejo, este reconocimiento nacional que indudablemente me emociona, no puede tener la misma trascendencia.»




ORACION A LA BELLEZA


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El mundo está llorando RECIÉN nacido, oh! divinidad del sueño, y tú arrullas maternalmente, maternalmente al pequeño idiota RUBIO, con el problema azul de las últimas canciones...



* * *



A compás del minuto evolucionas, y eres eterna e INMUTABLE; tu actitud asciende al PULPITO ideal de las estrellas y SANTIFICA los excrementos del asno, nivela los fenómenos, el bien y el mal; y tus pies, llenos de claridad, caminan sobre el dolor mineral de los pueblos colmando de verdades la milenaria y vil, errante voz «del animal HUMANO»



* * *



Conmoción religiosa, trágica, dyonisiaca de la substancia INNUMERABLE, espíritu del universo y pan del TRISTE, pan del TRISTE, belleza, raíz de Dios, —el temblor de su dedo enorme, la nocturna luz MUERTA de sus pupilas inexistentes—, mujer que enloqueciste con tus caricias al mas GRANDE de los poetas: Satanás.



* * *



Lo verdadero es múltiple y tú UNA y MUCHAS, MUCHAS; tus axiomas son absolutos frente a la vanidad del conocimiento, floreces por encima de la verdad y constituyes, sollozando, la VERDADERA sensación del COSMOS.



* * *



Ha treinta épocas, ha treinta épocas, tu ilusión temblaba en los ELEMENTOS del orbe. —ERES anterior a la materia,—hoy, iluminas el capullo irremediable de sus consecuencias, sus resultados conclusiones: el automovil A LA LUNA, la pálida locomotora hija de metales grises, la hulla y las aguas eximias y egregias, los aeroplanos errantes, y las oscuras multitudes, las oscuras multitudes, las oscuras multitudes revolucionarias conmoviendo LA SOCIEDAD con su ideal grandilocuente.



* * *


BALADA DE PABLO DE ROKHA



Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí; moriría si NO cantase, moriría si NO cantase; el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no puedo hablar, entono, pienso en canciones, no puedo hablar, no puedo hablar; las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen, e ignoro el sentido de mi flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias, labores, zafias, cuotidianas, prosaicas, y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar, cantar, cantar...—he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha!...



* * *



Los sofismas universales, las cosmicas, subterráneas leyes dinámicas, dinámicas me rigen, mi canción natural, polifónica se abre, se abre más allá del espíritu, la ancha belleza subconciente, trágica, matemática, fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad; cruzo las épocas cantando como un gran sueño deforme, mi verdad es la verdadera verdad, el corazón orquestal, musical, orquestal, dionysiaco, flota en la augusta perfecta, la eximia resonancia unánime, los fenómenos convergen a él, y agrandan su sonora sonoridad sonora, sonora; y estas fatales manos van, sonámbulas, apartando la vida externa, —conceptos, fórmulas, costumbres, apariencias,—mi intuición sigue los caminos de las cosas, vidente, iluminada y feliz; todo se hace canto en mis huesos, todo se hace canto en mis huesos.



* * *



Pus, llanto y nieblas lúgubres, dolor, solo dolor mamo en los roñosos pechos de la vida, no tengo casa y mi vestido es pobre; sin embargo, mis cantares absurdos, inéditos, modestísimos suman el pensamiento, TODO el pensamiento de la raza y la voz del instante; soy un país HECHO poeta, por la gracia de Dios; desprecio el determinismo de las ciencias parciales, convencionales, pues mi sabiduría monumental surje pariendo axiomas desde lo infinito, y su elocuencia errante, fabulosa y terrible crea mundos e inventa universos continuamente; afirmo o niego, y mi pasión gigante atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de la rutina.



* * *



Atardeciendo me arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica, y su oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra de los lagos he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las plantas y morir, los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se pone al fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las espigas van naciéndome, a media noche los eternos ríos lloran a la orilla de mi tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas;. . .«buenos días, buenos días árbol», dije al reventar la mañana sobre las rubias cumbres chilenas, y más tarde clamaba: «estrellas, SOIS estrellas, oh! prodigio...»



* * *



Mis pensamientos hacen sonar los siglos, todos los siglos; voy caminando, caminando, caminando musicalmente y mis actos son himnos, cánticos naturales, completamente naturales; las campanas del tiempo repican cuando me oyen sentirme; constituyo el principio y la razón primordial de todas las tonadas, el eco de mis trancos restalla en la eternidad, los triángulos paradójicos de mi actitud resumen el gesto, el gesto, la figura del super hombre loco que balanceó la cuna macabra del orbe e iba enseñándole a hablar.



* * *



Los cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma, sensaciones, grandiosidad de héroes y pequeñas costumbres modestas, simplisísimas, mínimas, simplisísimas de recién nacidos, aullan y hacen congojas enormes, enormes, enormemente enormes, sonríen, lloran, sonríen, escupen al cielo infame o echan serpientes por la boca, obran, obran lomismo que gentes o pájaros, dignifican el reino animal, el reino vegetal, el reino mineral, y son bestias de mármol, bestias, bestias cuya sangre ardiendo y triste, triste, asciende a ellos desde las entrañas del globo, y cuyo ser poliédrico, múltiple, simultáneo está en los quinientos HORIZONTES geográficos; florecen gozosos, redondos, sonoros en Octubre, dan frutos rurales a principios de Mayo y Junio o a fines de Agosto, maduran todo el año y desde nunca, desde nunca; anarquistas, estridentes, impávidos, crean un individuo y una gigante realidad nueva, algo que antes, antes, algo que antes no estaba en la tierra, prolongan mi anatomía terrible hacia lo absoluto, aún existiendo independientemente; ¡tocad su cuerpo, tocad su cuerpo y os ensangrentareis los dedos MISERABLES!.. !..



* * *



Ariel y Calibán, Egipto, Grecia, Egipto y SOBRE TODO Chile, los cuadrados países prehistóricos, Jesús de Nazareth, los cielos, las montañas, el mar y los hombres, los hombres, las oceánicas multitudes, ciudades, campos, talleres, usinas, árboles, flores, sepulcros, sanatorios, hospicios u hospitales, brutos de piel terrosa y lejano mirar lleno de églogas, insectos y aves, pequeñas, arminosas mujeres pálidas; el cosmos idiota, maravilloso, maravilloso, maravilloso, maravilloso orienta mis palabras, y rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo nidal, como el viejo nidal en donde anidan TODOS los gorjeos del mundo!...



GRAN MARCHA HEROICA


Arriba, un atrevimiento de águilas, abajo, el pecho del pueblo y en la línea definitiva, entre los altos y anchos candelabros de la Humanidad, y las trompetas que braman como vacas, entre naranjos y duraznos y manzanos que, como caballos, relinchan, entre barcos y espadas, rifles y banderas en flor, al paso de parada negro y fundamental de los héroes, tú y tu ataúd de acero.



La multitud descomunal y subterránea, abate en oleaje su ímpetu de serpiente y ataca su fantasma y su palabra, como un toro la estrella ensangrentada.



Caemos de rodillas en el gran crepúsculo universal, y lloran las sirenas de todos los barcos del mundo, como perritas sin alojamiento; se acabó la comida en los establos contemporáneos y el último buey se destapa los sesos, gritando; el bofetón del huracán, partiendo los terciopelos del Oriente, araña el ocaso y le desgarra el corazón a puñaladas, cuando el fusil imperial de la burguesía pare un lirio de pólvora y se suicida.



Al quillay litoral le desgarran la pana los relámpagos de las montañas, y tremendamente da quejidos de potrillo recién nacido en el estercolero, porque su conciencia vegetal naufraga en el aroma a sangre.



Canto de estatuas, grito de coronas, llanto de corazas y bahías, y el discurso funeral de los cipreses que persiguen eternamente lo amarillo, te rodean; nosotros, entre lenguas de perro y lágrimas elementales, no somos sino sólo fantasmas en vigencia; lo heroico, lo definitivo, la ley oscura de la materia en la cual todas las cosas se levantan y se derrumban con el único fin de engendrar padecimiento, emerge de ti, porque de ti, porque tú eres la realidad categórica; y cuando los pollitos nuevos del mar a cuya orilla enorme te criaste, pían al asesinato general del ocaso, los huesos de Tamerlán echan grandes llamas; escucho el funeral de Beethoven ejecutado por setecientos maestros de orquesta, frenar la tempestad, sujetándola, como el desnudo adolescente los caballos rojos de Fidias y el cielo está negro lo mismo que mi corazón; las espadas anchas, las anchas espadas que abrieron los surcos profundos que no cavaron los arados, las espadas embanderadas de historia, se te someten y te lamen como el perro del mendigo; cuadrigas y centurias, haciendo estallar el sol sonoro, al golpear la tierra hinchada con el eslabón de la herradura, levantan polvaredas de migración y el bramido de las lanzas es acusatorio y terrible debajo de la lluvia oscura como la mala intención o un cobarde; adentro de las campanas choca la luciérnaga rota con su farol a la espalda, llorando; huyendo del incendio general, leones y chacales se arrojan a la mar ignota y las serpientes repletas de furor se rompen los colmillos en las antiguas lanzas; un gran caballo azul se suicida; borrachos de sol y parición en generaciones del Dios pánico y dionysíaco, los sacerdos-escarabajos están gritando la maternidad aterradora en miel de pinares y resinas de gran potencial alcohólico, que debaten entre ramajes la violencia tremenda de la naturaleza; el Clarín del Señor de los Ejércitos empuña la espuela de oro de la gran alarma y los soldados.



Cargado por nosotros, marcha el féretro como una rosa negra o un pabellón caído, con espanto aterrador de fusilamiento; rajados a hachazos los pellines encadenados al huracán aúllan; tú eres lo único definitivo, hundida en tu belleza de pretéritos y de crepúsculos totales, caída en todo lo solo, herida por el resplandor de la eternidad deslumbradora, mientras errados, nos arrinconamos adentro de nuestras viejas negras chaquetas de perros.



Por el camino real que va a la nada marcharé (caballo de invierno), en las milenarias edades; hoy, mi espada está quebrada, como el mascarón de proa del barco que se estrelló contra lo infinito y soy el animal abandonado en la soledad del bramadero; perteneces al granero humano, tétrico de matanza en matanza, y te robaron de mis besos terribles; braman las campanas pateando la atmósfera histórica en la cual se degüellan hasta las dulces violetas que son como copitas de vino inmortal; la tinaja de las provincias echa un ancho llanto de parrones descomunales, gritando desde el origen.



Arde tu alma grande y deslumbradora como un fusil en botón y a la persona muerta la secunda la ciudadanía universal otorgándole la vida épica como a una guitarra el sonido; como un solo animal, acumular la eternidad, triste y furioso a tus orillas, es mi ocupación de suicida; como ola de sombra, el comercio-puñal de la literatura nos ladra al alma cansada y los cuatreros, los cuchilleros, los aventureros y el gran escorpión de la bohemia nos destinan su sonrisa de degolladores, echada en sus ojos de cerdo.



Sobre el instante, la polvareda familiar gravita y empuña el pabellón de los antiguos clanes; tu eres el escudo popular de los de Rokha: tronchados, desorientados, conmigo a la cabeza de la carreta grande, tirada por dos inmensos toros muertos, hijos e hijas, nietos y nietas, yernos y nueras dan la batalla contra la mixtificación tenebrosa y estupenda de los viejos payasos convertidos en asesinos; a miel envenenada hiede el ambiente o a calumnia y perro; los chacales se ríen furiosamente y tremendamente arañan la casa sola como sombra en el arrabal del mundo, allá en donde remuelen el pelele y la maldición, tierra de escupos y demagogia, llena de lenguas quemadas; porque mi desesperación se retuerce las manos como un reo que enfrenta los inquisidores, a cuya espalda chilla, furiosa la Reacción, como negra perra vieja en celo; andando por abajo, los degenerados nos aceitan y nos embarran el camino, a fin de que el cegado por las lágrimas dé el resbalón mortal y definitivo del que se desploma en el mar rabioso que solloza echando espuma y se derrumbe horriblemente.



Juramos pelear hasta derrotar al enemigo enmascarado en el enemigo del pueblo, al calumniador y al difamador con ojo pequeño de ofidio y las setenta lenguas ajenas de los testigos falsos, a la rana-pulpo-sapo del sabotaje; juramos solemnemente cortarnos y comernos la lengua antes de lanzarle al olvido; juramos los látigos de la venganza, porque es mentira la misericordia y no tememos atacar la eternidad frente a frente, ensangrentados como pabellones.



Tranco a tranco en el pantano del horror, vi destruir a la naturaleza en ti el esquema total de lo bello y lo bueno; como un niño loco, el espanto se ensañó en tu figura incomparable, que no volverá a lograr nunca jamás la línea de la Humanidad, y caíste asesinada y pisoteada por lo infinito, tú, que representabas lo infinito en la vida humana, y el sol de "Dios" en la gran tiniebla del hombre; caías, pero caía contigo el significado de lo humano, y en este instante todas las cosas están sin sentido, gritando, boca abajo, solas, y es fea la tierra; como a aquel infeliz cualquiera a quien le revuelven la puñalada en el corazón, el perro idiota de la literatura, vestido de obispo o caracol, levanta la pata y orina mi tragedia de macho, porque como todo lo hermoso, todo lo vertical, todo lo heroico se hundió contigo en el abismo, yo soy el viudo terrible, y acaso la bestia arcaica sublimándose en el intelectual acusatorio que da lenguaje a las tinieblas; como la naturaleza es descomunal y sólo lo monstruoso le incumbe íntegramente, su injusticia fue tenebrosa con tu régimen floral de copa y el destino te cavó de horror como a una montaña de fuego; sin embargo, como soy humano, no acepto tu muerte, no creo en tu muerte, no entiendo tu muerte y el andrajo de mi corazón se retuerce salvajemente y se abalanza contra la muralla inmortal, contra la muralla desesperada, contra la muralla ensangrentada, contra la muralla despedazada, que se incendia entre las montañas y sudando y bramando y sangrando, me revuelco como un toro con tu nombre sagrado entre los dientes, mordido como el puñal rojo del pirata; a la espalda aúllan las desorbitadas máscaras gruñendo entre complejos de buitre aventurero y trajes vacíos, en los que respiran las épocas demagógicas.



Entre los grandes peñascos apuñalados por el sol, sudando como soldados de antaño, roídos por inmenso musgo crepuscular y lágrimas de antiguas botellas, tú y la paloma torcaz de los desiertos lloran; mar afuera, en el corazón de flor de las mojadas islas oceánicas, en las que la eternidad se agarra como entraña de animal vacuno a la soledad de la materia y el gemido de los orígenes gravita en la gran placenta del agua, tú das la majestad al huracán por cuyos látigos ruge la muerte su secreto total, tremendo; encima de los carros de topacio del crepúsculo, tirados por siete caballos amarillos, cruzados de llamas como Jehová, tú eres el balido azul de los corderos; aquí, a la orilla de tu sepulcro que ruge, terrible, en su condición de miel de abejas y de pólvora, haciendo estallar el huracán sobre los viejos túmulos que tu vencidad obliga a relampaguear, tú empuñas una gran trompeta de oro, tal como se empuña una gran bandera de fuego y convocas a asamblea general de muertos, a fin de arrojar la eternidad contra la eternidad, como dos peñascos; emerges de entre toneles, como la voz de las vasijas, y la gran humedad del pretérito, que huele a fruta madura y a caoba matrimonial, enarbola su pabellón en el corazón de las bodegas, cuando yo recuerdo tu virginidad resplandeciente...



Condiciona sus muchedumbres la mar-océano del Sur y tu multitud le responde terriblemente; yo estoy sentado a la orilla del que tanto amabas mar, y la oceanidad da la tónica al gigante dolor que requiere inmensidades para manifestarse y el lenguaje de la masa humana o la montaña incendiándose; remece sus instintos la inmensa bestia oceánica y el crepúsculo ensangrienta la bandera de los navíos y el cañón funeral del puerto; el mar y yo bramamos, el mar, el mar, y crujen los huesos tremendos de Chile, cuando con mi caballo nos bañamos solos en la gran soledad del mar y el mar prolonga mi relincho con su bramido por todas las costas, desde las tierras protervas de Babilonia al Mediterráneo celestial de las tuyas glicinas y a los sangrientos mares vikingos, o arrastra mi voz tronchada y sangrienta como un capitel roto y mi lenguaje de campanario que se derrumba en la gran campana del mar, con tu recuerdo gimiendo adentro; rememoro nuestro matrimonio provincial-marino y la carrera desenfrenada, desnudos, sobre la arena y el sol; es la mar soberbia, la mar oscura, la mar grandiosa en la cual gravita el estupor horizontal de humanidad que azota los vientres de las madres y relumbran las panoplias huracanadas de los viejos guerreros de hierro, que ascienden y descienden por las arboladuras como un tigre a una antigua catedral caída; lagrimones de acordeones, de leones y fantasmas dan al pirata el relumbrón de los atardeceres y el tajo del rostro atrae el sable crepuscular hacia la figura agigantada; el ron furioso da gritazos y mordiscos de alcohol degollado a la tiniebla aventurera y la pólvora roja es rosa de llamas rugiendo con perros y espadas entre la matanza histórica, adentro de la cual nosotros dos rajamos el cuaderno de bitácora sobre el acero acerbo del pecho, que es pluma y rifle, Luisita; asomándome a la descomunal profundidad heroica, veo lo eterno y tu cara en todo lo hondo; naufragios y guitarras y el lamento del destierro en los archipiélagos sociales del Tirreno y el Egeo, se revuelve a la bencina cosmopolita de los grandes Imperios de hoy, con sus navíos y sus aviones sembrando la sangre en los mares: pero el tam-tam de los tambores ensangrentados me desgarra el cerebro; sin embargo, hay dulzuras maravillosas, y te vuelvo a encontrar en esta gran agua salada por el origen y el olor animal del mundo, con tu melena de sirena clásica y tu pie marino de conchaperla y aventura.



Braman las águilas del amor eterno en nosotros...



El huracán del amor nos arrasó antaño, y ahora tu belleza de plenilunio con duraznos, como llorando en la grandeza aterradora, contiene todo el pasado del ser humano; truenan las grandes vacas tristes del amanecer y tú rajas la mañana con tu actitud, que es un puñal quebrado; fuiste "mi dulce tormento" y ahora, Winétt, como el Arca de la Alianza o como Dionysos, medio a medio de los estuarios mediterráneos y el de los sargazos mar, entre el régimen del laurel y el dolorido asfodelo diluído en la colina acumulada de los héroes, hacia la cual apunta el océano su fusilería y desde la que emergen los pinos solarios, tú, lo mismo exacto que a una gran diosa antigua de Asia, la eternidad bravía te circunda; galopan los cuatro caballos del Apocalipsis, se derrumban las murallas de Jericó al son de las trompetas que ladran como alas en la degollación y el Sinaí embiste como el toro egipcio, cuando tu paso de tórtola hiende los asfaltos ensangrentados de la poesía, gran poetisa-Continente; y las generaciones de todos los pobres, entre todos los pobres del mundo, te levantan bajo los palios llagados del sudor popular en el instante en que tu voz se distiende, creciendo y multiplicándose como el oleaje de los grandes mares desconocidos, a cuya ribera los hombres crearon los dioses barbudos del agro y los sentaron y los clavaron en las regiones acuarias, que eran el llanto de fuego de los volcanes; como fuiste tremendamente dulce, graciosamente fuerte, pequeñamente grande con lo oscuro y descomunal del genio en un régimen de corolas, el hijo del pueblo te entiende; tenías la divina atracción del átomo, que, al estallar, incendia la tierra, por eso, adentro del silencio mundial, yo escucho exactamente a la multitud romana o babilónica, arreada y gobernada a latigazos, a las muchedumbres grecolatinas que poblaron Marsella de gentes que huelen a ajo, a prostitución, a guitarra, a conspiración, a sardina y a cuchilla, a tabaco y a sol mojado y caliente como sobaco, a presidio, a miseria, a heroicidad, a flojera o a tristeza, al vikingo ladrón, guerrero, viril y sublime en gran hombría y a los beduinos enfurecidos por el hambre y los desiertos del simoum, áspero y trágico, y te adoro como a una antigua y oscura diosa en la cual los pueblos guerreros practicaban la idolatría de lo femenino definitivo y terrible; forrado en cueros de fuego, montado un caballo de asfalto, yo voy adentro de la multitud, como una maldición en el cañón del revólver.



Románico de cúpulas y óperas el atardecer de los amantes desventurados me encubre, y cae una paloma negra, Luisita-azúcar.



Soplan las ráfagas del dolor su chicotazo vagabundo y la angustia se clava rugiendo, en fijación tremenda, como un ojo enorme que quemase, como una gran araña, como un trueno con el reflejo hacia adentro y la quijada de Caín en el hocico; es entonces cuando arde el colchón con sudor oscuro de légamo, cuando la noche afila su cuchilla sin resplandor, cuando el volcán destripa a la montaña y se parte el vientre terrible, que arroja un caldo de llamas horrendo y definitivo, cuando lloran todas las cosas un llanto demencial y lluvioso, cuando el paisaje, que es la corbata de la naturaleza, se raja el corazón de avena y pan y se repleta de leones; sin embargo, medio a medio de la catástrofe, se me reconstituye el ser a objeto de que el padecimiento se encarne más adentro y la llaga, quemada por el horror, se agrande; con tu ataúd al hombro, resuenan mis trancos en la soledad del siglo, en la cual gravita el cadáver de Stalin, que es enorme y cubre el Oriente en mil leguas reales a la redonda, encima de un carro gigante que arrastran doscientos millones de obreros; semejante a una inmensa cosechadora de granjeros, la máquina viuda de los panteones degüella las cabezas negras y la Humanidad brama como vaca en el matadero; yo arrastro la porquería maldita de la vida como la pierna tronchada un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda, en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano desde que te vi agonizar defendiéndote, perseguida y acosada por la Eternidad como una dulce garza por una gran perra sarnosa; como con asco de existir, duermo como perro solo encima de una gran piedra tremenda, que bramara en el desierto, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra y quisiera que un dolor físico enorme me situase a tu altura, medio a medio de este gigante y negro desfile de horror del cual estalla mi cabeza incendiándose como antigua famosa posada de vagabundos; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre; por degüellos y asesinatos camino, y ando en campos de batalla, estoy mordido por buitres de negrura, y es de pólvora y de lágrimas, Luisita-Amor, el gran canasto de violetas, con el cual me allego a tu sepulcro humildemente; a mi desesperación se le divisa la cacha del arma de fuego, Luisita-Amor, cuyos grandes frutos caen...



Éramos Filemón y Baltis de Frigia y el grito conyugal del mundo, pero se desgarró una gran cadena en la historia y yo cruzo gritando a la siga del mí mismo que se fue contigo para siempre nunca, esta gran sonata fúnebre de héroes caídos...



Belleza, prolongación de LO INFINITO y COSA inútil, belleza, belleza, madre de LA SABIDURIA, colosal lirio de aguas y humo, aguas y humo sobre un ATARDECER, extraordinario como el NACIMIENTO de un HOMBRE... —¿Qué quieres conmigo, belleza qué quieres conmigo?.. ... ...



ESTILO DEL FANTASMA



Ya por añejos vinos,

corre sangre, corren caballos negros, corren sollozos, corre muerte,

y el sol relumbra en materias extrañas.

Sobre el fluir fluyente, abandonado, entre banderas fuertes,

sujeto tu ilusión, como un pájaro rojo,

a la orilla de los dramáticos océanos de números;

y, cuando las viejas águilas,

atardecen tus pupilas de otoño, llenas de pasado guerrero,

y el escorpión del suceder nos troncha la espada,

mi furiosa pasión,

mi soberbia,

mi quemada pasión,

contra "la muerte inmortal", levantándose, frente a frente,

enarbola sus ámbitos,

la marcha contra la nada, a la vanguardia de aquellos ejércitos tremendos,

en donde relucen las calaveras de los héroes.

Si, el incendio en las últimas cumbres;

guarda las lágrimas en su tinaja el vendimiador de dolores,

y sopla un hálito como trágico,

de tal manera ardido y helado, simultáneamente;

suena el miedo, de ser, entonces.

Encaramados a todos los símbolos,

feas bestias, negras bestias nos arrojan fruta podrida, cocos de tontos y obscuras imágenes hediondas,

y los degeneras de verula,

vestidos de perras,

largan amarga baba de lacayos sobre nosotros;

es, amiga, la familia del mundo,

no, es la flor del estiércol, es la flor, es la flor morada y rabiosa de la burguesía;

pero a la medida que nos empequeñecemos de años y de llantos, para bajar hacia la montaña de abajo,

y la figura de la verdad nos marca la cara,

avanzan hijos e hijas, retozando la historia, derrochando, derramando

grandes copas dulces, y el vino y la miel rosada de la juventud, se les caen

como la risa a la Rusia soviética;

tú y yo nos miramos y envejecemos, porque nos miramos,

y porque el arte patina las cosas,

levantando su ataúd entre individuo e infinito.

Ahora, si nosotros nos derrumbamos,

con todo aquello que nos amamos y nos besamos, mutuamente, cargados de vida,

y en lo cual radicó el honor de la existencia,

va a ser ceniza la figura del sexo y de la lengua y del pecho y del corazón, que ya alumbra,

y en los pies estará todo el peso del mundo,

y ya nos vamos llegando, aproximando a la órbita, llenando de dispersión, colmando sombra,

y tu belleza batalla contra tu belleza...

Emigran las golondrinas desde tu pelo de pueblos;

el tiempo de las cosechas del trigo y el vino

flamea en tu corazón cubierto de huevos de tiempo y manzanas,

Emigran las golondrinas desde tu pelo de pueblos;

el tiempo de las cosechas del trigo y el vino

flamea en tu corazón cubierto de huevos de tiempo y manzanas,

es decir, como tarde, cuando la tarde arrea sus rebaños;

nosotros dos, nosotros, cómo nos morimos, y cómo,

en ti la niña marchita, tan linda,

entristece de dignidad feliz a la mujer hermosa y profunda, como un carro de fuego,

en mí, el adolescente agresivo y estusiasta,

yace en este animal desesperado, con pecho tremendo, que agita la dialéctica;

país de soledad, adentro del cual golpea y revienta el océano,

y es una enorme isla, tan pequeña, que da espanto, y gira rugiendo,

porque dos criaturas están abrazadas;

huele a agua mojada, a paloma amarilla, a novela, a laguna, a vasija de otoño,

y un horizonte de suspiros y sollozos

suspende una gran tormenta sobre las nuestras cabezas;

el pájaro pálido de las hojas cedas

aletea a la ribera de los recuerdos, entre los braseros arrodillados,

y retornan las viejas lámparas del pretérito,

la angustia resplandece, como una virtud, en nosotros,

y el terror de los proletarios abandonados

nos raja el pecho, desde adentro como con fuego tremendo.

Imponente como la popa de un gran barco,

amarillo y espantoso de presencia,

el sol inicia la caída definitiva, tranco a tranco, como el buey de la tarde eterna;

besos de piedra,

todas las máscaras de dios se despluman,

y caen destrozados los penachos;

un ataúd de fuego grita desde el oriente.

Obras
]Versos de la infancia, 1916.
Sátira, 1918.
Los gemidos, 1922.
Cosmogonía, 1925.
U, 1926.
Heroísmo sin alegría, 1927.
Ecuación, 1929.
Jesucristo, 1935.
Oda a la memoria de Máximo Gorki, 1936.
Moisés, 1937.
Gran temperatura, 1937.
Cinco cantos rojos, 1938.
Morfología del espanto, 1942.
Canto al ejército rojo, 1944.
Poemas continentales, 1945.
América: los cinco estilos del Pacífico, 1948.
Arenga sobre el arte, 1949.
Carta Magna del continente, 1949.
Fusiles de sangre, 1950.
Funeral por los héroes y los mártires de Corea, 1950.
Fuego negro, 1953.
Arte grande o ejercicio del realismo, 1953.
Antología, 1954.
Neruda y yo, 1955.
Idioma del mundo, 1958.
Genio del pueblo, 1960.
Acera e invierno, 1961.
Canto de fuego a China Popular, 1963.
China Roja, 1964.
Estilo de masas, 1965.
Mundo a mundo: Francia, 1967.
El amigo Piedra, 1989.

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