Por
Nathalie Moreno Arqueros
¿Por
qué deberíamos leer a Jorge Teillier? Tal pregunta me remite a la misma
situación incómoda si me preguntaran por qué deberíamos leer poesía: no sé.
Afortunadamente, hay gente sabia que conoce mucho de literatura, y que podrá demostrarte
que el mundo es mejor cuando los ciudadanos se nutren de poesía como de pan. Sin
embargo, mi ignorancia tiene el tamaño de una catedral, si no más, así es que
no puedo aportar mucho en tal sentido. Entonces, ¿por qué deberías perder tu
tiempo leyendo el relato del camino que me ha acercado a la poesía de Teillier,
a sabiendas de la torpeza de mis pasos y la humildad de mis hallazgos? Quizás
la respuesta se halle en el misterio de averiguar por qué yo –bruta rematada- me lanzo al vano intento de hablar de los
versos de un poeta tan enorme como discreto. Quien sospeche de mi parte una
vocación suicida, no andaría tan perdido.
Salvo por una precisión: prefiero fracasar, a no intentar compartir un
fuego.
No resulta fácil recorrer la poesía de Jorge
Teillier. Quizás por eso, a pesar de su solidez e inmensidad, es tan poco
conocido. Hay poetas que se dejan caminar con soltura; que puedes internarte en
ellos con lo puesto. No es el caso de Teillier. No ha sido mi caso, al menos.
Los gallos me despiertan
y sus cantos
prometen ayudarme a alzar la
casa (1)
La poesía siempre ha sido para mí un farol y los
poetas, generosos y discretos compañeros de ruta, en la penumbra de vivir.
Todos los que he conocido (en ese encuentro tan particular que tiene lugar
cuando lees las páginas que han dejado escritas), han traído algún regalo para
mí. Por eso Teillier estaba en mi lista de lecturas pendientes, en variopinta
compañía. Además, unas cuantas personas que admiro, lo tenían entre sus poetas
favoritos, lo cual venía a reforzar mi interés (soy una convencida que el amor
por la lectura sólo puede nacer del amor y la admiración a una persona que lee).
Sin embargo, cada vez que lo intenté, fracasé.
Se empieza a saber
que sólo sirven las lámparas
que congregan a las sombras (2)
En diversas ocasiones quise adentrarme en el
bosque de sus palabras y sólo conseguía salir de ahí confusa y desorientada. La
poesía de Teillier (quizás como él mismo) no se captura en un rápido vistazo.
Por el contrario, requiere tiempo y paciencia. Tiempo para caminar lentamente y
detenerte en cada palabra escogida, y en la combinación de ésta y su compañera
que comienzan a resonar dentro de ti. Paciencia, hasta escuchar el eco que
producen, no un eco vociferante (Teillier jamás grita) sino el rumor de quien
no puede hablar sino en voz baja.
Estas palabras quieren ser
un puñado de cerezas,
un susurro -¿para quién?-
entre una y otra oscuridad (3)
Podría
enumerar aquí los diversos adjetivos con los que los expertos califican y
caracterizan su poesía: lárica, testimonial, mítica, entre otros. Y están muy
bien. Pero… a posteriori. Con ello
quiero decir que, antes de la cátedra, a Teillier se lo debe escuchar en la intimidad;
permitirnos, de algún modo, el tiempo y paciencia necesarios para que sus
palabras pueblen nuestra soledad. Al principio una palabra nos llamará la
atención. Luego quizás una frase. Luego vamos a nuestros quehaceres y al
atardecer, antes de dormir, volvemos a algún recodo, a algún poema o
simplemente a un título. Yo siempre vuelvo y me detengo en las palabras con que
bautizó uno de sus primeros textos: Para ángeles y gorriones. Se lee tan rápido
y fácil y, sin embargo, basta que esperemos unos segundos para darnos cuenta de
que el sentido de sus palabras ya no nos parece tan claro como al principio;
unos segundos más para dudar de lo evidente y sospechar que Teillier nos quiere
mostrar algo más; para tener una cierta inquietud que nos punza como si
hubiéramos pasado algo por alto, cual torpes aprendices que nos hemos detenido
en la punta de su dedo y no en lo que intenta señalarnos. Entonces, sugiero
escuchar de nuevo. Escuchar tantas veces como sea necesario. Hasta entender. Acaso
leer, como si se frotaran inútilmente dos piedras y perseverar en el intento,
movidos –si les sirve- por una sólida convicción: la certeza de que esta
orangutana se maravilló ante la chispa de sus palabras, e ignorante y todo,
conseguí un fuego que ha abrigado mi alma desde entonces.
palabras, palabras –un poco de
aire
movido por los labios-
palabras
para ocultar quizás lo único
verdadero:
que respiramos y dejamos de
respirar.(4)
Referencias
Fotografía de portada, tomada de
www.dailymail.co.uk
Todos los extractos de poemas han sido tomados
del libro LOS DOMINIOS PERDIDOS, Editorial Fondo de Cultura Económica (FCE),
2013, selección de Erwin Díaz y prólogo de Eduardo Llanos. En las notas de los
poemas, se hace referencia al libro del cual formaron parte originalmente y el
número de página en que aparecen en el libro del FCE
(1) Fragmento. CRÓNICA
DEL FORASTERO. FCE Pág. 64
(2) Fragmento. CRÓNICA
DEL FORASTERO. FCE Pág. 73
(3) Fragmento de “Estas
palabras”. PARA UN PUEBLO FANTASMA. FCE Pág. 105
(4) Fragmento de
“Despedida”. EL ARBOL DE LA MEMORIA. FCE pag. 43
4 comentarios:
Me encantan tus escritos! felicitaciones
Felicitaciones!! como siempre excelente el artículo.
Bella forma de admirar la poesía. Me encantó tu crónica.
Bella forma de admirar la poesía. Me encantó tu crónica.
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