Las cartas de amor de Mistral y Doris Dana
"Niña errante", que publica la Biblioteca Nacional y Random House-Mondadori, abarca la correspondencia desde 1948 a 1956.
April 21 st, 1949
Mi amor:
[...]
Cuando veo el color de verde de la primavera, pienso «esto es
especial, es sacrado para mí, esto color, porque quizás en esto momento
mi amor ve el mismo color -y quizás ella siente las mismas
emociones inexplicables, inefables y misteriosas- en esto momento.
Yo veo una flor, y recuerdo de unas flores que tú me has dado,
sin palabras, en nuestro coche, en San Juan de Cocomatepec. Y súbitamente,
con esto recuerdo, toda [...] es una flor, ofrecido, dado
por tu mano. Veo el cielo, recuerdo millones de cielos sobre la cabeza
más querida en el mundo. Y pienso «este mismo cielo toca a la
cabeza de mi querida», y yo mando a ti un beso, un toque tierno y
pasionado por los nubes que pasan, que tal vez van a verte pronto en
[...]. Y tengo celos de estos nubes que pueden verte más pronto que
yo. Y el viento -el viento me abraza- y yo ruego al viento «abraza
a ella para mí, haga que ella que es mi abrazo, tierno, y pasionado».
Yo me pongo en el viento y en la lluvia tierna, para que estos, viento
y lluvia, pueden abrazarte y besarte para mí.
Doris Dana
24 de noviembre de 1949
Doris Mía:
[...]
A mi edad, se sabe una cosa que los jóvenes parecen ignorar:
que es preciso vivir la dicha hasta que ella se va o se agota; que
es estúpido abandonarla por lo que sea: negocios, cortesías familiares,
turismo, etc. Que lo divino no se ha de romper, quebrar,
postergar. Porque todo daña al amor, excepto él mismo. Todo es
duro agrio e insípido, tonto y robado menos Él mismo. Todo es
basura, desperdicio, chatez, vulgaridad, plebe, menos Él mismo.
Ojalá si eso divino dura en ti, tú te aprendas esto. Es lo único que
te falta entender. Tú entiendes de este mundo casi todo, Doris
Mía, «fenomenito» en el «espíritu de sutileza».
Procuro cuidarme para ti. Yo no tengo razón de vivir. Cuando
llegaste, yo no tenía nada, parecía desnuda, y saqueada, paupérrima,
anodina como las materias más plebeyas. La pobreza pura y el tedio
y una viva repugnancia de vivir. Todo lo has mudado tú y espero
que lo hayas visto. [...]
Un abrazo tierno, Gabriela
1954
Doris querida:
[...] La única ambición que yo tengo hoy es la de tener una casa
donde no me hiele. Pedir la calefacción, no anda porque yo sé
que los patrones quieren ahorrarse eso. Procura tú, comprar un
calentador para este cuarto nuestro. O llévame a lugar tibio. Yo
no lo veo. ¿Florida? ¿Y qué hago allá solita y entregada sólo a mi
niñito-fantasma y a algunas feministas? Dime lo que debo hacer;
pero dímelo sin cólera. Y dime a la vez si, muerta yo, te serviría
de algo esa casa de Florida, pequeña pero bonita... La compraríamos
a nombre de las dos, naturalmente. Podríamos ensayar de ver
Florida. Aunque me pone miedo aquello de los ciclones. ¿No es
mejor, dear, Nueva Orleans para el frío?
Pero si tú no quieres dejar tu casa, cómprame, repito, un calentador
y quedamos aquí. Sé franca. Nunca lo eres con tu pobre
indita. ¿Por qué?, ¿por qué? Dímelo, por favor. [...]
Tu Gabriela tuya
31 de noviembre de 1949
Doris,
[...]
Yo estoy haciéndote un llamado a la piedad. Tú sabes que no
tengo orgullo, pero ese papel a la lástima no es cosa de mi uso,
Doris Dana.
Tal vez el caso tuyo actual sea el de que el amor que me diste ha
pasado a otro y es a estas horas la dicha de otro.
Yo prefiero saberte feliz y plena a saberte sola y vacía. Tú mereces
la felicidad como pocos seres y tú no debes crear en el dolor
como yo sino en la dicha, que también es creadora, Doris Dana.
Me duele no conocer a ninguna amiga tuya que pudiese decirme
cómo estás, cuál es tu salud y qué trabajo haces.
Y no hay nadie, nadie, de las gentes de aquí que pueda recibir
tus noticias y dármelas.
Pero, así y todo, te pido no escribirme. Déjame curarme, déjame
reaprender mi pobre vida de antes.
Y no me hagas la ofensa gratuita de atribuir todo esto a la presencia
de Emma Godoy aquí. Te lo repito por última vez: yo no soy
la bestia de mera calentura física que tú has visto en mí.
Doris Dana: yo he pagado mi culpa. Mi culpa fue forzarte al
amor, llevarte a él sin que hubiese una sola chispa en ti de amor.
Esto es lo que he pagado. Tú nunca habrías hecho lo que yo hice
por tenerte. Pero eso no fue hecho por otra cosa, fue un amor violento
de alma y cuerpo.
Gabriela
15 de agosto de 1949
Doris querida ,
[...]
Tu reserva conmigo, cosa para mí imperdonable, me cierra
ahora la boca. Yo aceptaré perderte sin decirte un ¡ay! De ayes
está llena mi garganta, Doris Dana, pero yo no soy un romanticón
ni un sentimentaloide. Yo voy a callar y a dejar tu vida libre. Tal
vez lo que tú has buscado en estos días es sólo eso: recobrar tu
libertad entera. (Tú eres de una raza libertaria y yo de una raza
esclavista.)
No llores por esta carta. Me es más fácil, mi amor, escribir que
hablar estas cosas.
Tu Gabriela. Tuyo
Septiembre de 1952
Doris mía : [...]
El asunto Ibáñez, vida mía, me ha hecho una impresión horrible,
Él y su segundo, Torreblanca, son mis peores enemigos y
han vuelto los dos. Para resolver o no mi jubilación, necesito de ti.
Comunica a quien sea necesario que vamos rectamente hacia un
fascismo militar y civil. (La mujer Guevara [Matilde Ladrón de Guevara] está ya organizando a
las mujeres.) Todo lo que acabo de leer -y es mucho- todo es de
un fascismo directamente dirigido a tu país, como una flecha. Pero
esto mismo tiene, a la vez, entraña comunistoide. Debes seguir «los
pasos» de esa mujer que viaja mucho ahora a la Argentina.
[...]
Toda tuya,
Gabriela
April 21, 1949
Preciosa ,
[...]
Vida mía, no sé qué debo decir sobre tus preguntas respecto a
dónde podemos ir. Sobre todo quiero tu felicidad! No sé si de veras,
tú podrías ser feliz en los Estados Unidos. Si tú regresas a Santa
Bárbara o a otro lugar en EE.UU. tú vas a ser más feliz que antes
-porque tú eres libre ahora de la maldad, la brujería venenosa de
Coni [Saleva]- y tú tienes a mí. Yo tengo muchas faltas, chiquita,
muchas faltas. Yo no soy nada. Soy un ser muy pobre para ti,
pero, al pesar de esto, no tengo maldad, y, tal vez, tú puedes vivir
conmigo una vida más alegre, y más segura (con más confianza).
[...]
Te quiero -linda- y todas mis esperanzas viven en ti. ¡Cuídate
para mí! ¡Come! ¡Duerme!
Yo
veo a retratos tuyos -yo leo otra vez tus cartas- y, para mí,
todo el aire de Nueva York es lleno, lleno, lleno, de ti. Tú estás
en mi sangre. No hay nada que pueda hacer sin ti, porque tú vivas
conmigo. Y a cado rato yo pienso del edificio tan cerca, en lo
cual he visto a tus ojos por primera vez, hace tres años. Nunca en
mi vida puedo olvidar la conferencia famosa de Barnard. Nunca
he olvidado esto.
[...]
Duerme, duerme bien -te quiero- tú eres mi esperanza. Mañana
voy a leer otra vez tus cartas, y voy a contestar las cosas que
no he contestado hoy. Cuídate, para nosotros.
Tu «amor mío», tu hijita que siempre te quiere, ¡¡para siempre!!
[Doris]
6 de agosto de 1952
Doris mía : hoy, de tarde, llegará Palma. Eso parece; con ella nunca
se sabe. Y pasado mañana parece que llega Gilda. Tanto que me
habrían servido en estos días de la crisis -¿histérica?- de Alone.
Este mal hombre ha vivido en esta casa sólo su noche y al final
ni aun la noche. Yo le había escrito y dicho que si le faltaba dinero
yo se lo daría. Tiene toda la soberbia chilena más la de los jueces
literarios (críticos). Usaba en la casa solamente la cama. Salía de
mañana antes del desayuno y no regresaba sino de noche. Nunca
lo he visto leer ni comprar un solo libro ni una sola revista. Aun
pobrecita, yo, con mi jubilación suprimida, nunca dejé de leer en
Italia. Él, ni aun el periódico leyó...
Tú recuerdas lo del escándalo que lo hizo salir de Chile. No
puedo pensar sino que aquí ha hecho la misma vida y nunca sabré si
esta partida suya violenta y sin despedirse, como un patán, venga de
que la policía lo haya descubierto en algo... Pero le vi al final unos
ojos de odio chileno. Tendré en él un nuevo y tremendo enemigo.
A ti te quiso y las dos veces en que te nombró su cara se iluminaba
por una sonrisa de cariño. (Tú eres, Doris, una tremenda
coqueta, hasta para esos solterones que odian a las mujeres.)
[...]
Un abrazo Gabriela
1953 Sueño con Yin Yin
Chiquita Doris : [...] De pronto, yo he tenido esta noche una presencia de Yin que me ha despertado bruscamente.
Yo he soñado a Yin de una manera penosa para mí. Él me
ha dicho que yo lo he olvidado y me desperté bruscamente y me
he quedado pensando muchas cosas. Al fin he quedado viendo
-creo- la razón de esto. La cara de él era muy seria y me hablaba
pero yo no le he entendido. Me decía que yo no tenía nada de él
conmigo ni la casa donde él vivió conmigo. No sé decirte y no sabré
contarte su cara y la expresión de ella. Por fin yo le dije: ¿Qué
quieres chiquito? ¿Es verdad que has venido, que eres tú? Y, con
la misma expresión que no sé expresar me dijo: No tienes nada de
lo que tenías para acordarte de mí.
A mí se me trabó la lengua. Yo sólo miraba su rostro, el mismo
suyo, que he visto varias veces, en el sueño siempre. Pero esto era
tan fuerte esto que, como siempre cuando lo veo en sueño. Le dije
como otras veces:
Tuve valor para hablar y me senté en la cama.
Había bajado la cara y así y así me dijo: Vas a vender todo lo
que era mío y te vas a olvidar de mí.
Yo no podía más y le dije con un habla que no parecía de mí:
Chiquito, eres tú, ¿por qué me hablas así? Quería yo y no podía
hablarle claro sino como cuando se balbucea. Yo temblaba y quería
y no podía pensar si le respondía o no. Él seguía fijo, fijo, mirándome.
Le dije al fin con un habla cortada de puro miedo: Tú no
quieres que yo venda eso. Siguió: Buda has perdido todo lo mío y
no tienes nada. Y aquí, en este punto ya no pude más hablarle. Estuvo fijo y no sé cómo desapareció. [...]
De sus palabras no entiendo sino esto: que yo me he separado
de él, porque yo iba a su sepultura con frecuencia en mi país, y
aquí le rezo mucho menos. Pero además, te lo digo con toda verdad,
nunca me había hablado así, como celoso, con un tono nada
cariñoso, Doris. [...] Tu Gabriela
15 de diciembre de 1952
Doris silenciosa y alejada.
[...]
Yo pediré a Nueva Orleans, Florida o Tacna. Contaron que ya
está ocupado. Eso era estar al lado de Chile. Tal vez tienen miedo
de esto porque Ibáñez debe recordar bien que él me echó del
servicio. Nadie puede saber el efecto que tiene en mí el perderte,
Dana. Es realmente caer en un pozo vacío y negro: es algo que se
parece mucho a la muerte. [...]
El Señor te guarde,
Tu Gabriela
21 de mayo de 1949
Cara Doris:
[...]
Me parece tonto y vano contarte la vida que ha sido la mía en
las dos semanas de tu silencio. Es vano porque tú, a pesar de tu inteligencia
y tu sutileza no has comprendido ni la a de mi temperamento.
Sólo viste en mí el lado de niño estúpido y carente de toda
lógica. No has conocido la naturaleza primitiva, no civilizada, que
me llevó siempre a pedir a los seres que quise una total limpieza del
alma y el cuerpo y una absoluta lealtad. Por esto me quedé solo.
Pero, aun cuando sea tan espantoso perder a los seres queridos,
voy a morirme como vine, bajo el signo de lo Absoluto. No todo es
en mí infancia y torpeza, Doris; hay también una adultez recóndita
que en el momento dado me hace ver y palpar toda la realidad. Es
el caso presente.
Lo que pierdes en mí son muy pocos años de amistad terrestre.
Y esto mismo lo pierdes a medias. Porque yo te pido contar conmigo
en cualquier situación dura que se te presente. El afecto que
tú me has tenido ha sido, según la propia expresión tuya, filial. No
quemes eso también, no lo arrojes de ti por orgullo herido. Escríbeme
en cualquier caso de emergencia.
Pero yo te ruego que no me escribas sino por una razón de esa
especie. Y te pido igualmente no venir a Jalapa. Mi ánimo está
muy trabajado por los días pasados. Me harías mal y tú no quieres
hacérmelo. (Un mal moral muy fuerte y el daño físico correspondiente
a él.)
Tu psicología es cabal para la gente de tu raza; pero ello ha
errado enteramente con este ser elemental, sin matices y brutalmente
sincero, que llama al pan pan y al vino vino. Te engañaron
mis horas y mis días de sonambulismo. Yo recobré por
unos meses contigo, mi fe en lo humano; yo creí, yo confié, yo
me di. La caída ha sido tremenda. Necesito ahora rehacer mi
espíritu y también mi cuerpo. Así, en soledad y en silencio. No
intentes tú, con esa piedad que en ti reemplaza al amor, rehacer
lo dañado y zurcir lo roto. Yo no sirvo para esa clase de manipulaciones.
La piedad te falló esta vez; no supiste que una criatura puede
deshacerse, estropearse, en unos cuantos días de angustia pura
(absoluta).
Es cierto que eres muy joven y que tienes mucha fe en ti y en el
poder del encanto no poco misterioso que Dios puso en ti y que
obró sobre mí.
Pero la verdad es que lo vivido por mí contigo era algo tan absurdo
-y tan perfecto- que no podía durar. Era de un absurdo
descomunal.
[...]
Me parece un sueño el que yo tenga que escribir una carta
como la que estoy haciendo para ti. Yo te he visto ser con todos de
una extremada cortesía, y ser además una persona bondadosa. No
sé por qué causa yo vivo esta pesadilla de que tú me rehúses una
carta de diez líneas, diciéndome qué cosa ocurre.
Sea que hayas reanudado tu relación con el psiquiatra, o con
M.M., es asunto de mera humanidad escribir, responder a una persona
que no te ha ofendido ni en pensamiento. Ay, Doris Dana, ¡no te
hagas un Karma doble con esta crueldad que no tiene superlativo!
He visto un verdadero examen de conciencia y no hallo en mí
sino una culpa: haber creído, a base de la coquetería que tú tienes
con casi todos, que había en ti algo parecido al cariño por mí y
haber obrado en consecuencia con eso. Debiste tú haberme dado
una rehúsa neta e inmediata. No hubo nada parecido a eso. Tal vez
comenzaste un juego conmigo cuyo calificativo prefiero no estampar.
No se juega así con seres de mi especie; creo que nadie hizo
nunca conmigo algo semejante.
Y por esto y por mucho más, yo vivo ahora en un verdadero
estupor, en un asombro del cual no logro salir. Parece una burla
que me hiciese el Demonio. [...]
Quemados el sentimiento y la pasión, yo guardaré hacia ti un agradecimiento
profundo de la ayuda que me diste para vivir. En esta
vida o en otra, eso te será devuelto por Dios o por los seres.
Adiós, Doris Dana. Sé feliz con quien sea.
Gabriela
Artes y Letras
Fuente: El Mercurio
"Niña errante", que publica la Biblioteca Nacional y Random House-Mondadori, abarca la correspondencia desde 1948 a 1956.
April 21 st, 1949
Mi amor:
[...]
Cuando veo el color de verde de la primavera, pienso «esto es
especial, es sacrado para mí, esto color, porque quizás en esto momento
mi amor ve el mismo color -y quizás ella siente las mismas
emociones inexplicables, inefables y misteriosas- en esto momento.
Yo veo una flor, y recuerdo de unas flores que tú me has dado,
sin palabras, en nuestro coche, en San Juan de Cocomatepec. Y súbitamente,
con esto recuerdo, toda [...] es una flor, ofrecido, dado
por tu mano. Veo el cielo, recuerdo millones de cielos sobre la cabeza
más querida en el mundo. Y pienso «este mismo cielo toca a la
cabeza de mi querida», y yo mando a ti un beso, un toque tierno y
pasionado por los nubes que pasan, que tal vez van a verte pronto en
[...]. Y tengo celos de estos nubes que pueden verte más pronto que
yo. Y el viento -el viento me abraza- y yo ruego al viento «abraza
a ella para mí, haga que ella que es mi abrazo, tierno, y pasionado».
Yo me pongo en el viento y en la lluvia tierna, para que estos, viento
y lluvia, pueden abrazarte y besarte para mí.
Doris Dana
24 de noviembre de 1949
Doris Mía:
[...]
A mi edad, se sabe una cosa que los jóvenes parecen ignorar:
que es preciso vivir la dicha hasta que ella se va o se agota; que
es estúpido abandonarla por lo que sea: negocios, cortesías familiares,
turismo, etc. Que lo divino no se ha de romper, quebrar,
postergar. Porque todo daña al amor, excepto él mismo. Todo es
duro agrio e insípido, tonto y robado menos Él mismo. Todo es
basura, desperdicio, chatez, vulgaridad, plebe, menos Él mismo.
Ojalá si eso divino dura en ti, tú te aprendas esto. Es lo único que
te falta entender. Tú entiendes de este mundo casi todo, Doris
Mía, «fenomenito» en el «espíritu de sutileza».
Procuro cuidarme para ti. Yo no tengo razón de vivir. Cuando
llegaste, yo no tenía nada, parecía desnuda, y saqueada, paupérrima,
anodina como las materias más plebeyas. La pobreza pura y el tedio
y una viva repugnancia de vivir. Todo lo has mudado tú y espero
que lo hayas visto. [...]
Un abrazo tierno, Gabriela
1954
Doris querida:
[...] La única ambición que yo tengo hoy es la de tener una casa
donde no me hiele. Pedir la calefacción, no anda porque yo sé
que los patrones quieren ahorrarse eso. Procura tú, comprar un
calentador para este cuarto nuestro. O llévame a lugar tibio. Yo
no lo veo. ¿Florida? ¿Y qué hago allá solita y entregada sólo a mi
niñito-fantasma y a algunas feministas? Dime lo que debo hacer;
pero dímelo sin cólera. Y dime a la vez si, muerta yo, te serviría
de algo esa casa de Florida, pequeña pero bonita... La compraríamos
a nombre de las dos, naturalmente. Podríamos ensayar de ver
Florida. Aunque me pone miedo aquello de los ciclones. ¿No es
mejor, dear, Nueva Orleans para el frío?
Pero si tú no quieres dejar tu casa, cómprame, repito, un calentador
y quedamos aquí. Sé franca. Nunca lo eres con tu pobre
indita. ¿Por qué?, ¿por qué? Dímelo, por favor. [...]
Tu Gabriela tuya
31 de noviembre de 1949
Doris,
[...]
Yo estoy haciéndote un llamado a la piedad. Tú sabes que no
tengo orgullo, pero ese papel a la lástima no es cosa de mi uso,
Doris Dana.
Tal vez el caso tuyo actual sea el de que el amor que me diste ha
pasado a otro y es a estas horas la dicha de otro.
Yo prefiero saberte feliz y plena a saberte sola y vacía. Tú mereces
la felicidad como pocos seres y tú no debes crear en el dolor
como yo sino en la dicha, que también es creadora, Doris Dana.
Me duele no conocer a ninguna amiga tuya que pudiese decirme
cómo estás, cuál es tu salud y qué trabajo haces.
Y no hay nadie, nadie, de las gentes de aquí que pueda recibir
tus noticias y dármelas.
Pero, así y todo, te pido no escribirme. Déjame curarme, déjame
reaprender mi pobre vida de antes.
Y no me hagas la ofensa gratuita de atribuir todo esto a la presencia
de Emma Godoy aquí. Te lo repito por última vez: yo no soy
la bestia de mera calentura física que tú has visto en mí.
Doris Dana: yo he pagado mi culpa. Mi culpa fue forzarte al
amor, llevarte a él sin que hubiese una sola chispa en ti de amor.
Esto es lo que he pagado. Tú nunca habrías hecho lo que yo hice
por tenerte. Pero eso no fue hecho por otra cosa, fue un amor violento
de alma y cuerpo.
Gabriela
15 de agosto de 1949
Doris querida ,
[...]
Tu reserva conmigo, cosa para mí imperdonable, me cierra
ahora la boca. Yo aceptaré perderte sin decirte un ¡ay! De ayes
está llena mi garganta, Doris Dana, pero yo no soy un romanticón
ni un sentimentaloide. Yo voy a callar y a dejar tu vida libre. Tal
vez lo que tú has buscado en estos días es sólo eso: recobrar tu
libertad entera. (Tú eres de una raza libertaria y yo de una raza
esclavista.)
No llores por esta carta. Me es más fácil, mi amor, escribir que
hablar estas cosas.
Tu Gabriela. Tuyo
Septiembre de 1952
Doris mía : [...]
El asunto Ibáñez, vida mía, me ha hecho una impresión horrible,
Él y su segundo, Torreblanca, son mis peores enemigos y
han vuelto los dos. Para resolver o no mi jubilación, necesito de ti.
Comunica a quien sea necesario que vamos rectamente hacia un
fascismo militar y civil. (La mujer Guevara [Matilde Ladrón de Guevara] está ya organizando a
las mujeres.) Todo lo que acabo de leer -y es mucho- todo es de
un fascismo directamente dirigido a tu país, como una flecha. Pero
esto mismo tiene, a la vez, entraña comunistoide. Debes seguir «los
pasos» de esa mujer que viaja mucho ahora a la Argentina.
[...]
Toda tuya,
Gabriela
April 21, 1949
Preciosa ,
[...]
Vida mía, no sé qué debo decir sobre tus preguntas respecto a
dónde podemos ir. Sobre todo quiero tu felicidad! No sé si de veras,
tú podrías ser feliz en los Estados Unidos. Si tú regresas a Santa
Bárbara o a otro lugar en EE.UU. tú vas a ser más feliz que antes
-porque tú eres libre ahora de la maldad, la brujería venenosa de
Coni [Saleva]- y tú tienes a mí. Yo tengo muchas faltas, chiquita,
muchas faltas. Yo no soy nada. Soy un ser muy pobre para ti,
pero, al pesar de esto, no tengo maldad, y, tal vez, tú puedes vivir
conmigo una vida más alegre, y más segura (con más confianza).
[...]
Te quiero -linda- y todas mis esperanzas viven en ti. ¡Cuídate
para mí! ¡Come! ¡Duerme!
Yo
veo a retratos tuyos -yo leo otra vez tus cartas- y, para mí,
todo el aire de Nueva York es lleno, lleno, lleno, de ti. Tú estás
en mi sangre. No hay nada que pueda hacer sin ti, porque tú vivas
conmigo. Y a cado rato yo pienso del edificio tan cerca, en lo
cual he visto a tus ojos por primera vez, hace tres años. Nunca en
mi vida puedo olvidar la conferencia famosa de Barnard. Nunca
he olvidado esto.
[...]
Duerme, duerme bien -te quiero- tú eres mi esperanza. Mañana
voy a leer otra vez tus cartas, y voy a contestar las cosas que
no he contestado hoy. Cuídate, para nosotros.
Tu «amor mío», tu hijita que siempre te quiere, ¡¡para siempre!!
[Doris]
6 de agosto de 1952
Doris mía : hoy, de tarde, llegará Palma. Eso parece; con ella nunca
se sabe. Y pasado mañana parece que llega Gilda. Tanto que me
habrían servido en estos días de la crisis -¿histérica?- de Alone.
Este mal hombre ha vivido en esta casa sólo su noche y al final
ni aun la noche. Yo le había escrito y dicho que si le faltaba dinero
yo se lo daría. Tiene toda la soberbia chilena más la de los jueces
literarios (críticos). Usaba en la casa solamente la cama. Salía de
mañana antes del desayuno y no regresaba sino de noche. Nunca
lo he visto leer ni comprar un solo libro ni una sola revista. Aun
pobrecita, yo, con mi jubilación suprimida, nunca dejé de leer en
Italia. Él, ni aun el periódico leyó...
Tú recuerdas lo del escándalo que lo hizo salir de Chile. No
puedo pensar sino que aquí ha hecho la misma vida y nunca sabré si
esta partida suya violenta y sin despedirse, como un patán, venga de
que la policía lo haya descubierto en algo... Pero le vi al final unos
ojos de odio chileno. Tendré en él un nuevo y tremendo enemigo.
A ti te quiso y las dos veces en que te nombró su cara se iluminaba
por una sonrisa de cariño. (Tú eres, Doris, una tremenda
coqueta, hasta para esos solterones que odian a las mujeres.)
[...]
Un abrazo Gabriela
1953 Sueño con Yin Yin
Chiquita Doris : [...] De pronto, yo he tenido esta noche una presencia de Yin que me ha despertado bruscamente.
Yo he soñado a Yin de una manera penosa para mí. Él me
ha dicho que yo lo he olvidado y me desperté bruscamente y me
he quedado pensando muchas cosas. Al fin he quedado viendo
-creo- la razón de esto. La cara de él era muy seria y me hablaba
pero yo no le he entendido. Me decía que yo no tenía nada de él
conmigo ni la casa donde él vivió conmigo. No sé decirte y no sabré
contarte su cara y la expresión de ella. Por fin yo le dije: ¿Qué
quieres chiquito? ¿Es verdad que has venido, que eres tú? Y, con
la misma expresión que no sé expresar me dijo: No tienes nada de
lo que tenías para acordarte de mí.
A mí se me trabó la lengua. Yo sólo miraba su rostro, el mismo
suyo, que he visto varias veces, en el sueño siempre. Pero esto era
tan fuerte esto que, como siempre cuando lo veo en sueño. Le dije
como otras veces:
Tuve valor para hablar y me senté en la cama.
Había bajado la cara y así y así me dijo: Vas a vender todo lo
que era mío y te vas a olvidar de mí.
Yo no podía más y le dije con un habla que no parecía de mí:
Chiquito, eres tú, ¿por qué me hablas así? Quería yo y no podía
hablarle claro sino como cuando se balbucea. Yo temblaba y quería
y no podía pensar si le respondía o no. Él seguía fijo, fijo, mirándome.
Le dije al fin con un habla cortada de puro miedo: Tú no
quieres que yo venda eso. Siguió: Buda has perdido todo lo mío y
no tienes nada. Y aquí, en este punto ya no pude más hablarle. Estuvo fijo y no sé cómo desapareció. [...]
De sus palabras no entiendo sino esto: que yo me he separado
de él, porque yo iba a su sepultura con frecuencia en mi país, y
aquí le rezo mucho menos. Pero además, te lo digo con toda verdad,
nunca me había hablado así, como celoso, con un tono nada
cariñoso, Doris. [...] Tu Gabriela
15 de diciembre de 1952
Doris silenciosa y alejada.
[...]
Yo pediré a Nueva Orleans, Florida o Tacna. Contaron que ya
está ocupado. Eso era estar al lado de Chile. Tal vez tienen miedo
de esto porque Ibáñez debe recordar bien que él me echó del
servicio. Nadie puede saber el efecto que tiene en mí el perderte,
Dana. Es realmente caer en un pozo vacío y negro: es algo que se
parece mucho a la muerte. [...]
El Señor te guarde,
Tu Gabriela
21 de mayo de 1949
Cara Doris:
[...]
Me parece tonto y vano contarte la vida que ha sido la mía en
las dos semanas de tu silencio. Es vano porque tú, a pesar de tu inteligencia
y tu sutileza no has comprendido ni la a de mi temperamento.
Sólo viste en mí el lado de niño estúpido y carente de toda
lógica. No has conocido la naturaleza primitiva, no civilizada, que
me llevó siempre a pedir a los seres que quise una total limpieza del
alma y el cuerpo y una absoluta lealtad. Por esto me quedé solo.
Pero, aun cuando sea tan espantoso perder a los seres queridos,
voy a morirme como vine, bajo el signo de lo Absoluto. No todo es
en mí infancia y torpeza, Doris; hay también una adultez recóndita
que en el momento dado me hace ver y palpar toda la realidad. Es
el caso presente.
Lo que pierdes en mí son muy pocos años de amistad terrestre.
Y esto mismo lo pierdes a medias. Porque yo te pido contar conmigo
en cualquier situación dura que se te presente. El afecto que
tú me has tenido ha sido, según la propia expresión tuya, filial. No
quemes eso también, no lo arrojes de ti por orgullo herido. Escríbeme
en cualquier caso de emergencia.
Pero yo te ruego que no me escribas sino por una razón de esa
especie. Y te pido igualmente no venir a Jalapa. Mi ánimo está
muy trabajado por los días pasados. Me harías mal y tú no quieres
hacérmelo. (Un mal moral muy fuerte y el daño físico correspondiente
a él.)
Tu psicología es cabal para la gente de tu raza; pero ello ha
errado enteramente con este ser elemental, sin matices y brutalmente
sincero, que llama al pan pan y al vino vino. Te engañaron
mis horas y mis días de sonambulismo. Yo recobré por
unos meses contigo, mi fe en lo humano; yo creí, yo confié, yo
me di. La caída ha sido tremenda. Necesito ahora rehacer mi
espíritu y también mi cuerpo. Así, en soledad y en silencio. No
intentes tú, con esa piedad que en ti reemplaza al amor, rehacer
lo dañado y zurcir lo roto. Yo no sirvo para esa clase de manipulaciones.
La piedad te falló esta vez; no supiste que una criatura puede
deshacerse, estropearse, en unos cuantos días de angustia pura
(absoluta).
Es cierto que eres muy joven y que tienes mucha fe en ti y en el
poder del encanto no poco misterioso que Dios puso en ti y que
obró sobre mí.
Pero la verdad es que lo vivido por mí contigo era algo tan absurdo
-y tan perfecto- que no podía durar. Era de un absurdo
descomunal.
[...]
Me parece un sueño el que yo tenga que escribir una carta
como la que estoy haciendo para ti. Yo te he visto ser con todos de
una extremada cortesía, y ser además una persona bondadosa. No
sé por qué causa yo vivo esta pesadilla de que tú me rehúses una
carta de diez líneas, diciéndome qué cosa ocurre.
Sea que hayas reanudado tu relación con el psiquiatra, o con
M.M., es asunto de mera humanidad escribir, responder a una persona
que no te ha ofendido ni en pensamiento. Ay, Doris Dana, ¡no te
hagas un Karma doble con esta crueldad que no tiene superlativo!
He visto un verdadero examen de conciencia y no hallo en mí
sino una culpa: haber creído, a base de la coquetería que tú tienes
con casi todos, que había en ti algo parecido al cariño por mí y
haber obrado en consecuencia con eso. Debiste tú haberme dado
una rehúsa neta e inmediata. No hubo nada parecido a eso. Tal vez
comenzaste un juego conmigo cuyo calificativo prefiero no estampar.
No se juega así con seres de mi especie; creo que nadie hizo
nunca conmigo algo semejante.
Y por esto y por mucho más, yo vivo ahora en un verdadero
estupor, en un asombro del cual no logro salir. Parece una burla
que me hiciese el Demonio. [...]
Quemados el sentimiento y la pasión, yo guardaré hacia ti un agradecimiento
profundo de la ayuda que me diste para vivir. En esta
vida o en otra, eso te será devuelto por Dios o por los seres.
Adiós, Doris Dana. Sé feliz con quien sea.
Gabriela
Artes y Letras
Fuente: El Mercurio
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