Luis Cornejo Gamboa nació en Santiago en 1925, en el seno de una familia de escasos recursos. Su padre se dedicaba a la instalación de baldosas y a trabajos de albañilería. Él prosigue la labor de su progenitor a los trece años, dejando inconclusos sus estudios que volvería a retomar años después, en un liceo nocturno. Debutó en las tablas a los dieciséis años, en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile con La guarda cuidadosa de Cervantes y Ligazón de Valle Inclán. Llega a éste luego de una audición abierta que tiene por finalidad reclutar jóvenes con capacidades histriónicas de cualquier procedencia social. Con Hugo Muller se traslada a la Escuela de teatro de la Universidad Católica, en la que representa a clásicos ingleses y españoles. Su perfil de actor cómico le termina por convencer que su veta no es la actuación.
Como militante del Partido comunista participa en el Encuentro de Juventudes Comunistas en Varsovia, 1955. Al retornar a Chile decide asumir una postura más comprometida con su ideología a través del arte y es así como intenta adaptar unos relatos que rescatan el paisaje y las vivencias que experimenta en su barrio de infancia, Vivaceta, al estilo descarnado y realista de Nicomedes Guzmán. Le pidió ayuda al profesor Julio Durán quien le aconsejó no alterar esos cuentos llenos e fuerza. Pese a los elogios, ninguna editorial se interesó en publicar el volumen que Cornejo tituló Barrio bravo. Éste ve luz el año 1955, luego de ser impreso en una modesta imprenta. La edición se agotó en un par de semanas y pronto vinieron nuevos pedidos. Se vendieron cerca de cuarenta mil ejemplares, en un periodo de treinta años, aproximadamente.
Fue libretista del programa radial “La tercera oreja” en los años cincuenta, posteriormente camarógrafo de cine y televisión, alternando su trabajo como libretista de cortos y largometrajes. Su incursión en el séptimo arte en la función de director la realizaría con su obra El angelito, un cortometraje sobre la picaresca ciudadana. Años mas tarde, 1962, estrena El final del juego, fracaso de producción y público. Fue productor de El chacal de Nahueltoro y colaboró en el mismo rol con el director griego Costa Gavras en la película Estado de sitio. En los años noventa publicó la novela Los amantes del London Park, La silla iluminada (cuentos, incluido en el corpus de este estudio), El último lunes, Show continuado, Ir por lana, Tal vez mañana. En sus últimos años trabajó como comerciante ambulante, junto a su esposa, en la Plaza de Armas de Santiago. Falleció a la edad de 68 años un día once de septiembre de 1992.
La narrativa de Luis Cornejo toma características propias, que se alejan de las estructuras y procedimientos narrativos observados en las obras de los autores analizados en el estudio. Es un autor que creció bajo la marginalidad – el barrio Vivaceta, en el norte de Santiago-, que vivió toda su vida ostentando dicha condición, como se puede comprobar en su biografía, la literatura fue una labor que acompañaba a su trabajo, pues nunca le dio los dividendos como para dedicarse a ello al cien por ciento. Asimismo, es el escritor más desconocido de los tres y, aunque ejerció labores de actor y luego de productor y camarógrafo, las referencias hacia su trabajo son penosamente mínimas. Quizás no poseía la personalidad de Méndez, quien se hacía notar y de este modo conseguía algunas entrevistas en los medios – tema aparte son sus declaraciones un tanto polémicas sobre su vida, preponderantemente- o en el caso de Rivano de buscar en el teatro, un género en el que el aplauso o el reconocimiento está más cercano que en la narrativa; Cornejo nunca tuvo siquiera la intención de crear una compañía de teatro, guardaba un muy bajo perfil y la única publicidad a sus libros era la de ofrecerlos en la Plaza de Armas, en el humilde kiosco de libros que atendía junto a su esposa. Cuando enfermó tuvo la necesidad de realizarse un escáner cuyo precio era privativo para su bolsillo. Cuenta un prologuista de él:
“Fue a la Clínica Alemana y explicó que era un escritor sin previsión, ni sueldo ni nada. Consiguió el milagro de que no le cobraran”
El examen confirmaría que tenía cáncer; siempre tuvo esperanza de que se recuperaría, si no por la medicina tradicional, mediante la alternativa. Un amigo le llevó donde tres machis. Dos le dijeron que moriría y una se quedó en silencio. Aún así mantenía la esperanza. Años más tarde dejaría esta tierra en una efeméride trágica para la historia del país: un once de septiembre – esta vez de 1992- tras la llegada de la democracia. Es curioso, por decirlo de algún modo, que un escritor militante de izquierda de la talla de Cornejo, haya sufrido hasta hoy el más grande de los olvidos, tanto en el periodo de dictadura como en el de la democracia. Algunos estudiosos han dedicado algunos análisis a sus obras – con énfasis en Barrio bravo- y una editorial tuvo la deferencia de incluirlo en su serie Clásicos de la Novela Social; sin embargo, más allá de esas acciones al nombre de este escritor no se le ha hecho justicia y su persona haya quedado relegada los últimos páginas, amarillentas y desconocidas, de la historia de la literatura nacional.
Barrio bravo es una verdadera joya de la narrativa social – por su cercanía temática y prosística con los escritores del 38- y también lo es de la literatura de la periferia, tendencia que propone reconocer este estudio. Esto porque el escritor y su obra se enmarca dentro de la doble marginalidad: espacios retratados en las narraciones y su lejanía del mundo editorial hegemónico. Está compuesto por seis cuentos cuyo hilo conductor está determinado por la pertenencia de sus protagonistas a un mismo espacio: el barrio Vivaceta. La mayoría de los relatos posee como título el nombre de uno de uno de los personajes, usualmente el protagonista. El texto fue publicado por primera vez el año 1955 y desde ese momento se han realizado unas once ediciones en veinte años, con una cantidad de cuarenta mil ejemplares vendidos.
FUENTE: http://laletramata.blogspot.com
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