Pensar alto, sentir
hondo, hablar claro” Antonio Machado.
Comenta: Luis Ossa Gajardo
Una singular fisonomía hallamos en “El árbol de la vida” y en “La sangre de Neruda”, de Camilo
Améstica y Daniel Améstica, ambos participantes en el Concurso Regional de creación literaria en
Homenaje a Pablo Neruda 2004 realizado por la. I Municipalidad de Quilpué y la
Agrupación Literaria Regional. Un eje de unión subyace en las dos
composiciones. Percibimos un paralelismo en el texto e intratexto. En ambos
casos existe una curiosa flexibilidad lingüística y patetismo ceremonioso, que
se traduce en un abanico puramente efectista.
No vemos la savia rica y pura de la poesía sencilla, la
coherencia lógica, la onda del sueño que agita el espíritu, ni la fuerza de una
expresión transmutada que dimana de los hontanares más recónditos del alma.
La ausencia de figuras literarias, los matices tenues de sus
imágenes y la sobreabundancia de vocablos inoportunos, impiden la transferencia
única y vital de la insondable armonía que todo artista de la palabra debe manifestar.
La bifurcación temática que generalmente se observa en la
línea ampulosa de un mismo verso, es un simple botón de muestra del quiebre
ideológico-esteticista que impide elevar plena y resueltamente el valor propio
de un buen acierto literario.
El flujo y reflujo lírico no se logra en la reunión
consecutiva de adjetivos áureos, en sus grados superlativos y nominativos… (“El
adjetivo cuando no da vida…mata.” V. Huidobro), esta práctica tan socorrida por
la juventud, solo provoca fisuras en el verso y desgarran las entrañas del
contexto lírico. Los vocablos extraídos del cofre idiomático podrán deslumbrar
a jurados indoctos, más no al lector culto.
El arte de la escritura confiere al hombre la oportunidad de
transferir con vigor y hondura, la belleza de sus recónditos sueños. La
expresión lingüística traspasa las fronteras de nuestro ser, en consecuencia,
es preciso que el concepto se haga luz y la palabra alcance en plenitud su
profunda y extensa misión.
Reiterando nuestro concepto expresado en mi libro “Alzo la Voz ” y en diversas páginas Web: “La poesía no es
cuestión de palabras, sino de sentimientos”, debemos adscribir, además, que
tales sentimientos se deben expresar dentro de una equilibrada jerarquía, y, a
través, de un hilo conducente de síntesis, coherencia y esplendor.
El vocablo, elemento consustancial del alma humana, renovada
y desbordante en la expresión cotidiana debe adquirir en la sobrenatural
atmósfera del arte y en los delicados entretejidos del sentimiento, diáfanos
impulsos, elevación conceptual y
constante precisión. El arte de
la escritura – expresión coherente y vital- brota eminentemente desde las
vibrantes fibras de nuestro cosmos interior, de esa interioridad insondable que
es fuego y miel.
Y la palabra, aquel
elemento límpido y preciso, trémulo rocío en la angustia, vibrante trompeta en
el júbilo, deberá forjar en unidad esencial- en tonos sugerentes o directos- el
núcleo de una conciencia creadora, el desvelo de la sangre y la frescura del
huerto.
Belloto Sur, 23 de Agosto
de 2004.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario