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jueves, 29 de mayo de 2014

JUICIO LITERARIO


Pensar alto, sentir hondo, hablar claro” Antonio Machado.

                                                    Comenta: Luis Ossa Gajardo

Una singular fisonomía hallamos en El árbol de la vida”  y en La sangre de Neruda”, de Camilo Améstica y Daniel Améstica, ambos participantes en el  Concurso Regional de creación literaria en Homenaje a Pablo Neruda 2004 realizado por la. I Municipalidad de Quilpué y la Agrupación Literaria Regional. Un eje de unión subyace en las dos composiciones. Percibimos un paralelismo en el texto e intratexto. En ambos casos existe una curiosa flexibilidad lingüística y patetismo ceremonioso, que se traduce en un abanico puramente efectista.
         No vemos la savia rica y pura de la poesía sencilla, la coherencia lógica, la onda del sueño que agita el espíritu, ni la fuerza de una expresión transmutada que dimana de los hontanares más recónditos del alma.
La ausencia de figuras literarias, los matices tenues de sus imágenes y la sobreabundancia de vocablos inoportunos, impiden la transferencia única y vital de la insondable armonía que todo artista de la palabra  debe manifestar.
La bifurcación temática que generalmente se observa en la línea ampulosa de un mismo verso, es un simple botón de muestra del quiebre ideológico-esteticista que impide elevar plena y resueltamente el valor propio de un buen acierto literario.
El flujo y reflujo lírico no se logra en la reunión consecutiva de adjetivos áureos, en sus grados superlativos y nominativos… (“El adjetivo cuando no da vida…mata.” V. Huidobro), esta práctica tan socorrida por la juventud, solo provoca fisuras en el verso y desgarran las entrañas del contexto lírico. Los vocablos extraídos del cofre idiomático podrán deslumbrar a jurados indoctos, más no al lector culto.
         El arte de la escritura confiere al hombre la oportunidad de transferir con vigor y hondura, la belleza de sus recónditos sueños. La expresión lingüística traspasa las fronteras de nuestro ser, en consecuencia, es preciso que el concepto se haga luz y la palabra alcance en plenitud su profunda y extensa misión. 
         Reiterando nuestro concepto expresado en mi libro Alzo la Voz” y en diversas páginas Web: “La poesía no es cuestión de palabras, sino de sentimientos”, debemos adscribir, además, que tales sentimientos se deben expresar dentro de una equilibrada jerarquía, y, a través, de un hilo conducente de síntesis, coherencia y esplendor.
         El vocablo, elemento consustancial del alma humana, renovada y desbordante en la expresión cotidiana debe adquirir en la sobrenatural atmósfera del arte y en los delicados entretejidos del sentimiento, diáfanos impulsos, elevación conceptual y  constante precisión.   El arte de la escritura – expresión coherente y vital- brota eminentemente desde las vibrantes fibras de nuestro cosmos interior, de esa interioridad insondable que es fuego y miel.
Y la palabra, aquel elemento límpido y preciso, trémulo rocío en la angustia, vibrante trompeta en el júbilo, deberá forjar en unidad esencial- en tonos sugerentes o directos- el núcleo de una conciencia creadora, el desvelo de la sangre y la frescura del huerto.


                                       Belloto Sur, 23 de Agosto de 2004.-       

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