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lunes, 16 de noviembre de 2009

Entrevista al poeta argentino Manuel Ruano




Entrevista a:
Manuel Ruano


ESCRIBIR


¿Cómo empezaste a escribir? ¿quién te leia al principio?
No lo sé precisar. Pero supongo que tuve un gran detonante expresivo cuando no me pude expresar con la voz y quedé temporalmente mudo. ¿Deberé contar esta anécdota de cuando apenas si sabía escribir? Sí. Y eso, creo, fue alrededor de los cinco años, cuando fui intervenido quirúrgicamente de las amígdalas. Lo que para mí fue terrorífico; porque no quedé bien y hubo que hacer rectificaciones en el Hospital de Niños. Siempre recuerdo una sala inmensa, fría, oscura y la cara de un doctor con un espejito en la frente que escarbaba en mi garganta con un bisturí y unas pinzas. Y un hombre que me sujetaba con una llave (supongo) que de judo y así me mantenía como un torturador a merced del cirujano. Con la boca abierta. Había también una monja enfermera que decía “pobrecito”. Pero mis lágrimas no eran bálsamo para soportar aquello. Y mi madre me recompensaba llevándome luego a tomar helado. Por ese entonces entendía que el helado era un condicionante para una nueva sesión de tortura. Escribía no sé qué cosas. Y dibujaba a un niño llorando ríos de lágrimas. Lo que todavía no me permitía la comunicación plena con mis hermanos, con mi abuela, mis padres, mis amigos. Hubo, sí, una maestra irlandesa a la que yo quería que me acompañaba en todo momento y ejercía no sé qué tipo de influencia en mí. No le gustaban las armas y rechazaba la guerra. De ahí que no quería, por ningún motivo, que alguien me regalara un revólver de juguete o una escopeta de tirar corchitos. A mi padre le gustaba eso porque él odiaba la guerra. Por ese entonces aprendí a observar, a escribir y a dibujar. Toda la casa estaba escrita con leyendas y dibujos en las paredes. Yo tenía una gata a la que amaba. Un día, esa gata dio a luz y por algunas horas tuve muchos gatitos a mi alrededor que lloraban todo el santo día. Hasta que alguien decidió que había que sacarlos fuera de la casa. Pasó como una semana y lo recuerdo como si fuera hoy, en un día que llovía a cántaros, la sentí maullar detrás de la puerta de entrada. Cuando mamá la abrió, allí estaba la gata, mi gata, con todos sus gatitos implorando entrar. Eso me condujo a sentir la ternura y también el dolor; porque cuando quise asegurarme de que no se volverían a ir y até a uno de ellos a la pata de una mesa, el gatito amaneció muerto de tanto dar vueltas alrededor de la misma. Y eso me marcó para siempre, ya que el dolor es un elemento vital en mi escritura. Por otro lado, como todo niño tuve una ortografía atroz. Mi padre, afecto a la literatura y al arte en general, me corregía mucho; pero quien más estuvo sobre mí, fue un maestro de primaria llamado Oronaz que me hacía repetir hasta el cansancio mis faltas ortográficas y, supongo, me orientó hacia las letras. Pero si tengo que hablar de un interlocutor efectivo y afectivo, esa fue mi madre. Ella me enseñó antes de ir al colegio el amor por las palabras y con sus lecturas alimentó mi imaginación para el resto de mis días. También me alentó en la escritura en todos los sentidos... Aunque a escribir, técnicamente hablando, comencé mucho después. Y los primeros, fueron poemas de amor dedicados a una muchacha recluida en una escuela de religiosas... Hasta que alguien los dio a publicidad en una emisora radial.


¿Qué género es tu favorito? ¿Agún link donde podamos ver o leer algo sobre tu obra reciente?
La poesía. Y por ella, la crítica, el ensayo, el cuento, en una palabra, la escritura que siempre me convoca al amor por el idioma. Siempre he leído a los clásicos y ellos, lo sé, son mis amigos del alma. Cuando uno descree de los demás, siempre me refugio en la literatura. Voy a mi Quevedo, a mi Cervantes, a mi Balzac, a mi Borges, a mi Vallejo... En cuanto a mis link, tengo tres (además de una revista editada años atrás: Quevedo), pero se puede acceder a algunas de ellas citando a: http://manuelruano.blogspot.es
http://interraignota-manuel.blogspot.com
http://blogs.clarin.com/el-liroforo-blogs-clarin-com (...)


¿Cómo es tu proceso creativo? ¿qué ocurre antes de sentarte a escribir?
Hay una frase de Stefan George, que me parece a propósito para contestar esta pregunta: “Sólo por la magia se mantiene despierta la vida”. Debería agregar y la visión poética. Yo pienso que la literatura es un estado de gracia y que el poeta redescubre el poema o el poema lo descubre a él. Por eso, para mí, la realidad es una lectura en negativo y el ensueño es una revelación en positivo. El buen poema se piensa a sí mismo. Con esto quiero decir que yo escribo mis sueños y al despertar, entro en otro todavía más profundo que me empuja a reinventar la realidad. Por eso una naturaleza poética, como en Blake, siempre tiene visiones. Pero una naturaleza no poética, tiene vociferaciones. El mal poema se delata a sí mismo. En cuanto a mi proceso creativo, me voy a mi “Ars poética”, publicada en 1979 en Amsterdam: La palabra adquiere para mí una relación oracular. Es un destilamiento severo, paciente, del discurso que sugiere el movimiento de los cinco dedos de una mano invisible. Instrumento capaz, pienso, de tomar sin someter; de dominar sin oprimir; de encantar sin mediatizar; de liberar sin perder la sensación ajustada a las reglas de construcción, ética y estética, del propio oráculo del poeta. La verdadera poesía ha conseguido desprenderse de la imitación... Mi método se sintetiza en las siguientes premisas: anteponer a cualquier verso una intención verdadera, precisa. Darle a esa intención visualidad, diafaneidad, garra de tono. Hacer del tiempo, una experiencia múltiple, nunca lineal. Por eso trato de atrapar la verdad de un golpe. Ya que el poema no puede reducirse a un acumulamiento de imágenes ni un empleo desmedido de los vocablos. Me gusta enfrentarme a situaciones difíciles, a complicaciones verbales que integren un engranaje nuevo. ¿Qué ocurre antes de sentarme a escribir?... Nada. Cuando escribo generalmente no sé si estoy sentado o de pie o caminando por una estación solitaria... Es impredecible. Ahora, cuando reescribo, sí. Trato de acomodarme lo mejor posible frente a la hoja en blanco.


¿Qué tipo de lectura es la que te activa las ganas de escribir?
Borges señaló en una oportunidad: “A veces creo que los buenos lectores son cisnes aun más tenebrosos y singulares que los buenos autores”. Y todavía Voltaire, mucho antes decía que “peligroso no es el hombre que lee, sino el que relee.” Siempre tuve por la lectura una obsesión desmedida. Es la conciencia de lo que se puede saber de la buena literatura y el señalamiento de lo que se debe hacer con la mala literatura. Por eso uno se atiborra de los poemas y escritos de Yeats, de Pound, de Eliot, entre otros, para “ajustar las tuercas del propio trabajo”. Pero cuando un libro me activa la escritura, la emoción es un torrente incontenible y es ahí, precisamente, cuando uno piensa que todo después de ese libro, es basura o un libro prescindible. Aunque generalmente, yo me motivo más que con un libro, frente a un hecho fantástico que acaba de revelárseme... Ya sea de la naturaleza, de una anécdota cotidiana o de algo inspirado en el amor... Ergo, tengo conciencia que toda literatura es un ensueño dirigido.


¿Cuáles son, según tú, los ingredientes básicos de una historia?
Primero, tener algo que decir. Luego saber decirlo. Todo varía, después, en la técnica del poeta o del escritor. Una novela necesita de una historia y un poema, de un punto de arranque que despierte una historia. Por eso digo que todo es como una galería de espejos que consiste en perpetuarse en la mente. En mi adolescencia Cazzote había encendido mis cabellos como una aurora gótica. Y una mujer puede ser una ciudad del siglo XVIII que se pierde en los rayos del sol, ardiente como el pecado y hermosa como un cometa brillante que se desplaza por la noche más apacible.... Y en cada sueño hay un poster de Freud mirando una muchacha desnuda.


En qué zapatos te encuentras mas a gusto: ¿primera persona o tercera persona?
Creo que se ha abusado mucho, muchísimo de la primera persona, para decir lo que ya han dicho hasta el cansancio terceras personas. Lo importante, cuando el texto lo exige, es ir a lo que realmente la escritura pide a gritos. En un tiempo admiré los textos del budismo zen. Creí ver en la despersonalización la verdad del texto; pero de eso, después se hizo una moda en los talleres literarios y era como un maniquí de una modista que pone alfileres aquí y allá, para hacer un vestido. Yo pienso que la literatura va más allá del modelito y la moda. Un escritor nunca puede pasar por la pasarela del modelaje, porque se hace trivial en los contenidos. Hay una verdad que me dice que la poesía o el cuento, respira como un organismo viviente. Habitar un poema es reconocer sus impresiones digitales, es parte de lo inhabitual. Huidobro hablaba de lo inhabitual. El texto que uno escribe no puede ser escrito por otro. De ahí que todo cambie para el espectador: todo interés, ahora, pertenece a la magia. Y la magia es la ciencia universal de las analogías. Por eso la magia hace esclavos de la contemplación. Pero se corre el riesgo que toda “contemplación” detenida, esté en peligro y todo organismo viviente necesita, siempre, de lo desconocido para desarrollar su encantamiento.


¿Qué escritores conocidos son los que más admiras?
Yo provengo de un grupo literario llamado El escarabajo de oro. La revista que editábamos era libre por los cuatro costados, de toda atadura estética. Admirábamos los textos más brillantes y éramos implacables en cuanto a la crítica. Allí venían escritores de todas las generaciones y tendencias. Recuerdo a muchos que también procedían del exterior. Las colaboraciones eran diversas; pero por esa época (estoy hablando de los años sesenta y casi principio de los setenta) conocí y admiré a Martha Lynch, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges, María Rosa Oliver, Manuel del Cabral, Beatriz Guido, Raúl González Tuñón, Leónidas Barletta, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernardez, Juan Gelman, Olga Orozco, Miguel Ángel Bustos, Aldo Pellegrini, César Tiempo, Ricardo Carpani, Enrique Molina, Manuel Mujica Lainez, Y más tarde, en el exterior, a Jaime Sabines, Ernesto Cardenal, Jorge Amado, Antonio Cisneros, Fernando Quiñones, Enrique Lihn. Y los escritores que fueron compañeros de grupo: Abelardo Castillo, Vicente Battista, Víctor García Robles...


¿Qué hace que un personaje resulte creible? ¿cómo creas los tuyos?
Como cuentista creo que el tema debe tener una sintonía con la realidad. Si el texto es de base histórica, con más razón. Y si es actual, puede falsearse la realidad; pero el tema debe ser tan realista como sea posible. Yo soy un escritor apasionado por Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe, Felisberto Hernández., Julio Cortázar...


¿Eres igualmente hábil contando historias oralmente?
No. Soy muy tímido para contar historias oralmente. El escritor escribe. Los políticos hablan y así nos “hacen el cuento”; pero ese es otro aspecto que nada tiene que ver con la literatura. No creo que se pueda hacer pasar gato por liebre. La literatura debe ser escrita y cuando se la hace oral, debe ser dicha por un gran actor...


¿En lo más profundo de tu motivación, para quién escribes?
En lo fundamental, para mí. Es un regocijo interior, un desahogo, un acto que al realizarse es de plenitud, de euforia, después de aletargamiento... Más tarde, se participa a los demás. Y eso entraña otras cosas que ya tienen que ver, la mayoría de las veces, con la vanidad, la promoción, el escándalo, la comercialización. Si el texto es bueno, pero realmente bueno, quizás la gloria...


¿Se escribe como terapia personal? ¿son los conflictos internos una fuerza creadora?
Creo que sí. En mi caso, la literatura es mi confidente. Relato cada paso como si tuviera delante a un terapeuta. Conste que nunca tuve uno; pero sé de qué se trata.


¿Te sirve el feed-back de los lectores?
Es reconfortante tener lectores. Y si opinan bien, mejor. Hoy en día el escritor tiene una estupenda herramienta: el internet. Puede escribir y recibir mensajes... Y hasta hacer una polémica literaria acerca de cualquier texto, alternativamente, desde cualquier lugar...


¿Te presentas a concursos? ¿Has recibido premios?
Sí. Mi primera publicación, Los gestos interiores, recibió el Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana en 1968 y al año siguiente, se publicó en Editorial Losada, en su colección Poetas de Ayer y de Hoy, con palabras majestuosas de don Leopoldo Marechal, un poeta del martinfierrismo. Además recibí otros galardones,
Premios nacionales e internacionales, etcétera, que ya son más de treinta.


¿Compartes los borradores de tus escritos con alguien de confianza para tener su opinión?
En la actualidad, mi mujer es la mejor crítica para mis poemas, cuentos, ensayos y novelas. A veces me los tipea en la computadora. Yo suelo escribir a mano todos mis textos y recién, cuando creo que están a punto, los paso al computer...


¿Crees que ya has encontrado "tu voz" o eso es algo que se está eternamente buscando?
Borges decía que al cumplir los setenta años creía haber encontrado su voz. Eso es instintivo. El maestro tenía sus razones de considerar eso. Tengo la sensación, cuando acabo de cumplir sesenta y seis años, de aquella anécdota con la que empiezo estas preguntas, cuando me operaron de la garganta y yo creía haber perdido la voz. Pero ella estaba dentro mío, esperando su momento... Llevo publicados ocho libros de poesía y otros aledaños... Y creo estar escribiendo siempre el mismo poema. Eso debería obligarme a pensar que lo más importante es tener algo que decir... Un amigo mío, gran poeta, me dijo una vez que la poesía estaba al fondo de un precipicio y que uno debía arrojarse por ese vacío tapándose la nariz, sin saber lo que va a encontrar abajo. Eso me ha guiado en toda mi vida literaria.


¿Que disciplina te impones, en cuanto a horarios, metas, etc.?
Trabajo en escritos para editoriales de gran prestigio. Eso, me ha impuesto ser más ordenado (no del todo), tratar de corregirme de errores no profesionales como el incumplimiento o faltar a la palabra, etc. Soy riguroso cuando trabajo un tema y muy disciplinado en la investigación.


¿De qué te rodeas en tu estudio de trabajo para favorecer tu concentracón?
En especial necesito del silencio. La música clásica me concentra mucho y da paso libre a la escritura. No quiero decir que sea primordial; pero es una buena manera de ejercitar a esos fantasmas de la imaginación. Yeats decía que de la confrontación con los demás surgía la retórica y de la confrontación con uno mismo, la poesía...


¿Escribes en pantalla, imprimes con frecuencia, corriges en papel...? ¿como es tu proceso?
Cuando escribo artículos periodísticos, generalmente utilizo la computadora. Pero soy un escritor “chapado a la antigua” y me gusta corregir en el papel. Claro, que no tengo la escrupulosa manía, como Juan Ramón Jiménez, de escribir con lápices de diversos colores y en papeles especiales. No. Escribo en cuadernos, en agendas, en papeles sueltos, que a veces, como es natural, olvido dentro de los libros. Y que para mi sorpresa vuelvo a encontrar después de varios meses (y hasta años) dentro de un libro.
Eso me sirve, en primer lugar, para descifrar su contenido. En segundo lugar, para desarrollar un tema. O, en caso contrario, para ser arrojado al olvido.


¿Qué sitios frecuentas online para compartir experiencias o información?
Revista literarias o periódicos del exterior que estén menos viciados de excrementos literarios. Voy a bibliotecas virtuales, a museos y visito páginas de escritores que valgan la penar visitar...


¿Cómo ha sido tu experiencia con editoriales?
Afortunadamente nunca publiqué mis libros con el rótulo “edición del autor”. Comencé, como ya lo dije, publicando en la mejor editorial para el momento, debido a un premio literario, que era Losada. Don Gonzalo Losada, era, aparte de un gran editor, un sentimental de la poesía. A mí me consta porque sostenía largas conversaciones con él sobre temas relacionados con la literatura en general. Y hasta tuvo el gesto y la amabilidad de reincidir con un segundo libro mío premiado en el exterior: Según las reglas (1972). Después vinieron otras editoriales: Fondo de Cultura Económica de México que publicó en 1990 Mirada de Brueghel; Biblioteca Ayacucho y Monte Ávila Editores de Venezuela, etc., etc.


¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
Siempre la poesía. Después la narrativa. Tengo una novela inédita y otra en proceso, a la que vuelvo inesperadamente. Escribo cuentos y ensayos. Pero de pronto, me demoro en un verso o en una frase como quien se enreda en un sueño...


¿Qué me recomiendas hacer con todos esos textos que llevo escribiendo hace años pero que nunca he mostrado a nadie?
Enviarlos a concurso. Siempre existe la posibilidad del gran hallazgo...

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