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viernes, 23 de junio de 2017

Rodolfo Fogwill -Poemas



LLAMADO POR LOS MALOS POETAS

Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.

Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.

Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.

(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).

Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.

A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.

Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.

No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.

Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.

Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.

Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.

Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)

Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).

Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)

Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.

En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.

En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.

¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?

No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.

Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acarices con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.

Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.

Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.

Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.

Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.

¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!





VERSIÓN (de VERSIONES SOBRE EL MAR)

El mismo mar nos pierde: nos encuentra
y nos pierde con su pulso marino.
Y con su eterno nunca nos despierta
del siempre breve sueño de un camino.
Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa
y pierde entre los pulsos del sentido.
Pulsos del mar que intermitentes traman
su recomienzo siempre suspendido.
Fondo que es forma, superficie y pausas
de un deseo en rompientes que reclaman
perderse por partir o estar partido
y aquí quedarse en un hacer sin causas.


VERSIÓN (de VERSIONES SOBRE EL MAR)

Soy yo al mirarla y ella ya no es ella
sino yo en ella y ella en mí. Al mirarla
soy la mirada y soy lo que por ella
en ella me convierte al reflejarla.
Es como un mar, y como al mar, la huella
de erosión y de azar llama a desearla
allí, donde ficticia es real, y es bella:
tras la verdad de la ficción de amarla.
Hay un pulso marino que me lleva
a perderme en las aguas del abismo
llamado amar por un amor que juega
a convertirme en ella y en mí mismo
hundiéndome en su mar para sumarme
a la que hace nacer de mí al mirarme.

VERSIÓN(de DIALOGOS DEL AIRE)

por Once




Versión (de Versiones sobre el mar)

El mismo mar nos pierde: nos encuentra
y nos pierde con su pulso marino.
Y con su eterno nunca nos despierta
del siempre breve sueño de un camino.
Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa
y pierde entre los pulsos del sentido.
Pulsos del mar que intermitentes traman
su recomienzo siempre suspendido.
Fondo que es forma, superficie y pausas
de un deseo en rompientes que reclaman
perderse por partir o estar partido
y aquí quedarse en un hacer sin causas.


Versión (de Sentimiento de Sí)

Voz que creada de sí, gritando a nada
vuelves a aparecer intercalada
aquí en mi voz grabando tu cadencia:
eco que canta donde me silencia.
Eco que me silencia y me revela.
Eco que es yo, que fuí y que me desvela
habitándome aún con oraciones
que forman mi razón: sus omisiones.
Misión de oír y de escuchar latidos
de tantos muertos que en la voz habitan
(Se repiten en mí cuando los mido
midiendo estas palabras que los citan).
Yo estoy entero aquí, pero partiendo
frases que me dividen y no entiendo.



Versión (de Nueve Lieder)

Will will fulfil the treasure of thy love
Ay, fill it full with wills and my will one...
W.S.

Se vuelve hacia la nada y vuelve a mí
y en mí se vuelve nada este deseo
sed de niebla que niega ser allí
para afirmarse en el aquí que creo.
Pensada sed: nombrándola viví
y ví niebla en los signos donde hoy leo
dos nombres en el nombre que de mí
solo nombra un desear no ser deseo.
Ser sed de hacer que al no cesar saciada
sea saciada en mas sed y crezca haciéndose
como la niebla entera ya colmada
de sí y de luz oulta un mundo yéndose.
Desear ser sed: volverse sed deseada
ser toda sed vivida en sed viviéndose.

Sonetos, (1985-1998)


Versiones sobre el mar

El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas: se arman, desobedecen, las crea el viento -¿su amor?- y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores, idénticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para perderse. Y todo tiende a disolverse contra una línea de aguas eternas y sol dilapidado llamada mar. Mar: abundancia de sinsentido humano. Alegorías: mostrar que desde un fondo de mar, marino, vendría la vida. Marina, salina, inmensidad de fuerzas paralizadas. Heráldica: mar inorgánico, mar vegetal, mar animado, mar que envejece en este cuadro. Y mar inmotivado con sus señales y sus sueños. Y mar inmóvil. ¿O no habría un culto de mar, marino...? ¿Con animales que se nutren de su ausencia abisal...? Nutriéndose de aplicaciones y explicaciones humanas: ¿algo se impregna con sabores humanos?Tus manos: ¿traen sabores de mar prohibidos para evocar la prohibición de amar a una materia que se descompone? Cuerpos y ondulaciones de esos cuerpos marcan su breve descomposición. Y sus formas anuncian nuestra leve recomposición. ¿Amar...? Sí: y en ese mar perderse. Llamar perderse a un extravío: mar amarillo, mar amariconado, la mar. La amarga superficie que nos refleja y nos revela plegándose sobre sí, sobre nos. Nuestra pluralidad: en nuestra singularidad plural construimos el nombre mar y el mar para sumarnos a la menuda sociabilidad de sus playas: arena política y falso mar rozando la desnudez de nuestras pieles politizadas. Pieles politizadas, pechos maternos, ceños paternos, ojos policiales, brazos humanos, mano pesada: indispensable, histórica. Como los cuerpos: piesecillos pulidos por el canto de las arenas -roce social- cuerpos sumidos en algún sueño de perfección, sueños marinos, arena temporal, señuelos de una muerte por derivas solares, cierta y a espaldas siempre del mismo mito. Muñón marino, piel depilada, piel lubricada para la humillación solar, ¿y habría un culto de mar, solar? Hagiografías urbanas: pieles de bronce, sonar del bronce de las pasiones chicas y por la gloria. Fraternidad urbana: ¿humana o mera imitación de un mar igualitario y dependiente? El mar semeja, el mar conduce, el mar identifica, el mar es un Estado de la materia. Y el mar crece con la acumulación de poemas de mar. Pero jamás conocerás tu verdadero mar: lo que difiere de los usos humanos del mar. Ni agua es su solución salina. Solución final: el mar, sin tiempo, acumuló en sus aguas todo el naufragio del universo. Y el mar, sin ti, es el naufragio del universo. Y el mar, sin textos, sería la espuma de un instante. Mirá: el mar, ¿no era el reflejo de a-quel sol entrevisto mientras la olas reventaban contra tu cuerpo atónito...? ¿tras los cristales de la espuma...? ¿bajo su manto azul verdoso que se tornaba espuma, ex-agua...? Tu exigua escritura: ¿verías esa mirada o azul o verde, esa mirada falsa bajo el disfraz verdadero de las espumas...? Impresionante, che. Y oral: todo es ficticio en un poema sobre el poema. Y nada en el poema nada. Y en un poema nadas porque todo es oceánico en un poema de mar. ¡Si el mar es solo intermitencia de los cultos humanos! Y los cultos... ¡Piden que el mar occidental sea el sí de los hombres rendidos a sus orillas! ¡Pueblos en bajamar! ¡Patrias perdidas en lo oceánico, en el o-sea del sentido! Vayámonos, perdámonos así en este o-sea donde no hay mar ni nada: ni vos, ni mar, ni oleadas en tu cuerpo, ni ecos de vagas olas, ni obras que registraron navegaciones interiores, ni vientos que suplieron una apariencia de plenitud. 

Escuchemos:

hombre
marino
late
tu corazón

y en tu mar padeces el hundimiento de un sueño de intensidad
y en su mar pareces el nacimiento de un sueño de inmensidaddesanudemos:

hombre
marino
late
tu corazón

y su pulso marino te suma y te sume en su mar



sumar:
una extensión inalcanzable
una invención inalcanzable
una intención inalcanzable

el hombre flota sobre sí mismo

flota sobre sí

flota
sobre

Partes del todo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986


Rodolfo Fogwill (Buenos Aires, 1941-2010)
fogwill.com.ar

Rodolfo Fogwill escritor y sociólogo


1) Fogwill es el mejor porque escribía contra





Fogwill es el mejor escritor argentino del último tercio del siglo XX porque escribía contra. Siempre en contra de algo. Si hubiera que sintetizar, podría decirse que Fogwill escribía contra el poder del sentido común, contra la estupidez de los medios de comunicación, contra la mezquindad, el pajueranismo y el servilismo de los actores del campo intelectual, literario, periodístico. Hoy escribiría contra Facebook que es el imperio de la banalidad, contra las residencias de escritores parásitos sociales en Iowa, contra las políticas culturales, contra la programación de Nacional Rock, contra las Ferias del Libro internacionales, contra el consenso gestionalista y la profundización del capitalismo de amigos que se viene, y, probablemente, entre otras cosas, contra eventos como este.

2) Fogwill es un escritor sociólogo

Pero todo escribir contra no puede escindirse de un escribir sobre. Fogwill escribía sobre las fuerzas sociales. O sobre la relación entre las fuerzas sociales y las instituciones que irradian poder. Por eso, Fogwill era un escritor sociólogo. A diferencia de las letras, que se interrogan por el discurso, la sociología es una disciplina que se pregunta por el poder. Claro que ambas instancias, poder y discurso, son difícilmente separables. Pero hay un orden de prioridades. Una episteme. Las preguntas que generaba la escritura de Fogwill estaban siempre mirando al poder. Sus preguntas podrían ser:¿Cómo se hacen lengua las fuerzas sociales? ¿Qué circuitos entre la lengua, el futuro y el poder? Su obsesión con los idiolectos sociales, cierta veta lo que ahora podría pensarse como “etnográfica” en la escritura de Fogwill, tienen que ver con ese tipo de preguntas.

3) Los libros de la guerra es un manual anti “políticas culturales”





Los libros de la guerra son, quizás, una de las obras más importantes de Fogwill. Esa escritura ansiosa, casi de trinchera, ese escritor que evoca y aguijonea, invitan al lector a la experiencia sensible de sumergirse en el devenir de un pensamiento. Y sacan a la luz la obsesión de Fogwill con un tema que hoy, que declaramos que la socialdemocracia representativa es el único sistema político posible aunque compramos la promesa vagamente horizontalista de Internet, que rezamos el credo del desarrollismo con un mercado interno de cuarenta millones de habitantes, es central a la hora de pensar el estatuto del “arte” o de la “literatura”. Los libros de la guerra podrían ser leídos como un extenso y desordenado manual para pensar qué nos venden cuando nos hablan de políticas culturales. En su labor literaria Fogwill se permitía invertir la pregunta del márketing sobre “cómo vender” en “qué nos están queriendo vender”. ¿Qué rol tiene la cultura en un proyecto político? ¿Qué rol tiene lo cultural en la vida cotidiana? En contra de las ideas de entretenimiento y fomento a la industria que sostiene el populismo de derecha, en contra del horizontalismo achatante que propone el populismo de izquierda y en contra del misticismo pequeñoburgués formalista de centro cultural  propio de la carrera de letras, la propuesta de Fogwill se orientaba a que la cultura adquiriese un estatuto vivo. Donde su vitalidad se vinculase a las posibilidades de destruir a las instituciones para conformar otras nuevas. Esa cadencia entre vitalidad y reflexión es la cuerda eléctrica que atraviesa a la obra de Fogwill.

4) Leer mal a Fogwill es tomarlo al pie de la letra

Fogwill fue un pedagogo romántico que cayó en la trampa de la poesía. La industria editorial y sus negocios con la prensa, el sistema audiovisual en oposición al pensamiento, la poesía como laboratorio del lenguaje. Estas tres obsesiones presentes en el recorrido biográfico de Fogwill requieren de una revisión urgente: la industria editorial sigue siendo la misma porquería de siempre, aunque se sumaron las editoriales de buena conciencia, pulularon las editoriales pequeñas dependientes de sus limitaciones intelectuales y los triunfadores del “proceso” contribuyen a través de festivales y mecenazgos, en un pintoresco retorno a la sociedad cortesana. La literatura entendida como disciplina y como industria es un paradójico commodity mayormente administrado en el país por pequeños comerciantes –distribuidores y librerías-, una excusa de las grandes editoriales para mantener sus beneficios. O una carta de presentación para que el Estado y sus amigos hagan negocios de turismo o exportaciones en ferias y festivales, con alguna participación de la filantropía internacional. Basta decir que su principal problema es la piratería en internet, señal de que se trata de un negocio moribundo. La prensa, los suplementos culturales, aunque consiguieron seguir con sus negocios, son poco significativas y quizás por eso están impregnadas del triunfo de la tradición de los marginales, las literaturas menores, los pequeños experimentos íntimos, la falta de ambición. Claro que eso no mejoró el estándar de lo que se escribe, sino que lo volvió intimista y reaccionario, como era de preveer. El proyecto cultural de Fogwill fracasa porque se arraiga en una estructura del sentir defensiva y asustada que, como Fogwill en su inmadurez, como Fogwill mucho antes de obtener la beca Guggenheim, se basa en la creencia de que es suficiente escribir para un pequeño cenáculo de lectores virtuosos, en una extraña formulación de la teoría del derrame o de la conversión para las sectas místicas del medio oriente. El sistema audiovisual, embrutecedor o no, se amalgamó en un ecosistema animal-social que incluye la escritura permanente en medios de comunicación digital. Esta escritura online condena a la poesía, por su parte, a convertirse en pequeño circuito autonomizado y autista cuyas prácticas sociales tienen muy poco que ver con la ética que pregonaba Fogwill, entendida como responsabilidad ante uno mismo. Nadie que lee poemas a media luz en un centro cultural mugroso ama a su prójimo, nadie que autoedita su plaqueta en papel se ama a sí mismo. La poesía deviene arcaica, e imaginar sus correas de transmisión con el discurso social se convierte en una tarea tan urgente como determinar la sexualidad de los ángeles. Leer mal a Fogwill, entonces, es tomar su relación con la industria editorial, con la poesía y con el sistema audiovisual al pie de la letra.


5) Fogwill no era un humanista sino un mutante

Fogwill era un escritor que, desde la pregunta por los pactos, los murmullos del poder, desde el sedimento antropológico que constituye la lógica del rumor y del secreto, se deslizaba hacia una estética vinculada a lo biológico. A veces, y ahora voy a permitirme algo de misticismo, leer a Fogwill es como acceder a una suerte de genoma del lenguaje. Cada libro de Fogwill propone leer una composición social desde la mirada no de un científico, sino desde la percepción corporal, sensible, de una suerte de mutante alucinado. Se trata de un mapa con zonas ásperas y deformes, con figuras tan hermosas como perturbadoras. Horacio González lo comparó a un Cyber-alquimista y un humanista que busca la experiencia sensible más allá de la manipulación técnica. Pero yo prefiero pensarlo desde la figura del mutante: pensar a su antropología del lenguaje menos como una excavación en los despojos, que como una cartografía de las nuevas contaminaciones. Desde la trinchera, Fogwill pensaba al amor como un fenómeno impuro y desordenado, un virus, cuya sintaxis era muy similar a la de la guerra. Un orden de la guerra que, en la Argentina, parecería sustentado en una guerra sucia, y tenía, en Fogwill, inoculado el virus del amor.


6) Fogwill nos dejó un croquis para pensar el escritor del futuro

Leer mal a Fogwill es también traerlo al presente como un francotirador, o sea como un bufón de comportamientos excéntricos y levemente misóginos, como un donante compulsivo de anécdotas personales, o como un lingüista intuitivo, ligeramente salvaje. Esa tarea queda para los mistificadores, el “periodismo narrativo”, los poetas de la nada. Para los gestores turístico-literarios chupamedias de lo que está bien. Creo que es más sugestivo pensar a Fogwill como un croquis para imaginar al escritor del futuro. Prefiero pensar al escritor del futuro menos como un artista que como un sociólogo, y Fogwill fue eso, más sociólogo que artista. Fue un sociólogo de trinchera, por fuera de los referatos del Conicet y del miserabilismo de las políticas sociales. Fogwill fue un antiprogresista anarquista avant la lettre, desde ya mucho más inteligente que los antiprogresistas de Twitter. El escritor sociólogo del futuro, como Fogwill, tendría como misión un doble movimiento de carcomer lo existente y delinear lo que viene. Para ello, el pensamiento crítico tiene que combinarse menos con el posibilismo que con la disposición utópica. Ese es el sentido del cinismo que Fogwill ejercía.





7) Fogwill fue un escritor anti corporaciones

Fogwill fue un escritor de sutil ciencia ficción. Prefiguró una literatura que cruce una crítica del lenguaje con una narración del consumo y de los secretos de lo político. Bajo este prisma, Fogwill es un sociólogo de la lengua oculta de las organizaciones, es decir, un escritor político. Fogwill trazó una agenda: hablar de las ruinas de futuros imposibles, pensar a las marcas y a las corporaciones como nuestros dioses.


8) Fogwill, nuestro gran escritor antimoderno

El cánon no es otra cosa que una correa de transmisión entre a) las erráticas rencillas de los eruditos y su deseo histérico e impotente de ser aceptados e incomprendidos por el público, o por lo que queda de él, yb) el mercado. Fogwill, escritor lateral, maldito por desesperación, merece un lugar un tanto más central que el que poseen otros dos escritores vivos que, con proyectos en muchos puntos antitéticos, encarnan y producen a la vez posiciones dominantes y regresivas. Para decirlo de modo brutal, si César Aira es el gran escritor posmoderno –en el sentido de frívolo pero también de acreedor consecuente de las paradojas de la modernidad-, y si Ricardo Piglia es el gran escritor moderno –en el sentido en que puede ser moderno un intelectual periférico cuya subsistencia depende en gran medida de esa franquicia llamada Borges-, Fogwill viene a declarar banal la oposición que fundamenta sus estéticas. En esta cartografía, que podría representarse a través de uno de esos mappings tan afines a los que trabajan en investigación de mercado, Fogwill ocuparía la posición del escritor antimoderno. No se trata de un antimodernismo antitécnico, y creo que Fogwill dio bastantes pruebas de no estar en contra del avance tecnológico –Los Pichiciegos como una novela sobre los efectos de una guerra en desventaja tecnológica sobre los cuerpos y el discurso-, sino de un antimodernismo expresionista y corrosivo sustentado en una poética de la anticipación cuyo primer momento es el desvelamiento. Más similar al de Arlt que al de Martínez Estrada.


9) Aquellos que quisieron correr a Fogwill por “izquierda” o por “derecha” fracasaron

Escribir a Fogwill por izquierda, entonces, se trataría menos de extremar sus procedimientos llevando su poética hacia un non-sense ocioso y aletargante, que de nutrirlo de los actuales horizontes suscitados por los cruces contemporáneos entre la técnica y la biología, y por interrogar a un sistema de corporaciones y actores que, tras la supuesta superación del ciclo de stop and go, se encuentran en metamorfosis. Jorge Asís, otro escritor antimoderno, opera como un laboratorio viviente de la escritura de Fogwill por derecha. Fosilizado y en involuntaria autoparodia, el lenguaje en Asís expresa el atascamiento de una imaginación incapaz de superar una lectura de lo social como un tablero de juego para estructuras partidarias arcaicas y actores sociales en declive. La gran maldición del setentismo y su lectura sobre las clases sociales, que Fogwill no se cansaba de evitar. Pero, al mismo tiempo, Asís muestra una especial sensibilidad para tematizar la dinámica bélica del ascenso social, del rapiñaje organizacional y del enanismo cultural de los escritores. Problemas a los que la escritura de Fogwill no era ajena.

10) Los Pichiciegos declara obsoletas a las crónicas periodísticas que padecemos


La poética de Fogwill, que soltaba sus cosas en internet como una suerte de ejercicio de terrorismo amoroso, que se enfrentaba a sus editores porque en primer lugar los consideraba incapaces de leer, se nutría de una urgencia y un deseo de intervención que permiten pensarlo como un precursor de cierta inmediatez digital. Probablemente la época lo protegió de ciertos deslices. Pero existe en su escritura una vocación anti-acumulativa que tiene las huellas de lo contemporáneo, una contradicción entre reflexión e inmediatez, la desesperación por “pasar datitos”, por “que no lo tomasen por boludo”. Sin embargo, la mayoría de sus libros son perfectamente legibles hoy. Fogwill fue el mejor cronista. Inventó Los Pichiciegos en base a una investigación sobre el habla social. Un murmullo que recogía de su vida profesional y cotidiana. Importa poco si Los Pichiciegos fue escrito en dos días y con una cantidad X de cocaína. Las premisas de la crónica y del “periodismo narrativo”, su transparencia, su clasismo, su “ir detrás de los hechos”, su llamado superficial al moralismo y a una complejidad de bajo vuelo, lo hubieran espantado, le hubieran parecido una estupidez ///PACO

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