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viernes, 1 de marzo de 2019

ALFONSO ALCALDE




Artículo por: Francisco Ide Wolleter



Alfonso Alcalde fue de ese tipo de escritores cuya vida y literatura fueron una especie de latigazo del diablo. Esa clásica frase de La Vida Peligrosa de  Blaise Cendrars se aplica totalmente a Alcalde.

Publicó más de 30 libros de distintos géneros: poesía, narrativa, teatro, reportajes, biografías, libros infantiles, libros sobre cocina y cultura popular, etc. Vivió en 25 países, se casó 5 veces, fue panadero en Argentina, carpintero en Potosí, traficante de caballos en Santa Cruz, vendió ataúdes, fue pescador artesanal, cuidador de animales de circo, vendedor de diarios, y un largo etcétera.

Su primer libro de poemas Balada para la Ciudad Muerta, lo publicó a los 26 años, en 1947, con prólogo de Pablo Neruda. Al poco tiempo quemó gran parte de los ejemplares del libro, declarando más tarde que fue un trabajo inmaduro y precipitado, y no publicó nada hasta 1958 con Variaciones sobre el Tema del Amor y de la Muerte, que le valió el Premio Alerce de poesía.

Estos poemas de amor son un posicionamiento sobre la poesía y la experiencia que pocas veces se ha repetido en la poesía chilena: el tema del amor como bandera de lucha y militancia, la emoción humana como el valor más importante en la experiencia colectiva.

*
AQUELLOS
que ensalzaron
sus odios, la coquetería
y hasta la breve total
ilusión del momento,
y se desnudaron
y enemigos atroces
mordiéronse estrangulados
cantando
y volvieron una y otra vez
sobre sus cuerpos
y jamás los encontraron
EL AMOR LOS PROTEJA





*
AQUELLOS
suicidas
decapitados a borbotones
aún anclados dentro de la muerte,
aquellos que se devoraron
frotándose como piedras
para iniciar el primer fuego
EL AMOR LOS BENDIGA


*
AQUELLOS
que abandonaron sus ropas,
las inexplicables llaves de los hogares
y borraron toda huella de vida
ultimándose uno al otro
acusándose de mutua fidelidad
y blasfemaron sobre el único
cadáver del amor
SEAN ENSALZADOS



*
AQUELLOS
desgarrados en la despedida
los que murieron
al quedar aislados
y después regresaron como
bólidos
chorreando comprensión
justicia, perdón, ecuanimidad
y adulterio de rodillas
DEBEN SER ADMIRADOS



*
AQUELLOS
que oraron al borde de los catres
junto a las rejas que parecían ataúdes
que son ataúdes y en general todos
aquellos que practicaban la indivisibilidad
del ser, la gestación como maldición,
la fecundidad por descuido,
los que se multiplicaron
a la deriva de sus grandes derrotas
y huecos permanecieron y vacíos vivieron:
los que encadenaron, ataron, sumaron
compraron o vendieron a una sola mujer
crucificándola de espaldas todas las noches
solitarias.



*
AQUELLOS
que hicieron un culto de la tentación
y tentados se odiaron y tentados también
se amaron hasta con desgarrado frenesí;
los que estuvieron dentro de sus cuerpos
sólo un momento, desalojándolos después
por todas sus heridas.

Los que los habitaron a medias, tímidos
blasfemos de una jornada, los que en una
noche recuperaron el amor de una vida,
los que en una vida como una gota sobre la piedra
perforaron el amor y lo horadaron sin importarles
el tiempo, imperturbables, eternos en su porfía
y luego la piedra, la mujer, se diluyó con la
primera luz del alba, de la muerte, del día.




*
AQUELLOS
que disecaron sus solitarias
porciones de tristeza
a lágrima viva y luego ultrajaron
el llanto
en algunos profundos cuartos
azules borrosos amarillentos
de hoteles de tercera clase
siempre con un decapitado al final
trancando la única puerta de escape.


AQUELLOS
que exterminados de bruces
marchitos para siempre
hirvieron en su propio
cristalino y transpirado caldo glorioso
TODOS SEAN PERDONADOS



*
AQUELLOS
que inventaron
y patentaron la dicha
a tanto la hora, el
milímetro y el pedazo
de blando, desvaído
seno
ya irremediablemente
sin resorte
a tanto la barata imperdonable
presa,
la pierna suelta
en su estantería
liquidándose por vejez y fin de temporada
en nombre de la pureza total
y la plácida música
de los dientes apretados
de la mujer
cuando se aferra a ella misma
escapando de su cuerpo,
como si una tempestad
inexplicable y vengativa
les soplara los huesos y huyera
despeñándose entre los colchones
los acantilados y el mar
EL AMOR LOS REDIMA



*
AQUELLAS
que esperaron de pie
dar a luz un pedazo de algo,
de musgo, de mano o dedo útil,
de pared humana, de benéfico rocío
inspiradas en el frenético deseo
de proyectarse o eternizarse
en nombre del hastío
la pereza
y la esperanza
RECIBAN NUESTRA GRATITUD


*
AQUELLAS
que en su sexo como un cráter
escucharon zumbar la tierra
y los hirvientes huesos
del hombre
bajo la entraña terrestre
y abrieron las piernas
en nombre de la perpetuidad
de la especia, y por último
parieron a desgano hijo tras hijo
y fueron abrumadas con el peso del
universo que se licuó en el alma,
que les apuró los huesos, que se
los quebró, quemándolos hasta que
un fino hilo rabioso circuló por sus
rostros y giró y giró hasta envejecerlas
para siempre como espejo roto.


Alfonso Alcalde Ferrer (Punta Arenas, 28 de septiembre de 1921 – Coliumo, 5 de mayo de 1992) Colaboró en la editorial Quimantú, un importante proyecto impulsado durante el gobierno de Salvador Allende, que hizo la literatura más accesible a la gente, ya que los libros eran muy económicos y de amplia distribución y tiraje.
Escribió Balada para una ciudad muerta (con Prólogo de Pablo Neruda), Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte, El panorama ante nosotros, Ejercicio sobre el tema de la rosa, Epifanía cruda, entre otros.

viernes, 23 de junio de 2017

Rodolfo Fogwill escritor y sociólogo


1) Fogwill es el mejor porque escribía contra





Fogwill es el mejor escritor argentino del último tercio del siglo XX porque escribía contra. Siempre en contra de algo. Si hubiera que sintetizar, podría decirse que Fogwill escribía contra el poder del sentido común, contra la estupidez de los medios de comunicación, contra la mezquindad, el pajueranismo y el servilismo de los actores del campo intelectual, literario, periodístico. Hoy escribiría contra Facebook que es el imperio de la banalidad, contra las residencias de escritores parásitos sociales en Iowa, contra las políticas culturales, contra la programación de Nacional Rock, contra las Ferias del Libro internacionales, contra el consenso gestionalista y la profundización del capitalismo de amigos que se viene, y, probablemente, entre otras cosas, contra eventos como este.

2) Fogwill es un escritor sociólogo

Pero todo escribir contra no puede escindirse de un escribir sobre. Fogwill escribía sobre las fuerzas sociales. O sobre la relación entre las fuerzas sociales y las instituciones que irradian poder. Por eso, Fogwill era un escritor sociólogo. A diferencia de las letras, que se interrogan por el discurso, la sociología es una disciplina que se pregunta por el poder. Claro que ambas instancias, poder y discurso, son difícilmente separables. Pero hay un orden de prioridades. Una episteme. Las preguntas que generaba la escritura de Fogwill estaban siempre mirando al poder. Sus preguntas podrían ser:¿Cómo se hacen lengua las fuerzas sociales? ¿Qué circuitos entre la lengua, el futuro y el poder? Su obsesión con los idiolectos sociales, cierta veta lo que ahora podría pensarse como “etnográfica” en la escritura de Fogwill, tienen que ver con ese tipo de preguntas.

3) Los libros de la guerra es un manual anti “políticas culturales”





Los libros de la guerra son, quizás, una de las obras más importantes de Fogwill. Esa escritura ansiosa, casi de trinchera, ese escritor que evoca y aguijonea, invitan al lector a la experiencia sensible de sumergirse en el devenir de un pensamiento. Y sacan a la luz la obsesión de Fogwill con un tema que hoy, que declaramos que la socialdemocracia representativa es el único sistema político posible aunque compramos la promesa vagamente horizontalista de Internet, que rezamos el credo del desarrollismo con un mercado interno de cuarenta millones de habitantes, es central a la hora de pensar el estatuto del “arte” o de la “literatura”. Los libros de la guerra podrían ser leídos como un extenso y desordenado manual para pensar qué nos venden cuando nos hablan de políticas culturales. En su labor literaria Fogwill se permitía invertir la pregunta del márketing sobre “cómo vender” en “qué nos están queriendo vender”. ¿Qué rol tiene la cultura en un proyecto político? ¿Qué rol tiene lo cultural en la vida cotidiana? En contra de las ideas de entretenimiento y fomento a la industria que sostiene el populismo de derecha, en contra del horizontalismo achatante que propone el populismo de izquierda y en contra del misticismo pequeñoburgués formalista de centro cultural  propio de la carrera de letras, la propuesta de Fogwill se orientaba a que la cultura adquiriese un estatuto vivo. Donde su vitalidad se vinculase a las posibilidades de destruir a las instituciones para conformar otras nuevas. Esa cadencia entre vitalidad y reflexión es la cuerda eléctrica que atraviesa a la obra de Fogwill.

4) Leer mal a Fogwill es tomarlo al pie de la letra

Fogwill fue un pedagogo romántico que cayó en la trampa de la poesía. La industria editorial y sus negocios con la prensa, el sistema audiovisual en oposición al pensamiento, la poesía como laboratorio del lenguaje. Estas tres obsesiones presentes en el recorrido biográfico de Fogwill requieren de una revisión urgente: la industria editorial sigue siendo la misma porquería de siempre, aunque se sumaron las editoriales de buena conciencia, pulularon las editoriales pequeñas dependientes de sus limitaciones intelectuales y los triunfadores del “proceso” contribuyen a través de festivales y mecenazgos, en un pintoresco retorno a la sociedad cortesana. La literatura entendida como disciplina y como industria es un paradójico commodity mayormente administrado en el país por pequeños comerciantes –distribuidores y librerías-, una excusa de las grandes editoriales para mantener sus beneficios. O una carta de presentación para que el Estado y sus amigos hagan negocios de turismo o exportaciones en ferias y festivales, con alguna participación de la filantropía internacional. Basta decir que su principal problema es la piratería en internet, señal de que se trata de un negocio moribundo. La prensa, los suplementos culturales, aunque consiguieron seguir con sus negocios, son poco significativas y quizás por eso están impregnadas del triunfo de la tradición de los marginales, las literaturas menores, los pequeños experimentos íntimos, la falta de ambición. Claro que eso no mejoró el estándar de lo que se escribe, sino que lo volvió intimista y reaccionario, como era de preveer. El proyecto cultural de Fogwill fracasa porque se arraiga en una estructura del sentir defensiva y asustada que, como Fogwill en su inmadurez, como Fogwill mucho antes de obtener la beca Guggenheim, se basa en la creencia de que es suficiente escribir para un pequeño cenáculo de lectores virtuosos, en una extraña formulación de la teoría del derrame o de la conversión para las sectas místicas del medio oriente. El sistema audiovisual, embrutecedor o no, se amalgamó en un ecosistema animal-social que incluye la escritura permanente en medios de comunicación digital. Esta escritura online condena a la poesía, por su parte, a convertirse en pequeño circuito autonomizado y autista cuyas prácticas sociales tienen muy poco que ver con la ética que pregonaba Fogwill, entendida como responsabilidad ante uno mismo. Nadie que lee poemas a media luz en un centro cultural mugroso ama a su prójimo, nadie que autoedita su plaqueta en papel se ama a sí mismo. La poesía deviene arcaica, e imaginar sus correas de transmisión con el discurso social se convierte en una tarea tan urgente como determinar la sexualidad de los ángeles. Leer mal a Fogwill, entonces, es tomar su relación con la industria editorial, con la poesía y con el sistema audiovisual al pie de la letra.


5) Fogwill no era un humanista sino un mutante

Fogwill era un escritor que, desde la pregunta por los pactos, los murmullos del poder, desde el sedimento antropológico que constituye la lógica del rumor y del secreto, se deslizaba hacia una estética vinculada a lo biológico. A veces, y ahora voy a permitirme algo de misticismo, leer a Fogwill es como acceder a una suerte de genoma del lenguaje. Cada libro de Fogwill propone leer una composición social desde la mirada no de un científico, sino desde la percepción corporal, sensible, de una suerte de mutante alucinado. Se trata de un mapa con zonas ásperas y deformes, con figuras tan hermosas como perturbadoras. Horacio González lo comparó a un Cyber-alquimista y un humanista que busca la experiencia sensible más allá de la manipulación técnica. Pero yo prefiero pensarlo desde la figura del mutante: pensar a su antropología del lenguaje menos como una excavación en los despojos, que como una cartografía de las nuevas contaminaciones. Desde la trinchera, Fogwill pensaba al amor como un fenómeno impuro y desordenado, un virus, cuya sintaxis era muy similar a la de la guerra. Un orden de la guerra que, en la Argentina, parecería sustentado en una guerra sucia, y tenía, en Fogwill, inoculado el virus del amor.


6) Fogwill nos dejó un croquis para pensar el escritor del futuro

Leer mal a Fogwill es también traerlo al presente como un francotirador, o sea como un bufón de comportamientos excéntricos y levemente misóginos, como un donante compulsivo de anécdotas personales, o como un lingüista intuitivo, ligeramente salvaje. Esa tarea queda para los mistificadores, el “periodismo narrativo”, los poetas de la nada. Para los gestores turístico-literarios chupamedias de lo que está bien. Creo que es más sugestivo pensar a Fogwill como un croquis para imaginar al escritor del futuro. Prefiero pensar al escritor del futuro menos como un artista que como un sociólogo, y Fogwill fue eso, más sociólogo que artista. Fue un sociólogo de trinchera, por fuera de los referatos del Conicet y del miserabilismo de las políticas sociales. Fogwill fue un antiprogresista anarquista avant la lettre, desde ya mucho más inteligente que los antiprogresistas de Twitter. El escritor sociólogo del futuro, como Fogwill, tendría como misión un doble movimiento de carcomer lo existente y delinear lo que viene. Para ello, el pensamiento crítico tiene que combinarse menos con el posibilismo que con la disposición utópica. Ese es el sentido del cinismo que Fogwill ejercía.





7) Fogwill fue un escritor anti corporaciones

Fogwill fue un escritor de sutil ciencia ficción. Prefiguró una literatura que cruce una crítica del lenguaje con una narración del consumo y de los secretos de lo político. Bajo este prisma, Fogwill es un sociólogo de la lengua oculta de las organizaciones, es decir, un escritor político. Fogwill trazó una agenda: hablar de las ruinas de futuros imposibles, pensar a las marcas y a las corporaciones como nuestros dioses.


8) Fogwill, nuestro gran escritor antimoderno

El cánon no es otra cosa que una correa de transmisión entre a) las erráticas rencillas de los eruditos y su deseo histérico e impotente de ser aceptados e incomprendidos por el público, o por lo que queda de él, yb) el mercado. Fogwill, escritor lateral, maldito por desesperación, merece un lugar un tanto más central que el que poseen otros dos escritores vivos que, con proyectos en muchos puntos antitéticos, encarnan y producen a la vez posiciones dominantes y regresivas. Para decirlo de modo brutal, si César Aira es el gran escritor posmoderno –en el sentido de frívolo pero también de acreedor consecuente de las paradojas de la modernidad-, y si Ricardo Piglia es el gran escritor moderno –en el sentido en que puede ser moderno un intelectual periférico cuya subsistencia depende en gran medida de esa franquicia llamada Borges-, Fogwill viene a declarar banal la oposición que fundamenta sus estéticas. En esta cartografía, que podría representarse a través de uno de esos mappings tan afines a los que trabajan en investigación de mercado, Fogwill ocuparía la posición del escritor antimoderno. No se trata de un antimodernismo antitécnico, y creo que Fogwill dio bastantes pruebas de no estar en contra del avance tecnológico –Los Pichiciegos como una novela sobre los efectos de una guerra en desventaja tecnológica sobre los cuerpos y el discurso-, sino de un antimodernismo expresionista y corrosivo sustentado en una poética de la anticipación cuyo primer momento es el desvelamiento. Más similar al de Arlt que al de Martínez Estrada.


9) Aquellos que quisieron correr a Fogwill por “izquierda” o por “derecha” fracasaron

Escribir a Fogwill por izquierda, entonces, se trataría menos de extremar sus procedimientos llevando su poética hacia un non-sense ocioso y aletargante, que de nutrirlo de los actuales horizontes suscitados por los cruces contemporáneos entre la técnica y la biología, y por interrogar a un sistema de corporaciones y actores que, tras la supuesta superación del ciclo de stop and go, se encuentran en metamorfosis. Jorge Asís, otro escritor antimoderno, opera como un laboratorio viviente de la escritura de Fogwill por derecha. Fosilizado y en involuntaria autoparodia, el lenguaje en Asís expresa el atascamiento de una imaginación incapaz de superar una lectura de lo social como un tablero de juego para estructuras partidarias arcaicas y actores sociales en declive. La gran maldición del setentismo y su lectura sobre las clases sociales, que Fogwill no se cansaba de evitar. Pero, al mismo tiempo, Asís muestra una especial sensibilidad para tematizar la dinámica bélica del ascenso social, del rapiñaje organizacional y del enanismo cultural de los escritores. Problemas a los que la escritura de Fogwill no era ajena.

10) Los Pichiciegos declara obsoletas a las crónicas periodísticas que padecemos


La poética de Fogwill, que soltaba sus cosas en internet como una suerte de ejercicio de terrorismo amoroso, que se enfrentaba a sus editores porque en primer lugar los consideraba incapaces de leer, se nutría de una urgencia y un deseo de intervención que permiten pensarlo como un precursor de cierta inmediatez digital. Probablemente la época lo protegió de ciertos deslices. Pero existe en su escritura una vocación anti-acumulativa que tiene las huellas de lo contemporáneo, una contradicción entre reflexión e inmediatez, la desesperación por “pasar datitos”, por “que no lo tomasen por boludo”. Sin embargo, la mayoría de sus libros son perfectamente legibles hoy. Fogwill fue el mejor cronista. Inventó Los Pichiciegos en base a una investigación sobre el habla social. Un murmullo que recogía de su vida profesional y cotidiana. Importa poco si Los Pichiciegos fue escrito en dos días y con una cantidad X de cocaína. Las premisas de la crónica y del “periodismo narrativo”, su transparencia, su clasismo, su “ir detrás de los hechos”, su llamado superficial al moralismo y a una complejidad de bajo vuelo, lo hubieran espantado, le hubieran parecido una estupidez ///PACO

viernes, 23 de diciembre de 2016

CUENTOS DE LYDIA DAVIS




Lydia Davis (n. 15 de julio de 1947, Northampton, Massachusetts) es una narradora estadounidense de relatos breves; también es conocida por sus traducciones del francés.

Davis es hija de Robert Gorham Davis, profesor de inglés, y de Hope Hale Davis. Estudió inglés y latín; estuvo un año en Austria y aprendió alemán. Estuvo casada con Paul Auster, entre 1974 y 1978, y tuvieron un hijo, Daniel Auster. Luego, se casó con el artista Alan Cote, y de esa unión nació Theo Cote.

Recibió un fuerte influjo inicial de Samuel Beckett, al que estudió de muy joven. Su padre era profesor de inglés, y conoció así a un escritor muy diferente de lo que había leído (en la primera página encontró: “I’m lying here. I’ve dropped my pencil”). Ya de estudiante superior, fue leyendo novelista tras novelista; Nabokov, Thomas Hardy, George Eliot, Dostoevsky o Joyce, y siguió con voracidad lectora.

Es profesora de creación literaria en la Universidad de Albany (SUNY). Además de escribir, ha traducido del francés toda su vida, entre otros, a escritores y ensayista como Vivant Denon, Gustave Flaubert, Marcel Proust, Maurice Blanchot, Michel Leiris, Pierre-Jean Jouve o Michel Foucault.

Davis ha publicado seis libros de cuentos habitualmente breves (o brevísimos), con un toque de humor, entre los que destacan: The Thirteenth Woman and Other Stories (1976), Break It Down (1986) o Varieties of Disturbance (2007). Han aparecido varias antologías suyas; y en 2009 recopiló sus cuentos en The Collected Stories of Lydia Davis, traducida al español.



Ha sido considerada candidata para obtener el Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones. Es famosa por sus cuentos cortos y la imposibilidad por clasificarlos dentro de las categorías tradicionales. La traducción corre a cargo de Pablo Robles Gastélum y Augusto Sonrics.



Amigos aburridos

Sólo conocemos a cuatro personas aburridas. El resto de nuestros amigos nos parecen muy interesantes. A pesar de eso, la mayoría de nuestros amigos interesantes creen que somos aburridos: para los más interesantes somos los más aburridos. Los pocos que andan en algún  lugar intermedio, con quienes tenemos un interés recíproco, nos provocan desconfianza: en cualquier momento, sentimos, pueden pasar a ser demasiado interesantes para nosotros o nosotros demasiado interesantes para ellos.

.


Hombres

También hay hombres en el mundo. A veces se nos olvida, y pensamos que solo hay mujeres –colinas y llanos interminables de mujeres sumisas. Hacemos pequeñas bromas y nos consolamos entre nosotras y nuestras vidas pasan rápidamente. Pero de vez en cuando, es cierto, un hombre se eleva inesperadamente entre nosotras como un pino y nos mira de manera salvaje y hace que cojeemos de vuelta entre pantanos para escondernos en nuestras cuevas y barrancos hasta que él se haya ido.




La treceava mujer

En una ciudad de doce mujeres vivía una treceava. Nadie aceptaba que vivía ahí, no llegaba ninguna correspondencia para ella, nadie hablaba de ella, nadie le vendía pan, nadie le compraba nada, nadie devolvía su mirada, nadie tocaba su puerta; la lluvia no caía sobre ella, el sol nunca brillaba sobre ella, el día nunca atardecía para ella, la noche nunca llegaba para ella; para ella las semanas no pasaban, los años no transcurrían; su casa no tenía número, su jardín estaba descuidado, su camino no era caminado, nadie dormía en su cama, su comida no se comía, su ropa no se usaba; y aun así, a pesar de todo esto, seguía viviendo en la ciudad sin ningún resentimiento.




Notas durante una larga conversación por teléfono con mi madre

para el verano___ella necesita

vestido bonito___algodón

algodón                     nódogla

______aldógon

______aldogón

______________godalón

______nógodal________nóglado

______nódogal

___dogalón






Ratones

Hay ratones que viven en nuestras paredes pero nunca entran a nuestra cocina. Estamos contentos pero no podemos entender por qué no vienen a nuestra cocina donde tenemos trampas puestas, y sí van a las cocinas de nuestros vecinos. Aunque estamos contentos, también estamos un poco tristes, porque los ratones se comportan como si hubiera algo malo con nuestra cocina. Lo que hace esto todavía más misterioso es que nuestra casa es mucho menos ordenada que las casas de nuestros vecinos. Hay más restos de comida en nuestra cocina, más migajas en la barra y restos sucios de cebolla pateados por debajo de la alacena. De hecho, hay tanta comida suelta en la cocina que solo se me ocurre pensar que los ratones mismos se sienten intimidados por ella. En una cocina limpia, es un reto para los ratones encontrar suficiente comida noche tras noche para sobrevivir hasta la primavera. Pacientemente cazan y mordisquean hora tras hora hasta quedar satisfechos. Pero en nuestra cocina se encuentran frente a algo tan fuera de su experiencia habitual que no pueden contra ello. Pueden aventurarse y dar algunos pasos, pero al enfrentarse a los abrumadores monumentos y olores, vuelven resignado a sus hoyos, incómodos y apenados de no poder husmear como deberían.



Su cumpleaños

105 años:
ella no estaría viva hoy
incluso si no hubiese muerto.



Una segunda oportunidad

Si tan solo tuviera la oportunidad de aprender de mis errores, lo haría, pero hay demasiadas cosas que no haces dos veces; de hecho, la mayor parte de las cosas importantes son cosas que no haces dos veces, así que no las puedes hacer mejor la segunda vez. Haces algo mal y luego ves lo que hubiera sido mejor hacer y estás preparada para hacerlo, de presentarse la oportunidad, pero la próxima experiencia es muy diferente y tu juicio de nuevo será erróneo y aunque luego estés preparada para esta experiencia si habría de repetirse, no estás preparada para la experiencia siguiente. Si, por ejemplo, pudieras casarte a los dieciocho años dos veces, la segunda vez podrías asegurarte de que no fueras tan joven para hacerlo, porque tendrías la perspectiva de ser mayor y sabrías que la persona que te aconseja casarte con este hombre te está dando un mal consejo pues sus razones son las mismas que te dio la última vez que te aconsejo casarte a los dieciocho. Si pudieras traer un hijo de un primer matrimonio a un segundo matrimonio por segunda vez, sabrías que la generosidad puede convertirse en resentimiento si no haces las cosas bien y el resentimiento en amabilidad si las haces, a menos que el hombre con el que te cases cuando te cases por segunda vez una segunda vez tuviera un temperamento muy diferente al del hombre con quien te casaste por segunda vez la primera vez, en ese caso tendrías que casarte con ese hombre dos veces para saber cuál sería el mejor camino que tomar al casarse con un hombre de su temperamento. Si pudieras ver a tu madre morirse por segunda vez podrías estar preparada para pelear por conseguir una habitación privada donde no hubiera nadie viendo la televisión mientras ella muere, pero si estuvieras preparada para pelear por eso, y lo hicieras, tendrías que perder a tu madre de nuevo para saber lo suficiente como para decirles que coloquen bien su dentadura y no mal como lo hicieron antes en su habitación y la vieron por última vez sonriendo tan extrañamente, y luego una vez más para asegurarte que sus cenizas no fueran  guardadas de nuevo en esa especie de contenedor de correos aéreos donde la mandaron al norte a un cementerio.





Especial

Sabemos que somos muy especiales. Pero seguimos intentando averiguar en qué manera lo somos: así no, así tampoco, ¿entonces cómo?




Un hombre de su pasado

Creo que Madre está coqueteando con un hombre de su pasado que no es Padre. Me digo: ¡Madre no debería tener relaciones inapropiadas con este hombre “Franz”! “Franz” es un europeo. ¡Le digo que no debería ver a este hombre inapropiadamente cuando Padre no está! Pero estoy confundiendo una vieja realidad con una nueva realidad: Padre no volverá a casa. Se estará quedando en Vernon Hall. En cuanto a Madre, ella tiene noventa y cuatro años. ¿Cómo puede haber relaciones inapropiadas con una mujer de noventa y cuatro años? Bien, creo que mi confusión es la siguiente: aunque su cuerpo está viejo, su capacidad de traición sigue joven y fresca.




La mala novela

Esta novela, difícil y aburrida que traje conmigo a este viaje –trato de leerla. He vuelto a ella tantas veces, cada vez temiéndola más y cada vez encontrándola no más interesante que la última vez, que ahora se ha convertido en algo así como una vieja amiga. Mi vieja amiga, la mala novela.




Susie Brown estará en la ciudad

Susie Brown estará en la ciudad. Estará en la ciudad para vender sus cosas. Susie Brown se mudará muy lejos. Quiere vender su cama matrimonial. ¿Queremos su cama matrimonial? ¿Queremos su silla otomana? ¿Queremos sus artículos de baño?

Es tiempo de decirle adiós a Susie Brown. Nos gustaba que fuera nuestra amiga.

Nos gustaban sus clases de tenis.





La transformación

No era posible, pero pasó; y no de una manera repentina, sino con gran lentitud, no fue un milagro, sino algo muy natural, a pesar de ser imposible. Una chica de nuestra ciudad se convirtió en piedra. Pero es cierto que tampoco había sido una chica normal antes de eso: había sido un árbol. Sabemos que a los árboles los mueve el viento. Pero en algún momento a finales de septiembre comenzó a dejar de moverse con el viento. Pasaron varias semanas y cada vez se movía menos. Después, nunca se movió. Cuando sus hojas caían lo hacían repentinamente y con sonidos terribles. Caían sobre las piedras y a veces se partían en pedazos y a veces permanecían intactas. Salían chispas donde caían y un poco de polvo blanco alrededor. La gente, aclaro que yo no, recogía las hojas y las ponían sobre manteles. Nunca existió una ciudad como ésa, con hojas de piedra sobre cada mantel. Luego comenzó a cambiar de color: primero pensamos que era por la luz. Algo frustrados, a veces algunos rodeábamos el árbol abriendo y cerrando los ojos, boquiabierto –y tan pocos dientes había entre nosotros que también era algo para verse– y decíamos que era la hora del día o el cambio de estación lo que la hacía verse gris. Pero pronto fue claro que ahora simplemente era gris, así nomás, así como hace unos años tuvimos que aceptar que ahora simplemente era árbol y no una chica. Pero un árbol es una cosa y una piedra es otra. Hay límites en lo que puedes aceptar, incluso cuando se trata de cosas imposibles.


Comportamiento extraño

Ves cómo las circunstancias tienen la culpa. En realidad no soy una persona extraña si lleno mis oídos con pedacitos de Kleenex y envuelvo mi cabeza con una bufanda: cuando vivía sola tenía todo el silencio que quería.


Händel

Hay un problema en mi matrimonio: simplemente no me gusta Georg Friedrich Händel tanto como a mi marido. Es una verdadera barrera entre nosotros. Envidio a una pareja que conocemos, por ejemplo, ambos aman a Händel tanto que a veces viajan en avión hasta Texas solo para escuchar una de sus operas interpretada por un tenor en particular. Incluso han convertido a otra de nuestras amigas en común en una admiradora de Händel. Estoy sorprendida porque la última vez que ella y yo hablamos de música, me dijo que a quien realmente admiraba era a Hank Williams. Los tres juntos tomaron un tren a Washington D.C. este año para escuchar a Giulio Cesare in Egitto. Yo prefiero a los compositores del siglo diecinueve y particularmente a Dvořák. Pero soy bastante abierta a todo tipo de música y normalmente si estoy en contacto con algo lo suficiente, termina por gustarme. Pero aunque mi marido ponga música de Händel todas las noches si no hago algo para evitarlo, no he podido hacer que Händel me guste. Afortunadamente, acabo de descubrir que hay un terapeuta no tan lejos de aquí, en Lenox, Massachusetts, que se especializa en Terapia de Händel, y voy a darle una oportunidad. (Mi marido no cree en la terapia y yo sé que él no iría a una Terapia de Dvořák conmigo aun cuando existiese una).




Iluminada

No sé si pueda seguir siendo su amiga. He pensado bastante en ello– nunca comprenderá cuánto. Le di una última oportunidad. La llamé, después de un año. Pero no me gustó el camino que tomó la conversación. El problema es que ella no está muy iluminada. O debo decir, no está lo suficientemente iluminada para mí. Tiene casi cincuenta años y no está más iluminada, a como lo veo, que cuando nos conocimos hace veinte años, cuando hablábamos principalmente de hombres. No me importaba qué tan iluminada no estaba entonces. Creo que estoy más iluminada ahora y ciertamente más iluminada que ella, aunque sé que no es muy iluminado decir eso. Pero quiero decirlo, así que estoy dispuesta a posponer estar más iluminada para seguir pudiendo decir cosas similares de un amigo.




Joven y pobre

Me gusta trabajar cerca del bebé, aquí en el escritorio con la lámpara. El bebé duerme.

Es como cuando era joven y pobre, iba a decir.

Pero todavía soy joven y pobre.



Qué difícil

Por años mi madre me decía que yo era egoísta, descuidada, irresponsable, etc. Se molestaba constantemente. Si discutía, se tapaba los oídos. Ella hizo lo que pudo para cambiarme pero nunca cambié, o si cambié, no puedo estar segura de haberlo hecho, porque nunca llegó el momento en que mi madre me dijera “Ya no eres egoísta, descuidada, irresponsable, etc.” Ahora soy yo quien me digo “¿Por qué no puedes pensar primero en los demás? ¿Por qué no pones atención a lo que haces? ¿Por qué no recuerdas lo que tienes que hacer?” Estoy molesta. Me compadezco de mi madre. ¡Qué difícil soy! Pero no le puedo decir esto porque al mismo tiempo que quiero decirlo, también estoy aquí en el teléfono, escuchándola, lista para defenderme.


Prioridad

Debería ser muy sencillo. Haces lo que puedes cuando está despierto, luego, cuando esté dormido, haces lo que sólo puedes hacer cuando está dormido, comenzando por lo más importante. Pero no es tan sencillo.

Te preguntas qué es lo más importante. Debería ser fácil decir qué tiene prioridad y ocuparte de ello. Pero no sólo una cosa tiene prioridad, tampoco dos o tres. Cuando muchas cosas tienen prioridad, ¿cuál de esas cosas que tienen prioridad recibe prioridad?

Cuando tienes tiempo para hacer algo, cuando está dormido, puedes escribir una carta que tiene que escribirse inmediatamente pues muchas cosas dependen de ella. Pero, bien, si escribes la carta, tus plantas no tendrán agua y es un día muy caluroso. Ya las pusiste afuera en el balcón con la esperanza de que la lluvia se ocupara de ellas, pero este verano casi no ha llovido. Ya las metiste del balcón con la esperanza de que si no están expuestas al viento no necesitarán ser regadas tan seguido, pero de todos modos tendrían que regarse.

Y, bien, si riegas las plantas, no escribirás la carta, de la que dependen muchas cosas. Tampoco acomodarás la cocina y la sala, y luego te sentirás confundida y frustrada por el desorden. Hay una mesa cubierta de listas de compras y unos vasos de cristal que tu esposo compró en una oferta de liquidación. Debería ser muy sencillo guardar los vasos, pero no puedes guardarlos hasta que los laves, no puedes lavarlos hasta que no haya platos sucios en el fregadero, y no puedes lavar los platos hasta que destapes el drenaje. Y si comienzas por el drenaje, puede que no avances, mientras duerme, más allá de lavar los platos.

Puedes decidir que las plantas tienen prioridad pues, a final de cuentas, están vivas. Luego puedes decidir, ya que tienes que encontrar una manera de organizar tus prioridades, que todo lo que tenga vida en la casa tendrá prioridad, comenzando por el ser humano más joven y pequeño. Eso debería quedar muy claro. Pero aún así, aunque sepas exactamente cómo cuidar al ratón, al gato, a las plantas, no estás segura de cómo darle prioridad al bebé, al hijo mayor, a ti misma y a tu esposo. Ciertamente es verdad que mientras más grande y vieja sea la cosa con vida resulta más difícil saber cómo cuidarla.


Tormenta tropical

Como una tormenta tropical.

Yo, también, un día, “me organizaré mejor”.





Un hombre en nuestra ciudad

Un hombre en nuestra ciudad es tanto un perro como su amo. El amo es imposiblemente injusto con el perro y hace de su vida una miseria. Un minuto quiere jugar con él y al otro minuto lo golpea por ser tan indisciplinado. Lo golpea severamente en la nariz y el lomo porque durmió en su cama y dejó pelos en su almohada, por otro lado también hay tardes en las que se siente sólo y agarra al perro para acostarlo a su lado, pero el perro tiembla de miedo.

Pero la culpa la tiene solo un lado. Nadie más toleraría un perro como este. El olor de este perro es tan amargo y putrefacto que es más horrible y agresivo que el perro mismo, el cual es tímido y se orina incontrolablemente cuando lo toman por sorpresa. Es una criatura desagradable y molesta.

Aún así el amo apenas podría darse cuenta de esto, pues con frecuencia bebe sólo hasta caer rendido y pasa la noche enroscado contra la pared de un callejón.

Al atardecer lo vemos trotando con facilidad por los límites del parque, con la nariz al aire; baja la velocidad y camina y da vueltas en círculos para rastrear un olor, rasca su barbilla y saca un cigarro, lo prende con las manos temblorosas y luego se sienta en una banca después de haberla limpiado con una servilleta. Fuma en silencio hasta que el filtro de su cigarro empieza a quemarse. Entonces una incontrolable ira explota en su interior y comienza a golpear su cabeza y golpea sus propias piernas. Cuando se cansa, mira al cielo y aúlla frustrado. Solamente a veces, en esos momentos, acaricia su propia cabeza hasta sentirse mejor.





Miedo

Casi todas las mañanas, cierta mujer de nuestra comunidad sale de su casa corriendo, tiene la cara pálida y su abrigo vuela con el viento. Ella grita, “Emergencia, emergencia,” y uno de nosotros va hacia ella y la tranquiliza hasta que el miedo se va. Sabemos que lo está inventando; realmente no tiene nada. Pero la entendemos, porque difícilmente hay alguno entre nosotros que no haya sentido el impulso de hacer justo lo que ella hace, y cada vez ha requerido toda nuestra fuerza, incluso la fuerza de nuestros amigos y familiares, para calmarnos.



Lo que ella sabía

La gente no sabía lo que ella sabía, que en realidad no era una mujer sino un hombre, con frecuencia un hombre gordo, y aún con más frecuencia, probablemente, un hombre viejo. El hecho de que fuera un hombre viejo le dificultaba ser una mujer joven. Le resultaba difícil hablar con un hombre joven, por ejemplo, aunque el hombre joven claramente mostrara un interés por ella. Tenía que preguntarse a sí misma, ¿Por qué este hombre joven está coqueteando con este viejo?



Doctorado

Todos estos años yo pensaba que tenía un doctorado.

Pero no tengo un doctorado.


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