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jueves, 2 de septiembre de 2010

¿Qué premia el Premio Nacional de Literatura de Chile?



Fechado en Panamá Agosto 2010
Rolando Gabrielli





¿Qué premia el Premio Nacional de Literatura de Chile?

“Esto es lo que aprendí de la literatura chilena. Nada pidas que nada se te dará. No te enfermes que nadie te ayudará. No pidas entrar en ninguna antología que tu nombre siempre se ocultará. No luches, siempre serás vencido... No escatimes halagos a los imbéciles, a los dogmáticos, a los mediocres, si no quieres vivir una temporada en el infierno. La vida sigue aquí, más o menos igual”. Roberto Bolaño.

El Premio Nacional de Literatura de Chile tiene un imán corrosivo en las letras nacionales y nació hace 68 años como un fondo anual para contrarrestar la indigencia para los desvalidos escritores sin protección de ninguna naturaleza, aunque tiene el pomposo título de máximo galardón, no ha dejado de ser un lauro para el ninguneo, chaqueteo, sacar los trapitos al sol de ganadores y perdedores, de los eternos postergados y todo ese manejo debajo de la uña oficial del gobierno de turno. Los premios tienen una cierta gracia que otorgan los jurados y sellan una carrera de toda una vida, la obra de todos los años juntos, algo proustiano, como remunerar el insomnio y desvelo del tiempo perdido y acumulado. Los corrillos en torno al Premio Nacional duran semanas y van subiendo de tono a medida que se aproxima la fecha. Las fichas se van acomodando y todos saben que si no es en esta carrera, habrá que esperar otros cuatro años, porque los premios son bianuales y le corresponde a un narrador y luego a un poeta. Una cicatearía ejemplar para una economía que tiene cómo afrontar estos temas de la cultura más allá del mercado y del uso de los dineros del Estado en asuntos rentables. El premio debiera ser anual.

Una de las frases más dramáticas se la leí a Pablo de Rokha cuando recibió tardíamente el Premio Nacional, ya se había muerto su esposa y suicidado dos hijos: Ahora para qué, se preguntó el autor de Los gemidos. Él se suicidó posteriormente tras escribir su magistral poema “Canto del macho anciano” (“Estamos muy cansados de escribir universos sobre universos”) y cuando lo velaron en la Casa Central de la Universidad de Chile, me encontré con Antonio Skármeta, hoy candidato al premio y profesor mío en la Escuela de Periodismo en la Universidad de Chile. El muerto hizo un silencio grande esa noche. Pocos gestos vi alrededor del ataúd. ¿O la muerte es tan pulcra que no exige nada? Nicanor Parra no cabía en su pellejo cuando obtuvo el premio, era una canonización de su antipoesía entre la Cordillera de los Andes y el océano Pacífico enmarcada por el desierto de Atacama y los glaciares de la Patagonia. Es memorable la entrevista que le hizo, en La Reina, Mario Benedetti, y vaticinó a un poeta suicida, que este 5 de septiembre cumple 96 años. ¿Parra querrá enterrar la poesía antes de partir? Qué pocos recursos nos quedan cuando vivimos a la intemperie. Los poetas llegan a tener fama, pero no dinero. El marketing y la máquina de hacer billetes están enfocados en las páginas llenas de palabras que superan las 150, 300 carillas, entretienen, banalizan, cotidianean, hacen fiesta con el yo, manosean la carne, la psiquis, divierten, crean suspenso o simplemente cuentan historias, que podrían ser nuestras propias historias. Los escaparates tienen nombre y color. La poesía tiene que pasar dos / y tres veces / por la mano de un lector, / para hacer sombra. / Por un cedazo se escurre / Es sal y agua en ojo ciego / Radar y luz / sueño si en ti nace / la palabra trigo / Prueba palabra prueba / mi historia / en un reloj de arena / el espejismo / la sed de una palabra nueva. (Rolando Gabrielli).

Quizás no era para menos, Vicente Huidobro no recibió el famoso premio, De Rokha se había disparado con un calibre 45 un año antes de que Parra recibiera su premio y Gonzalo Rojas permanecía en la antesala del limbo nacional. Pero la lista de olvidados es más grande y avergüenza, en especial en la época de la dictadura, que ignoró a dos poetas indispensables de la literatura chilena, como lo son Enrique Lihn y Jorge Teillier. A Gabriela Mistral, como se sabe, le dieron el Premio Nacional seis años después del Nobel. Rosamel del Valle, otro poeta vital, absolutamente ignorado, y el mismo olvido con María Luisa Bombal, una narradora de excepción. Todo esto ya es historia vieja, conocida y repetida, pero son los antecedentes de una memoria que vuelve a repetir los mismos errores y pasos de Alzheimer administrado con justicia oficial.

Se dice que Teillier vivía como poeta, pero pareciera ignorarse que creó la Escuela Lárica, todo un mundo poético de resonancia que supera las fronteras chilenas. Lihn, pienso, también vivía como poeta, y ambos partieron pronto, pero dejaron una obra significativa y son puntos de referencia en la poesía chilena e iberoamericana. El Premio Nacional también se perdió a Gonzalo Millán, quien lo hubiese prestigiado doblemente con su innovadora poética.

Que Sady Zañartu y Campos Menéndez, dos premios de pacotilla, entre otros, nos guíen por un mejor derrotero en el año del Bicentenario. De los alrededor de 50 premios nacionales, sólo 15 son poetas y Chile, es sabido, es un país de poetas que supera con creces sus fronteras y su poesía renueva la lengua española.

Un Premio Nacional es para una obra que nos habla a los chilenos con un lenguaje que crea mundos nuevos, registra la vida y la muerte, la felicidad, los sueños, las pasiones, interpreta una época, da cuenta de ella, asume la voz de los sin voz, guión escrito por un loco que alquila un centro psiquiátrico para darle cuerda a la historia de la locura colectiva. Puede ser un largo monólogo como la geografía accidentada, la memoria, el presente o el futuro, lo real o la ficción. El límite lo ponen las palabras y, aun así, sigue existiendo el horizonte. No todo es confites y golosinas o serpentina. La jubilación del Premio Nacional es una canallada. Debieran haber, existir otros mecanismos de selección, sin inscripción, y que durante un año, previo al lauro, una comisión de estudiosos debatiera el premio a través de términos estrictamente literarios. Puede que un autor haya escrito tres o cuatro obras, pero sean significativas, y no tenga 40 años. Poner un corsé, una camisa de fuerza, a un lauro que debiera ser guía de textos de estudio sobre autores nacionales para colegios y universidades, es más que un absurdo, negligencia, estupidez y desidia cultural. ¿Por qué el Estado no publica una serie de clásicos del Bicentenario? Más de alguna sorpresa se encontrarían.

Ahora estamos en el 2010 y a principios de septiembre se fallará y hay más candidatos que los que recoge la fotografía grupal de esta nota, presidida por Roberto Bolaño, quien tuvo el descuido, poco antes de morir, de presentar su candidatura al Premio Nacional (obviamente no llevaba chance alguna), y preside con mucho derecho esta nueva justa y ajustes de cuentas literarias. Isabel Allende, la mayor best-seller femenina del habla española, quien en 2002, tras coger una rabieta en Santiago, dijo que jamás se volvería a postular al Premio Nacional y años después se nacionalizó norteamericana, es la favorita entre las favoritas. Caso único de una candidata apoyada por todos los ex presidentes de Chile. Volvió a Chile este año y dijo estar dispuesta a abrirse paso a codazos para alcanzar el máximo lauro, porque “se lo merece”. Roberto Bolaño fue lapidario especialmente con ella al llamarla “escribidora”. Allende replicó cuando el autor de 2666, ya no estaba en la palestra: “Me tenía un odio parido. Fue uno de los que dijo las peores cosas”, atestigua. ¿Leíste sus libros, te produce algún respeto lo que hacía?, pregunta la periodista Leila Guerrero, de La Nación de Argentina. “No, ninguno”, responde Isabel Allende. No leíste nada, insiste la reportera. “Eché una mirada a un par de libros y me aburrió espantosamente”. Agrega Isabel Allende que, tras su muerte, nadie la recordará. “Los nietos, con suerte”, dice. Y extiende el olvido a todos los escritores. Bueno, comenta la periodista, de Borges alguien se acuerda. “Unos cuantos... gatos. Cuatro gatos que se morirán y no se acordará nadie. De Cervantes se acuerdan otros cuatro gatos porque se los obliga a leer el Quijote. Nuestro destino es perecer. Los escritores que perduran son Shakespeare, Homero. Hablan de las pasiones, de la envidia, y en esos grandes temas un escritor encuentra la inmortalidad. Pero todas las demás pequeñas historias son pan para hoy y hambre para mañana. No queda nada”. En mi opinión, siguiendo a Allende, ella ha dicho que recibe muchos textos inéditos y que prácticamente no los lee. Nunca he leído o escuchado una entrevista de ella, donde hable de literatura, tendencias, lenguaje, todo lo que comprende el mundo literario.

Germán Marín, a su derecha, en la fotografía, es un viejo amigo de décadas, de los setenta, librero, autor de diversas novelas post golpe y a pesar de ser reconocido y contar con sus lectores, el oficialismo no lo tiene en la lista. Diamela Eltit, flamante ganadora del José Donoso, hace horas, renunció a su candidatura en esta oportunidad al Premio Nacional, lo que abre aun más las puertas a la Allende, que representa a las féminas, el feminismo y a su enorme aureola de winner y “antimachista doctorada”. Todas íbamos, pero no podíamos ser reinas, parodiando a la Mistral, quizás diga Isabel Allende.

A la derecha, haciendo marco con la fotografía, el inefable Enrique Lafourcade, el único candidato de derecha pura, un delfín de la dictadura de Pinochet, el más anciano de todos, con una obra voluminosa, en las postrimerías de su tiempo, el más irónico de todos los postulantes. Podría ser una salida para un gobierno de centro derecha, pero temo quedará en la estacada frente a la mujer que ha enviado Hollywood a la larga y angosta faja, donde un premio de literatura se viene a pelear como un Oscar. De barba, a la izquierda, un viejo profesor de inglés del Pedagógico de la Universidad de Chile, Poli Délano, amigo en ese entonces del círculo de Neruda por relaciones familiares, autor de una treintena de novelas y cuentos, exiliado en México y residente en Nueva York. Su amigo, mi amigo, el poeta Efraín Barquero, último Premio Nacional de Literatura, no viajará a Chile a votar porque está enfermo en Francia y ha cedido su voto al poeta Raúl Zurita, ex esposo de Diamela, quien ya no está en el sorteo, la tómbola literaria chilena. 14 millones de pesos y una pensión vitalicia de unos 600 mil pesos mensuales. (El dólar anda en los 500 pesos, pero puede bajar y subir, es una moneda ascensor que usa paracaídas, flotador, traje de buzo y de alpinista). Barquero dijo, mi voto es para Poli Délano, amigo de toda mi vida, y me consta, nos reuníamos en las largas noches de la bohemia santiaguina en distintas casas en Ñuñoa o en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), entidad que impulsó el galardón con el apoyo del presidente Pedro Aguirre Cerda. ¿A quién transferirá el voto el poeta de Purgatorio, Raúl Zurita? ¿Todos los caminos conducen a Sausalito? ¿El premio es una cuestión de género? ¿Quién cortará el bacalao del Premio Nacional 2010? Está la autoridad del Estado —ministro de Educación—, universitaria (Universidad Católica y de Chile), el último escritor laureado y la Real Academia de la Lengua. Los cinco jinetes del jurado. Ninguna mujer es miembro. Sólo un escritor. En la puerta del horno se queman los panes más horneados. El jurado está vivo, como el mundo de Bolaño, “y nada vivo tiene remedio y esa es nuestra suerte”.

Falta en la foto, por un descuido, porque escribo a control remoto a miles de kilómetros, con la distancia del tiempo y de los metros cuadrados, millas para otros, el profesor de estética también del Pedagógico, Juan Guzmán, un terror para los alumnos de castellano que debían memorizar un capítulo del Quijote. El Pelado Guzmán, era su apodo, no dejaba volar un pensamiento fuera de su clase y dentro de ella sin su autorización, la estética se arrodillaba en silencio. Puede haber otros candidatos, pero siento que de este muestrario, con la excepción de Diamela Eltit, que no va en esta oportunidad, debe salir el ganador. (Todo acto generoso e inteligente merece un paréntesis, y creo que Diamela Eltit, a quien no conozco, se separó a tiempo de un premio con muchos bombos y platillos). Cuántos repetirán, al final de la jornada, el emblemático verso nerudiano: será de otro como antes de mis besos. Me refiero al lauro.

Un Premio Nacional no lo debiera darse después de los 50 años, porque se transforma en los pies del ataúd. Algunos candidatos frisan los 75 años, otros superan los 80, y esto termina siendo lo más parecido a una maratón en el desierto de quién aguanta más sin agua, pero al final se muere de sed. Qué penosos deben ser los cementerios de elefantes blancos. ¿Menos que los escritores transformados en empleados públicos?

Un escritor debe escribir, aunque le duelan las muelas. Los premios son necesarios cuando comienzas la carrera, no cuando te llevan en una silla de ruedas a aplicarte los santos óleos al altar dudoso del azar. Escribir es la consigna hasta con guantes de box. No olvidar el gusano de la poesía, es mi mensaje.

No voy a vaticinar lo que parece ya un hecho, pero sí diré que el próximo Premio Nacional de Poesía del 2012 —¿habrá mundo?—, será Oscar Hahn, un poeta extraordinario, clásico, chileno nacionalizado norteamericano, pero su poesía y lenguaje son chilenazos, aunque provenga de la tradición española del Siglo de Oro, y sin duda de la chilena, que contamina como el smog de Santiago hasta las pupilas de Bécquer.

¿Habrá 2012? / qué dicen los mayas / con su red de pescadores / inframundo / inframundo / atrapados o nadaremos / por las aguas / del mar y cielo juntos / ángeles de un mismo vuelo / No sabemos, no sabemos / la publicidad inunda todo / la mentira / que se repite sin ojeras / sonriente / ufanándose con su diente de oro / reluciente espejo le haces brillar / la falsa sonrisa / a la muerte. (Rolando Gabrielli).



Epílogo

Detrás del premio está la historia de la literatura chilena y una pasión de pertenecer a ella, registrarse. Me gustó el gesto del autor del magnífico y revolucionario libro de cuentos La difícil juventud (1954), Claudio Giaconi, tenía 27 años, y se perdió en la bruma de los bares de Estados Unidos y convirtió en leyenda, ausencia, mientras escribía por tres largas décadas una interminable y misteriosa novela intitulada F. Autoexiliado, recibió una L en su pasaporte a control remoto, cortesía de la dictadura por sus escritos, para variar, y no sólo vivió en NY, sino que estuvo en París, Roma, Bruselas, México, como periodista y viajero. Un mito alejado de la farándula que regresó por fin a Chile en 1990. La vida se le iría por el humo del cigarrillo el 2007. Un paréntesis con quien le puso pantalones largos a la narrativa chilena y forma parte de una historia sin el gran premio.

Tres países influyeron en Bolaño. Chile, México, España, pero sobre todo las lecturas obsesivas que hizo de sus autores favoritos, los que empujaron su vida, mundo y aventuras hacia la novela, el cuento y la poesía. Se autoproclamó latinoamericano y por patria identificó a sus dos hijos. Fue obsesivo en sus gustos y disgustos literarios, que expresó contundentemente. Irónico, mordaz, sarcástico, sin compasión por quienes no sentían simpatía ni admiración.

Desde luego no todo es literal en Roberto Bolaño, y el duro epígrafe que lleva esta nota representa un solo ángulo del tema país que despedaza como un tigre acorralado, sobre todo, del afecto o desafecto que tiene por Chile, donde nació. La influencia de Parra, Lihn, es notable, y las mismas residencias nerudianas, como las lecturas borgianas, cortazarianas, alemanas en todos los sentidos de la lengua y del gran crucigrama de la literatura. No así la narrativa chilena, no la veo por ningún lado. Cosas veredes, Sancho. (La verdad, el paréntesis vuelve a ameritarlo: no tuvimos en su oportunidad narradores como Rulfo, Onetti, Cortázar, Borges, Gabriel García Márquez, Carpentier, Vargas Llosa, Cabrera Infante y dejamos sólo al gran Pepe Donoso, hasta que llegó Roberto Bolaño). Y con este telón de fondo, RB se enfrentó al establecimiento literario azteca, chileno, español y las “vacas sagradas del boom latinoamericano”. Es una lógica de supervivencia plantar picas en Flandes, asesinar al padre y a la madre, a quien se pusiera por delante, para encabezar la nueva manada. Neruda no escapó del ojo de Bolaño, y se transformó en obsesión contra el Pope de la poesía chilena. Si le hubiesen levantado una estatua como a Pushkin, pienso que Bolaño la habría intentado derribar.

Es mi punto de vista, no tengo generación ni barranco que me ataje, por eso una lengua sin pelos no necesita ir a un peluquero. Que de los 70 fracasados, los ochenta tortuosos, los 90 con smog, o del fin de siglo sin más patria que la palabra. Quizás la memoria se transforme en la cucaracha de Kafka y publique sus propios poemas, aquellos que jamás podrán ser incinerados.

jueves, 28 de febrero de 2008

El sueño dorado de la literatura chilena


El Premio Nacional de Literatura de Chile, una pensión vitalicia de poco más 800 dólares mensuales, motiva soñar a narradores y poetas, cada dos años, en un albur plagado de padrinazgos, méritos extracurriculares, aciertos y desaciertos, una labor de notarios descafeinados que concluye con esta pequeña subasta que los escritores siguen con suspenso de Aghata Cristi.
El in-mundo mundo de las letras se maquilla para el gran evento, el máximo galardón del tiempo, una obra de toda la vida, el final del currí-culo vitae.


El Premio Nacional está plagado de aberraciones, calculados descuidos, atrasos, postergaciones, entusiasmos, arrebatos, caprichos, oficialismo, amiguismo, política barata, y desde luego, legítimos galardones, cuyas obras hablan por si solas. Es un reino para el lobby, los pasos y juegos de recámara, adhesiones, compromisos, viajes, presiones, torceduras y esa gama infinita de todo poder fáctico al uso y abuso de sus hormonas celestiales.

En "Materia de Testamento", Gonzalo Rojas, más laureado que la corona de César, dijo: "al año 73 la mierda, al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional, / al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado/ a la nieve manchada con nuestra sangre otro Nüremberg/a los desaparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando.”

Ya estamos nuevamente en línea, ha comenzado la carrera por el Premio Nacional. De acuerdo con la tradición, se alterna a un poeta y un narrador, y este año le correspondería a un vate. Esta crónica tiene casi un mes de maceración y viene con el vuelo equivocado de un intento de postulación a una narradora.

En abril se encendió la mecha con una frustrada postulación de Isabel Allende, el best seller chileno de La Casa de los Espíritus, quien reside en California y acaba de adquirir la nacionalidad norteamericana. Un trío de novelistas, Skármeta, Ampuero y Fuguet, fueron los autores en búsqueda de la autora. Al parecer, Allende, premiada recientemente en Chile, con el José Donoso, habría aceptado la postulación y se sentía honrada, aunque hace dos años dijo que jamás volvería por el Nacional de Literatura.

El diario La Tercera editó dos notas contradictorias el 20 de abril. En la segunda crónica-entrevista, la narradora rechazó en duros términos la propuesta de su candidatura: “Prefiero que no me postulen porque saca ronchas. Sale a la superficie mucha envidia”. El 2002, Roberto Bolaño, quien también postulaba al Premio Nacional, que obtuvo el narrador y ensayista Volodia Teitelboin, calificó a la autora de Paula de “escribidora”. Isabel Allende merece el premio por el sólo echo de tener su literatura una aceptación mundial, sin duda. Ha superado a todos los escritores de habla castellana en ventas, con la excepción de Gabriel García Márquez.

Lo que si podría hacer Isabel Allende, es abrir las puertas a la literatura chilena en Estados Unidos, fundar un Taller con becas, para que en California se estudie, escriba, editen libros sobre la literatura hispana en Estados Unidos, con intercambio de escritores de la diáspora, por ejemplo. Ella es una escritora exitosa de la diáspora y está en la rueda de la fortuna.

Isabel Allende parece ignorar que a Gabriela Mistral le dieron el Premio Nacional de Literatura en Chile, seis años después del Nobel. Lo sorprendente es que este año, le “corresponde el premio a un poeta”. ¿En qué estarían pensando Skarmeta, Ampuero y Fuguet? La Tercera, para colmo, califica a Volodia Teitelboin de poeta, cuando escribió un par de poemas hace más de 60 años y le dieron el lauro como narrador.

Debates como estos en medio de declaraciones contradictorias no le hacen bien a Isabel Allende, al premio, ni a la literatura chilena: debiera estar en juego algo más que 12 millones de pesos y una pensión vitalicia.

Mis candidatos, para entrar en materia, Efraín Barquero y Armando Uribe Arce. Dos poetas de distintas aguas, de un mismo río, la poesía, meritorios. Ambos con una obra reconocida, indiscutidos. Los dos exiliados en Francia, Barquero por más tiempo, más silencioso, muy lejos del mundanal ruido, que casi no suena, poeta detrás del tiempo.

Tan distintos, Barquero y Uribe Arce, como dos copas al ser derramadas no saben cuanta agua contenían ni quien las puso al borde del precipicio. Barquero, un ex panadero y Uribe Arce, un conspicuo ex diplomático y estudiante del colegio británico Saint George´s.

A Barquero lo conocí en los setenta, finales de los sesenta tal vez, con Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, y un grupo que rondaba la noche, los vinos rojos potentes, la poesía. Hombre callado, serio, amical, me brindó su amistad y me regaló su libro Epifanías, con una dedicatoria sumamente generosa. En 1967, Barquero advertía que íbamos hacia el caos, porque el hombre había roto el orden natural de las cosas. Él, se alineaba en el mundo cotidiano, Barquero es un poeta contaminado por la tierra, los oficios del diario vivir, los gestos de cada día, y siguió los pasos en China de Paul Claudel, Víctor Seganel, Saint -John Perse, Andrés Malraux y Marcel Granet, con su libro "El viento de los Reinos", editado en 1967.

Qué quieres forastero, en mi mesa servida con platos de piedra/ en mis paredes y ventanas donde cuelga la sombra calcinada del hambre/ qué quieres aquí, mis uñas han crecido esperando/ mis cabellos son las únicas espigas que recuerdo.

Poco se habla de ese libro de Barquero y probablemente muchos lo desconozcan. Tengo entendido que retornó a Francia tras un una breve estadía en Chile. Poetizar es fundar un tiempo nuevo para Barquero. Ya las naves, dijo en ese entonces, fueron quemadas. Barquero se inició en la poesía hace 50 años con su poemario La Piedra del hombre (1954). En La mesa de la tierra, uno de sus últimos libros, nos dice: La mesa servida

Si arrancas el cuchillo del centro de la mesa
y lo entierras en el muro a la altura del hombre,
estás maldiciendo el pan con su semilla,
estás profanando el cuchillo que usa tu padre
para rebanarse la mano, para que la sangre sea más pura.
Y los hijos se reconozcan. Y no se oculten de sus hermanos.
Sólo el padre la recibe en su cabeza desnuda
ensordecido por el trueno, encandilado por el relámpago.
La recibe como el anuncio de un hijo tardío
o como el signo de una pronta desgracia.


Es el Barquero de siempre, no se despega de las cosas de la vida diaria, en su transfiguración, poeta de lo esencia y de la vida.
Armando Uribe Arce, es otro candidato meritorio, poeta, ensayista y polemista. Ha rabiado y con razón con Chile y los chilenos, estos últimos 30 años. Abogado, profesor, católico y un personaje irónico, indispensable en el Chile Actual Neoliberal. Uribe Arce ha tenido el valor y la dignidad de poner los puntos sobre las íes a este Chile descarriado, frente al Mapocho, desde su apartamento con vista al parque Forestal. Un poeta es también un dardo de su tiempo, una voz de época, una palabra que es crónica viva. Una de las pocas voces del silencioso mundo poético chileno.

De verso breve, irónico, punzante, (naif dice el propio Uribe), es autor de los libros de poesía: Transeúnte Pálido, El Engañoso Laud, No Hay Lugar, Por ser vos quien sois, Imágenes Quebradas, Odio lo que Odio, Rabio como Rabio.

Soy pobre como la rata
Triste como tía
y toco esta corneta de cartón de cumpleaños
de pequeños deformes
Y la guitarra del cielo suena sola
Con la indolente angustia de la noche
Y las palomas de las oraciones
Vuelan cenizas por la tierra muda.


Es autor además de varios libros de derecho y Del libro negro de la intervención norteamericana en Chile, traducido a 12 lenguas.

Uribe Arce ha escrito uno de los más hermosos y logrados poemas de la poesía chilena: Oh tu zapato acaricio, dulce/ y sucio, de cuero negro y blando/ y la piel de la suela, como un hueso/ interior, y los bordes desiguales/ vecinos a tu piel más dulce, blanda /y dorada, a tu piel vecino al borde, seco que toco con mis manos negras/ y sucias, con mis huesos interiores; /como un zapato todo yo a tu empeine.

No es un poeta fácil de clasificar Uribe Arce, contaminado por la vida cotidiana, el humor, el sarcasmo, el catolicismo, la chilenidad a flor de piel, una cultura que traspasa sus días, conciencia, sus horas y recoge, a veces con rabia, con la indignación que todo lo que se diga de nada servirá.

Oscar Hahn, poeta y profesor universitario en Iowa City, es mi tercer candidato para el Premio Nacional de Literatura Chilena 2004. renovador del lenguaje, el más original de los tres, autor de una obra “pareja”, contenida, trabajada en la palabra y en el idioma. Hahn es un poeta laborioso, meticuloso, escoge las palabras, rumia el verbo, devora los espacios, se apropia de ellos, hasta crear su propia atmósfera, cuanto hay detrás de la palabra, el gesto y la memoria. Sus textos compiten con la pequeña muerte, rondan su propia atmósfera, abrazan la muerte, pero no olvidar el placer, el coito mismo de la palabra en su resurrección cotidiana.

Esta Rosa Negra y Agua Final, son los dos primeros poemarios con que se inició Hahn, en 1961 y 1967. La rosa negra de la muerte, amor y muerte, y en la culminación de ese ejercicio ferozmente humano, su poemario Mal de Amor, un idilio amoroso en el hilván de los 20 Poemas nerudianos. Pero Hahn cocina su propia palabra una y otra vez. En 1967 reveló que le costaba escribir, busco la palabra exacta dijo, y si no tengo nada que decir, callo. No es autor de una obra copiosa, pero si importante, un relevo dentro de la rica y variada poética chilena. La poesía de Hahn forma parte de la enredadera chilena, pero como apuntan los estudiosos de su obra, está contenido en ella un marcado clasicismo: Garcilazo de la Vega y Góngora.

Un poeta verdadero es más que la suma de sus antecedentes o deudas, sus fantasmas cuentan más que la propia realidad, un molino de viento puede ser la mejor señal para un poema. Hahn resume su poética en este poema, que sólo incluiré un fragmento: FRAGMENTOS DE HERÁCLITO

AL ESTRELLARSE CONTRA EL CIELO
Heráclito vivía en un río de Éfeso
encerrado en la placenta del sueño
lejos de los dormidos de la ribera
Heráclito tenía la barba luenga
y la lengua larga para lamerte mejor
No nos bañamos dos veces en el mismo río
No entramos dos veces en el mismo cuerpo
No nos mojamos dos veces en la misma muerte
A bordo de un tonel sube el Oscuro
en dirección a los rápidos rápidos
a contracorriente de Parménides
y desemboca en la Biblioteca de Londres
con la barba más negra y ancestros de aire


Hahn como Uribe Arce y Gonzalo Rojas, rearman sus libros una y otra vez. Antologan revisan, agregan, y quizás se deba, entre otras cosas, a que los tres son profesores universitarios y descubren una dificultad ante la copiosa cascada que podría ofrecer la página en blanco.

Hanh y Barquero, coincidieron tempranamente en anunciar un mundo caótico y amenazado en su existencia misma. Una visión apocalíptica surgió a los 17 años en el adolescente Oscar Hahn, autor de Estrellas fijas en un cielo blanco, Versos robados, con su poema de una extraordinaria vigencia: Visión de Hiroshima.

Ojo con el ojo numeroso de la bomba,
que se desata bajo el hongo vivo.
Con el fulgor del Hombre no vidente, ojo y ojo.
Los ancianos huían decapitados por el fuego,
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos,
decapitados por el fuego,
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva,
decapitadas por el fuego.
Todos los niños emigraban, decapitados por el cielo.
------------------------------
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies,
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos,
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza,
y entre las vías lácteas y las cáscaras,
soles o cerdos luminosos


Ya estaba el poeta que hoy conocemos. Médium dice él, que espera que la palabra le visite. No hay apuro. Pablo Neruda, comenta, consideraba la poesía un oficio diario y se sentía cronista de su tiempo y de todo lo que le rodeaba. Yo vi escribir a Nicanor Parra y a Gonzalo Millán, y a otros poetas conocidos. Todos en el respeto de la palabra hacían de una hasta diez versiones, variaciones del mismo poema. El propio Jorge Teillier, que buscaba una poesía fresca como un pan recién amasado. Hahn trabaja la palabra como pocos, sus Sonetos, aunque vengan del cielo o de Alaska. La verdadera poesía sale de las entrañas.

Hay un parentesco entre Hahn y Gonzalo Millán y entre Millán y Armando Uribe Arce y entre los tres. Pero eso es harina de otro costal, otra rama del árbol de la poesía chilena. Barquero se nos ha quedado más en el misterio. Tantos años en Francia, tanto silencio. Los poetas sólo envían señales.

Hahn acaba de ser premiado este año por la crítica de Nueva York. Primero vivió en Maryland y ahora en Iowa, da clase en su prestigiosa universidad, donde también ejerció la docencia el narrador chileno José Donoso, y por allí pasaron entre otros, el famoso poeta norteamericano Robert Lowell y surgieron 50 Premios Pulitzer. Es interesante lo que responde Hahn en una de sus entrevistas, que desea que lo juzguen como poeta en su poesía. Así debiera ser, y válidos para todos los poetas, incluyendo al diseccionado Pablo Neruda.

Es una tarea difícil para el jurado este 2004. Tres grandes poetas en línea, quizás alguno más debajo de la manga. Un discurso poético intenso, personal, meritorio. Todo es probable en el azar de los premios y la poesía.

A MI BELLA ENEMIGA
No seas vanidosa amor mío
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco de este.


CORONACION (Inédito)
Buscaba un ramo de flores un ramo de pensamientos y de nomeolvides para tejerte una corona Ya he cortado las flores ya te he tejido la corona ya se la he dado al mensajero pero el mensajero no ha encontrado tu casa Y ahora la corona se marchita en el sepulcro de nuestro amor

TELEVIDENTE
Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
La pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca
Y yo soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada
a nadie.
(O.Hahn)

Rolando Gabrielli-www.panoramacultural.net -2004

viernes, 18 de enero de 2008

ANTROPOFAGIA SOBRE UN ESQUELETO DE PALABRAS

(el arte ignora los decretos)

ARTICULO DE ROLANDO GABRIELLI

* Fuente: pagina web



La literatura no tiene camisa de fuerzas. La obra no admite la paja en el ojo ajeno. Nunca vi a Juan Rulfo, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, al propio Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, preocupado por la obra del vecino. Prefirieron escribir, enfrentar su página personal: hacer la obra. Es ridículo ese anuncio en la feria del libro de Santiago de Chile, de unos narradores que sostienen que América latina abandonó el realismo mágico del mago de Aracataca. La literatura como una venda en los ojos, un vaso de agua, o la cañería que se deja correr sin imaginación.


Qué trompo están haciendo bailar en la uña, estos infantes terribles de la prosa. Roberto Bolaño, enfrentó a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, como era de esperar, y con su obra, además de sus críticas ácidas. Es lo más natural en un escritor que querer ser cima y no valle de los caídos. El tiempo dirá si pudo con Cien años de Soledad, El Coronel no tiene quien le escriba, El amor en tiempos de cólera, La Ciudad y los Perros, Los cachorros, Los jefes. Es una necesidad tribal cortarle la cabeza al jefe. Pero de ahí a lanzar postulados dudosos cuando aún no se ve nada nuevo en el horizonte, ni bajo el sol, es bastante chistoso.


La literatura estará siempre influida por el pasado, contaminada por el presente y abierta al futuro, en su búsqueda, aventura permanente. Borges es el ejemplo del escritor sumergible, bajo las aguas de los clásicos, como el Quijote, y en otras lenguas, del pasado, con su carga universal, de todos los tiempos, sin perder su argentinidad, su sello borgiano, aunque se viera en el otro Borges. La literatura tiene su propio hígado y un narrador o poeta, debe buscar o pintar sus propias mariposas amarillas. La moda produce miopía y el abuso de la imitación, castración, y en las mujeres desvaginamiento crónico. Se cae la matriz de la literatura personal, íntima.


El boom fue un verdadero cañonazo en la literatura castellana y latinoamericana, y más allá de todo espejismo y manejo publicitario, hubo obras que respaldaron ese peculiar movimiento. No estuvieron todos los que debían estar, eso es otra cosa. Pero hay una masa literaria que aún pesa de México a Chile. Juan Carlos Onetti, debe estar entre ellos, y poco se le menciona, inclusive estos jóvenes urbanos, de lengua destemplada aparentemente post modernistas.
Se puede ser terriblemente provinciano, y vivir en una gran ciudad. Y desde un pequeño pueblo, levantar la memoria de un universo nuevo. En todas estas declaraciones de feria, hay un poco de pose, política y oportunismo. Una manera de intentar ubicarse en el ruedo.


Manifiestos a estas alturas. Palabras sobre el agua, palabras para compartir con el viento, palabras de este a oeste, y no les veo norte. La literatura no requiere de tanta retórica a su alrededor. Dejar que el gusano personal haga fiesta con el propio cadáver. Todo está escrito de alguna manera. Lo que interesa es la mirada personal de cada escritor en su tiempo. Con los ojos del pasado, presente y futuro. Lo otro, es ficción. ¿Cien años de soledad es una literatura precaria y bananera?, como algunos se preguntan. América latina es precaria y bananera. Pero su literatura tiene muchas esquinas, matices, padres, abuelos, es rica, variada, diversa, y responde a miradas que no siempre son homogéneas, como corresponde a la realidad y a la ficción que le anima.
La novela se adeuda así misma como todo lo que tenga que ver con palabras, el Arte, el pensamiento humano. Habría que investigar de donde nació la nada, para saber en que esquina se reúne para seguir siendo nada.


El espacio es inmenso, infinito. Los manifiestos son un principio del dogma, la reafirmación de la nada, una especie de peste de cristal, enfermedad adolescente que llega la cara de espinillas (acné). Son otros tiempos, Rulfo ingresó y se fue silenciosamente. Nunca pensó en la moda. En pasarela. No sé quien puede disputarle la noche a Rulfo en México, porque en el día los gatos van a un mismo basurero. Hay deudas con José Donoso en Chile y José Lezama Lima en varios puntos de la geografía narrativa. Se pisan la cola y no les duele.


Los manifiestos son una camisa de fuerza. No tienen raíz. Patinan, no aterrizan. Terminan siendo un feroz monólogo, de un solo rostro, un espejo que no admite más caras. La novela es un género camaleónico. Se ha quedado huérfana con tantos padres. Discípulos díscolos de la realidad, hijos de la ficción, nietos de la aventura, todos caben en un mismo viaje. El tiempo y el lector seguirán teniendo la palabra. Los tiempos y las palabras van cambiando.


Un escritor debe mirar hacia todos los lados, pero el lugar más importante es dentro de si mismo. Todas las huellas están dentro de uno. La infancia crece todos los días. La adolescencia rompe espejos y la madurez deja que las hojas sigan su curso. Ningún rincón es indiferente para el narrador. La mejor página quizás sea la que no se escribe, pero hay que intentarlo. La realidad es mágica y es el deber del escritor y el poeta, descubrirla y rescribirla. Las palabras mágicas son las que aún no se han escrito. Las que el lector piensan que la obra le ha dicho directamente a él. Son las palabras únicas, irrepetibles, las que convocan la imaginación y quedan en la memoria. Hay palabras para cada tiempo. Épocas con su propio silencio.


Un narrador debe cuidar que las suyas no se las lleve el viento. O sean el fuego fatuo de unas pasarelas que cierran a medianoche. No importan que provengan de la aldea o de la gran ciudad. Siempre habrá una última palabra en el lector. Lo nuevo gana su espacio sin ninguna autorización. Las novelas son como las ciudades, avasalladas por una infinita y totalitaria contaminación humana. A veces las piernas de sus páginas caen lentamente, como carnes sin espíritu, ni demonio, simplemente para ser empaquetadas. No hay principio ni fin, cuando uno sabe que va a llegar a algún lado.


La literatura, el arte, la poesía, ignoran los decretos. Un espacio abierto no sueña con paredes. Un cuarto conoce sus secretos y limitaciones. Una cama aspira a algo más que al silencio. Una receta de cocina debe responder al paladar. La diana lo hace al amanecer. Tú, el primer corneta, serás reemplazado mañana. La rosa caerá sin cabeza una de estas mañanas. Un libro, tiene la opción de no ser abierto, pero una vez que alguien entra en la primera página, ya no hay marcha atrás, aunque se pueda naufragar en él.

RESEÑA:

Rolando Gabrielli nació en Santiago de Chile el 22 de febrero de 1947.Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79).Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.
Obtiene el Primer Premio de Poesía de la Federación de la Universidad de Chile en 1971, entre 200 libros y una mención Honrosa con su cuento Solángel, ese año, en ICEA Internacional, México. Es becado en dos oportunidades por la Universidad Católica de Chile (Vicerrectoría de Comunicaciones, 1973, en Poesía y 1974, Prosa) Mención de Honor en Cuento infantil Caja de Ahorros Panamá, 1978. Mención de Honor en poesía con su libro Manifiesto Aldeano, Panamá años 2000. Diploma de Honor Embajada de Chile, por su labor pro acercamiento cultural Panamá-Chile. Ha dictado conferencias magistrales sobre en la Academia Panameña de la Lengua y Embajada de Chile, sobre Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges y Jorge Teillier. Es poeta, ensayista y narrador, tiene cinco libros de poesía para editar, un libro de cuentos, ensayos y dos novelas en proceso. Reside en Panamá. Sus trabajos más recientes se encuentran en Internet en portales de Estados Unidos, Canadá, España, Chile, Argentina, Brasil, Suecia, Colombia, Venezuela.
* Nota: Se publica con la autorización del autor

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