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jueves, 21 de febrero de 2008

Rescatando a los poetas olvidados de la V región


La solidaridad y cordialidad del hombre de letras.

*Luis Ossa Gajardo

Vivimos en la era del vacío y la indiferencia, continuamente marcada por el sello de la individualidad.

El hombre sin satisfacer sus aspiraciones más elevadas, se hace cada vez menos sabio, menos auténtico, más frío e intolerante. Con esta profunda marca en sus entrañas, sólo pretende sobresalir en un afán permanente, sin ninguna formulación axiologicamente honesta.

Las tristes ansias de sus búsquedas auto-referentes se alzan ante sus ávidos ojos, como un nefasto ídolo, siempre inconsistente.

Extraños dominios deshumanizan al hombre, una hostil aversión a los valores del espíritu constituye la oscura niebla de su racionalidad, sin una vida interior se hace esencialmente inconstante e incapaz de desarrollar algunas de sus elementales virtudes.

La carne fugaz en las oscuras redes hedonistas, el timón de las vigilias sin una estrella que ilumine el rumbo axiológico del poeta, desorienta y fatiga al lector. De ahí la necesidad del lírico en empeñarse por una exploración íntima y constante de su propio espíritu cuidando la precisión del lenguaje con un claro acento y en su máxima energía.

Estimado escritor y poeta: anhelamos desde el fondo de nuestro corazón que la solidaridad sea el auténtico libro abierto de nuestra vida, en cuyas páginas transparentes brote la cordialidad, el agua cristalina, la pluma y el verso verdadero.

Basado en estos principios es que vengo a presentar ante Uds. mi ponencia que he denominado “Rescatando a los poetas olvidados de nuestra región”. Pero antes permítanme a modo de valioso ejemplo y sencilla reflexión exponer algunos elementos referenciales con el propósito de centrar nuestra mirada en un valor de la lírica chilena que, gracias a la solidaridad de otros poetas e investigadores, la gloria de su pluma, ha trascendido más allá de nuestras fronteras, me refiero a Carlos Pezoa Véliz, quien a través de una breve y fecunda existencia, supo contener el vaso de su humanismo en su más alta expresión. Considerado uno de los primeros poetas chilenos en desarrollar una voz singular y propia, lo cual ha permitido que su poesía esté presente en cualquier exigente antología y ser considerado el primer poeta social del país, quien llegó a representar el "alma chilena", llegando a dar cuenta del tono colectivo de un pueblo. La mayoría de sus creaciones poéticas que lo hicieron famoso las realizó en los alrededores de Valparaíso, donde vivió gran parte de su corta existencia.

Carlos Pezoa Véliz, nace un 21 de julio de 1879, -a principios de la Guerra del Pacífico- en un popular barrio capitalino, alrededor de la bulliciosa calle San Diego, específicamente en la calle Mencia de los Nidos, a un costado de la Plaza Almagro. Fue hijo natural de Elvira Jaña y de un español apellidado Moyano. Su madre se desempeñaba domésticamente en el hogar del matrimonio conformado por José María Pezoa y Emerenciana Véliz, quienes definitivamente le criaron y otorgaron sus apellidos.

"Niño pálido, muy rubio, de cabello ensortijado, cuyos ojos claros aumentaban la transparencia del rostro" (Silva Castro). En los alrededores del antiguo mercado de San Diego, donde su padre adoptivo tenía un negocio de carbón y vituallas, Carlos Pezoa Véliz empieza a descubrir un mundo que temáticamente aparecerá posteriormente en su poesía; un barrio bravo donde deambulan tipos populares, donde lo rural se vierte en la ciudad y donde transitan personas al margen de la ley. Aquí realiza sus estudios primarios en la escuela pública Nº 3, para luego ingresar al Colegio de San Agustín, donde se destaca como un buen alumno. En esta época comienzan sus escapadas del hogar familiar, en algo que se transformará con el tiempo en una característica de su vida, con sus altibajos y las carencias económicas.

Pasa una corta estadía por la guardia nacional, obteniendo un grado superior a soldado, lo cual le inspirará el poema "Las Penas de azotes". "Formado el batallón, rígido humilla / al pobre desertor aprehendido / que sobre el patio del cuartel tendido / siente el roce brutal de la varilla."

Luego se dedica esporádicamente y con frenesí a varias ocupaciones: como aprendiz de zapatero, ayudante de una escuela de la calle San Diego e incluso llegó a ser calador de Sandías en el Mercado Central, donde se vendía "La Lira Popular", un folletín en el que, bajo el seudónimo de Juan Mauro Bío, publica sus primeros versos, que aludían a la crónica roja, por ejemplo el titulado "Crimen en la calle del Puente". La “Lira Popular” consistía en un par de hojas. Como podemos observar puede ocurrir que en una simple hoja de papel podemos hallar poesía de extraordinaria calidad. Y ocurre también, que he visto en ediciones de lujo, poesías mediocres y algunas horrorosas. Y recordemos que publicar muchos libros no hará un mejor poeta.

Inconformista, de formación autodidacta, mantuvo una estrecha relación con los Ateneos, donde se divulgaban conocimientos de la ciencia y se trataban las problemáticas sociales. Empapado de conciencia social, frecuentó círculos anarquistas como el Ateneo Obrero de Santiago o más tarde la Sociedad en Resistencia de Carpinteros de Valparaíso. Cuenta el poeta Oscar Hahn, que Pezoa Véliz fustigó duramente a los anarquistas a través de la prensa responsabilizándolos de la disolución del Ateneo Obrero de Santiago y acusándolos de "llevar en sus trajes no las honrosas manchas que se reciben con el trabajo diario, sino las huellas recientes de borracheras al aire libre".

El espíritu inquieto de Pezoa Véliz lo lleva a viajar por primera vez a Valparaíso alrededor de 1900, pasando toda clase de pellejerías. Dedicado a la bohemia, duerme en los carros eléctricos del recorrido Viña del Mar - Valparaíso y participa en desafíos a contrapunto con "puetas" en fondas y tabernas de este puerto. Hace amistades, entre la que destaca el poeta Víctor Domingo Silva, quien se desempeña como bibliotecario de la Armada y permite que nuestro poeta duerma en la biblioteca rodeado de libros y sueños.

En 1902 decide radicarse en el puerto y ese mismo año se realiza una velada en el Ateneo de la Juventud de Valparaíso, donde lee sus poemas y se confirma como poeta.

Alrededor de 1903 lo vemos vivir en Playa Ancha, específicamente en la calle Taqueadero Nº 55, casa que era propiedad de la familia Silva Endeiza, de los poetas Víctor Domingo y Gustavo, que inmortalizara en el poema "Al amor de la lumbre". "Junto a la gruta de las quebradas,/ donde las aguas alborotadas/ charlan de asuntos sin ton ni son,/ hay una casa de corredores,/ donde hay palomas, tiestos con flores/ y enredaderas en el balcón."
En 1904, mientras ejerce como profesor en Viña del Mar, se relaciona con varios escritores, entre los que destacan Augusto D'Halmar, Manuel Magallanes Moure, Samuel A. Lillo y Ernesto Montenegro. Ejerce como periodista y publica en varias revistas y diarios como "Pluma y Lápiz", "Instantáneas de luz y sombra" y "Sucesos".

En 1905, trabajando como redactor de "La Voz del Pueblo", es enviado al norte del país, para dar cuenta de la vida de los trabajadores y obtener suscripciones para el periódico. Pretende escribir una obra, a la que incluso titula "Tierra Bravía", pero no alcanza a concretar su proyecto. Producto de este viaje es el poema "De vuelta en la pampa" y el genuino retrato de "El taita de la oficina". "Es decir el más viejo de los trabajadores, el más corrido, el más espoliado, el más vicioso, el más pobre. El que reunía en sí aquellos atributos lamentables del pampino andariego, sin olvidar siquiera los más odiosos o los más conmovedores"

De vuelta de este viaje, al obtener Pedro Montt la presidencia de la República, Carlos Pezoa Véliz es nombrado secretario de la alcaldía en la Municipalidad de Viña del Mar. Atrás quedaban las zozobras económicas y lo vemos aparecer impecablemente vestido en uno de los pocos retratos que se conservan. Pero las ilusiones pronto se desvanecen y el destino no tardará en ensañarse con el poeta. Acaece el terremoto de 1906 que deja por los suelos a gran parte de Valparaíso y Viña del Mar, y es precisamente en esta ciudad donde una muralla de adobes aplasta al poeta, dejándolo gravemente herido, debiendo ser trasladado al hospital Alemán de Valparaíso, donde se constata la fractura de ambas piernas.

Es aquí, en la sala común, donde compone una de sus poesías genialmente logradas y famosas:

Tarde de Hospital

Sobre el campo el agua mustia

cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:

llueve

Y pues sólo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve

Entonces, muerto de angustia
ante el panorama inmenso

mientras cae el agua mustia,
pienso

Escrito en el Hospital Alemán de Valparaíso en 1906.

Alcanzó a recuperarse de las heridas para volver nuevamente a este hospital, donde es operado de apendicitis. La dolencia continúa y decide trasladarse al hospital San Vicente de Paul en la capital, (hoy José Joaquín Aguirre) donde se confirma la enfermedad que había temido y prefigurado en sus escritos: Tuberculosis, en su caso al peritoneo, lo cual le causa profundos sufrimientos por heridas que no cicatrizan y sus correspondientes curaciones.

Frente a este infierno se le ve blasfemar ante la adversidad, como una forma de calmar la desesperación y los dolores. En ese estado es visitado por algunos amigos destacados como Fernando Santiván, Augusto D´Halmar, Guillermo Labarca o Emilio Vaisse. Lo inevitable cae sobre él como un destino trágico y deja de existir tras una larga agonía, el 21 de Abril de 1908.

Carlos Pezoa Véliz fue un innovador, cuando la poesía nacional estaba entrampada con el modernismo de Rubén Darío y con los lugares exóticos, cisnes y princesas. Supo poner la vista en otros lugares: "Si el poeta habla del agua con la voz misma del agua, hable también de los sedientos... si quiere contar sus cuitas al paisaje, hable desde la tosca puerta del rancho carcomido, donde hay tapias, rosales, organismos y esperanzas ruinosas..." (Antonio de Undurraga en "Pezoa Véliz")

En su poesía encontramos al hombre en su relación primordial con la tierra y con destinos adversos o tristes, al hombre anónimo cargado de amargura, a los humildes, a los tristes de corazón, en construcciones argumentales donde la voz del poeta consigue transformarse en voz colectiva.
Hay en sus versos un deseo de redimir a los desamparados, de ayudarlos en sus infortunios cuando les llega a decir: "No hay más que una vida de eterno desamparo, donde para alcanzar la migaja de placer que os corresponde como hombres, es fuerza que la arrebatéis a bayonetazos, colocando brutalmente en la balanza donde se os roba el pan, toda la brutalidad musculosa de vuestros puños"

Por sus cantos desfilan personajes profundamente reales y populares como Teodorinda, la hija del capataz, "Esa muchacha llena de risa es un bocado que el tiempo guisa para las hambres de su señor" o Pancho y Tomás, los hermanos de infortunio, o los anónimos personajes en Nada- También no faltan los perros abandonados como en "El perro Vagabundo". "Allá va. Lleva encima algo de abyecto. / Lo persigue de insectos un enjambre, / y va su pobre y repugnante aspecto/ cantando triste la canción del hambre." Estos y otros personajes configuran un mundo marginal hábilmente retratado donde el verso de cuidadosa factura logra hacernos parte, hacernos carne, en una gran lección de humildad.

Carlos Pezoa Véliz no alcanzó a cumplir los treinta años ni a ver, como le gustaría a todo escritor, impreso su nombre en letras de molde. En su corta vida, desde un origen incierto y modesto, logró luchar contra un destino adverso, sobreponiéndose a toda clase de penurias, para con tesón y esfuerzo lograr una voz propia, con la cual llegó a representar los destinos de muchos hombres anónimos, con sus sufrimientos y pesares, entonando la canción colectiva de un pueblo.
Póstumamente sus amigos concretarán su deseo inconcluso, la publicación de un libro. Su poesía, entonces, siguió su propio camino, trascendiendo fronteras, conservándose y recordándose a través del tiempo, algo que se contrapone con su efímera existencia. Su lírica, junto a su prosa de gran factura, fue un gran aporte a la literatura chilena, con sus contenidos sociales y populares, donde se expresan conmovedoramente las existencias silenciadas.

Entonces nos preguntamos que hubiera sucedido si Ernesto Montenegro no hubiese recopilado y editado “Alma Chilena” en 1912, Leonardo Pena posteriormente “Campana de oro”, “Poesías y prosas completas” de Armando Donoso en 1927 y “Pezoa Véliz, biografía crítica y antología” de Antonio de Undurraga en 1951. Libros que fueron publicados después de su muerte por hombres de letras solidarios que supieron ver sin egoísmos, en Pezoa Véliz en el ritmo vigoroso de su verso, la expresión de un realismo trascendente y universal.

Una vida similar a la de Pezoa Véliz encontramos en la de Mauricio Vega Montt, poeta que residió en la década del 50 en la ciudad de Quilpué. Mi primer contacto con la poesía de este artista de la palabra, sucedió hace algunos años cuando leía un semanario titulado “El Quilpuéino” editado por Don Raúl Troncoso, un distinguido ex funcionario municipal de dicha comuna. Me sorprendió, en aquel entonces, la hondura de su lírica, al tiempo la desdicha de su vida, narrada en breves líneas por el doctor Ramón Campbell que adjuntaba al poema publicado. Se trataba de un soneto magistralmente logrado, perfecto en la exigente estructura, bello y elevado en su estética, triste, fuerte y profundo en su contexto.

“La verdad sin tapujos tú deseas, hermano

que te demuestre mi vida sin reflejo escondido.

Ya ves como accedo. Ven, estrecha mi mano,

y lo que a nadie he dicho, te lo diré al oído.

Por lo falso y soberbio nunca amor he sentido.

Me fascina el misterio, lo imposible y lejano;

la Belleza y la Muerte, y el Dolor y el Olvido;

lo raro, lo doliente, lo exótico, lo arcano.

Mil pasiones extrañas me han besado y herido;

de maléficos pozos agua y sangre he bebido,

y estoy harto de todo lo divino y lo humano,

ya no espero ni creo, ni me doy ni pido,

ni los hombres me importan, ni ese Dios tan temido,

ni mañana ser sombra, lirio, luz o gusano”

Desde aquel momento surgió en mí el interés por tener una muestra más amplia de su quehacer poético. Tanto repetí su nombre entre mis pares hasta que un día, después de muchos años, uno de ellos me sugirió que, tal vez Don Heraldo Orrego pudiera tener algunos ejemplares ya que él había financiado años atrás una publicación de Mauricio Vega Montt. Fue así como generosamente, a través de su persona, obtuve el último ejemplar del que disponía, cuyo título es: “Cuatro Tiempos de una Vida, Poemas de Mauricio Vega Montt.” Libro conmovedor que asiduamente leo cada día con mayor interés.

El Dr. Ramón Campbell, un gran defensor de la cultura, que residió en Quilpué, relata dentro de este libro, como un día llegó el poeta a su casa en las colinas de Valencia, su objetivo era hacer entrega de su antología, rústicamente empastada por sus propias manos.

Cuenta además, el Dr. Campbell, como por ocasión de las tradicionales fiestas de la primavera que otrora se celebraban en diversas ciudades de nuestro país, conoció a Vega Montt: “Me llamaron a integrar el jurado Elogio a la Reina, lo presidía Augusto D”Halmar, nuestro primer premio nacional de literatura…leímos numerosos poemas a la primavera, a la belleza femenina y a la juventud: Algunos sentidos, otros vulgares, o plagiados, en fin, de esos que se miran y se deja a los pocos segundos. De pronto Don Augusto tomó una hoja y con su tono profundo y reposado, nos leyó un poema hermoso. Allí había un poeta de verdad; sencillo, claro, lleno de hermosas imágenes. Inquirimos el nombre: Mauricio Vega Montt” y prosigue “Ante nosotros se presentó un jovencito, delgado, humilde, pobre, tímido casi. No se atrevía a sonreír para no demostrar los defectos de sus dientes desgastados” Luego relata el Dr. Campbell que un dentista amigo arregla la dentadura del poeta y se le provee de ropas adecuadas para estar presente en el acto de coronación de la reina, pero no se presentó.

Mauricio Vega Montt, poeta pobre por fuera, sin embargo, henchido de riquezas inconmensurables dentro del cofre de su alma, padeció uno de los infortunios más grandes y desgarradores que ser humano sea capaz de soportar en toda su vida: hijo expósito no conoció a su madre, y seguramente tampoco al padre. De Alberto Maturana, quién analizó en profundidad la obra de Mauricio Vega Montt rescatamos las siguientes palabras: “Así este hombre triste, mutilado, que sólo en la muerte y al que tantas cosas han herido, ama sin embargo, a los demás hombres, y por ellos eleva un canto viril, hermoso y profundo” Leamos entonces algunos de sus poemas:

PAN

Porque comí del pan que hizo tu madre

tengo el corazón celeste esta tarde.

Algo bendito tenía de seguro,

porque me siento puro,

y en mis venas no arde

ni el egoísmo duro

ni la llama cobarde.

Algo bendito tenía, de seguro,

Este pan de tu madre.

Yo no la conozco pero la bendigo,

Por este pan que me ha el amigo

Que iluminó mis soledades.

Yo no la conozco pero la bendigo,

Y a tu lado, y contigo,

Le deseo saudades.

Que la espiga le sea generosa

Y crezcan más altos sus juncales;

Que la vida le sea dadivosa

En donde vaya, en donde ande.

Poema: llega hasta su mano

y entrégale lo que arde

de generoso y sobrehumano

en mi corazón esta tarde.

Y en el preludio de su muerte escribe:

SINFONÍA DE LA SANGRE

Oh sangre azul y envenenada

yo no quisiera poseerte,

y tengo que sentir tu grito, en cada

hora que me habla de la muerte.

Oh sangre azul iluminada

del resplandor de un cielo inerte,

que siempre me recorres, inundada

de algún hechizo antiguo y fuerte.

Quizás por ti sufrí tan hondo

este tormento ya sin fondo,

y sin final y sin comienzo;

Bendita sangre envenenada.

te siento mía en la jornada,

y por ti vibro, vivo, y pienso.

Gracias al interés por la cultura y el arte que siempre demostró el Dr. Ramón Campbell y gracias a la benéfica mano de Don Heraldo Orrego, quienes supieron valorar la expresión poética de este insigne poeta es que podemos ser testigos hoy de su gran talento.

***

En Valparaíso en un frío día de invierno el año 1979 mientras esperábamos a otros poetas para subir a colocar una placa recordatoria en el hospital alemán por motivo del centenario del Natalicio del poeta Carlos Pezoa Véliz, tuve la ocasión de conocer y conversar con Guillermo Quiñones, el poeta olvidado de Valparaíso. Un hombre sencillo, diría casi tímido como un adolescente a pesar de sus bien conservados 80 años de edad. Conversamos de su Balada “La Galleta Marinera” y “Canto al Cartero” poemas que en mi primera juventud había leído con entusiasmo.

Guillermo Quiñones nació en Valparaíso, el 25 de junio de 1899. Poeta surrealista de verbo ágil y rítmico. Caracteriza la poética de Quiñones su estilo barroco, sus vocablos, conceptos e incluso imágenes antagónicas sin pretender construir andamiajes líricos que sorprendan al lector.

En su poesía se observa una clara expresión exultante y fuerte, y un franco concepto de la vida.

En vida publicó algunos escasos poemas en revistas (entre ellas, Multitud, Caballo de Fuego y Mapocho) Su obra póstuma la constituye una antología de poemas recogidos bajo el título “Cuando los veleros anclaban en Valparaíso, publicada por la Sociedad de Escritores de Valparaíso, una edición de escasos ejemplares, desprovista de una efectiva distribución comercial y ninguna recepción crítica en el ámbito nacional.

De su canto al cartero extractamos algunos de sus versos:

“Hombre que has cruzado todas las civilizaciones,

como cualquier astro o insecto alrededor de la noria de la tierra.

serviste al Emperador de la China entre dragones

de piel de alucinado verde, como minas de esmeralda

en las que hubiéranse derrumbado todas las estrellas

y todas las verdes hojas y todos los verdes frutos de todas las primaveras…”

***

Manuel Astica Fuentes es otro de los escritores casi olvidados en Valparaíso y a nivel nacional. Nacido en Linares (1906), vivió en Valparaíso desde 1938 hasta su muerte en 1996. Siendo cabo escribiente de la Armada fue uno de los principales líderes de la sublevación de la escuadra naval en el año 1931. En 1932, publicó Thimor, la primera novela de ciencia ficción chilena. Nunca ha sido reeditada. Y aunque no se ubica en ninguna librería, no pierdo la esperanza de encontrarla en alguna feria de libros viejos, tal como he encontrado la de otros valiosos autores.

Conclusiones:

Propongo a los Sres. Asistentes a este Encuentro Internacional de Escritores “Pedro Mardones Barrientos” Organizado por la Agrupación Literaria Regional -5ª Región de Chile

Primero.- Sostener la firme resolución por rescatar de manera destacada la memoria de dos poetas o más, cada año en sus respectivas regiones, honrando con sus nombres en concursos literarios, recitales, aniversarios de su natalicio y/o de su muerte. Para lo cual sugiero entregar al público asistente algún tríptico o similar con una breve reseña biográfica y una pequeña muestra de su obra poética.

Segundo.- Publicar en conjunto con todas las regiones y países participantes en este Encuentro Internacional de Escritores una Antología que incluya a dos o más –previo acuerdo- poetas olvidados que se hayan destacados por la calidad de su obra poética más que por otros méritos.

Tercero.- El ideal de todas las proposiciones: Reeditar, difundir a nivel nacional e internacional las obras literarias que exhalan un poderoso hálito de grandeza y universalidad como las obras de los poetas que aquí he expuesto.

Muchas gracias.

*Luis Ossa Gajardo

Fuentes Bio-bibliográficas:

“El Quilpuéino” Antiguo semanario de la comuna de Quilpué, hoy desaparecido.

“Atlas de la poesía” de Antonio de Undurraga.

“Cuatro Tiempos de una Vida” Poemas de Mauricio Vega Montt

* Luis Ossa Gajardo: Poeta, Ensayista, Libretista radial , Humanista, Crítico Literario Chileno.

Ponencia presentada en Olmué el día 9 de Noviembre de 2007 por motivo del Tercer Encuentro Internacional de Escritores organizado por la Agrupación Literaria de la 5ª Región y The Cove Rincón, Miami, Estados Unidos de Norteamérica.

Mayores antecedentes sobre del autor de esta ponencia utilizar Google.cl.

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