Ocho siglos de permanente
vigencia.
Luis Ossa Gajardo
El soneto
es una importante composición poética, llamado por algunos, “La prueba de fuego
del poeta” y “Príncipe de todos los versos”, de hermosa arquitectura tiene su
origen en Italia en el siglo XII, como resultado de la fusión de la poesía
culta con la poesía popular o como una asimilación de los estrambotes
sicilianos por una composición poética más elevada, a la vez, compleja. Se
atribuye como inventor del soneto al poeta italiano Giacomo da Lentino, nacido
hacia fines del siglo XII y fallecido en 1250. Posteriormente fue
cultivado el soneto por los poetas Guido Guinezzelli (1240
- 1276), Guido Cavalcanti (1259
- 1300) y Cino da Pistoia. Se considera a Guido
Guinezelli iniciador de la escuela poética en la cual se educó Dante Alighieri,
precisamente este poeta Florentino es quien probó con éxito esta composición
poética en su obra Vita Nuova, posteriormente es cultivado el soneto por Francesco
Petrarca.
Antes que Juan Boscán Almogaver (1495-1574) y
Garcilaso de la Vega
adaptaran el soneto a la lengua castellana y lo introdujeran definitivamente en
España, el Marqués de Santillana ensaya sus sonetos fechos al itálico modo.
En los Siglos de Oro el soneto
fue la estrofa favorita de grandes y menores poetas de la época dorada de las
letras españolas. Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Fernando
Herrera, Francisco de la Torre
y otros que cultivaron magistralmente el soneto.
Posteriormente
en la época neoclásica, el soneto no fue ampliamente cultivado, tampoco fue
considerado por los románticos, a excepción de José Espronceda, excelente
sonetista. Tampoco los realistas consideraron esta forma estrófica, sin
embargo, es cultivado por Ramón de Campoamor
(1817-1901) y por Adelardo López de Ayala (1829-1879)
Resurge el
soneto en todo su esplendor con el movimiento denominado modernismo y
posteriores movimientos, tanto en verso endecasílabo como en verso alejandrino,
Rubén Darío, Antonio y Manuel Machado, el simbolista y romántico poeta Juan
Ramón Jiménez, en la generación del 27 recordamos a Gerardo Diego (1896-1987),
Rafael Alberti (1902-1997), Jorge Guillén (1893-1984) y Federico García Lorca (1898-1936).
Es preciso
señalar que tanto el Soneto endecasílabo como el Soneto Alejandrino, la rima
debe ser siempre consonante, nunca asonante.
Cultivaron
el soneto en nuestra región los poetas, Modesto Parera Casas y Pedro Mardones
Barrientos y actualmente en nuestra región crean en esta bella forma
estructural, Alfonso Larrahona Kästen - sonetista por excelencia- y tres socios
del Círculo de Escritores de la
Región de Valparaíso, Antonio Macías Luna, Rafael Lüttges
Derosas y el que escribe estas líneas. Los tres poetas han sido gentilmente
incluidos en la Biblioteca
del Soneto, prestigiosa página virtual que reúne a los sonetistas del orbe.
En la
actualidad cientos de poetas en el mundo lo cultivan con insistente voluntad
creadora. Así lo demuestran las numerosas páginas en Internet que continúan
hablando sobre estas magníficas estrofas.
Contrariamente
a lo que algunas personas creen, el soneto no reposa en una mortaja pálido e
inerte, el soneto continuará vívido en su frescura y pureza, encanto y vigoroso
ritmo.
En
cuanto a los sonetos endecasílabos existe la siguiente variedad; sáfico, melódico, yámbico,
de gaita gallega, enfático y
heroico.
Soneto endecasílabo
A Cristo
crucificado
*Antonio de Rojas
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
¡Tú me mueves, Señor! Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muévenme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
***
* Se consideró anónimo por su imprecisión
autoral y durante siglos fue atribuido a diversos autores, entre ellos, a Juan
de Ávila, a Miguel de Guevara, a Santa Teresa de Jesús, a Lope de Vega, etc. Según investigación de Don Fredo Arias de la Canal del Frente Hispanista
A.C. el autor de tan potente soneto es en definitiva: Antonio de Rojas.
Soneto Alejandrino en Serventesio. Soberbio soneto
de Rubén Darío.
Caupolicán
Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de
Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
"¡El Toqui, el Toqui!", clama la
conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo:
"Basta",
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
***
Del Libro: “Hacia la comprensión del arte de la
palabra lírica” de Luis Ossa Gajardo.
Presentado en la Feria Internacional
del Libro de Viña del Mar – Chile – año 2012.
Luis Ossa Gajardo
para el tórrido sueño
del estío,
y luz al corazón azul,
sombrío,
que cosecha mi sangre
de ternura.
que florece entre
soles, sombra y frío
y porque gira todo en
torno mío,
entre las flores soy la
flor más pura.
- decíase - la rosa en
su fortuna
confiada en su candor y
dulce suerte,
esperando una mano que
la acoja.
que la arranca en un
cruel horror de muerte
¿Cuál belleza? exclama
y... ¡la deshoja!
***
¡Oh! eterno sarcasmo de la vida
que ajenas manos talan
esta suerte
de soñar con mi sangre azul rendida.
***
1er Premio “Pluma de Oro” 2005.
Islas Canarias, España.
Luis Ossa Gajardo
¡Ay! Desdichada rosa
peregrina,
duerme en el huerto de
la noche fría.
Hermosa eras... y tu
latir ardía...
en un rosal de sombra
cristalina.
Ufana tú soñabas, rosa
fina,
en una verde rama
siempre umbría,
donde se alzó la loca
fantasía
del sueño y aquella
muerte repentina.
Dijo con honda pena la
pequeña
flor azul con el alma
desgarrada
entre las verdes
hierbas del olvido.
con sus esencias puras
la sagrada
violeta sobre el campo azul florido.
***
¡Ah! “lo nuestro es
pasar” clama el poeta
humilde. Su palabra,
aroma al viento,
os dice: id aprended de
la violeta
***
Sonetos escritos en la Isla Lennox , Noviembre
1982
Del libro “Travesía azul”
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