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lunes, 26 de enero de 2015

EL SONETO por don LUIS OSSA GAJARDO

                                                                                   
                                                
                                                                                                                      
                                                          EL SONETO

Ocho siglos de permanente vigencia.
                                                                                                       Luis Ossa Gajardo

El soneto es una importante composición poética, llamado por algunos, “La prueba de fuego del poeta” y “Príncipe de todos los versos”, de hermosa arquitectura tiene su origen en Italia en el siglo XII, como resultado de la fusión de la poesía culta con la poesía popular o como una asimilación de los estrambotes sicilianos por una composición poética más elevada, a la vez, compleja. Se atribuye como inventor del soneto al poeta italiano Giacomo da Lentino, nacido hacia fines del siglo XII y fallecido en 1250.  Posteriormente fue cultivado el soneto por los poetas Guido Guinezzelli (1240 - 1276), Guido Cavalcanti (1259 - 1300) y Cino da Pistoia. Se considera a Guido Guinezelli iniciador de la escuela poética en la cual se educó Dante Alighieri, precisamente este poeta Florentino es quien probó con éxito esta composición poética en su obra Vita Nuova, posteriormente es cultivado el soneto por Francesco Petrarca.

Antes que Juan Boscán Almogaver (1495-1574) y Garcilaso de la Vega adaptaran el soneto a la lengua castellana y lo introdujeran definitivamente en España, el Marqués de Santillana ensaya sus sonetos fechos al itálico modo.  

En los Siglos de Oro el soneto fue la estrofa favorita de grandes y menores poetas de la época dorada de las letras españolas. Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Fernando Herrera, Francisco de la Torre y otros que cultivaron magistralmente el soneto.

Posteriormente en la época neoclásica, el soneto no fue ampliamente cultivado, tampoco fue considerado por los románticos, a excepción de José Espronceda, excelente sonetista. Tampoco los realistas consideraron esta forma estrófica, sin embargo, es cultivado por Ramón de Campoamor  (1817-1901) y por Adelardo López de Ayala (1829-1879)

Resurge el soneto en todo su esplendor con el movimiento denominado modernismo y posteriores movimientos, tanto en verso endecasílabo como en verso alejandrino, Rubén Darío, Antonio y Manuel Machado, el simbolista y romántico poeta Juan Ramón Jiménez, en la generación del 27 recordamos a Gerardo Diego (1896-1987), Rafael Alberti (1902-1997), Jorge Guillén (1893-1984)  y Federico García Lorca (1898-1936).

Es preciso señalar que tanto el Soneto endecasílabo como el Soneto Alejandrino, la rima debe ser siempre consonante, nunca asonante.

Cultivaron el soneto en nuestra región los poetas, Modesto Parera Casas y Pedro Mardones Barrientos y actualmente en nuestra región crean en esta bella forma estructural, Alfonso Larrahona Kästen - sonetista por excelencia- y tres socios del Círculo de Escritores de la Región de Valparaíso, Antonio Macías Luna, Rafael Lüttges Derosas y el que escribe estas líneas. Los tres poetas han sido gentilmente incluidos en la Biblioteca del Soneto, prestigiosa página virtual que reúne a los sonetistas del orbe.

En la actualidad cientos de poetas en el mundo lo cultivan con insistente voluntad creadora. Así lo demuestran las numerosas páginas en Internet que continúan hablando sobre estas magníficas estrofas.
Contrariamente a lo que algunas personas creen, el soneto no reposa en una mortaja pálido e inerte, el soneto continuará vívido en su frescura y pureza, encanto y vigoroso ritmo.

En cuanto a los sonetos endecasílabos existe la siguiente variedad; sáfico, melódico, yámbico,
de gaita gallega, enfático y heroico.







Soneto endecasílabo
  A Cristo crucificado                  
                                                               *Antonio de Rojas
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
 
¡Tú me mueves, Señor!  Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muévenme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
 
Muéveme en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
 
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
***
* Se consideró anónimo por su imprecisión autoral y durante siglos fue atribuido a diversos autores, entre ellos, a Juan de Ávila, a Miguel de Guevara, a Santa Teresa de Jesús, a Lope de Vega, etc. Según investigación de Don Fredo Arias de la Canal del Frente Hispanista A.C. el autor de tan potente soneto es en definitiva: Antonio de Rojas.

Soneto Alejandrino en Serventesio. Soberbio soneto de Rubén Darío.
   
                      Caupolicán                                                                                                                                     
Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

"¡El Toqui, el Toqui!", clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: "Basta",
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
                            ***


Del Libro: “Hacia la comprensión del arte de la palabra lírica” de Luis Ossa  Gajardo.
Presentado en la Feria Internacional del Libro de Viña del Mar – Chile – año 2012.








                                                                            
                                                                            Luis Ossa Gajardo
para el tórrido sueño del estío,
y luz al corazón azul, sombrío,
que cosecha mi sangre de ternura.

que florece entre soles, sombra y frío
y porque gira todo en torno mío,
entre las flores soy la flor más pura.

- decíase - la rosa en su fortuna
confiada en su candor y dulce suerte,
esperando una mano que la acoja.

que la arranca en un cruel horror de muerte
¿Cuál belleza? exclama y... ¡la deshoja!
***
¡Oh!  eterno sarcasmo de la vida
que ajenas manos talan esta suerte
de soñar con mi  sangre azul rendida.
***
1er Premio “Pluma de Oro” 2005. Islas Canarias, España.

                            LA  VIOLETA
                                                                                                                                                  
                                                                                        Luis Ossa Gajardo
¡Ay! Desdichada rosa peregrina,
duerme en el huerto de la noche fría.
Hermosa eras... y tu latir ardía...
en un rosal de sombra cristalina.

Ufana tú soñabas, rosa fina,
en una verde rama siempre umbría,
donde se alzó la loca fantasía
del sueño y aquella muerte repentina.

Dijo con honda pena la pequeña
flor azul con el alma desgarrada
entre las verdes hierbas del olvido.

con sus esencias puras la sagrada
violeta sobre el  campo azul florido.
***
¡Ah! “lo nuestro es pasar”  clama el poeta
humilde. Su palabra, aroma al viento,
os dice: id aprended de la violeta
                                                                             ***
Sonetos escritos en la Isla Lennox, Noviembre 1982

                                                                                           Del libro “Travesía azul” 

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