Seguidores

Edita con nosotros

Mostrando entradas con la etiqueta APUNTES INGRID ODGERS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta APUNTES INGRID ODGERS. Mostrar todas las entradas

jueves, 1 de marzo de 2018

¿Cómo explicarte lo que he entendido de Spinoza?


“Para Paty… por las preguntas y las noches de desvelo…”

ONTOLOGÍA DEL SER.

Por Xiomara






 Me preguntaba, mientras me decías que te leyera de él sin explicarte cada palabra que yo creía no entendías. Cómo lograr que te quedes, aun que sea un poco, con otra concepción del pensamiento de este gran filósofo.
Pues bien, es casi imposible no tener que mencionar la mayoría, si no es que todas,  sus ideas para llegar a explicarte las que más interesantes me parecieron y sobre las que platicamos. Sin embargo, trataré de hacerlo. Recurriendo, primero, a explicarte la diferencia de su pensamiento (lo que Deleuze llamaría una verdadera ontología)  con las demás propuestas filosóficas que hay y ha habido (o filosofías de lo Uno). Para después poder decirte por qué para Spinoza no hay ni Bien ni Mal, sino que todo es necesario y así concluir en cómo su pensamiento se entrelaza con muchos de los problemas de ética práctica actuales.
He de decirte también que todo mi texto estará guiado por la interpretación spinociana de Deleuze que, evidentemente, es el más acertado, claro e interesante que mi pensamiento ha podido toparse.
Entonces, te contaré primero lo que Deleuze define como ontologías de lo Uno, diferenciándolas de lo que llama ontologías puras. Las ontologías de lo Uno son ontologías que tratan, principalmente, de jerarquías, jerarquías de lo existente. “hay jerarquías por todas partes, jerarquías celestes, jerarquías institucionales, jerarquías políticas” [1] Son ontologías que se fundan en algo “más allá” en algo que sustenta todo, o por lo menos estas son las consecuencias de pensar jerárquicamente, que inevitablemente  se forma una idea de causalidad. Es decir, al pensar que hay algo superior al ser, al pensar que hay algo “más allá” del ser, se genera una idea de causalidad, si hay algo “más allá” ese “algo”, ese Uno que es trascendente, debe ser la causa original, la causa primera o emanativa que me ha creado, debe haber algo más que el “simple ser”. Sin embargo, a lo largo de la filosofía la inquietud por hacer de lo Uno una causa inmanente, o sea, una causa tal que no sólo en ella misma estuviera y permaneciera el producir, si no que lo producido, el producto, permaneciera también en ella; siempre había estado presente. Una inquietud en donde no fuera necesaria una distinción causa-efecto como: Dios creó el mundo, el mejor de los mundos posibles y me creo a mí inferior a él. Si no una inmanencia en donde la distinción creador-creación fuera casi imperceptible, donde  la diferencia  Dios-criatura fuese una línea tan delgada que se perdiera.




Bien, justo aquí es donde se plantan de frente las ontologías puras. La ontología pura, principalmente, repele las jerarquías, es más, estas ontologías son anti-jerárquicas. No hay un Uno superior al ser, y por lo tanto, todo lo que se dice se puede decir en un solo sentido. Es un mundo inmanente, un mundo donde todo lo que se dice es y es en él mismo, sin apelar a nada superior. Es un mundo de inmanencia ontológica. Justo esta ontología es la ontología de Spinoza, en la cual solo hay un mundo y una sustancia “Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa para formarse”[2] Que es ontológica y epistemológicamente independiente, libre “libre [es] aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y se determina por sí sola a obrar”[3]
Es decir, no es una sustancia que dependa de nadie pero, al mismo tiempo, tampoco es más importante que nadie; repito, la diferenciación entre criatura-Sustancia se vuelve verdaderamente difícil. Solo hay una sustancia y ella es infinita, libre etc. o sea, posee todos los atributos que conocemos y los que ni si quiera somos capaces de conocer. Ni si quiera hay criaturas,  no existen las criaturas como tal, no hay una diferenciación, no hay una jerarquía de Sustancia-criatura, si no que las criaturas en realidad son modos o maneras de ser de esa sustancia. Todos los atributos son modos de ser de la sustancia, y por lo tanto, todos tienen el mismo valor. Todo queda dentro de una sustancia absolutamente infinita que comprende todas las cosas y por tanto el ser es absolutamente univoco. Todos los seres son en el ser, son iguales en él. Si la extensión (el cuerpo) y el pensamiento (el alma) son atributos de Dios, entonces, no hay uno más importante que otro, ambos tienen el mismo valor. El mundo, está aquí y ahora, sin nada superior pues todo es y es aquí, en el mundo. Es un mundo inmanente.
¿Puedes ver  entonces que las ontologías puras están en función del ser? De lo que está aquí, de lo que es y existe y no de algo superior? No hay un Uno superior al ser, el ser se dice de todo lo que se puede decir, o sea, el ser se dice de todo lo que es, todo tiene ser, todo es ser en un mismo sentido. Las diferencias dejan de ser jerárquicas porque todos los seres son en el Ser. Puedes ver entonces por qué el castigo vendría de más, éste sólo es justificable cuando hay algo “más arriba” que nos dice qué es lo Verdadero, qué es lo Correcto y cuáles son los lineamientos a seguir; ya que aquello superior, sabe lo que es Correcto. Por ejemplo, tendríamos el derecho de juzgar porque hay algo juzgable y algo que juzga: el Uno superior al ser. En este mundo trascendente es necesario dar órdenes y obedecerlas porque de hecho existen El Bien, Lo Correcto y La Verdad. En este mundo se vuelve una necesidad realizar nuestra esencia, es decir, nuestra racionalidad y ése es nuestro fin, el fin último del hombre será actuar racionalmente; el fin de, por lo menos, una vida Correcta será- por medio de leyes superiores- el cómo guiarse racionalmente. La racionalidad  por tanto será el fin que el hombre busque, encontrar su esencia será el fin último, será su deber. Pero observamos que la racionalidad sólo está en potencia, ya que claramente hay actos irracionales, entonces, el deber del hombre, su fin, será pasar de la potencia al acto, será realizar su esencia. Y si alguien no es capaz de realizarla podrá ser juzgado y castigado.
 Por el contrario, cuando todo es uno, cuando todo es ser, solo se necesita una exigencia: el cómo ser libre, en una libertad plena, o sea, en cómo efectuar mejor la potencia, en definir las condiciones para aumentar la potencia de mi ser. Ya no necesito, como en una filosofía de lo Uno, de lo superior, ya no necesito ésta relación de obediencia-castigo; solo necesito entender cómo  puedo relacionarme mejor con el Ser; ese ser que yo mismo soy, puesto que estoy contenido, ya no soy un ente dentro de un mundo, si no que el ser soy yo y yo soy el ser, yo soy lo existente y lo que es. Yo soy esencia pero en un sentido de existencia, mi esencia es ser y existir. De modo que lo que es igual a todos es el ser, pero eso no significa que todos los seres tendrán la misma potencia, hay diferencias, no todas las potencias son iguales. Una piedra no tiene la misma potencia de obrar que una mariposa, ni una mariposa tiene la misma potencia de obrar que un león, ni un león tiene la misma potencia que una rosa, ni una rosa la misa potencia que… Asimismo, cualquier acto será sólo en función de nuestra potencia y cualquier consecuencia también, ahora vista con otro enfoque: el ser.  “De cierta manera usted dice: cualquier cosa que usted haga, usted solo tendrá lo que se merece. Alguien dice o hace algo, usted ya no relaciona eso con los valores. Usted se pregunta, ¿cómo es posible eso? ¿Cómo es posible de manera interna? En otros términos, usted relaciona la cosa o lo dicho al modo de existencia que implica, que envuelve en sí mismo. ¿Cómo hay que ser para decir eso? ¿Qué manera de ser implica? Usted busca los modos de existencia envueltos, y no a los valores trascendentes. Es la operación de la inmanencia (...)”[4] Se trata ahora de plantearnos una pregunta diferente ¿de qué eres capaz? ¿Qué tipo de potencia tienes para poder hacer tal o cuál? El hombre se definirá para Spinoza por lo que puede, por su potencia y no por lo que es (un animal racional) donde se toma en cuenta lo que ya, de hecho, se “es”: Una mesa qué “es”? una superficie plana de cuatro patas, un gato qué “es”? Un mamífero etc. Spinoza se interesa, en cambio, por lo que la cosa puede, por lo que el animal puede y por lo que el hombre puede. Por lo que los diferentes modos del ser pueden. Este no puede moverse, éste puede correr, aquél puede sentir, este otro puede pensar. Esos son los modos de existencia, los modos del ser sin ninguna supremacía ontológica. “hay que ver a la gente como pequeños paquetes de poder” dice Deleuze, hay que explorar las cosas para poder encontrarles el sentido, que de hecho ya tienen y así encontraremos qué son capaces de hacer y soportar. Entre más intensa es una cosa, entre más potencia tiene una cosa, está más en relación con el ser. “Las cosas ya no están definidas por una esencia cualitativa (el hombre animal racional), sino definidas por una potencia cuantificable.”[5] Es decir, por lo que el hombre puede. En definitiva esta es la razón por la cual Spinoza no entiende cuando decimos que el hombre bueno vale más que el que no lo es ¿en qué sentido vale más si todo viene del ser? la única razón sería en su potencia pero no Vale más, no es más Bueno, que aquél que está loco o que aquel que mata.
Para la naturaleza nada es contradictorio, para el ser, solo hay relaciones que se conforman y componen mediante sus potencias, pero nada es errado, pues ¿cómo sería posible esto si todo es parte del ser?[6]Nosotros pensamos y creemos que las cosas son diferentes porque nuestro entendimiento ve que un cierto tipo de relaciones aumentan nuestra potencia de obrar, y otro tipo la disminuyen, por eso damos el nombre de Bueno y Malo, pero desde la naturaleza no existe nada errado pues ella es y abarca todas las relaciones. “nada sucede en la naturaleza que pueda atribuirse a un vicio suyo; es, en efecto, la naturaleza siempre la misma, y en todas partes una y la misma su virtud y potencia de obrar; esto es, las leyes y reglas de la naturaleza, según las cuales suceden las cosas y mudan de unas formas en otras, son siempre y en todas partes las mismas; y, por tanto, uno y el mismo debe ser también el método para entender la naturaleza de las cosas, cualesquiera que sean, a saber, por medio de las leyes y reglas universales de la naturaleza. Así pues, los afectos del odio, la ira, la envidia, etc., considerados en sí mismo, se siguen de la misma necesidad y virtud de la naturaleza que las demás cosas”[7] Lo que el hombre, en su conocimiento limitado y mal logrado de las causas entiende por Bien es aquello que aumenta su potencia, aquello que no lo afecta de ninguna manera negativa, y lo que llamará Mal será aquello por lo cual su ser es afectado de tal manera que su potencia disminuye, su potencia de obrar, de ser, de lograr “llamamos bueno o malo lo que es útil o perjudicial para la conservación de nuestro ser, esto es, lo que aumenta o disminuye, favorece o reprime nuestra potencia de obrar”[8] Entonces llamaremos Bien y Mal simplemente a aquello que nos conviene. Por ejemplo, si estoy en el mar chapoteando, y de pronto llega una ola que me arrastra llamare Malo al mar, y tendré miedo de meterme en él y mi felicidad dependerá de lo lejos que pueda estar del océano. Pero, para un pescador, el mar es Bueno, es fuente de vida, de comida y de dinero, por lo que entre más veces pueda entrar al océano y sacarle el mayor provecho más feliz será. Todo se compone de relaciones y de la forma en la que éstas aumentan o disminuyen mi potencia. Es decir, en el momento que yo comprenda el movimiento de las olas, y pueda agacharme cuando una llegue y pueda salir a la superficie cuando se calme, habré comprendido que era su naturaleza ser así, y que no es ni Buena ni Mala.
Esto nos  podría  llevar a suponer que éste tipo de ontologías nos conducen a un nihilismo radical, en donde todo vale; y si, en un sentido, todo vale,  si lo tomamos desde el ser, ya que nada es algo que no sea ser, todo ente efectúa su ser en tanto que él es ser. Todo está conectado y relacionado y todo es en el ser, ves? Ya no vivo en un mundo donde todo es variable, donde hay cosas incomprensibles, irracionales, Malas y que me hacen entristecer porque no entiendo por qué suceden; si no que todo transcurre en un apacible movimiento. El mundo inmanente es un mundo de relaciones. Si alguien me hace daño, ese alguien disminuye mi potencia de obrar, supongamos que ese alguien me golpea constantemente, entonces ese alguien está constantemente disminuyendo mi potencia, y ese alguien, para mí, es Malo, entonces voy, que se yo, a derechos humanos y lo encarcelan, y ya no me puede golpear; entonces, se restablece mi potencia de obrar y derechos humanos o la policía serán, para mi Buenos, pero para el otro que me golpeaba, que ha perdido su potencia de obrar serán Malos. No es que ellos sean Buenos ni Malos en sí, si no que aumentan o disminuyen ciertas potencias. Desde mi entendimiento hay cosas Buenas y Malas porque no entiendo que todo está en un entramado. Pero por el contrario, desde Dios, o desde la naturaleza todo es composición, todo “es” y por ello Dios no concibe ni Bien ni Mal. Hay un orden que yace en la naturaleza, que proviene de la única sustancia que hay y que se da de todos los modos posibles, todas las relaciones son y serán efectuadas.
El conocimiento verdadero y la verdadera felicidad del hombre vendrán cuando estas relaciones queden entendidas. El hombre libre no es aquel que cree tener libre albedrio, que cree poder decidir lo que él quiera cuando a el mejor le convenga, que sigue creyendo que hay algo más fuera de él y entonces sigue guiándose por sus pasiones, entristeciendo y siendo feliz cuando le conviene o cuando esas pasiones lo afectan; el hombre libre y feliz no es aquél que llama a las cosas Buenas y Malas y no entiende la necesidad de la naturaleza, este hombre en realidad es esclavo “Llamo servidumbre a la falta humana de poder para moderar y hacer frente a las emociones. Porque el hombre que se somete a sus emociones no tiene poder sobre sí mismo, sino que está en manos de la fortuna, en tal medida que muchas veces está obligado, aunque pueda ver lo que es mejor para él, a seguir lo que es peor”. “Nada deseamos porque juzgamos que es bueno, sino que, por el contrario, llamamos bueno lo que deseamos; y, por consiguiente, llamamos malo, lo que aborrecemos; por lo tanto, cada cual juzga o estima según su afecto, lo que es bueno, lo que es malo, lo que es mejor, lo que es peor”[9] El hombre verdaderamente libre es aquel que vive según la naturaleza, aquél que entiende la necesidad de ella y no es sometido a las pasiones de la tristeza ni del odio por causa de ideas inadecuadas, es aquel que sabe ajustarse sabiamente a las leyes necesarias a las cuales ya está sometido; esa es la vida virtuosa: “No es propio de la naturaleza de la razón considerar las cosas como contingentes si no como necesarias”[10] Si tomáramos las leyes como lo que realmente significan, es decir, como un conjunto de relaciones, de composiciones, entonces el castigo, la obediencia, el mandato, el bien y el mal, nos serian inservibles. Poniéndote un ejemplo podría decirte: tú nunca dirías que a un árbol le falta visión, pues, cuando falta algo es porque ese algo se puede poseer, pero no creemos que un árbol pueda poseer visión, por eso no lo decimos; evidentemente no lo pensamos porque esa es toda la potencia que tiene, así es su naturaleza, el árbol es tan perfecto en función de la potencia que tiene. Pues igual de estúpido seria decir que a un ciego le falta visión, pues,  esa es toda su potencia, tanto un árbol como un ciego tienen una potencia diferente, pero no ven, y esa es su naturaleza y su necesidad.
Si se nos dice una ley, de la cual no entendemos nada, entonces la tomaremos como una orden. “No matarás” pero, si la comprendemos verdaderamente, veremos que esa ley es una relación que aumenta nuestra potencia.
Mas claramente: Supongamos que yo empiezo  tocar el violín, pero no entiendo nada, no entiendo las notas de las partituras, no entiendo cómo la nota “Do” en una partitura es poner dos dedos en la cuerda “La” del violín; y aun que paso muchas horas estudiando y estudiando me cuesta mucho trabajo tocar una simple melodía y entonces pienso: el maestro es Malo para enseñar, y cambio de maestro y sigo igual, y entonces pienso: la partitura es Muy Difícil, y trato de tocar otra pieza y todo continua siendo catastrófico, entonces finalmente digo: yo soy Mala, no sirvo para el violín, soy arrítmica. Pero si viera que todo tiene un tiempo, una armonía; que las notas altas están en la parte superior de una partitura y las bajas en la parte inferior; si comprendiera los tiempos, a saber, que una blanca tiene el valor de dos negras y una negra el de dos corcheas etc. si comprendiera que todo es una relación, entonces, tal vez ya no sería Mala, y entonces el violín empezaría a aumentar mi potencia, si es que tengo esa capacidad y soy  capaz de entender las relaciones.
Pues justo así es el mundo para Spinoza, una gran obra musical, una gran partitura donde la pieza ya está escrita y tiene los tiempos y las notas que tiene por qué así es su naturaleza, si yo me creo libre, creeré que yo puedo tocarla como quiera y cuando quiera, pero en realidad ella ya se toca, la libertad vendrá cuando yo pueda tocarla perfectamente, aumentando, con cada nota, mi potencia.  Ah!! Pero lo más importante!! La pieza es una sinfonía, y ella sólo funcionará cuando yo entienda que lo más importante para que una sinfonía se toque adecuadamente es que todos la ejecuten y la ejecuten a la perfección; no solo un violín o un cello, si no que todos, violas, violines, clarinetes ejecuten la pieza, varios instrumentos conjuntamente. Entonces, la persona que toca el clarinete y aquél que toca el contrabajo serán, al final de cuentas, útiles para mí mismo: el hombre es lo más útil para el hombre mismo “nada se da de más útil al hombre para conservar su propio ser y para disfrutar de una vida racional que un hombre guiado por la razón”[11]. Luego, el bien y el mal estarían de más, yo no le cortaría la mano o mataría a aquél que toca el clarinete porque sé que al final la sinfonía no se escucharía a la perfección, estaría incompleta y mi potencia no sería la misma. No perjudicaría al otro porque al final me perjudicaría a mi misma en la gran sinfonía de la vida. Por lo tanto, el ser humano tiene que comprender que lo primordial para él es conservar su ser, y para que esta conservación suceda es indispensable otro hombre. El hombre es lo más importante y útil para el hombre mismo.
¿Me entiendes hora? ¿Me explico por qué el mal y el bien, el castigo y todo aquello vienen de más? Porque todo está vinculado, no por creador-criatura o causa-efecto, si no porque todo está dentro de una naturaleza necesaria y ordenada.
Finalmente, si has comprendido un poco más la visión spinociana del mundo, te puedo contar, brevemente, sobre un tipo de ética que se desarrolla muy a la par con su pensamiento. Esta ética adquiere el nombre de ética práctica o ética aplicada, y se basa normalmente en un utilitarismo, sin embargo  sostengo que en su propuesta se ve claramente una lectura spinociana.
Recapitulando  lo que te contaban las primeras páginas de este ensayo, recordarás que todo es un modo o un atributo de Dios, y no hay nada más importante y evidentemente nada mejor que otro, pues todo proviene de la naturaleza. La consecuencia es evidente, para la ontología de Spinoza no hay un Uno superior, nada es ontológicamente superior al ser y al mismo tiempo todo lo que se dice es ser, por lo tanto no hay jerarquías, todos los seres tienen valor: el animal, la piedra, el insensato, el loco, el sensato etc. todos valen desde el punto de vista del ser, todos son en el ser y el ser es igual a todos, porque todos existen.
Pues bien, para algunos filósofos contemporáneos como Peter Singer y Derek Parfit por alguna razón, normalmente teológica, creemos que somos especiales, que creemos tener un no-se-que-que que-se-yo que nos hace importantes, tal vez un alma, o una esencia, o un “algo”; creemos que la vida humana es sagrada, creemos que la vida humana es más importante que cualquier otra vida y esto nos lleva a configurar una mentalidad antropocéntrica o especieista. Afirman que tenemos una concepción de persona y de vida, que viene de una raíz filosófica que actualmente no es útil, y más si hablamos de problemas. Necesitamos, por lo tanto, adoptar una postura filosófica diferente, para estos dos filósofos el que tengamos una definición tan cerrada de “persona” es lo que nos acarrea problemas. Nos acarrea problemas porque el criterio de persona es lo que está detrás de todas nuestras decisiones, acciones y creencias, veamos: tenemos una intuición moral de que la persona posee ciertas propiedades, al aceptar esta ciertas propiedades acepto que yo también las tengo; luego, si yo acepto que a alguien, a quien le adjudico el estatuto de persona, se le hagan ciertas cosas, por ejemplo se experimente con él, se le atormente, etc. debería aceptar que también se me hicieran a mi; por lo tanto, ya no soy sólo espectador, seré también participe: esto es lo que se llama propiamente el juicio moral del razonamiento práctico.  
Puedes ver que ese concepto sólo implica personas y nada más, y cómo nos apegamos a la filosofía de lo Uno, ya que somos lo más cercano a la divinidad, es más, estamos hechos a imagen y semejanza de ella. Es claro que trabajamos sobre un concepto un tanto equivocado de persona.  Si tomamos en cuenta la visión spinociana de la ética, diríamos que la ética y sus conceptos necesitan reacomodarse, reinventarse. En la época de los grandes tratados humanos (S.XVII) se inventaron ideas del ser humano, incuestionadas, y que hoy en día nos son inútiles, pero, aun así, las seguimos aplicando. La filosofía  ha inventado un “algo”, llamado persona, ha inventado que la vida humana es algo sagrado y sui géneris como si tuviese algo especial que la hiciese distinta ontológicamente de otro ser. Kant, por ejemplo, menciona que los seres racionales son fines en sí mismos y nunca medios, y por lo tanto poseen dignidad infinita, este tipo de pensamientos, según Singer, este tipo de construcciones filosóficas rayan en la locura. Tenemos un concepto de persona  antiquísima, que siempre ha intentado separarse de lo demás, por ejemplo: No puedo ser un animal ¡soy algo más, debo tener algo más que me separe de ellos!! ¡Ah! ya se, mi logos. El concepto de persona se alimenta únicamente de “algo” superior, que tratamos de buscar y definir sin poderlo justificar por entero; y lo mismo sucede con las ontologías de lo Uno o metafísicas. Creen que el ser humano posee ontológicamente un estatuto diferente. La filosofía se ha guiado por lo que el ser “es” de las ontologías de lo Uno: el ser humano “es” un ser racional, “es” alguien con lenguaje, “es” alguien que tiene creencias y creencias de esas creencias… es… es…Esto nos sirve para excluir a casi todo ser viviente y dejarnos en la cúspide.
Parfit y Singer parten de críticas radicales a la ética tradicional, como la incapacidad para afrontar una serie de problemas contemporáneos. Afirman que Locke, Leibniz, Kant, etc. han inventado conceptos como autoconciencia, individualidad, autonomía, fin en sí mismo; que nos separan de todos los demás seres vivientes, sin embargo, filosóficamente el separar y dar ontológica superioridad a la vida humana no está justificado. Asumimos que la vida de cualquier humano es más valiosa que la de cualquier cosa o animal, y justo esto es lo que debemos someter a crítica, eso que nosotros llamamos intuiciones morales no son intuiciones morales, son en realidad, puras constructores: yo digo “Es malo desconectar de un respirador a una persona que tiene muerte cerebral porque… no sé, pero es malo, debe morir sola, hasta que Diosito quiera” pero ni si quiera puedo justificar el por qué estoy diciendo esto. La deontología kantiana es deficiente a la hora de aplicarse a problemas éticos como el aborto, la eutanasia, la eugenesia, la pobreza, derechos animales, etc.
Siguiendo claramente a Spinoza, la propuesta es que no tomaremos sólo como personas a los entes que son racionales, no respetaremos sólo a aquellos entes que tienen un lenguaje y una racionalidad superior, como Kant supone: sólo los seres racionales son fin en sí mismos (o sea, implica que poseen dignidad), todo lo demás es un medio (y entendemos por lo tanto que podemos hacer con ellos lo que queramos). Si desplazamos la consideración ética, ya no en la capacidad de ser racional, sino en la capacidad potencial de un ser, es decir, en lo que un ser puede, a saber, puede sentir. Tal vez, algún día, como sucedió con las personas de color, el tener cuatro patas o la de vellosidad de la piel no serán más un problema. La cuestión no será más (como en las ontologías de lo Uno) qué se “es”, se es racional, sino por el contrario, qué se puede, se puede sufrir, se  puede sentir. Así el ámbito de consideración moral se abriría de una manera que muchos de los actos que llamamos inmorales dejarían de serlo.
Concluyendo, si tomamos en cuenta la visión spinociana y si tomamos en cuenta estas éticas, tendremos que ampliar el campo de noción de aplicación de persona a seres que tienen la potencia de sentir. Debemos dejar de pensar que sólo se es persona si se posee razón, lenguaje, conciencia, etcétera, ya que esto nos lleva a las filosofías de lo Uno, sin embargo, una ontología como la de Spinoza nos permite ampliar nuestra visión ética y moral. Debo aclararte que esto no significa que absolutamente todas las cosas tienen la misma dignidad, pues que hay seres que pueden sufrir, pero, al igual que para Spinoza, no todos tienen la misma potencia, es decir, no todos sufren igual o no todos poseen la capacidad de hacer de ese sufrimiento algo de lo que puedan elegir[12] A estos seres les tendremos que prestar más atención porque no hay nada, absolutamente nada que justifique su inferioridad ante nosotros. Y si evitamos el sufrimiento de estos seres tendremos una verdadera acción ética.
Como consecuencia de todo lo anterior tendremos la aplicación de la ética a campos no humanos, la desacralización de la vida humana y tendremos también, como carga, formular  nuevos criterios, pues los que utilizamos en la ética tradicional tiene grandes deficiencias.






Bibliografía:

Deleuze, G., Spinoza: filosofía práctica, Tusquets, Barcelona, 1984.
               
Singer, P., Desacralizar la vida humana, Cátedra, Madrid, 2003.

Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, FCE, México, 1996.

Torralba Roselló, F., ¿Qué es la dignidad humana?, Herder, España, 2005.




[1] Deleuze, G., Spinoza: filosofía práctica, p 26.
[2] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, p 11.
[3] Ibid.
[4] Deleuze, G., Spinoza: filosofía práctica, p 32.
[5] Ibid. p 21.
[6] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, I, prop. XVI “de la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas e infinitos modos: esto quiere decir que todo se vincula con Dios a existir y a obrar de un cierto modo”.
[7] Spinoza, B., Ética demostrada según el orden geométrico, III, introducción, p 103.
[8] Ibid. IV, prop. VIII.
[9]Ibid., III, prop. XXXIX, escolio.

[10]Ibid., II,  prop. XLIV.
[11]  Ibid., IV, cap. IX.
[12] Por ejemplo una piedra, evidentemente no sufre, pues no tiene terminaciones nerviosas y no puede evitar el dolor de ninguna forma; caso muy diferente al de un ratón o  un perro que muestran, claramente, miedo, dolor, desesperación, aun que no siempre puedan evitarlo.

martes, 22 de mayo de 2012

POEMA DEL COSMOS PARTE III EL NUEVO PARADIGMA DESDE COPÉRNICO




Del poeta Juan Pablo Riveros

Una serpiente en la noche
si miras hacia la constelación de la Serpiente,
               en el centro mismo de nuestra Vía Láctea,
una oscura serpiente atraviesa las espléndidas estrellas.

Como una silueta cósmica,
sombrías nubes interestelares
de gas y polvo oscuro,
               enmascaran fértiles campos de estrellas
                             y nurserías estelares
                                             que titilan cerca del plano de la galaxia.

Son el crisol de futuras formaciones de estrellas.

Largas como la luna llena,
las nubes moleculares de la nebulosa de la Serpiente
miden algunos años luz vistas de perfil.

A casi 650 años luz de la Tierra.




GIORDANO BRUNO II

Que el Universo es abierto y descentrado.
Que el cosmos aristotélico-ptolomeico
postulado por los escolásticos
debía ser replantado.
Que la naturaleza puede ser develada
mediante la investigación empírico racional.
Que el hombre debe ocupar un nuevo lugar en el Universo.
Que las diferentes partes del Cosmos
tenían igual valor
como el testimonio del poder divino.
Que el Universo es infinito como efecto de la Causa Infinita.
Que hay infinitos mundos.
Que la causa infinita debe buscarse en nosotros mismos.
Que los habitantes de otros planetas deben buscar a Dios
en sí mismos y no en nosotros.




GALILEO VIII

¡Pero la lógica del espíritu
no corresponde a la lógica de los acontecimientos!

Abrumado y cubierto de oprobio,
Galileo escribe clandestinamente su obra maestra,
el primer tratado sistemático de física matemática:
                Discorsio e monstrazioni mathematiche intorno
                a due nuove scienze attenenti alla mecánica e i moviment local.

¡Era el pensar nuevo!

martes, 13 de julio de 2010

APUNTES SOBRE MISHIMA DE LA WEB




Yukio Mishima, entre Eros y Tanatos

Por Roderick Guzmán Meza

Yukio Mishima terminó su vida con un sable en las entrañas y con la cabeza sobre el embaldosado de la oficina de un cuartel militar. Allí había llegado para reclamar la dignidad de tiempos idos, el honor de épocas ya perdidas y demostrar su lealtad al emperador.

Algunos le consideraron un demente, alguien impulsivo y paranoico, con cierto malévolo narcisismo. Resultó herido su ego, su vanidad fue convertida en polvo por aquello que consideró decadencia. Su sacrificio no logró nada porque Japón continúo siguiendo los modelos occidentales.

Ese acto de presunto patriotismo, tal vez era una especie de catarsis para matar el pasado que le perseguía, para iluminar las sombras que le acechaban. Aquellos tiempos en que era sometido y humillado por una abuela chiflada que le hizo vestir de niña con rulos y el rostro empolvado.

¿Borraría Mishima con su suicidio la mancha oprobiosa que sobre su frente se había extendido como una úlcera? ¿O acaso palpitaba en él una vena de masoquismo propio de la virgen desflorada o del sirviente flagelado que anhelan la visión del agresor que les ha ofrendado la penetración y el latigazo?

El escritor japonés era una criatura desdoblada. Su fiera virilidad, su poderosa y vibrante hombría le otorgaban una imagen dura, casi de metal, como si nada en el mundo pudiera doblegarle. Su voz tenía el sonido del relámpago, pero su gesto era sutil como el vuelo de una brizna de hierba o el delicado rumor de la corriente en la orilla.

Su interior era una llanura de algodón, un soto cubierto de pétalos. De allí esa incapacidad para entenderse a si mismo, para completar la inteligencia de su organización psicológica y aceptar que todo había cambiado en el imperio.

Fue alguien con la necesidad de mostrarse monumental y heroico, pero también impulsado al abismo por el enemigo interior que lo acosaba y hostilizaba a cada momento. Su frágil espíritu se ocultaba tras el poderoso físico.

De niño vivía prisionero. Pertenecía a una familia modesta que logró ascender a un sitial de cierta importancia en la burocracia de su país. La abuela de la que hemos dicho dos palabras antes, pertenecía a un noble linaje de samurai y cortesanos.

De ella le llega la idea de ese honor contaminado por el egoísmo y el amor propio corroído por el rencor de saber desplazada su dignidad. Esta mujer era una hoguera y calcinaba la sensibilidad de Mishima, nacido Kimitake Hiraoka.

Esta mujer fue el punto geográfico donde comenzó el camino de Mishima hacia el recinto militar donde cuarenta y cinco años más tarde alcanzaría otra forma de fama a costa de su holocausto personal.

Doce años estuvo secuestrado, vestido de niña con bucles y lunares artificiales en las mejillas, con los retorcidos labios pintados de granate. Encajes en las enaguas y pendientes en las orejas, le daban a Mishima un aspecto de criatura hecha de gasa y bronce.

Como Mishima se mostrara curioso por ciertas características de su cuerpo, la abuela Natsu montaba en cólera y lo sometía a correazos. No le permitía el llanto y si por alguna razón, una lágrima resbalaba por la comisura de sus ojos, le hacía mirar sin pausa el reflejo de las llamas que crepitaban en la chimenea o la espada de samurai colgada en la pared.

Tal vez por eso Mishima endurece siempre su mirada ante la luz y por eso prefería un poco los ambientes un tanto melancólicos y sombríos para escribir, el único sitio que le permitía llevar a cabo una especie de exorcismo para expulsar los demonios que siempre le atormentaban.

Sus biógrafos señalan aquella época como el momento en que su tendencia homosexual logra identificarse por el escritor. Algunos alegan que Mishima solo fue un invertido teórico o al menos tenazmente reprimido.

En opinión de la escritora belga, Marguerite Yourcenar, “aquella hada loca puso en él, probablemente, el grano de demencia que antaño se consideraba necesario para el genio”.

Cuando por fin logró la liberación, Mishima cambió la dependencia por la de su madre, que sustituye a la abuela fallecida en un paroxismo de irascibilidad, víctima de un aneurisma. ¿Sería esta la genética que hubiese aguardado a Mishima si hubiera vivido algunos años más?

Entonces el autor de Caballos Desbocados y La Máscara se transforma en Edipo. Ama a su madre con ternura casi femenina. Acude a ella con el llanto aflorando en sus ojos y con la voz convertida en un hilo. A esa Yocasta, Mishima entrega todos sus escritos en busca de aprobación o consejo. Nunca rompió esa sumisión.

Enlace permanente Hacer comentario • Trackback (0)

El último samurai: Yukio Mishima

mishima2.jpgCasi al mediodía del 25 de noviembre de 1970, un hombre sobre cuya frente va ceñida una cinta con el emblema japonés, arenga a los soldados desde un balcón del Cuartel de Ichigaya. En su discurso, que pocos escucharon con atención, protestaba contra la constitución impuesta por los USA en el Japón de la post-guerra y llamaba a los japoneses a recuperar la importancia de la figura del Emperador y rescatar las tradiciones japonesas. Pero fue abucheado por los soldados. Luego de tres vivas al Emperador, aquel hombre entró de nuevo al cuartel.

Ésa sería la última aparición en público de Yukio Mishima, de 45 años, un escritor altamente respetado en Japón, tres veces nominado al Premio Nóbel de Literatura. Lo que ocurrió luego adentro del cuartel fue un meticuloso ritual suicida llamado Sepukku (conocido en occidente como Hara-kiri). Pero aunque la planificación de los detalles de esta acción comenzara 12 meses antes, hay muchos indicativos de que el Sepukku y la toma del cuartel eran algo que venía rondando obsesivamente a Mishima desde hacía muchos años atrás.

Para los que han leído Caballos desbocados, una de las novelas que conforman su tetralogía “El mar de la fertilidad”, el argumento y las circunstancias de aquella mañana de noviembre son demasiado similares como para ser una casualidad. Y si bien es cierto dicha tetralogía fundamentó su visión del Japón de aquel entonces, es en esta novela donde las motivaciones ideológicas detrás de lo que se convertiría en su suicidio están fríamente desglosadas.

En su juventud, Yukio Mishima era un hombre extremadamente tímido, muy bajo, delgado y “feo”, según algunas mujeres que lo conocieron entonces. Además, el asumir su identidad homosexual no fue un proceso sencillo. Ello está relatado en su libro Confesiones de una máscara.

Por estos detalles, no resultó extraña la afición de Mishima por las pesas y el físico-culturismo. La obsesión por transformar su debilucho cuerpo en uno musculoso y fuerte parecía estar motivada en superar sus complejos personales y alimentar su auto-estima. Pero algunos allegados aseguran que su obsesión por el físico-culturismo no fue más que el comienzo de su larga preparación para el suicidio. Mishima comenzó el entrenamiento físico 15 antes de su muerte. Según su visión, ejecutar el sepukku con un cuerpo viejo y feo es deshonroso, y su visión se convierte en algo indecente.

Luego de formar el cuerpo que él quería, se sintió impulsado a exhibirlo. Se hizo retratar en las poses más extrañas: como un San Sebastián atravesado por flechas, ahogándose en arenas movedizas, atropellado por un camión o con un hacha en la cabeza. También se le miraba en una foto, semi desnudo, fingiendo abrirse el vientre con una espada...

Actuó en algunas películas menores, como gángster o asesino y hasta cantando alguna canción, y comenzó a estudiar artes marciales. La lectura del Hagakure, una guía práctica y espiritual del guerrero samurai, fue sumando elementos a lo que ya venía formándose en su mente. Su profunda admiración por los samurais, los rituales de honor, la figura del Emperador (considerado en aquel entonces como un dios) y la decadencia en la que sentía había entrado Japón y todas sus tradiciones luego de la rendición de la II Guerra Mundial, fueron convirtiéndose en la base teórica para justificar ante otros un plan concreto de acción.

En 1968 funda el Tate-no-kai, la Sociedad del Escudo, un ejército privado en que sus integrantes, compuesto sobre todo por jóvenes estudiantes, juraban lealtad incondicional al Emperador japonés. Según la instrucción impartida por el mismo Mishima, el Emperador no era una persona en sí sino que representaba la esencia de todo Japón. Los miembros de dicha sociedad se entrenaban física e ideológicamente para estar dispuestos a “morir sin matar” y funcionar como un escudo humano para proteger con su cuerpo la vida del Emperador.

Luego de la fallida arenga a los soldados, Mishima retorna al despacho del General Kanetoshi Mashita a quien tienen prisionero. En la introducción del libro Mishima, locura para el mundo, la autora Ángeles López describe de esta manera lo que habría de ocurrir:

De forma pausada y sumido en el más absoluto silencio ritual se despoja de la chaqueta y, tras quitarse las botas apartándolas a un lado, se desabrocha el pantalón que cae sobre los muslos flexionados. A dos metros del general, se arrodilla pausadamente. Toma en su mano derecha la espada corta, mientras Morita, a su espalda, levanta en alto la katana que cercenará su cuello. Mishima inicia el balanceo de torsión, mientras, con los tres dedos centrales de la mano izquierda localiza el punto del abdomen al que apunta su daga. Da tres nuevos vivas al Emperador. Tras una inspiración profunda contrae la musculatura del tórax. Un grito seco y gutural. La daga entra a fondo y cruza rápidamente el abdomen empujada por una fuerza y una voluntad hercúleas. La sangre sale a borbotones acompañando a las entrañas. Cuando en un último esfuerzo, Mishima logra llegar al lado derecho, cae hacia delante. Morita ha esperado demasiado para segarle con un corte la cabeza... y ahora la posición no es la adecuada. Resulta difícil decapitar un cuerpo caído. La punta de la espada tropieza contra el suelo y el cuello profundamente herido no se secciona. Lo intenta una vez más mientras el cuerpo de Mishima yace convulso sobre sus propios intestinos. Fracasa un tercer golpe hasta que, temblando, entrega la katana a Furu Koga, quien de forma hábil corta limpiamente la cabeza del fundador del Tate-no-kai.

El general se inclina todo lo que le permiten sus ligaduras y murmura la oración budista para los muertos: “Manu Amida Butsu”.

Ogawa despega reverentemente la daga de la mano de Mishima y se la entrega a Morita que se ha desvestido y arrodillado. Furu Koga ya está a su lado con la katana en alto. “No me dejes sufrir mucho tiempo”, suplica Morita. Su cabeza rueda al primer golpe de katana.

Los tres jóvenes supervivientes no pueden dominar su emoción y estallan en llanto. No porque Mishima se hubiera practicado el Hara Kiri –que es en realidad una forma incompleta de Seppuku, pero es el modo en que lo denominamos en occidente-, sino porque han hecho “el supremo sacrificio de renunciar a morir”.

Antes de salir hacia el Cuartel de Ichigaya, Mishima dejó sobre la mesa de su casa el manuscrito recién terminado de La corrupción del ángel, novela con la que cerraba la tetralogía de “El mar de la fertilidad”, con instrucciones precisas para ser publicado. Pedía además ser enterrado con el uniforme del Tate-no-kai, para dejar claro que moría no como un hombre de letras, sino como un soldado fiel al Japón.

Hay quienes insisten en que la toma del cuartel y la arenga pública, lejos de tener un fondo político, eran el pretexto de Mishima para convertir su suicidio en un espectáculo. Sin embargo, quienes han estudiado su vida comprenden que sus creencias ideológicas no surgieron de la noche a la mañana y que un suicidio honroso era parte de toda una filosofía de vida para el escritor.

Como dato curioso hay que agregar que otros dos escritores japoneses, considerados por Mishima como sus maestros literarios, también se suicidaron: Ryunosuke Akutagawa tomó una sobredosis de veronal a los 35 años, luego de una crisis nerviosa en que sufrió de alucinaciones y angustia, generados sobre la posibilidad de haber heredado la enfermedad mental de su madre, quien perdió la razón poco después de darlo a luz.

Por su lado, Yasunari Kawabata fue encontrado muerto por envenenamiento en un cuarto lleno de gas propano cuando tenía 72 años. Kawabata había ganado el Premio Nóbel de Literatura en 1968, año en que también Mishima había sido nominado. Los allegados de Kawabata insistieron en decir que se trató de un accidente, aunque su precaria salud y el impacto que le causara el espectacular suicidio de Yukio Mishima, con quien tuviera una cercana amistad, parecen haber influenciado para que tomara dicha determinación.

(Publicado en C.A. 21, parte 2 de la serie El Club de los Escritores Suicidas).

Recordando a Yukio Mishima

Por Iván Soto

Releer El marino que perdió la gracia del mar, obra maestra de sesenta y dos páginas de Yukio Mishima, es remontarse a la adolescencia de una forma difícil de explicar. Su autor tenía cuarenta años cuando la escribió, y aún así cada línea en este libro parece provenir de alguien muchísimo más joven.

A la vez me recuerda esta época puesto que por entonces los libros que uno lee, son los que preceden a la leyenda de un autor, y qué figura mitológica de la literatura es más impactante para un adolescente que la de este señor, que escribió 40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de relatos y veintitantos de ensayo para irse a morir de una forma tan dramática, sin conseguir nunca el aspirado Nobel.

Recuerdo que lo que más me impresionaba de este tipo era su pasión por la recuperación del Boshido de los Samurai. Fue un escritor que dominaba a la perfección artes marciales como el karate y el kendo, que fundó un club con más de 100 miembros para recuperar este código (como su pequeño ejército personal). Una pasión que además estaba siempre presente en sus obras, que aunque buscaban una estética mucho más moderna siempre parecían atadas al lastre de las costumbres antiguas.

Un magnífico creador de atmósferas que siempre imprimía en los diálogos de sus personajes una carga filosófica pesada, con una visión particular de la vida que configuró la narrativa de sus creaciones.

Su primera novela tocaba el tema de la homosexualidad en el Japón de la posguerra, de ahí siempre se mantuvo presente en la vida pública de su país inmerso en un escándalo perpetuo. Fue nominado al nobel en varias ocasiones, pero en 1968, cuando Kawabata recibió la presea, supo que nunca la conseguiría (aún cuando el receptor del Nobel declarara que tuvo que haber sido suyo).

Para mí su mito siempre se ha cernido por encima de su obra, aún cuando esta es genial en todo sentido. La fascinación por la muerte que lo llevó a cometer seppuku (suicidio ritual japonés) de esa manera.

Se infiltró a un campamento militar junto con su pequeño grupo de seguidores, abdujo al comandante del regimiento e intentó convencer a los soldados, por medio de un manifiesto, para que dieran un golpe de estado. El intento culminó en burlas y abucheos que seguían sonando cuando Mishima se atravesó el estómago y luego fue decapitado por uno de sus amigos (antiguo amante suyo).

Aún cuando esto sucedió en la vida real (con un trabajo de preparación teatral alrededor), para mí siempre será una de las muertes más impactantes en la literatura (como si ocurriera dentro de los universos de ficción que él mismo creó).

Literatura en TV