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miércoles, 11 de enero de 2017

Diamela Eltit - UN PERFIL

La alumna Mariana González, de la generación 2013 del MPE, realizó un perfil de la escritora chilena Diamela Eltit, como parte del Taller de Perfiles, impartido por el profesor Alfredo Sepúlveda. A continuación, el trabajo, uno de los mejor evaluados del taller:



Considerada durante mucho tiempo como una escritora rara, Diamela Eltit lleva adelante un proyecto literario que superó la época de la dictadura, el machismo, la crítica adversa y la incomprensión de sus pares. A 30 años de la publicación de Lumpérica, -su primera obra con la que rompió los cánones de la narrativa clásica, y con un libro nuevo bajo el brazo-, Eltit se afianza como una escritora de prestigio internacional que se convirtió, sin querer, en un referente de la literatura chilena contemporánea.




Este perfil recoge una serie de escenas clave en la vida de la escritora chilena Diamela Eltit.

Indicaciones para la primera escena: Una mujer (34 años, 3 hijos) en una habitación escribe la hoja final de una novela. No es cualquier novela. Se trata de una que, aún no lo sabe, marcará al mundo literario chileno y se convertirá en un hito. Afuera los milicos, los muertos, los desaparecidos.

Es 1983. Y una Diamela Eltit  (Santiago, 1949) fogueada en la calle, con el contacto con los lumpen, los de abajo, profesora de educación media y parte de los artistas contemporáneos de avanzada da vida a Lumpérica.

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Imágenes en blanco y negro: Diamela lava la acera de la calle Maipú frente a los prostíbulos. Diamela besa en la boca a un indigente. Diamela habla en francés en un escenario teatral. La Diamela Eltit escritora fue antes una artista visual, del entonces desconocido performance en el que el arte tomaba a las calles.

Era 1973 y la represión y el silenciamiento del régimen militar de Augusto Pinochet recién florecía. Un grupo de artistas se reunía en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de  Chile en torno a profesores como Enrique Lihn, Nicanor Parra y Ronald Kay. Los talleres con este último sembraron en Eltit el interés por lo visual, por trabajar en los bordes, por la utilización del lenguaje al extremo.

Diamela tenía 24 años, se había graduado en Pedagogía  y enseñaba castellano a tiempo completo en el Liceo Carmela Carvajal. Recién comenzaba la licenciatura en Literatura en la U. de Chile.

“Fue una ampliación de los espacios, de mi propio espacio artístico, mental, imaginario y proyectó mi trabajo de manera mucho más eficaz que como no lo habría hecho desde mi escritorio”,  se refirió Eltit a esa etapa experimental de su vida, en  una entrevista a la revista La Época, en 1988.

“El trabajo con el cuerpo es lo que va a posibilitar este  cruce entre la fotografía, la imagen  y la escritura que en el caso de las primeras obras también ella entendía como cuerpo”,  dice Rubí Carreño crítica literaria y una de las estudiosas de la obra eltiana.

Fue con la creación del grupo Colectivo de Acciones de Arte (CADA), en  que Diamela materializó esta combinación de lenguaje, cuerpo  y arte que, junto con artistas como Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Magaly Meneses y su entonces pareja Raúl Zurita., llevó a las calles. Sus “acciones” incluían llevar el arte a  indigentes y prostitutas, la escritura de  poesía en el cielo o la liberación de miles de hojas literarias desde un avión.

“Ésos trabajos durante el CADA en plena dictadura eran no un trabajo clandestino, sino de resistencia, ésa es la palabra. Todos veníamos de una generación con un pensamiento más allá del capitalismo. Los milicos no lograban entender lo que se estaba haciendo,(…)  era hasta grotesco, no tenían ni idea”, afirma Paz Errázuriz, fotógrafa y una de las artistas que colaboró con el CADA.

Para esa fecha, 1979,  Eltit llevaba poco menos de tres años de trabajo en la escritura de Lumpérica. Las intervenciones del CADA le darían los elementos para consolidar el carácter irruptor que define al libro y a su obra en general.

Portada de Lumpérica
La portada de “Lumpérica”, considerada una obra icono de la narrativa chilena por romper con conceptos tradicionales e incorporar elementos visuales, escénicos y teatrales.
Aunque la crítica de la época, marcada por la mordaza de la censura de la dictadura, la recibió medianamente bien, con el tiempo Lumpérica fue considerada una obra ícono de la literatura chilena al romper con los conceptos tradicionales de la narrativa e incorporar elementos visuales, escénicos, teatrales, mezclados con metáforas y otros lenguajes literarios.

“El aporte de Lumpérica se relaciona con el lenguaje en extremo literario de su escritura, tan lejana a realismo simplón y también con el carácter crítico de sus contenidos, las zonas prohibidas y calladas que exploraba”, dice Pedro Gandolfo, crítico literario.

Eltit diría años después al periodista Juan Andrés Piña que la construcción del libro fue difícil y muchas veces estuvo al borde del naufragio por la manera en que quería construirla y por el poco tiempo que tenía para trabajarla. Sus espacios se dividían entre su trabajo como profesora, su participación en el CADA, sus tres hijos y su relación de pareja con Zurita.

Ella rechaza siempre hablar de su ámbito más personal. Poco se sabe de la relación entre la narradora y el poeta, más allá de que fueron pareja por una década, que tuvieron un hijo juntos y que ambos se dedicaron sus primeros libros. “A Diamela Eltit: la Santísima Trinidad y la Pornografía”.  Las palabras de Zurita en Purgatorio denotan la intensidad de su relación.

“Ellos tuvieron una asociación muy fructífera en el CADA, pero cada quien tiene su carrera y trataron siempre de separarla, son distintos géneros literarios. (…) Zurita es una persona bastante respetada y en eso coincide con Diamela, por algo estuvieron tanto tiempo juntos”,  dice Carreño, amiga de Eltit desde hace dos décadas.

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Dos escenas

1-  Una niña hurga en una caja llena de libros. Las paperas que agobian su cuerpo la han confinado a varios días de encierro y quiere matar el aburrimiento. La niña toma un libro. Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway. Con su lectura comienza además la fascinación por el mundo de las letras que ya no la dejaría nunca.



2.- Una joven charla con su madre. Intenta convencer a la casi adolescente de lo bien que le hará entrar a la universidad, de “tener un cartón” que le asegure la buena vida y comodidades que hasta ahora no ha tenido. La mujer quisiera estudiar literatura, pero sabe que hacerlo no es laboralmente conveniente. Días después será alumna de la Licenciatura de Ciencias Políticas y Administrativas. Más tarde reconsiderará y estudiaría Pedagogía.

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Una fotografía: Un hombre y una mujer se abrazan, miran a la cámara. Sus cuerpos decadentes y viejos, su cabello despeinado. Un patio, una habitación, una clínica psiquiátrica. Un texto, casi un poema, los acompaña. El amor y la locura.

Diamela Eltit es reconocida por su influencia en las nuevas generaciones de narradores chilenos.
Durante su estancia en México como agregada cultural del gobierno de Patricio Aylwin, en plena transición democrática, Diamela Eltit recibe a Paz Errázuriz en su casa de Coyoacán. Ella le muestra copias del trabajo que desarrollaba sobre parejas que vivían en un hospital psiquiátrico de Santiago. Eltit se engancha de inmediato con las imágenes y comienzan a trabajar juntas. El resultado es El infarto del alma, publicado en 1994 y que toca uno de los temas recurrentes de la obra eltiana: la marginalidad.

“Yo trabajaba esta serie que empezó como una forma de buscar a compañeros desaparecidos por el régimen y me encontré con estas parejas que convivían en un espacio tan marginal como es un psiquiátrico. A Diamela le entusiasmó tanto este tema del “amor loco” que me pidió que hiciéramos algo con eso”, explica Errázuriz.

Lo marginal, los que están fuera del sistema son los ejes de los que emerge y a los que vuelve la literatura de Eltit. Desde finales de los 70, casi paralelamente al trabajo del CADA y junto con la artista visual Lotty Rosenfeld salía a las hospederías, los prostíbulos, a las poblaciones más alejadas de la ciudad a filmar y  hablar con la gente que vivía en la calle, a observar su entorno. De esas incursiones urbanas salió una conversación que después se convertiría en uno de sus libros, Padre mío. (1989).

Un fragmento de la presentación de Padre mío resume la visión que le dio su andar callejero y los personajes con los que se encontró en esa época: “Es Chile, pensé. Chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre; jirones de diarios, fragmentos de exterminio, sílabas de la muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de difuntos. Es una honda crisis del lenguaje, una infección en la memoria, una desarticulación de todas las ideologías”.

Una tarde de 2008 Diamela Eltit tomaba un té en “El 18”, un antiguo restaurante del centro de Santiago. De la nada, un indigente se le acerca y la saluda. Le dice que escribe y le muestra un papel arrugado. Eltit serena y dispuesta toma el trozo de papel e inicia una conversación con él.

“Era como si cualquiera de sus personajes tomara vida pero para ella era una situación completamente normal. No recuerdo muy bien sus palabras pero ella me decía como que estaba habituada, que era una especie de atracción, de afinidad”, describe Carreño, testigo de la escena.

Afirma que Eltit construyó una nueva forma de hacer literatura social con figuras  como el hombre que bautizó como “Padre mío” o los reponedores de los supermercados de la novela Mano de Obra (2002). “Ese es el rol de su literatura: mostrar eso que el sistema asume como bueno no desde una perspectiva compasiva sino humanista y con un sentido artístico. Visibiliza lo que ella describe como los `excedentes sociales´, los que no tienen cabida en el sistema”, dice Carreño.


Los “excedentes sociales” en diversos contextos y épocas, atraviesan toda su narrativa: Por la patria (1986), El cuarto mundo (1988), Vaca Sagrada (1991), Los vigilantes (1994), Los trabajadores de la muerte (1998), Mano de obra (2002), Jamás el fuego nunca (2007), Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013).

Su interés por conocer y descubrir a los otros se evidencia en las investigaciones y análisis a la obra de Gabriela Mistral, Marta Brunet y María Luisa Bombal, con lo que obtuvo  la Beca del Social Science Research Council de EEUU y que, se dice, reafirma su postura del empoderamiento feminista.

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Eltit fue protagonista de una de las anécdotas más polémicas de la literatura chilena contemporánea. En un artículo publicado en la revista española  Ajo Blanco, el escritor Roberto Bolaño describió con sarcasmo la cena que tuvo en la casa de Eltit y su pareja Jorge Arrate, durante su regreso a Chile, en 1998. En ella se burla de su relación y aprovecha para criticar los talleres literarios que ella desarrollaba por esa época -en donde conoció a Arrate- que a su juicio habían traído una legión de “diamelitas” con escrituras idénticas a la suya.

Su obra, su personalidad parca y reservada, su postura feminista y su propuesta literaria han sido blanco de la crítica en los medios de comunicación e incluso de sus pares. Desde los especialistas que afirman que su forma de narrar no se entiende, hasta quienes la tachan de feminista, de “vaca sagrada”, de best seller académico.

“Conviene dejar sentada una verdad evidente: Eltit carece de originalidad y exhibe poca formación intelectual” escribió el crítico Carlos Marks en una columna en el 2002.

Otro episodio lo marcó una columna de Álvaro Bisama en 2005 en el que critica parte de la obra de Eltit como textos “con sobrevida algo artificial” que sirven más para la academia y en donde hacía referencia al concepto de las “diamelitas”.

Sobre las críticas adversas ella se mantiene en su postura: “No me frustra  de ninguna manera, porque la mí es una opción que tiene riesgo. (…) Hay muchos autores conocidos pero que no han sido leídos por sectores mayoritarios. Y eso está muy ligado a las políticas culturales” dijo a La época, en 1988.

En su currículum figuran solo dos premios: el Iberoamericano de Letras José Donoso por la Universidad de Talca, Chile en 2010 y el José Nuez Martin en 1995.  Aunque su obra ha sido estudiada en países como España, Reino Unidos, México y  EEUU -donde imparte una cátedra en universidades de California y Nueva York-, recibió la prestigiosa beca Guggenheim y ha recibido homenajes en España y Cuba en donde se le dedicó la Semana del autor en la Casa de las Américas, Eltit es poco valorada en Chile. Su aporte ha permeado solo en algunos círculos académicos y más bien con cercanos.

“Diamela es muy querida pero también muy odiada. No ha sido fácil para ella salir adelante desde enfrentarse a la dictadura hasta los tabúes de ser una escritora mujer, que escribe feo. Ha sido muy valiente. Te puede gustar o no gustar pero en Chile es una escritora importante y parte de las criticas vienen de ése valor”, afirma Carreño.

De sus talleres literarios en la década de los 90 no solo se desprende su relación con el político de izquierda y ex candidato presidencial Jorge Arrate con quien vive actualmente, sino también escritoras de la post- dictadura como Lina Meruane y Andrea Jeftanovic quienes han desarrollado un literatura con “ciertos guiños” a su forma de escribir, afirma Pedro Gandolfo, lo que considera  “una de sus contribuciones en la formación de escritores contemporáneos”.

El infarto del alma y Puño y letra (2005) han sido llevadas al teatro en los últimos dos años. Este mismo año Eltit publicó Fuerzas especiales en donde retoma al grupo social de más actualidad en Chile: los estudiantes, al que Eltit se siente cercana y en donde se repite su atracción a lo marginal, hacia quienes están a contrapelo del poder, como dijera en una entrevista en 1988.

Última escena: una mujer, una escritora sentada en una vieja silla lee un libro, frente a ella jóvenes sentados escuchan atentos, al fondo un patio, un muro, una reja tapizada de butacas, una barricada, una escuela en toma.

martes, 1 de noviembre de 2016

Diamela Eltit, la escritora de Chile

A finales de los 80 Diamela Eltit compartía frente a la cámara de Alfredo Jaar un poema que hablaba del terror y de estropear la vida. El registro en blanco y negro fue exhibido hace poco más de un mes en el encuentro “eX-céntrico: Disidencias, soberanías, performance” y formó parte de la obra “Estudios sobre la felicidad”. En la cinta aparece Eltit con el cabello corto y una expresión solemne, apenas unos segundos entre cientos de testimonios que participaron del proyecto.

Ya han pasado más de 35 años de esa grabación y la pregunta de Jaar sobre si somos o no felices los chilenos parece particularmente contingente al momento de leer Réplicas (Seix Barral, 2016), conjunto de artículos y ensayos en los que Diamela Eltit entrega una mirada crítica y perspicaz sobre el Chile de la última década a través de temas como el arte, literatura y política.


Réplicas retrata al Chile de Camila Vallejo y de la agrupación CADA, rememora el boom latinoamericano y analiza el mundo-selfie y las consecuencias de un sistema económico instalado en dictadura, entre otros muchos temas. El texto se divide en siete segmentos titulados según la flora y fauna kawéskar, e incluye relatos orales que surgieron a partir de un trabajo de hace tres décadas con el lingüista Óscar Aguilera. “El pueblo kawéskar era canoero y pensé que ese viaje nomádico me permitía organizar el libro y señalar la extinción del pueblo”, explica Eltit, quien dicta clases en la UTEM y, desde 2007, en la Universidad de Nueva York.

En “Réplicas” hay varios ensayos dedicados a la figura de Gabriela Mistral. Durante los últimos años ha habido una relectura de la poesía de Mistral, desde que el Estado adquirió el archivo de Doris Atkinson y luego de la publicación de “Niña Errante”. Como conocedora de su correspondencia y de su obra ¿Cómo siente que ha cambiado la percepción de los chilenos respecto a la figura de Gabriela Mistral?

Depende de cuáles chilenos. Yo pienso que Mistral por el premio Nobel y su importancia ha pertenecido a un signo de identidad del Estado, aunque también del mercado. Pienso que la primera aproximación a Mistral fue en la parte más cursi de lo femenino, que era lo que la época leía y validaba. Después hubo un segundo momento hacia la Mistral más pensante que organizaba sedes de pensamiento, que escribía en El Mercurio como columnista y tenía un orden crítico, no era solo poeta. Luego vino este nuevo enfoque planteado desde la diversidad sexual, en un momento en que las identidades sexuales están teniendo un protagonismo mayor. Es decir, nada ha ocurrido fuera de su tiempo. Hay figuras que son muy pétreas, pero Mistral se modifica y siempre se va a modificar según el orden de los tiempos. Hay además algo inamovible que es el Norte Chico, que es mistraliano.

Y respecto a esta primera referencia que hacía de Mistral, en un ensayo de “Réplicas” se comenta un personaje de Marta Brunet llamado María Rosa. María Rosa niega el romanticismo como centro estructural del sujeto femenino, siendo una excepción para la época. En el libro hay una crítica hacia la narrativa femenina volcada hacia un otro que generalmente es un hombre. En ese sentido ¿Cuánto cree que ha cambiado el panorama en la escritura femenina?

Brunet es completamente excepcional. Es interesante que ella era laica, por lo tanto no estaba revestida de un pensamiento católico y pudo pensar más republicanamente el tema de la mujer. Ella puso una otra que no estaba en ese momento escrito. Yo pienso que la gente tiene que escribir lo que quiera, aquí no hay imposiciones. Efectivamente el tema más bestsellerístico de mujeres está muy ligado a lo masculino. La mujer sigue siendo un “no” que depende de un “sí” que es el hombre que tiene al frente. O no lo tiene al frente, se va o se queda. Pero su ser en el mundo no es autónomo. Por supuesto no quiero desarmar las historias amorosas y su importancia, porque lo emotivo es muy definitivo en cada uno. Pero el modo en que se cursa como superior-inferior a mí me parece que no contribuye a generar subjetividades femeninas más poderosas, más complejas, con deseos más erráticos y menos formateados por el sistema. Me parece que es una pérdida cuando se reduce al universo amoroso, ya sea del gran encuentro o de la gran decepción. Creo que hay una consciencia de género y las mujeres escritoras estamos muy mal ubicadas en las organizaciones literarias, en el punteo, quiénes se nombran, quiénes no se nombran. Incluso se omiten, porque una cosa que no se nombren porque no se conocen y otra cosa es la omisión misógina. Las políticas de las mujeres deberían incrementar sus propios imaginarios. En ese sentido también pienso que es interesante cómo las disidencias sexuales se organizan en los espacios literarios de manera política.

Siguiendo la misma línea, a lo largo de la historia el Premio Nacional ha sido otorgado solo cuatro veces a escritoras ¿por qué cree que ha sido tan esquivo?

Obedece a la mala repartición de género, a una simetría que está sostenida por la élite. No solamente la naturalizan, sino que la habitan, la circulan y la promueven. Me parece que es parte de un síntoma mayor, sin considerar los premios como algo trascendente o estructural. En realidad los premios no son lineales con lo literario. Si se escribe para ganar un premio estamos jodidos. Viéndolo como un dato sociológico, es una forma de repartición social. Incluso las propias mujeres son colaboradoras de esa simetría de manera intensa, porque o están enteramente colonizadas por lo masculino o piensan de manera ingenua que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija. Pero en realidad si seguimos ese refrán se quedan en la sombra del árbol.

En “Réplicas” en un momento se habla de la nula visibilidad de las lesbianas y la jerarquización de hombres y mujeres en organizaciones como el Movilh o Iguales, ¿por qué cree que sucede esto dentro de organizaciones que se piensan como disidentes?

Es lo mismo, se repite el hombre como falorector del universo social. Y se apodera de la palabra, del lenguaje. Estas organizaciones han traído reflexiones, han dialogado bien con el Estado y han conseguido ciertas áreas emancipatorias. Sin embargo su estructura repite la misma simetría en las hablas públicas. Una integrante de una de las organizaciones, Emma de Ramón, disintió de lo que yo decía, que me parece muy legítimo. Yo no me refería a cómo está organizada esa estructura internamente, sino a quiénes toman la palabra en lo público. Quiénes se sientan en las mesas de discusión en lo público, quiénes van al Congreso. En ese sentido esas organizaciones están enteramente formuladas desde lo masculino. Se repite el mismo escenario que lo heterosexual, no es distinto. Hay instituciones muy interesantes como la de Erika Montecinos “Rompiendo el silencio” o muchas otras. La pregunta es qué pasa con esas voces que no llegan al espacio público aunque tengan una existencia de muy larga data. Se repite lo mismo que en los espacios heterosexuales y por eso dije – y eso ofendió un poco – que son estructuras heterogays, que lo sigo pensando, entendiendo que es una afirmación un poco polémica.

Volviendo a lo literario, siempre se habla de modas. Cuando aparecen voces nuevas se los trata de encasillar en ciertos espacios, ¿identifica un sello en las generaciones de jóvenes escritores?

Yo no he leído todo, en parte porque hay muchos libros y muchas editoriales independientes con una capacidad de circulación reestringida. Lo que he leído en general es que habría una mirada más bien desoladora sobre el presente. Un joven que tiene que resguardarse a sí mismo y ese resguardarse es muy accidentado. En algunos casos conduce a la muerte, entonces el cuerpo y la sexualidad adquieren más poder porque es lo único que se tiene y no hay un horizonte. Sin utopía, sin salida, por ahí van algunas de las formas. Incluso hay libros naturalistas o de un realismo exacerbado que dan cuenta de otro registro de desamparo social general, no solo chileno, sino que hay un desamparo general por el neoliberalismo.

Claro, justamente en “Réplicas” hay una alusión constante al capitalismo exacerbado que estamos viviendo. Se habla del fin del ciclo de la Concertación y la situación política actual en Chile. Con el destape del caso Penta, Caval, SQM, ¿cómo cree que se podría recuperar la credibilidad en la clase política y qué rol cree que debe jugar la ciudadanía?

Estamos viviendo un momento muy intenso, interesante y agobiante. Cualquier iniciativa que toque vagamente el capital produce terremotos públicos. El punto es cómo perforar ese blindaje del capital. La propuesta del Gobierno para AFP aparentemente conserva la línea general y toca algunos aspectos tocables. La ciudadanía expresa su deseo pero hay un muro que hasta el momento ha sido infranqueable y tiene que ver con la Constitución. Para que ese muro se haga más poroso tendría que haber una Asamblea Constituyente que reestableciera derechos, que pusiera límites. Mientras eso no pase ese muro conserva todo su poder, porque tiene todos los periódicos, la mayoría de las radios y las redes. La misma gratuidad, una provocación que es muy interesante y necesaria, para mí es todo un logro. Pero claro, las universidades públicas no ampliaron matrícula. Mientras las universidades públicas no amplíen matrícula y cambien condiciones de ingreso esa gratuidad va a favorecer solo a las universidades privadas porque hay una crisis en la educación de magnitud.

En uno de sus ensayos usted se refiere al “mundo selfie” como este mundo en el que se está expuesto a internet. Recientemente Julian Assange, director de Wikileaks, dijo que Google hoy recibía más datos que los propios dispositivos de inteligencia de Estados Unidos. ¿Cómo observa el escenario en relación al uso de medios digitales considerando esta evidente red de vigilancia global a la que estamos expuestos?

Bueno, todos los instrumentos de comunicación son también empresas, no son inocentes ni van a beneficiar a cada sujeto. Si pensamos en Facebook que es algo multitudinario y se vende en la bolsa de valores, mientras más usuarios tiene más suben los precios de sus acciones. Se usan esos mecanismos en general para exaltar logros. Que ganó esto, que le fue bien, que entró a tal. Entonces está inclinando a la población a cierta depresión, porque la gente puede tener logros, pero también tiene tremendos desastres. Cuando tú ves que todo el mundo es feliz menos tú, te empiezas a preguntar qué pasa con tu propia vida. Entonces genera zonas depresivas. Es un formato que no se puede intervenir, que es seriado y multitudinario. Eso a su vez es un instrumento más que valioso para todas las agencias de seguridad y para las grandes empresas que necesitan datos sobre consumo. Twitter con 140 caracteres es un límite, ¿bajo qué criterio se siguieron esos 140 caracteres? ¿quién decidió? Hay que ver hasta qué punto somos una máquina de producción de esas grandes empresas.

Y considerando el uso masivo de Snapchat donde las historias duran solo 24 horas y esta cultura de lo inmediato que estamos viviendo, ¿cómo se podrían proyectar las relaciones interpersonales a futuro?

Pienso que es interesante la tecnología. No hablo de no usar Facebook o Twitter, creo que tenemos que leer los instrumentos que tenemos y comprenderlos. No hay que navegar en ellos ingenuamente, tenemos que entender que son compañías que ganan con tu participación. Cada vez que pones algo estás incrementando las ganancias. También son políticas de desmemoria, porque necesitan renovar. Por otro lado pienso que una vez que ya entraste en la tecnología nada es borrable. Se incrementa la vigilancia, pero también se podrían incrementar algunas hablas que necesitan ser escuchadas. WhatsApp pone a la escritura como primordial, que estaba muy por debajo de la imagen. Ahora la gente escribe alterando las gramáticas y me parece interesante como subversión frente a la gramática académica. Por muy banal que sea el mensaje en WhatsApp tienes que tener una organización para que te entiendan y se repone una capacidad de estar leyendo. Creo que sobre todos esos mecanismos podría haber una gran reactualización de la lectura y la escritura.

Por último, ¿en qué proyectos está hoy?

Estuve trabajando de manera bastante absorta en el libro, eso me suspendió muchas otras cosas. Tengo la posibilidad de escribir una novela. Es una escena más bien amorosa, cómo navegar con la novela entendiendo que después nos vamos a separar de manera irreversible. Estoy tratando de llegar a un acuerdo para que nos enamoremos. Por otra parte estoy con harto trabajo, sigo en la UTEM y me voy a seguir trabajando a Nueva York. Pienso que necesito descansar porque estoy más vieja, como la señora de la portada de “Réplicas”. De alguna manera soy yo misma, es la vieja pensando.



Foto: latercera.com

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