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domingo, 15 de julio de 2012
Federico García Lorca: el hombre, la tragedia, el mito.
martes, 3 de julio de 2012
Nanas de la cebolla de Miguel Hernández
Reseña biográfica
Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé,
se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y posteriormente,
los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado
y condenado a muerte al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publicó su última obra, «Cancionero
y romancero de ausencias».
Falleció en 1942. ©
El poeta canta a su hijo desde la cárcel
Luís Martínez González
La crítica literaria, tan amiga de encasillar a todo escritor, encuentra un serio problema con algunos de ellos, ya que su originalidad y el hecho de vivir a caballo entre dos épocas los hacen inclasificables. Y, si además, su muerte es prematura, resulta aún más difícil.
Foto de un retrato de Hernández
Esta circunstancia se hace muy patente en el caso de Miguel Hernández (Orihuela, 1910-1942). En efecto, si sus contemporáneos se sitúan con facilidad en la poesía de posguerra, debido a que la gran mayoría de sus composiciones aparecen tras la Guerra Civil –es el caso de la obra de Gabriel Celaya o de la de Blas de Otero, por ejemplo-, el poeta de Orihuela es casi inclasificable.
No puede incluírsele dentro de la Generación del 27, a pesar de que fue amigo de muchos de sus integrantes y recibió su influencia, pues es más joven y no participó en ninguno de sus actos comunes. Tampoco cabe situarlo dentro de la Generación del 36, ya que murió en 1942 y casi toda la obra de este grupo aparece después.
En consecuencia, nos quedaremos con que fue un lírico de talla extraordinaria y de absoluta originalidad y prescindiremos de clasificaciones simplificadoras que, en muchos casos, empobrecen la caracterización del escritor.
Poeta autodidacta, Hernández se inicia –tras los lógicos tanteos de principiante- con un libro extraordinario: Perito en lunas (1934), que se incluye dentro de la moda gongorina despertada por los integrantes de la Generación del 27. Pero en esta misma obra se hallan composiciones que permiten adivinar su poética de madurez.
Ésta se caracteriza –como sucede con Lorca- por una combinación armónica de lo culto y lo popular. Al igual que éste, sabe conjugar las técnicas más rigurosas con los contenidos más humanos, a veces envueltos en audaces y hermosas metáforas. Y, a medida que va alcanzando su madurez poética, sus creaciones van ganando en sencillez y hondura.
Buena muestra de ello es el libro Cancionero y romancero de ausencias, en el que se incluyen las estremecedoras Nanas de la cebolla. Compuestas desde la cárcel, el poeta canta a su hijo –nacido en 1939- tratando de sobreponerse a su adversidad, a su impotencia por no poder llevarle alimento, y de llevar la calma y la alegría al muchacho, pues su risa le hace libre.
Se trata de una composición verdaderamente conmovedora que sintetiza a la perfección la madurez poética de Miguel Hernández por su sencillez, precisión formal y enorme belleza. Cabe preguntarse hasta dónde habría llegado la altura lírica del poeta de Orihuela de no haber muerto tan pronto.
Podéis leer el poema aquí.
Nanas de la cebolla
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre su cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pones alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño;
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Fuente: Web de la Fundación Miguel Hernández.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
JESUS SEPULVEDA
“LAS TRAMPAS DE LA FE Y DE LA IDEOLOGÍA SON UN ESPEJISMO”
Por Julián Gutiérrez
entrevista publicada el 11/09/2008 Fuente: www.critica.cl
Jesús Sepúlveda (Santiago, 1967), es uno de los poetas más importantes entre los que comienzan a escribir entre el período final de la dictadura y la transición a la democracia en Chile. Es profesor de castellano por la UMCE y Doctor en Filosofía. Actualmente enseña literatura en la Universidad de Oregon, Estados Unidos. Ha publicado: Lugar de origen (1987); Reinos del príncipe caído (1991); Hotel Marconi (1998), reeditado en 2006 por Cuarto Propio en versión bilingüe castellano-inglés y recientemente llevado al cine por PULSO FILMS; Escrivania (México, 2003); y Correo negro (Bs. Aires 2001, Santiago 2008), que acaba de ser reeditado por MAGO Editores. También es autor del ensayo ecolibertario El jardín de las peculiaridades, traducido al inglés, francés, portugués e italiano y coautor de la antología de ensayos Rebeldes y terrestres. Su obra ha sido publicada en diversas revistas y antologías chilenas y extranjeras. Fue fundador de la Revista "Piel de Leopardo" y codirector de la Revista "Helicóptero". En 1989 obtuvo la beca de la Fundación Pablo Neruda y en el año 2000 recibió el Primer Premio de Poesía de la revista argentina "Perro Negro".
Su poesía, nacida de la personal experiencia de vivir, expresa la sensibilidad profunda de quien ha asumido la existencia como una búsqueda radical de la libertad. En su obra, es el ser la caja de resonancia de una vida que vibra con intensidad errante y rebelde: poemas que, según José Emilio Pacheco, “se abren camino, dan / en el blanco, saben llegar / Hasta quien los merece y los hace suyos”.
He aquí algo de su pensar y de su sentir sobre el misterio de la poesía y de los espacios vitales en que ella ha transcurrido generosamente.
¿Cómo ocurrieron tus inicios literarios, en términos de ambiente, amistades e inquietudes?
-Comencé a escribir muy joven, influido quizás por lecturas precoces y la necesidad de comunicarme en un ambiente que carecía de espacios de libre expresión. Creo que en muchos casos la escritura surge cuando agentes externos sofocan la lengua en forma vertical, amordazando desde las esferas del poder hasta el ámbito familiar. Cuando cursaba la educación básica mi madre me aconsejaba no decir nada de lo que se hablara en casa para evitar represalias de carácter político. Crecí en un ambiente de censura y autocensura que hablaba un español truncado, lleno de eufemismos y rodeos alimentados por la jerga citadina de Santiago. Esto estimulaba, sin duda, la creatividad idiomática. En casa de mis padres además siempre hubo libros y gente que animara la conversación. Yo escuchaba y aprendía. La idea de convertirme en escritor surgió lentamente, como queriendo rescatar la vida del tiempo implacable que lo consume todo. Cuando conocí a mis pares conformamos una generación literaria de relevo que hizo de transición entre los autores del ochenta o generación N.N. y la generación X en narrativa y novísima en poesía. En 1985 formamos el taller Fines de Siglo que dirigió Camen Berenguer. Allí nos encontramos con Felipe Moya y Juan Pablo del Río, que más tarde organizó el Festival de los Corazones Duros en el Centro Cultural Mapocho. En esa lectura conocí a Víctor Hugo Díaz. A Gerardo Godoy, que ahora reside en Brasil, lo conocía desde antes del taller; lo mismo que a Álvaro Leiva, radicado en EE.UU.
¿Cómo catalogarías la época en que te correspondió irrumpir como escritor?
-Fue una época bella e intensa, porque además de tener el ímpetu de la adolescencia, recorríamos una ciudad que comenzaba a florecer. Después de años de toque de queda y enclaustramiento se abrían puntos en la ciudad donde uno podía reconocerse: calles, bares, barrios, amigos (el Festival Cultural del Barrio Bellavista, "Las Lanzas" en Plaza Ñuñoa, "El Castillo Francés" y el "Jaque Mate" en Plaza Italia, Matucana 19, la Feria del Libro del Parque Forestal, la Plaza Bogotá, etc.). Fue una época con mucha vitalidad porque escribir era abrir la realidad. Entonces leía a poetas conversacionalistas: Ginsberg, Parra, Cardenal, Teillier, Gonzalo Arango, Roque Dalton, Bertolt Brecht. Me interesaban la efectividad del discurso y la capacidad de ser directo en el mensaje. La transición cultural y simbólica que ocurre entre 1985 y 1990 se puede caracterizar por su necesidad de decir precisamente aquello que estaba oculto; de desenterrar los tabúes culturales; de exorcizar la rabia, la pena, el miedo; de hurgar con las palabras. Se vivía de noche afrontando la muerte. Se bebía de día encarnando la violencia. Se escribía entremedio con el rostro hinchado o terso como sábana de hotel. Una noche en casa de mi hermano conocí a Guillermo Valenzuela; otra a Sergio Parra. Con Malú Urriola nos topamos en el taller Horizón Carré en 1986. Lentamente fuimos entablando diálogos que a veces parecían soliloquios de sordos. Así todos seguimos nuestros propios caminos sin enarbolar voluntades de grupo. Cuando los novísimos nos acusan de ser bárbaros, tienen razón: éramos bárbaros. Una noche chocamos contra una sucursal bancaria en pleno Paseo Ahumada con Huérfanos a la 1:00 de la mañana. Alberto Correa, editor de mi primer libro de poemas "Lugar de origen", iba al volante. Volábamos, literalmente, en un citroen visa de color rojo que pertenecía a Ada, mi pareja de entonces. Además de Ada, Correa y yo, iban con nosotros Carmen Berenguer, Guillermo Valenzuela y Pedro Lemebel. Nos rodearon inmediatamente cinco radiopatrullas, que al rato nos dejaron salir en una grúa mientras una cuca de la época nos escoltaba a un taller mecánico de turno. Nunca supe exactamente cómo libramos. Otra noche la policía me sacó del pelo de un boliche en Bellavista mientras una veintena de comensales –entre los que figuraban Nemesio Antúnez, Mauricio Redolés, José María Memet, Carolina Jerez y otros- rompía el local en solidaridad conmigo. A pesar de haber sentido una sensación de orfandad literaria y cultural -había malas bibliotecas, pocos medios, una crítica monolítica y poca diversidad- establecimos nexos con la generación inmediatamente mayor a la nuestra. Por ejemplo, mis primeros poemas aparecieron en revistas como "Al Margen", que editaban Diamela Eltit, Carmen Berenguer, Gonzalo Muñoz y Manuel Eduardo Pertier, o "Tantalia", que publicaban en Concepción Alexis Figueroa, Tomás Harris, Carlos Decap e Italo Nocetti. Juan Cameron, que trabajaba en una antología que José Paredes iba a publicar bajo el sello Ediciones Sin Fronteras, escribió un preclaro prólogo que situaba a nuestra promoción con precisión poética. El libro nunca se imprimió. Talvez si se hubiera impreso nuestra generación habría tenido un cuerpo grupal más visible, aunque luego la transición política post 1990 enterrara casi todo lo ocurrido durante esos cinco años previos a su autoinstalación en el poder. Para gobernar tenía que apaciguar; y para apaciguar debía borrar: tarjar la memoria, tal como lo subraya el gesto alegórico y paródico de auto-aniquilación que se autoimpone J. L. Martínez. En 1990 se publicó, no obstante, una antología de los dos primeros talleres de la Fundación Neruda (1988 y 1989) que incluía a muchos autores de nuestra generación. En ese mismo año Valeria Valenzuela, radicada ahora en Brasil, y Luis Wigdorsky, realizaron el video "Lugar de origen". Pero no fue sino hasta 1992 que Luis Ernesto Cárcamo y Óscar Galindo fueran de Valdivia a Santiago para publicar la antología "Ciudad Poética Post" en un intento de conformar un primer cuerpo poético generacional. Las cartas, sin embargo, ya estaban echadas. Nuestra generación fue desde sus inicios una promoción gestual, una tribu más que una maquinaria de producción de consensos literarios.
¿Qué autores influyeron en tu trabajo de aquel entonces en términos de propuestas?
-Una vez el poeta español Juan Carlos Mestre nos preguntó a A. Leiva, G. Valenzuela y a mí en una de las tantas Jornadas Culturales de Tomé que en qué discurso poético nos amparábamos. Yo creo que nos amparábamos en el discurso de la experiencia más que en una escuela o corriente específica. Leíamos a Kerouac y escuchábamos rock. Bebíamos a destajo y caminábamos. En diciembre de 1987 Víctor Hugo Díaz, Guillermo Valenzuela, Álvaro Leiva -que hizo una lectura de adelanto- y yo lanzamos nuestros primeros libros presentados por Raúl Zurita, Carmen Berenguer y Jaime Lizama en un Goethe Intitut repleto. Para mí esa lectura fue la instalación de la Generación del 87, aunque claro, este juicio peca de arbitrariedad. Cuando se consolida la transición política -rearticulando la burocracia del Estado- y ese rico mundo literario y bullicioso se enfrenta al descampado crítico, apareció la revista "Piel de Leopardo". Nuestro móvil era remecer el tinglado del consenso que apagó la conciencia crítica post dictadura. Tal descampado tenía obviamente excepciones y Jaime Valdivieso era una de ellas. J. Lizama era otra. Creo que muchas de mis inquietudes literarias de aquel entonces fueron tomando forma a través de los contenidos de "Piel de Leopardo". Más que una revista se me ocurre que fue una barcaza en la que navegamos sin rumbo fijo, a la deriva y explorando. Allí escribí sobre Mafhud Massis y Rodrigo Lira, entrevisté a Álvaro Ruiz y a Claudio Giaconi. Publicamos un especial sobre los De Rokha, entrevistamos a Gonzalo Millán y, en una hostería de Puerto Varas, Francisco Véjar grabó una conversación con Gonzalo Rojas. También publicamos traducciones: Baudelaire, Pound, Plath, Brautigan. Paralelamente, yo estudiaba en la Universidad Metropolitana (ex Pedagógico), donde leía el canon literario hispanoamericano y peninsular y estudiaba a los autores clásicos. Poco a poco fui conociendo también a escritores de otras regiones con quienes todavía mantengo contacto: Yanko González, Jaime Retamales, Marcelo Novoa, Egor Mardones. En Buenos Aires leí a Apollinaire, Bukowski y Dylan Thomas. Además conocí a J. Lagos Nilsson. Cabe decir que en 1989 la diferencia entre ambas ciudades era tremenda. Una, la capital argentina, simulaba la luz al final del túnel, tanto por su diversidad cultural como por sus amplias librerías. La otra, capital de Chile, era el túnel donde había reinado la oscuridad.
¿Cómo definirías tu intención poética o escritural?
-La experiencia para mí es fundamental. Y esto quiere decir que escribo a partir de mi vida. O sea, soy un escritor personal. Veo en cada libro que he escrito un periplo que define un ciclo. No me propongo nada a priori, ni planifico ni diseño. O planifico para desplanificar, dejando luego que la intuición guíe el sendero a seguir. En tal sentido, no soy un escritor programático. No tengo proyectos. Escribo en la medida que la vida aflora. Pero mi vida es también mi poesía. Siempre soy el poema que estoy escribiendo o que escribiré. Así me voy sanando y liberando y, de paso, expando mi conciencia. Cada libro es un ciclo que cuando se cierra me lanza en una nueva dirección, con un nuevo ritmo vital, un nuevo barrio, un nuevo país, nuevas culturas y nuevas lecturas. A veces también hay nuevos idiomas. Tengo la sensación que hace tiempo ando de viaje, lo que me fuerza a mantenerme en movimiento y a no claudicar frente a una retórica lograda. Por eso en cada libro me subvierto, dejo de ser el que era para seguir siendo yo mismo; transmuto y no repito los pasos dados ni menos los poemas ya escritos. Cada ciclo tiene por cierto una anécdota, una circunstancia y un contexto: de allí brota la atmósfera que habita el cuerpo del poeta. Del barrio me fui al mundo y de la ciudad al bosque, de la política al chamanismo y del alcohol a la ayahuasca. Y aunque no me refiera al contexto per se, lo valoro porque su capacidad de galvanizar emociones que más tarde estarán contenidas en el poema es ilimitada. El riesgo es alejarse de las cuerdas resonantes que lo constituyen a uno. La autenticidad, en tal sentido, es lo único que nunca hay que perder porque sin ella es imposible escribir un poema con espíritu.
¿Qué factores consideras determinantes en el proceso creativo?
-El proceso creativo es un acto de flexibilidad. Aunque se tense la cuerda neurótica del ser, la poiêsis no fluye sin flexibilizar el cuerpo y la mente. Por eso yo dejo que broten las palabras mientras espero capturarlas en cualquier momento: en una servilleta, en la memoria, en un cuaderno. Los poemas me nacen, aunque también a veces los invoque. En todo caso, las palabras revolotean en forma orgánica como mariposas en un jardín. Vuelan. Obviamente, yo transcribo, corrijo y pulo, pero eso es parte del oficio. Lo único cierto -creo- es la emoción porque se siente con el cuerpo. La razón es una ilusión que nos hace creer en nuestras múltiples interpretaciones de la realidad. Las trampas de la fe y de la ideología son un espejismo. Los intentos de la voluntad, por otro lado, adquieren forma en el poema impredecible. La voluntad así como la imaginación son fuerzas mágicas. Como te podrás imaginar tengo varias carpetas con bosquejos de libros que nunca voy a publicar. Esos son para mí viles ejercicios literarios, fundamentales –en todo caso- para domar la lengua. No hay nada determinante en el proceso creativo. La poesía exige, sin embargo, incondicionalidad: ser poeta toda la vida. Por cierto, un animal literario debe leer. Traducir también agudiza el genio verbal. Los malabaristas de palabras que no se arriesgan no experimentan, y quien no tiene música en el cuerpo es un ser desgraciado. El único factor válido es vivir cada día como si fuera el último poema que uno fuera a escribir.
¿Qué criterios usas para identificar un buen poema?
-Lo bueno de tus preguntas es que me provocan un rechazo a hacer teoría literaria. Prefiero divagar, ser impreciso. ¿Qué es un buen poema? ¿Un poema redondo, que pegue bien en la memoria y tenga ritmo? ¿Un poema pícaro que abra por primera vez una ventana que permanecía cerrada? ¿Un poema sin retórica para que no aburra y se deje leer más de dos veces? ¿Un poema con versos fosforescentes, luminarias, tardes de amor, ocasos prendidos? ¿Un poema perfecto? ¿Un poema que no explique, que deje salir el pensamiento desbocado y la imaginación salvaje? ¿Un poema que me ofrezca una imagen concreta y que no pase por inteligente un galimatías abstracto? ¿Un poema que uno sienta, que guste o que nos haga llorar? ¿Qué criterios usas tú para identificar el misterio?
¿En qué proyecto literario estás trabajando actualmente?
-Me habría gustado haberte respondido esta entrevista con mayor celeridad pero precisamente he estado culminando en forma febril mi sexto poemario. Seis años me demoré en escribirlo y ya siento su vacío en la zona del vientre. Lo comencé a escribir cuando vivía en México y lo ideé en un viaje que hice a Sri Lanka luego de haberme quedado anclado en el aeropuerto de Bangkok. En rigor es un grimorio. Pero también es un viaje psíquico y terrenal. En él se mezclan visiones psicotrópicas y errabundajes varios: Estados Unidos, Centroamérica y América del Sur. También preparo un texto sobre chamanismo. Sin embargo, a diferencia del ensayo -género que también cultivo con fruición- creo que la poesía tiene un sentido orgánico porque crece de modo invisible como micelio en el bosque y emerge espontáneamente a pesar de uno. Cuando eso ocurre estamos frente a un milagro.
MUESTRA: DOS POEMAS
UTOPÍA
Figúrate que te despojan
te dejan sin nada
desnudo contra la primavera
Figúrate que te ríes
y abandonas el trabajo el domo la nada
y descansas frente a la primavera
Figúrate que te olvidas
y desaprendes todo tu entrenamiento
que anadeas como pato entremedio del huerto
Figúrate que no hay raza rencor remedio religión
ni estado
que los cristales que te separan del arte se trizan y borran lentamente
Fíjate bien en lo que digo
Figúrate que pierdes el miedo la lengua la anorexia
que se acaban las armas el tedio la bulimia
y abrazas a tu pareja
que recoges el alimento de los árboles
y cosechas el cultivo
que te mantiene sano todo el invierno
Figúrate ser libre
sin número ni fronteras ni archivos
que te despojan del peso y brotan tus ojos
que abandonas el trabajo el domo la nada
que desaprendes tu nombre
y descansas tranquilo en medio del huerto
YAGÉ
para Álvaro Leiva
Somos cristales
¿Qué somos?
Perlas enlodadas que limpian la mente
Residuo turbio del pedregal
Perlas pedregosas que palpitan
Turbulento río que entra por la boca
y sale del cuerpo
La serpiente alba es una estela en penumbra
Siluetas de troncos y ramas en movimiento
Al fondo las raíces acuáticas
rozan con sus vellos el vuelo de gusanos rectos
lanzados como flechas desde la oscuridad
Culebrillas verdes y moradas
La cuerda cobriza del cerebro
se suelta como caja de música en silencio
Perlas sin habla cuyos tímpanos nítidos
oyen el sibilante zumbido de las flechas
¿Qué somos?
¿Una luz inyectable que encandila
un brinco fugaz visto de reojo
la bolsa líquida donde balancearse
y estirar los dedos?
¿O párpados abiertos que se vuelven a cerrar?
Ver el tiempo como espejo infinito repetido en otro
La misma imagen
cúbicamente recortada por todos sus costados
Beberse un río
con fango e insectos
Saltar del túnel al valle de las cosas claras
donde brotan perlas con pupila
Luz matinal
La aparición de la corteza como lomo de lagarto
El flujo incesante que contiene el pensamiento
¿Qué somos?
Una cristalería de lujo que hay que limpiar
www.critica.cl ®
lunes, 20 de octubre de 2008
Tomás Harris - Poeta de Chile
Nacido en La Serena en junio de 1953. En 1982 se titula como profesor de Castellano en la Universidad de Concepción, labor que ejerce en distintas universidades del país. Actualmente se desempeña como investigador en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional. Ha obtenido diversos premios por su obra: en 1993 se le otorga el Premio Municipal de Poesía por Cipango y el Premio del Consejo del Libro y la Lectura por Los 7 náufragos. En 1995 recibe el Premio Pablo Neruda y el 1996 el Casa de las Américas por Crónicas Maravillosas. También participa como compilador en la antología Veinticinco años de poesía chilena (1970 – 1995) junto a Lila y Teresa Calderón.
Su poesía es bastante particular, sobre todo si se la compara con el resto de su generación, en tanto la crítica lo ha definido como ‘externo’ o ‘ajeno’ a los denominados grupos ‘neovanguardistas’ (CADA, J.L. Martínez, etc.) que dominan el escenario poético de los años 70. Como lo ha señalado tanto el mismo autor como la crítica, parte importante de su obra corresponde a un proyecto estructurado a través de los mitos clásicos (principalmente griegos). Dicho proyecto comienza con Cipango, para luego continuar con Los 7 náufragos, luego Crónicas maravillosas y finalizar en Itaca y Encuentro con hombres oscuros. La obra de Harris combina la experimentación con la tradición, en especial por la continua referencia a los cronistas de Indias, como sucede en Cipango, quizá su obra más reconocida por la crítica.
Compuesta por tres volúmenes, en esta obra se pueden apreciar las principales características de la poesía del autor, quien utiliza la idea de la escritura como una bitácora de viaje. Se trata de una poesía narrativa, que utiliza múltiples imágenes, metáforas e intertextualidades para remitirse a un mismo lugar que representaría la zona de origen (en este caso, Concepción), a través de una evocación permanente de los lugares lúgubres y solitarios de la urbe. La poesía de Harris es una poesía de tonos fuertes, en tanto su intención es poner al lector en estado de alerta, molestarlo, y desde esta perspectiva acude a múltiples autores que trabajaron la figura del límite entre lo horroroso y lo bello, así como la trasposición de los límites sociales permitidos, como Baudelaire, Rimbaud, Poe, Lautréamont, Ginsberg y Lowry.
Bibliografía
Poesía
- Diario de navegación. Concepción, Sur, 1986
- El último viaje. Concepción, Sur, 1987
- Cipango. Santiago, Documentas, 1992
- Los siete náufragos, Santiago, RIL Editores, 1995
- Crónicas maravillosas. La Habana, Casa de las Américas, 1996
- Encuentro con hombres oscuros. Santiago, RIL Editores, 2001
Cuentos
- Historia personal del miedo. Santiago, Planeta, 1994
Antología
Veinticinco años de poesía chilena (1970 – 1995) / compiladores Teresa Calderón, Lila Calderón y Tomás Harris. Santiago, Fondo de Cultura Económica, 1996.
Referencias
- Grinor Rojo: "Tomás Harris o de la fiebre de oro en Orompello" Prólogo a Cipango. Santiago, Fondo de Cultura Económica, 1996. 11 – 21
- http://www.librodenotas.com/poeticas/Archivos/001836.html#001836
viernes, 5 de septiembre de 2008
Una poética irreverente- Alejandro Ananías Saavedra -Chile
FRANK
Abrieron la puerta al superhombre
a la supremacía aria
Había que ordenar las castas,
purificar la sangre,
filosofía existencialista que
Sartre y Camus transformaron
en literatura, a pesar de todo,
abrieron la puerta, efectivamente,
las botas y las suásticas
respiraron el aire rancio
de “ la casa de atrás “
Tomaron prisioneros
pero la palabra escrita
se salvó de la hoguera gaseosa
se salvó de un eterno holocausto
Quería cambiar las injustas
estructuras de la burguesía
quería más pan más trabajo
para su pueblo explotado
quería más revolución para
su país oligárquico
bastaron unos cuantos años
en la cómoda París
para darse vuelta la chaqueta
Usted sabe, esa chaqueta
comprada en Lafayette
de lana inglesa y algodón egipcio
EL CUERPO CONSULAR CRIOLLO Y LAS VIVIENDAS
SOCIALES
Qué hacen estos tipos, me pregunto,
qué trabajo realizan para
merecer semejante status
No faltan a los eventos sociales
ni a la temporada de ski
A quién le sirve un cónsul
de Ecuador en Chillán?
A quién le sirve un cónsul
de Portugal en Osorno?
Privilegios otorgados con el dedo
y una que otra beneficencia
para parchar la techumbre
de las viviendas sociales
LOS LANZAMIENTOS LITERARIOS EN MADRID Y EL MOTE
CON HUESILLO DEL CLUB HIPICO
Zurita, Rojas y Fuguet están invitados al lanzamiento del libro de
Vargas Llosa en Madrid. Aprovechan de embalar unas carpetas
con enormes currículum, con enormes trofeos. Van a recorrer
Europa aparentando lobby por el Nóbel para su colega Parra, (una
vez más). Rivera, Bertoni y Uribe se quedan abajo del avión.
Muertos de la risa, se van a la puerta del Club Hípico a tomarse
un mote con huesillo.
EL PRESUPUESTO DE DEFENSA NORTEAMERICANO Y LOS
SUPER 8 QUE VENDE LA SRA. ANITA EN LA ESQUINA DE
COLO COLO CON OHIGGINS
La máquina produciendo balas
la máquina produciendo dinero
el presupuesto en defensa
activa la economía norteamericana
La General Dynamics construye
más aviones y satélites
Sudamérica compra la tecnología anglosajona
vende los bosques, los mares, las montañas,
entonces Chile crece económicamente
y don Juanito puede al fin
encontrar trabajo
feliz, todas las tardes, cuando
vuelve al hogar,
optimista le
compra a la sra. Anita tres súper 8
para sus hijos que esperan en casa
viendo televisión en el aparato japonés
que el dueño de casa se apresuró
a comprar apenas fue contratado
por su parte, la sra. Anita ha tenido
que redoblar su stock de chocolates
y súper 8 desde que Bush
decidiera invadir Irak
LA DESOBEDIENCIA CIVIL DEL PUEBLO Y LA ALEGRIA QUE
YA VIENE
Se llenaron de esperanza
pero no de cualquiera
lo hicieron con aquella
que les quitaba la náusea
de folclore con chupalla
de macroeconomía importada
de cielo verde oliva
fueron rebeldes con el titiritero
mandaron a la punta del cerro
a varios marionetas boys
Cayó el tambor mayor
llegaron los colores del arco iris
ahora escuchan zampoñas y quenas
( para distraerse y sentir nostalgia, dicen ellos )
pero la macroeconomía se quedó
instalada en los bolsillos
de los vendedores de alegría
ahora sigue la náusea
son otras las marionetas
pero ya no hay titiritero
a quien culpar por tanto vómito
LOS JOVENES IDEALISTAS Y EL LLAMADO PUEBLO DE
CHILE
Se tomaron todas las escuelas
las calles, las industrias
saludaban a Fidel y
abrazaban al Che,
mucha consecuencia
hay que decirlo,
sin necesidad de pañuelos que
ocultasen los rostros idealistas
treinta años mas tarde
ellos comandan grandes gerencias
encabezan directorios de
aquellas mismas industrias
cambiaron éstos jovencitos
los ideales por abultados sueldos
cambiaron éstos jóvenes
los ideales por cómodos sillones
donde ahora observan el
mundo a través del noticiero de las 9
“quién no es revolucionario
a los 20 es un canalla y quien
no es un conservador a los 40
es un huevón”
Radomiro Tomic
Comentario de solapa del libro Mitología subterránea
por Hector Hernández Montecinos-Director de Ediciones Mantra de Chile
Mitología subterránea de Alejandro Ananías viene a ser una obra poética que renueva el sentido de lo social o lo político, pues no sólo es el intermezzo entre ambas sino que además le agrega el gesto de una mirada desconcertada y llena de una angustia colectiva que responde a preguntas históricas que las maquinarias de manipulación jamás querrían haber escuchado.
En un momento en que la poesía ha sido destinada a las catacumbas del mercado y a su pauperización por las políticas culturales es que adquiere el matiz nuevamente de un “aullido” que problematiza la noción de contingencia, pero que al mismo tiempo, hace un enroque con lo que podríamos entender como ciudadanía, o el derecho a serlo el día de hoy.
Si una palabra pudiera acercarnos a la construcción de estos textos, sería lo “civil”. Es decir, estamos ante una poesía civil, sin duda, en la cual el hablante no sólo es testigo atónito de una historia que ve desangrarse sino que además enjuicia y denuncia el porvenir de lo pasado, el silencio del presente y lo pretérito que nos puede resultar el mañana.
La austeridad formal del libro es un gesto casi de humildad ante la potencia de una voz que no teme llamar por sus nombres a quienes ha decidido apuntar con el dedo. Es por esto que Mitología subterránea es una de esas obras que no reculan en su decir y que llenan a la palabra poética no sólo de una extrañeza en el propio lenguaje sino que también de un sentido de advertencia a no permitir todo lo que ha sucedido o sucederá.
Derechos reservados del autor
Ananías, Alejandro
Mitología subterránea [texto impreso] – 1ª edición – Santiago,
Chile: MANTRA Editorial, 2008.
106 páginas: 13 x 20 cm. – (Colección bajo el arcoiris de fuego)
RPI 170.912
ISBN 978-956-8603-05-2
1. Poesía chilena 2. Alejandro Ananías


